Acababa de pasar un rato desde que Edward cerró la ventana con cuidado, luego de haberse trepado por el árbol que estaba fuera de mi casa y que sus ramas desembocaban en mi habitación. No me sorprendió verlo allí nuevamente, ya que cada noche que ambos estábamos con una llama interna que no podía apagarse, nos buscábamos. Esta vez fue él quien me llamó.

Yo apenas salía del baño y él ya estaba en mi cama recostado hecho todo un Adonis, esperando por mí. Qué hubiera dicho mi padre, que estaba escaleras abajo, si de pronto entraba a buscarme y lo encontraba. Apuesto a que se armaría la gorda. Pero eso no sucedería. Charlie ya estaba plácidamente en los brazos de Morfeo hace ya unas horas.

Mis pensamientos volvieron a la realidad, y volví a enfocar los ojos, con la tenue luz de la luna llena iluminando mi habitación, en ese cuerpo maravilloso que tenía en mi cama. Di unos pasos, y él se paró rápidamente haciendo un gesto de querer tomar mis manos y acercarme a él.

-Te estaba esperando - susurró acercándome a él, siendo tan dulce como solo él podía serlo en aquellos momentos, y diciendo esas palabras cerca de mis oídos, me estremecí al tener su aliento tan cerca.

-Lamento haber demorado -traté de componerme y le ofrecí una sonrisa.

Tomó mi cintura con sus manos y me acercó más a él. Respiré profundo adivinando lo que iba a seguir luego de esto. Comenzó a dar pequeños besos desde la parte de atrás de mis oídos hasta el pequeño orificio que existe entre en cuello y el hombro. Me arqueé un poco de placer, mientras él empezaba a delirar.

Cada encuentro que habíamos tenido había sido mágico. Cada uno de ellos diferentes y él se encargaba de hacerlos especiales. Nunca le negué uno. Y él siempre estuvo dispuesto a mí. Pero nunca habíamos estado en una relación sería. Siempre había habido una barrera que nos impedía continuar. Aunque me gustaba que el 'asunto' permaneciera así, a mí no me gustaban las relaciones 'serias' y mucho menos a él. En los años que nos conocemos, nunca le había conocido una novia que durase más de 2 meses, y hace un buen de tiempo que no había tenido una oficial. Supongo que por eso mismo era que yo me permitía llegar tan lejos con él.

- Bella – llamó dulcemente, y abrí los ojos lentamente, encontrándome con los suyos a centímetros de los míos.

-¿Sí? –respondí en un tono pícaro y tentado, sonriendo y mordiéndome el labio inferior.

-Sabes que no puedo controlarme cuando haces eso.- dijo sonriendo y bajando una de sus manos hasta mis glúteos, acercándome a él.-Me provocas.- Sentenció.

- Y tú sabes que tú me provocas a mí.-dije pasando mis manos por encima de su cuello.

No soporté, alguno de los dos tenía que dar el primer paso y parecía que esa noche tendría que ser yo. Cuando lo tuve lo suficientemente cerca de mi rostro, pegué mis labios contra los suyos iniciando un beso, que vertiginosamente se convertiría en uno de los más apasionados que un humano podría imaginar. Sus labios quemaban, y el ardor en mi zona baja se intensificaba cada vez más, posó sus manos sobre mis caderas haciendo que nuestros sexos se frotaran por encima de la estúpida ropa que aún nos impedía poseernos. Y yo acariciaba salvajemente su cabello, si podría decirse acariciar.

Subió una de sus manos a mi abdomen, haciendo que la pequeña blusa de encaje, que llevaba para la ocasión, se levantara y sintiera su mano, ya no tímida como aquella primera vez, totalmente cálida contra mi piel. Abrí los ojos y asentí, era nuestra señal. Y él se sintió con todo el derecho de hacerme suya, como ya tantas veces lo había hecho.

Me despojó de mi blusa y sacó a relucir mis senos, pues ya era de noche, y no había tiempo que perder. Había dejado ese pequeño detalle para él, sabía la incomodidad que sentía al saber que le esperaba un obstáculo más luego de la fastidiosa blusa. Sonreí, mientras él me miraba pícaramente agradecido. Continuó con su juego y yo me dejé llevar por sus riendas.

Lo tomé por sus vaqueros y desabroché la bragueta. Sentí un gran bulto que estaba apunto de explotar allá adentro y no pude soportar cuando bajé sus pantalones y vi el tamaño de su erección. Bajé a la vez sus bóxers y nos tiramos a la cama. Aquella, que ya había sido testigo de tantas noche de desenfreno y búsqueda de un poco de placer y diversión.

Terminamos por desnudarnos ambos y él sonreía, yo sonreía. Vernos desnudos era nuestro mayor placer. Me sujetó por encima de él y yo me coloqué en posición, pero él hizo un ademán extraño y susurró algo ininteligible, tuve que acercarme para poder descifrar lo que quería decirme, repitió lo que había dicho.

-Déjame probar algo.-dijo sonriendo y yo acepté, me tomó delicadamente y me colocó debajo de él, entonces pude adivinar lo quería hacer, se fue hasta la parte de baja de mi abdomen e introdujo dos de sus dedos en mi vagina, al sentir sus dedos en mi me arqueé de placer, hizo movimientos circulares que me hicieron ver las estrellas más lejanas del universo para luego caer a tierra. Los sacó, y luego agachó su cabeza entre mis piernas, miró de reojo, como diciendo 'mírame, soy valiente' y yo sonreí con las pocas fuerzas que me quedaban.

Nuevamente experimenté el éxtasis que únicamente él me podía dar, acababa de meter su lengua en mi intimidad y si antes me había hecho ver estrellas, ahora podía jurara que había visto el paraíso entero. Dibujó círculos allí, metió y sacó su lengua con mucha destreza y yo seguía arqueándome de placer mientras extendía una mano ya acariciaba su espalda desnuda, y soltando tremendos gemidos ahogados, ya que había recordado que Charlie estaba escaleras abajo. Sacó su lengua intempestivamente y ahogué nuevamente un gemido que podría haber retumbado toda la casa. Arrugué el montón de sábanas que ya tenía hace un buen rato. Subió hasta encontrarse con mi frente y me preguntó.

-¿Qué te pareció? –con una sonrisa pícara y satisfecha.

-Yo…-solo logré decir eso, estaba conmocionada, había sido la primera vez que me practicaba sexo oral y había resultado un éxito.- Eres el mejor.

Se acercó a besar mi cuello nuevamente mientras se acomodaba encima de mí, para penetrarme lentamente y decirme al oído todo lo que una mujer quisiera que le dijeran.