Las clases de ese día estaban siendo extrañamente pesadas. No era de extrañar pues llevaba en la universidad desde las 3 de la tarde y se acercaban ya las 9 y media de la noche. Bueno, al menos podría irse por fin a descansar. Anne miraba distraídamente a su profesor hablar sobre la segunda fitna musulmana en al-Ándalus, pero sin escuchar lo más mínimo. Adoraba su carrera, pero eran demasiadas horas metidas en un aula tratando de asimilar todo lo que le estaban contando ese día. Normalmente lo llevaba bien, pero la noche anterior había tenido unos sueños realmente extraños y no había descansado lo más mínimo. Por suerte, al día siguiente era viernes lo que implicaba que ya no tendría clase hasta el lunes. Esa era la parte buena de la universidad, no tenía clase todos los días. Cuando finalmente el profesor dio por terminada la clase, Anne se levantó de su asiento y recogió sus cosas. Miró distraídamente los apuntes que había tomado aquel día: dos líneas. En dos horas de clase… Fantástico.
-No te agobies, te los mando esta noche.
-¿Eh?- se giró para ver quién le había hablado- Ah, Laura, te lo agradeceré mucho, de verdad.
-¿Un mal día?- preguntó Laura.
-Más bien una mala noche- contestó Anne, recargando la mochila sobre un único hombro. – Menudas pesadillas, Laura… No he dormido nada.
-Si no vieras tantas películas de miedo…- dijo Laura con una sonrisa.
-No han tenido nada que ver, lo juro. Era un sueño raro… Era muy real, como si hubiera pasado de verdad.
-Básicamente como con todos los sueños- contestó su amiga con una risa.
-No te burles. Era como si alguien me estuviera mirando desde la silla de mi cuarto. Me despertaba cada media hora y juraría haber escuchado cómo me llamaba.
-Eso te pasa por ver tantas películas de miedo.
-Gracias por el interés, Sandra, pero eso ya me lo ha dicho mi psicoanalista personal- dijo señalando a Laura.
-Bueno las opiniones van dos a cero, así que admite que algo tienen que ver- dijo Sandra.
-Chicas, llevo media vida disfrutando del cine de terror y nunca ha pasado nada. Además hace mucho que no veo ninguna película de miedo.
-Pues trata de descansar esta noche, a ver si mañana te levantas con mejor cuerpo. ¿No os apetece una cerveza, verdad?- dijo Laura, poniendo ojitos.
-Buff… si fuera más pronto sí, pero yo no vivo al lado de la facultad. A lo que llegue serán más de las 10 y necesito una ducha antes de dormir. Quizá el lunes, que no tenemos clase el martes por la mañana.- dijo Anne.
-Bueno, pero me la apunto, ¿de acuerdo?- Laura señaló amenazadoramente a Anne.
-Claro, claro- dijo la aludida entre risas.- Nos vemos el lunes, chicas. ¡Os quiero!
-Que te vaya bien con esos fantasmas.
-¡Cuida no te pase como a Bruce Willis y la muerta seas tú!
Anne simplemente se giró y con una sonrisa mientras sacaba la lengua les dedicó un corte de mangas bastante cómico. Decidió coger el bus para volver a su casa, podría ir andando pero sentía que no aguantaría los tres cuartos de hora que tenía por delante si lo hacía.
La parada de bus donde tenía que bajar no estaba excesivamente lejos de su casa pero esa noche hacía un frío terrible, pues era puro invierno. Si a eso le sumamos que a esa hora ya estaban todos los comercios cerrados y que había una niebla que no te dejaba ver a dos metros, el aspecto de su calle, de normal llena de niños, daba bastante miedo. Se dijo a sí misma que no fuera tonta y que llevaba 25 años pasando por esa calle, tragó su miedo y continuó andando, sin detenerse a nada y apretando el paso. Ya podía ver la puerta de su casa. Pero frente a ella, a escasos metros, sentado en un banco, distinguió una sombra, por la forma era un hombre. Decidió ignorarlo, tenía la cabeza gacha, y sus ojos los tapaba un sombrero. Quizá estaba dormido, aunque con este frío… Casi estaba abriendo la puerta de su casa cuando, a sus espaldas escuchó:
-Buenas noches, señorita- dijo el hombre con una voz profunda y grave, pero bonita y dulce al mismo tiempo. No parecía ser un hombre mucho mayor que ella.
-Buenas noches a usted también.- dijo ella cortésmente. Pero cuando se giró para cerrar tras de sí la puerta de casa vio claramente la expresión del hombre. Puro asombro. Casi podría decirse que miedo. Tenía la boca abierta por la sorpresa y los ojos abiertos de par en par. Tampoco le había dicho nada especial, ¿no? Sólo había sido educada. Pero antes de poder reaccionar el muchacho salió corriendo hacia donde estaba ella. Anne, paralizada por el miedo sólo atinó a cerrar la puerta fuertemente antes de que él llegara y a sentarse en el suelo, con la espalda pegada a la pared y temblando, no precisamente de frío.
-¿Puedes verme? Me has contestado, ¡sé que puedes verme!- decía él, casi gritando. Claro que podía verle… ¿cómo no iba a poder hacerlo?- Por favor, necesito respuestas. ¿Por qué parezco invisible para todo el mundo?
-¡Márchate! No sé quién eres, no te he visto en mi vida…- dijo Anne, entre sollozos.
-Te equivocas…- podía intuirse una sonrisa torcida tras la puerta.- Acabas de verme esta noche…
Y, sin más, desapareció. Cuando Anne pudo reponerse subió hasta su apartamento donde la esperaban sus gatas y una ducha de agua caliente. Necesitaba descansar ya. ¿Quién diablos sería ese extraño hombre? ¿Y esa insistencia por verle? Nah, todo era demasiado extraño para pensar en ello siquiera. Entró en su apartamento, acarició a las gatas, les echó de comer y se fue directa al baño. Puso un poco de música de fondo, se desnudó y se metió en la bañera. Estaba tan cansada que el agua caliente la estaba relajando demasiado, cerró los párpados y se concentró en la música que la rodeaba.
De repente vio unos ojos negros, profundamente negros que la miraban casi como si pudieran leer su alma. Era una mirada penetrante e intimidante. Tanto era así que se hizo un ovillo con las piernas y los brazos y comenzó a sollozar. Puro miedo. Eso era lo que sentía. De repente, una voz extrañamente familiar dijo:
-Sé que puedes verme… Anne.
Abrió los ojos de golpe. El disco se había acabado y el agua estaba fría. Se había quedado dormida en la bañera. El sueño había sido muy parecido al de la noche anterior, pero esta vez la voz le había llamado por su nombre y ahora, estaba segura que era la misma voz que el chico del banco.
-Voy a terminar por volverme loca. – se dijo mientras salía de la bañera.- Igual Sandra y Laura tienen razón… Igual es todo sugestión por el cine de terror.
Se metió en la cama, sus gatas se acurrucaron con ella y comenzó a caer en un sueño profundo.
-Pero su voz era tan real… Esos ojos… Esa mirada… Tan real…- y cayó totalmente dormida.
Durmió más de diez horas, eran cerca de las 10 de la mañana cuando terminaba de desayunar y se disponía a comenzar un ensayo sobre la Conspiración de la Pólvora.
-Recuerden, recuerden el 5 de noviembre…- dijo, mirando al calendario, que marcaba esa misma fecha.- También es casualidad- dijo con una leve risa. Decidió que lo mejor sería ir a la biblioteca de la facultad. No se fiaba mucho de Internet a la hora de escribir ningún tipo de trabajo y en su casa tampoco tenía muchos libros para consultar sobre el tema. Cuando llegó buscó un asiento libre y se fue derecha a la estantería dedicada a los libros sobre historia de Inglaterra. Cogió un par de ellos que tenían pinta de serle de ayuda y cuando estaba a punto de volver a su mesa uno de los libros de una estantería contigua, dedicada a la historia universal de los siglos XVI y XVII cayó al suelo quedando abierto por una página en la que se veía la foto de lo que parecía un pirata. El título de la foto era "Ace, el portugués". Lo cogió por curiosidad y leyó el pie de foto que decía:
"Ace, el portugués, llamado así por su procedencia fue un famoso pirata de finales del siglo XVI que aterrorizó los mares del Caribe por su tremenda fuerza. Se decía de él que cuando atacaba era como si el mismísimo infierno se hiciera presente en la tierra. A pesar de su fuerza, murió joven, según las fuentes, tratando de salvarle la vida a un hermano."
Wow. Sí que debía ser fuerte. Pero se quedó helada en el sitio cuando miró la imagen. Un hombre joven, no mucho mayor que ella, la miraba desde el libro como si lo supiera todo acerca de ella, una sonrisa socarrona cruzaba su rostro y con un dedo sujetaba la solapa de su sombrero. Un sombrero que ella recordaba haber visto la noche anterior. Trató de hacer memoria, pero estaba casi segura de que el hombre de la foto y el muchacho de anoche no eran la misma persona. ¿Cómo podían serlo, de cualquier forma? Se parecían mucho, sí, pero no eran iguales. ¿Hermanos quizá? Imposible, se dijo sacudiendo la cabeza. Hacía ya 4 siglos de su muerte… era imposible que tuviera un familiar vivo en pleno siglo XXI. No obstante, el parecido era asombroso. Casualidad, seguro. Se dijo tratando de convencerse a sí misma. Depositó el libro del lugar del que había caído y volvió a su mesa dispuesta a adentrarse en la Conspiración de la Pólvora.
Llevaba cerca de dos horas trabajando cuando comenzó a sentir un leve viento frío. Se puso la chaqueta y trató de ignorarlo pero era realmente molesto. Se giró intentado ver de dónde venía la corriente cuando le volvió a ver. El muchacho de la noche anterior. Le estaba sonriendo con una mueca de superioridad, sentado en uno de los sillones de la biblioteca. Al principio Anne se asustó bastante, pero luego le invadió la ira. ¿Acaso la había seguido? ¿Qué se creía que estaba haciendo, no había tenido bastante con el susto que le dio anoche? Decidida, se dirigió a él con paso firme.
-¿Qué te crees que estás haciendo aquí?- dijo en un susurro.
-He venido a confirmar que puedes verme.
-¿Quieres dejar de decir tonterías? ¿Cómo no te voy a poder ver?
-Nadie puede… salvo tú.
-Mira, si intentas asustarme ya lo conseguiste anoche, ¿por qué no continúas con tu vida y me dejas tranquila?- aquello borró la sonrisa del muchacho.
-Mi… ¿vida?- preguntó extrañado.
-Sí, tu vida. ¿Acaso no tienes que trabajar, que estudiar o hacer nada de provecho?- la sonrisa volvió a los labios de aquel chico.
-Ya lo estoy haciendo. Estoy hablando contigo.
-¿Y por qué no buscas a otro que te de conversación? Yo estoy trabajando.
Se dio la vuelta y se dirigió de nuevo a su mesa, pero cuando llegó, él ya estaba sentado frente a ella que dejó soltar un gruñido de desesperación. No obstante, luego pasó a ser una mirada de absoluta confusión… ¿Cómo demonios…?
-¿Cómo lo has hecho?- preguntó entre enfadada y asustada.
-¿El qué?
-Llegar aquí antes que yo.
-Soy rápido.- dijo con una risita. Ella decidió cambiar el tema de conversación.
-Necesito trabajar.
-¿Te distraigo?- preguntó el con esa odiosa sonrisa.
-Sí.- dijo Anne secamente.
-Te pido disculpas, en ese caso- e inclinó levemente la cabeza hacia ella mientras se agarraba la solapa del sombrero.
-Mira no tengo ni idea de quién eres- dijo señalándole con un dedo- pero si sigues… - Anne fue interrumpida con un compañero.
-¡Anne! ¿Con quién hablas?- preguntó extrañado.
-¿Eh? Yo pues…- pero cuando se giró el muchacho ya no estaba.- Hablo sola, Agus… Y hasta así consigo discutir- dijo con una suave risa.
-¿Cómo llevas el ensayo?- preguntó él.
-Bien, supongo. El tema es complicado, pero creo que saldré airosa.
-Siempre lo haces.- dijo y le fue a dar un beso en la frente, pero en ese momento la botella de agua que Anne tenía en la mesa salió literalmente disparada contra el tal Agus, que miraba alucinado la escena. Anne tampoco entendía qué había pasado… Llevaba dos días de lo más extraños.
-¡Agus! ¿Qué ha pasado?
-No lo sé…- dijo extrañado- igual han sido las vibraciones del metro al pasar bajo la biblioteca.- Bueno, no era muy convincente pero era una explicación plausible.- No importa, ya se secará… Te iba a decir, esta noche iba a ir a un concierto con mi hermano pero se ha puesto malo y me sobra una entrada, ¿te apuntas?- dijo con una sonrisa.
-Bueno, no parece mal plan, hablamos esta tarde y concretamos.
-Bien, luego hablamos Anne, marcho a comer, pasa buena tarde.
-Igualmente, Agus.
Cuando acabó de recopilar información suficiente para más de medio ensayo decidió volver a casa. Paró en la cafetería de su facultad para comerse un bocadillo mientras repasaba las notas del ensayo. No le apetecía cocinar y además ya era tarde. Sin embargo no podía sacarse a ese chico de la cabeza. Todo era tan extraño… No dejaba de repetir, fascinado, que ella podía verle, lo cual le hacía pensar en el hecho de que Agus no le había visto al llegar. La rapidez con la que había llegado a su sitio le desconcertaba. El libro que hablaba sobre el pirata… demasiado para ser una coincidencia, pero tampoco es como si ese chaval pudiera ser un pirata de hace cuatro siglos… Además se parecía mucho, pero no era él. ¿Un descendiente, tal vez? Y la botella de agua… Eso era lo que más le impactaba de todo. Porque estaba al cien por cien segura de que no había pasado ningún metro bajo la biblioteca en ese momento.
Mientras cavilaba sobre todo esto, llegó a su casa casi sin darse cuenta. Casi esperaba encontrarse al chico en el banco pero para su sorpresa y algo que no quería admitir, pero que se parecía mucho a la decepción, no estaba. Abrió la puerta del bloque con las llaves y ahogó un grito al entrar.
-¿Qué haces aquí? ¿No te he dicho que dejes de seguirme?- preguntó ella, enfadada.
-¿Vas a ir?- dijo él, muy seriamente.
-¿Cómo?- preguntó extrañada Anne.
-Que si vas a ir… a ese concierto.- repitió pausadamente.
-¿A ti qué narices te importa? Además… ¿cómo lo sabes? Ahora, además de seguirme, ¿te dedicas a espiarme?- le miró con rostro iracundo pero él la miraba casi con pena.
-¿Vas a ir?- se dedicó a seguir con la misma pregunta.
-Muy probablemente. Agus es muy buen amigo mío y… -ahogó un gruñido de desesperación- ¿Pero por qué te estoy dando explicaciones? Ni siquiera sé tu nombre y además…
-Ace- le cortó él, secamente.
-¿Cómo?- dijo ella con los ojos como platos.
-Mi nombre es Portgas D. Ace.- la sonrisa volvió a su rostro, pero mucho más tímida que de costumbre.
-Ace… el portugués.- dijo ella en un susurro casi inaudible.
-Veo que lo has leído… No estaba seguro de que te parases a mirar la página.- dijo con una suave risa.
-¿Quién eres?- dijo ella, asustada.
-Ya te lo he dicho. Portgas D. Ace- dijo él, ahora riendo sonoramente.
-Reformularé la pregunta… ¿Qué eres?- Ace se acercó a ella poco a poco hasta que ella dio con la espalda en la pared, puso los brazos a los lados de su cabeza y le dijo mirándole a los ojos y en un susurro que hizo que se erizaran la piel de su nuca:
-Si no vas a ese concierto, contestaré a todas tus preguntas.
-¿Por qué no quieres que vaya?- dijo ella, casi sin voz.
-Le gustas.- dijo con odio en la mirada.
-¿Cómo?
-A tu "amigo", le gustas.
-No veo el problema. No es asunto tuyo.- dijo ella, secamente.
-Por favor… - dijo él, rendido- No vayas… y quédate conmigo.
-Estás empezando a ser desesperante, ¿sabes?- él la miró con esperanza en la mirada.- Está bien, me quedo pero sólo porque necesito respuestas a muchas preguntas. Y más vale que me contestes a todas.
-Te lo prometo- dijo con una gran sonrisa de absoluta felicidad.
-Vale, vale. Ahora apártate, me estás poniendo nerviosa.- Pero cuando fue a empujarle para sacárselo de encima, su mano sólo rozó el aire. La mirada de Anne reflejó terror puro. Comenzó a temblar- ¿Qué rayos… qué narices… eres tú?- dijo susurrando. Ace la miró con una mirada teñida de resignación y pena. Pero luego la cambió a una sonrisa torcida, como si la situación le resultara morbosamente divertida.- Contéstame, Ace… ¿qué eres?
-Un fantasma.
