"Amor" es una palabra pequeña

Derechos: No son mías.

Sinopsis: Emma está a punto de casarse con Hook, pero una semana antes oye una conversación que la deja llena de dudas. Regina es la única que puede resolver esas dudas, por eso un domingo por la mañana Emma aparece en pijama frente a su puerta, extrañamente nerviosa.

Era domingo y el día había amanecido soleado y tranquilo. Regina Mills había despertado más tarde de lo que era habitual en ella, pero hoy no tenía ningún compromiso, salvo el de acabar con un villano. Pero el grupo había decidido tomarse el día libre. Regina no recordaba cuando había sido la ultima vez que durmió tanto tiempo seguido.

Después de un desayuno copioso, la morena, todavía en pijama, se echó sobre el diván con un libro, un regalo de Emma, "Matar un Ruiseñor". Sonrió con ternura, acariciando el lomo del libro y luego lo abrió y justo en ese momento el timbre de la puerta sonó con insistencia. Regina suspiró y puso los ojos en blanco, dejando el libro a un lado, sobre el diván. Sabía que algo iba a perturbar su domingo libre, no podía ser tan bonito.

Al abrir la puerta, su sorpresa fue encontrar al otro lado a la señorita Swan, era la persona que menos esperaba. Tenía entendido que hoy Emma, Hook y Henry tenían picnic.

- ¿Emma?- Regina la observó de los pies a la cabeza. Venía en pijama, con un abrigo y botas de borrego y su habitual gorro.- ¿Estás bien?.- Emma se movía inquieta y parecía bastante perturbada y Regina sabía que algo andaba mal con la rubia.

- Regina… yo… no sé… verás…- Emma era incapaz de acabar ninguna frase y Regina sonrió extrañada.

-Emma, tranquila.- Puso una mano con ternura sobre su hombro y la invitó a pasar. A Regina no le pasó desapercibido que una vez dentro de la casa, Emma, sutilmente, se deshizo de su mano sobre el hombro, como si le quemara. Regina la observó extrañada con el ceño fruncido.- ¿Has tenido una visión? ¿Soy yo, verdad?.- Preguntó ya resignada.

- ¿Qué…?.- Emma la miró sorprendida, no entendiendo como Regina podía siquiera pensar en esa posibilidad. Emma estaba segura de que Regina nunca jamas le haría daño premeditadamente, pero al parecer la morena no lo tenía claro.- No.- Emma suspiró, volviéndose para enfrentar a Regina en el pasillo. Volvió a mostrarse inquieta y Regina disimuló una sonrisa para no herirla, porque la pobre parecía entrañablemente vergonzosa. Hubo un minuto de silencio.

- ¿Se trata de Hook?.- Se atrevió la reina a preguntar.

- Nooo.- Emma parpadeó, intentando olvidar el hecho de que estaba a punto de casarse. - Es que… anoche escuché a Gold hablar con Belle y no puedo dejar de pensar en todo lo que dijeron.

- ¿Y se puede saber qué dijeron?.- Emma bajó la mirada avergonzada. Las palabras no le salían. - Vamos, Emma, sabes que puedes confiar en mi.- Le dijo Regina un poco dolida al ver que Emma se mostraba recelosa.

- Lo sé, no se trata de eso. Es que ahora que estoy aquí… creo que es una estupidez.- Murmuró Emma para sí mismo. - Lo siento.- Dijo aturdida.- Mejor me voy.

Emma hizo el intento de marcharse y entonces Regina la sostuvo fuertemente del codo. La rubia bajó la cabeza resignada, sabiendo que la morena no la dejaría escapar tan fácilmente. Emma se dio la vuelta, enfrentandola, y sin previo aviso besó a Regina. Un beso brusco pero soso, labio contra labio fruncido. Regina se apartó como un resorte y con una sonrisa incrédula.

- ¡Emma!. ¿Qué demonios…

- ¡Losiento!.- Se apresuró Emma a decir con una mano tapando su boca, no creyendo ni ella misma lo acababa de hacer. - No es lo que crees…- se apresuró a explicar.- Es que… Gold… el viejo dijo que tu y yo teníamos una relación más allá del amor verdadero y que ninguna boda iba a librarnos del destino… que un solo beso demostraría lo que decía. Dios...- Dijo mesándose el pelo.- ¿Le ves algún sentido?.

La cara de Regina era todo un poema. Sus ojos se salían de las órbitas y su boca estaba abierta de par en par. De repente estalló en carcajadas. - ¿En serio le diste importancia a algo que dijo Gol?, recuerda que es solo un viejo místico, algo chocho si me permites decirlo.- Dijo guiñándole un ojo a Emma.

- Era una conversación espontanea, no parecía premeditada… no sé, entonces me sonó creíble, pero es solo una estupidez… es obvio que no ha pasado nada… ni he sentido nada...- Murmuró esto ultimo algo dudosa, con una sonrisa falsa.- Pero tenía que comprobarlo.

- Pues menudo beso me has dado. Si yo quisiera romper una maldición, jamás usaría ese beso, señorita Swan, es obvio que no ibas a sentir nada.- Rio bromeando.- Siento que aun están dormidos.- Le dijo para picarla, tocándose los labios.

- No me hagas sentir más vergüenza, por favor, que ridículo he hecho.- Dijo lastimera.- ¿Es posible que no lo haya hecho bien?.- Preguntó preocupada.

- A ver, ven.- Dijo Regina de repente más seria.- Vamos a comprobarlo correctamente y así te quedas tranquila, ¿te parece?.- Dijo Regina con una sonrisa relajada.

- ¿Otra vez?.- Preguntó nerviosa.- No va a pasar nada… no debí hacerle caso.- Dijo moviéndose inquieta.

- Eso ya lo sé, pero te conozco y sé que volverás a tener dudas y será mejor terminar con ellas lo antes posible y que no te comas mucho el tarro. Con todo lo que se te viene encima, has de estar centrada. - Regina no esperó el argumento de Emma, que nunca llegó a salir de su boca. Regina había pasado una mano suavemente por detrás suya, quedando en su nuca y con la otra le acariciaba la mejilla, algo que a Emma le hizo sentir algo extraño en el estomago. Se acercó lentamente, quedando sus labios a pocos centímetros de los de la rubia. - Cierra los ojos, eso es raro.- Murmuró mandona. Emma enseguida lo hizo así.

Los labios de Regina rozaron los suyos con tanta ternura que Emma pensó que se derretiría allí mismo. Eran dulces, suaves y tiernos. No recordaba haber besado nunca unos labios tan cálidos como aquellos. Antes, al besarla, los había presionado tan fuerte, que le parecieron tan duros como una roca. Regina tenía razón cuando dijo que "eso" nunca entraría dentro de la categoría de "besos para romper maldiciones". Suspiró cuando Regina introdujo suavemente su lengua rozando sutilmente la suya.

Regina empezaba ahora a sentirse extrañamente mucho más nerviosa. No pensó que iba a sentir nada, pero solo el roce de sus labios, hizo que su corazón se acelerase incontrolable. ¿Debería seguir? ¿Y si pasaba algo y todo cambiaba? El miedo la hizo parar y contenerse por un momento, hasta que sintió como era Emma la que acortaba la pequeña distancia entre ellas y tomaba su labio inferior entre los suyos, rozándolos con la lengua tímidamente. Regina no pensó, solo cerró los ojos y se dejó embargar por aquellas sensaciones nuevas. Se sentía como una pila recargándose de energía y no iba a parar. El beso se fue haciendo más profundo y Regina no podía creer que estuviera teniendo deseos de desvestir a Emma en aquel momento. ¿Como era posible que no se hubiese dado cuenta de aquello, antes? El calor iba en aumento, Regina sentía que la energía era tanta que empezaba a desbordarla, demasiada carga. ¿Sentiría Emma lo mismo? De repente una explosión de magia, demasiado fuerte, las obligó a separarse.

Ambas se miraron, con los ojos abiertos como platos y aturdidas.

- Wooo, wooo, woooo.- Decía Emma, recuperando el aliento y la compostura, mientras negaba incrédula.

- Tranquila.- Dijo Regina bajito, sin comprender qué había pasado.

- No me digas que esté tranquila, Regina.- Dijo Emma nerviosa, frotándose la frente y con la otra mano señalándola acusadora.- Es culpa tuya.- Dijo a la defensiva.

- ¿Culpa mía?, eres tu la de las dudas.

- Pues tendrías que haberlo dejado estar, te recuerdo que voy a casarme.- Dijo levantando la voz.

- Pues casate, esto no cambia nada, no significa nada… nuestras energías son fuertes y eso es todo. Eso es lo que ha pasado. - Emma frunció el ceño.

- ¿Entonces no crees lo que ha dicho Gold?.- Inquirió Emma más relajada.

- Claro que no.- Regina respiró, temía que darle una buena explicación a Emma pero no la tenía.- Creo que nuestras magias son poderosas por eso se atraen y se repelen… eso… suele ocurrir...- Mintió.

- Vale...- Emma se quedó cabizbaja sin saber qué decir o cómo comportarse. Se sentía algo ridícula.

- Venga, disfruta de este día y ve a prepararte para ese picnic, anda. No le des más vueltas. - Le dijo Regina tocándola en el brazo levemente con naturalidad y confianza, como si nada hubiese pasado.

- Sí, eso. Le dije a Henry que te lo comentara, pero se le olvidó.

- Sí, un plan genial, ¿Quieres que lleve las velas o las pones tu?.- Comentó Regina con sarcasmo.

- No seas tonta, mis padres también vienen.

Continuará….