Esta es na historia que se me ocurrió mientras la profe de Lengua nos hablaba sobre el amor cortés en clase :) Espero que os guste :D
El joven conde acudió a la fiesta del castillo del rey. Dejó su caballo en las cuadras a cargo de un mozo y se apretó el lazo con el que llevaba atado su cabello castaño.
Después de ser presentado, entró al salón de baile, donde los invitados giraban con gracia. Se dirigió hacia el rey para presentar sus respetos. Las damas que no estaban bailando se arremolinaron a su alrededor.
- Señoritas, - les dijo con suavidad - con todo mi pesar no puedo atenderlas en este instante. Les ruego que me perdonen.
Y con esto, las dejó atrás. A sus veinticuatro años estaba soltero, lo cual atraía mucha atención por parte de las jóvenes casaderas del lugar. Él las esquivaba con sutileza, sin mostrar su malestar. No le gustaban nada esas jóvenes que iban detrás de él porque no le conocían y ya querían desposarle; lo que significaba que iban detrás de una única cosa: dinero y prestigio. La mayoría de ellas eran hijas de barones, así que casarse con él suponía un ascenso en la escala social. Luego estaban las otras; hijas de marqueses y duques que no buscaban más que un marido atractivo y con reputación de buen luchador.
Llegó a los pies del trono y se inclinó ante el rey.
- Mi señor - dijo.
- Puede levantarse, conde Belikov - le respondió el rey.
Dimitri Belikov se levantó y miró a la cara al rey Mazur.
- ¿Quién es él, padre? Nunca le había visto antes - preguntó una voz femenina.
El rey se giró hacia su hija, quien observaba al recién llegado con curiosidad.
- Este, Rosemarie, es el conde Dimitri Belikov. Ha pasado los dos últimos años en el extranjero. Es un hombre culto que ha aprendido todas las técnicas de combate conocidas, según he oído. Además, fue armado caballero como el mejor de su edad en todas las disciplinas.
- Mi señor, no merezco tantos halagos - respondió él.
- Eso no es lo que dicen las gentes - replicó el rey.
Dimitri prefirió no contestar. Discutir con el rey nunca era una buena idea.
- ¿Dónde está su esposa, caballero? - preguntó Rosemarie.
- No tengo, princesa - respondió en voz baja.
- Oh, ¿y cómo es que un hombre de su categoría y atractivo no está aún casado?
Rosemarie se inclinó hacia delante en su asiento y apoyó sus codos en las rodillas. Esa posición mostraba bastante su escote, lo que hizo que Dimitri apartara su mirada por respeto. El rey, notando su incomodidad, intervino en la conversación.
- Rosemarie, compórtate. Esas no son posturas para una princesa. Y esas preguntas tampoco son propias de alguien de tu categoría.
La princesa hizo un mohín.
- Rosemarie esto, Rosemarie lo otro… ¡Nunca puedo hacer lo que quiera! ¡Y no sé cuántas veces tengo que deciros que no me gusta que me llamen Rosemarie, que prefiero Rose!
Había ido alzando la voz conforme hablaba, llegando al punto de que algunas personas miraron en dirección a la zona del trono, alarmados por el alboroto.
- ¡Hija! - exclamó la reina -. ¡Ya basta! Esto no es un tema para discutir en una fiesta. - Se giró hacia el conde -. Le ruego que nos disculpe, caballero.
Dimitri asintió, incómodo con la situación. El rey suspiró.
- Ya hablaremos de esto más tarde. Ahora me gustaría saber si vas a comportarte el resto de la noche.
- ¿Podré bailar? - preguntó.
- No - respondió el rey -. Como hija del regente del país, debes permanecer en tu sitio sin rebajarte a interactuar en la pista de baile con alguien de menor categoría.
La joven suspiró y se levantó de su asiento.
- Pues si es así, me gustaría ir a tomar el aire. ¿Tiene permitido el conde acompañarme?
- Estoy seguro de que el conde tiene mejores cosas que hacer…
- No - dijo Dimitri -. No me importa en absoluto. Acompañaré a la princesa si ese es su deseo.
Rose sonrió. Agarró el brazo de Dimitri y ambos salieron juntos del salón, ante la atónita mirada de los caballeros y la mirada llena de celos y furia de las señoras.
