Capítulo 1

El origen

La noche aun no había terminado. Por todas partes no se vislumbraba otra cosa que no fueran cadáveres, ruinas y fuego. El cielo se conservaba sorprendentemente despejado, como si quisiera que las estrellas y la luna llena guiaran las almas de todos los que habían sido víctimas de la masacre.

-¡Avancen! –Gritaban algunos soldados sobrevivientes.- ¡La artillería llegará dentro de poco! ¡Debemos unirnos al regimiento en cuanto llegue y atacar todos juntos! ¡Eso terminará con toda esta pesadilla!

El camino por donde avanzaban aquel pequeño grupo de soldados era oscuro y estrecho. Debían avanzar forzosamente bajo tierra para llegar al que seguramente, ya era el último grupo armado. Por ahora, de eso dependía su salvación. Habían perdido la noción del tiempo; mientras el exterminio y las sombras los rodearan, las horas, los minutos y segundos se habían congelado en contra suya.

Un enorme rugido cruzó el espacio e hizo retumbar las paredes y el suelo. Los corazones de los soldados saltaron de sus pechos.

-Ya vienen…

-¡Los han descubierto!

-¡No! ¡No es así! ¡Guarden silencio! ¡Sigan avanzando!

Aun faltaba poco más de la mitad a recorrer. No habían dado ni cinco pasos cuando oyeron tres grandes detonaciones. Ahora, cuatro espantosos rugidos se dejaron oír demasiado cerca de la Base Principal, donde se encontrarían con la artillería.

-¡Esos malditos llegaron primero! ¡Avancen! ¡Avancen! ¡Avancen!

Corrieron entre la oscuridad del túnel a toda velocidad. Aunque sabían exactamente en dónde encontrarían el final, la angustia y el terror hacían que no les fuera fácil llegar a su destino. Por un momento se creyeron en un laberinto.

La tierra comenzó a temblar. Las explosiones y los rugidos fueron imparables. El caos hacía estremecer la tierra. El túnel amenazaba con dejarlos sepultados, pero una luz al horizonte les anunció que pronto saldrían al exterior.

Era fuego lo que les había guiado al final. Poco o nada pudieron hacer aquel grupo de soldados, sus camaradas y la artillería entera ante un grupo de monstruos gigantes que habían acabado con más de la mitad de la población de su planeta en una sola noche. Eran cinco diabólicos seres con una fuerza sobrenatural que se lanzaron a atacar destruyéndolo todo y asesinando a cualquiera que se cruzara en su camino.

Esa misma tarde el infierno comenzó. Según testigos, esos seres habían llegado en unas naves esféricas, siendo originalmente cuatro hombres y una mujer, quienes esperaron a que cayera la noche, observaron la luna llena y dieron como resultado esas aberraciones que ahora habían acabado con todo rastro de vida.

Así como los habitantes de ese pequeño planeta no pudieron hacer nada contra ellos, otros cientos se habían encontrado en la misma situación, por el mismo grupo de asalto, quienes a juicio de las víctimas, habrían jurado que años antes de su llegada y ataque, ya tenían estudiado al planeta, sus habitantes y las principales ciudades para arrasarlas rápidamente.

EL combate había terminado en menos tiempo de lo esperado. Si bien esta vez a los asaltantes les pareció una labor en extremo sencilla el ocupar el reciente planeta, fueron designados para ganar tiempo: una Base sería colocada en ese lugar para el crecimiento del Imperio al que servían. Tarea fastidiosa, pero muy bien remunerada.

-¡Vámonos! –dio la orden el Capitán de los monstruos cuando los primeros rayos del sol se asomaban y habían recuperado su primitiva forma cuando abordaron el planeta.

Los cinco invasores se dirigieron a sus naves. Una sonrisa macabra se dibujaba en sus rostros al ir descubriendo en su recorrido las ruinas y cuerpos de los exterminados habitantes.

-¡Que imbéciles fueron!- soltó uno de los asesinos.

Todos comenzaron a reír estruendosamente, excepto el Capitán.

-Déjense de estupideces y démonos prisa. Nuestro trabajo aquí terminó. Ahora, iremos al Planeta Vejita a que nos asignen una nueva misión.

-¡Sí! –respondieron todos a unísono dejando tras de sí nada más que olor a muerte…

Así era el "modus operandi" de los Saiyajin, la raza más peligrosa y fuerte del Universo. Sólo tenían un precepto entre sus miembros; una regla tan sencilla a la par que condenable y sin excepción a nadie: El poder lo es todo. Los fuertes mandan a los débiles. Los fuertes sobreviven, los débiles mueren…

Había nacido siendo un saiyajin débil. Era irremediable que el resto lo mirara con desprecio y hasta cierto punto, tenían razón: no era agradable saber que un saiyajin de tan deplorable naturaleza fuese soldado, cuando seguramente merecía la muerte desde el primer día de su vida.

En tales condiciones había crecido Bardock, un guerrero de clase baja. Nacido en el año 714 y en medio del completo abandono pasó sus primeros años de vida. Jamás le interesó saber siquiera los nombres de quienes le habían dado la existencia. A su juicio, no valía la pena conocer a unos seres pusilánimes. Si seguían vivos o muertos, sencillamente no era de su incumbencia.

Pese a su bajo nivel, el instinto de pelea de Bardock siempre fue grande. Trataba de menguar aquella humillación de su origen en el campo de batalla, dejando la vida si era preciso. Al lado de otros aspirantes de su misma condición, y desde muy temprana edad, su entrenamiento empezó.

Para cuando cumplió los trece, con gran esfuerzo demostró a todos que su nivel de pelea no era del todo bajo y que su furia era tan inmensa como un soldado de Clase Alta. Tuvo la oportunidad de ser reclutado por el ejército del Rey Vegeta para ser incorporado a un Escuadrón de Asalto. Era notable como la gran mayoría de los saiyajines de su edad habían muerto tan solo en los rigurosos entrenamientos fuera del Planeta Vejita, en lugares remotos donde la gravedad estaba aumentada más de quince a veinte veces que la de su planeta natal. La supervivencia era extrema, pero Bardock jamás se daba por vencido. Por muy grande que fuera la agonía, en su interior fluía siempre esa sensación de superarse a toda costa. Habíase dicho que, si no fuera por esa mentalidad, probablemente ya estaría muerto, aunque sus superiores le advertían que ese mismo ímpetu podría terminar matándolo.

Bardock aprendió a controlar el estado de Ozaru sin perder la razón, además de perfeccionar y crear ataques, en su mayoría destructores. Eso era lo único que lo retenía a pertenecer a un Escuadrón. Forzosamente, debía tener un ataque de destrucción definitiva, es decir, que fuera capaz de exterminar a uno o varios adversarios a la vez y que le representaran un problema mayor; como una bala que atravesara mortalmente, por lo menos, a un grupo de enemigos específicos o incluso, destruyera un planeta entero.

Estaba convencido de que lo lograría cuando fuera un soldado activo. No creía lo mismo un entrenamiento a una invasión seria con adversarios reales.

El joven guerrero era de carácter algo huraño. Si bien los saiyajin era una raza muy orgullosa y despiadada, entre ellos podían crearse lazos de camaradería –con la ya concebida competición entre los de la misma Clase-, pero Bardock evitaba este tipo de vínculo. Tan sólo dirigía la palabra a Tomma, un joven soldado tres años mayor que él y de iguales circunstancias que las suyas. Durante los entrenamientos, ambos competían en peleas donde el azar le sonreía a cualquiera de los dos. Aun eran demasiado pequeños cuando comenzó la guerra contra los tsufurujin, la cual había durado cerca de 7 años. Victoriosos y guiados por su indiscutible Rey Vegeta, la era de los saiyajin prometía ser larga y prolongada.

Al finalizar los entrenamientos, tanto Bardock como Tomma fueron reubicados en la Base 45, situada en medio de los numerosos y áridos desiertos del Planeta Vejita. Ambos fueron incorporados en nuevos escuadrones que eran cambiados cada cierto tiempo con el fin de analizar las habilidades de cada guerrero. Había invasiones a planetas, pero no tan peligrosas ni serias como los soldados habrían querido. Ciertamente, la paciencia no cabía en el lenguaje de los saiyajin.

El tiempo seguía corriendo y después de más reorganizaciones y varios años, la Base fue puesta a cargo de Fangus [1], un soldado de Clase Alta quien durante la guerra contra los tsufurujin y al final de esta, había hecho valiosos aportes para la rápida conquista del planeta. Durante un tiempo había pertenecido a las Fuerzas de Élite y según se decía, había sido mano derecha del Rey Vegeta. Él mismo había pedido su traslado a costa de degradar su puesto sin dar mayores explicaciones al resto. El Rey aceptó la petición del soldado sin miramientos, pero era común que Su Majestad le mandara llamar cada vez que reunía a la Fuerza de Élite o crear los Informes de invasiones interplanetarios. Aun tenía cierta influencia en la Corte y para los jóvenes guerreros, Fangus representaba un ejemplo a seguir o un objetivo a superar.

-Esta será la última vez en una larga temporada que reorganizaremos las tropas. En base a sus habilidades y méritos, crearemos nuevos escuadrones e incorporaremos a los nuevos elementos. Algunos ya cuentan con experiencia, pero el verdadero valor de cada soldado se mide en el campo de batalla. Quizá un soldado sea muy fuerte, pero otro es más astuto y sobre eso precisamente será basado nuestros escuadrones. No sirve de mucho si un guerrero es fuerte pero carece de inteligencia. Deben ganar tiempo, soldados. Deben acelerar la misión con una buena estrategia y no entorpecerla con estúpidos ataques sin sentido. Exijo lo mejor de ustedes. Morirá quien no sepa actuar adecuadamente. Es todo soldados. Pueden retirarse.

Tales fueron las primeras palabras que Fangus pronunció a los guerreros.

Morir o vivir a favor del Rey, del Gran Freezer, de la raza entera o de su propio orgullo era el móvil de cada guerrero.

-Realmente da igual a favor de quien estemos, Tooma. Mientras nos asignen misiones y podamos ser más fuertes, que importa el resto.

-Supuestamente debemos temerle más al Gran Freezer. El Rey ha hecho un pacto con él y por lo que se comenta, es muy limitante para nosotros.

-Pues entonces el Rey fue un estúpido. Será degradado como un simple gobernador.

-El tiempo lo dirá…

Si bien era verdad que los saiyajin no eran muy numerosos, debían estar aptos para cualquier eventualidad. No debía haber riesgos ni bajas por una mala organización.

Bardock y Tooma, por fin, fueron colocados en un escuadrón de asalto. Su capitán era Niptur [2], un soldado de clase baja que había dado un sobresaliente desempeño. Llevaba más tiempo en servicio que los jóvenes y era la primera vez que estaría a cargo de una tropa.

-Señores, un anuncio importante desde el Palacio Real: dentro de poco nacerá el heredero del Rey Vegeta. El Príncipe de los Saiyajin.

Un grito de aprobación secundó la noticia.

-Lo vez, el Rey sabe perfectamente que los saiyajin crecerán en fuerza y número. El nacimiento del Príncipe significa eso.

-¿Y si el Gran Freezer toma como un soldado más al Príncipe?

-Eso… será culpa del Rey.

Pláticas como estas se oían entre los saiyajin. Pero el tiempo sería, como siempre, quien diera la razón. El porvenir aun tiene reservadas muchas sorpresas. Las decisiones más insignificantes se cobran caras.

-Es el destino –se decía a si mismo Fangus en sus cortos momentos de descanso-. Saber como moverse ante la fatalidad depende de cada hombre…


[1] Este es un nuevo personaje creado por mi. Su nombre viene del inglés Fungus que significa Hongo (tratando de seguir humildemente la tradición de Toriyama jeje). Así como éste, habrá nuevos elementos que trataré de que funcionen dentro de la historia. Los iré señalando uno a uno con el significado de sus nombres.

[2] Su nombre viene del inglés Turnip que significa Nabo.