Nota de Autor: Buenas sean para todos mis lectores, hoy les traigo algo completamente nuevo y es este fic de Fire Emblem, hace poco descubrí el juego en la consola DS y pude jugar al New mistery of the emblem y al crear a mi unidad acabó naciendo Lorica mi nueva oc de FE, y pensé en hacer un fic de Marth junto a Lorica en sus aventuras!
Espero que sea de su agrado y se lo dedico a Lady Yomi (id: 2451017) "Si a ti ciudadano promedio JAJAJA" se que insististe hasta morir y bueno la espera se hizo larga pero llego así que disfrútalo ^^
Disclaimer: No me pertenece ningún elemento de FIRE EMBLEM. Esta historia es escrita por placer y sin ánimo de lucro.
"Emblema de fidelidad"
Capitulo 1: El guardia real
Por ShimochiSama
El viento soplaba trayendo consigo presagios acerca de nuevas cosas que estaban por ocurrir; habían pasado dos años desde que la guerra oscura hubiera arrasado con todo a su alrededor, incluyendo el propio castillo en el que habitaba.
Habían sucedido muchas cosas...
Desde una ventana del salón principal, Marth fijó su mirada en el inmaculado cielo azul. Las aves volaban con libertad sobre el firmamento y no pudo evitar sonreír al verlas. Les tenía envidia; podían volar a donde quisieran sin tener que pensar en nada más. A veces sentía que quería ser una de ellas...
Sus inquietudes no hacían más que acrecentarse desde que había recibido aquella curiosa carta.
El General Lang le informó que la misiva venía de parte del Emperador Hardin de Archanea, quien se mostraba preocupado acerca de una rebelión en Grust, un reino que no se hallaba lejos de Altea.
Oprimió el fino mármol del balcón con la punta de sus dedos. Sabía que algo sucedería pero jamás creyó que pasara tan pronto... unos pasos que resonaron en el gran salón a sus espaldas lo arrancaron de sus pensamientos:
"Su majestad..."
Marth volteó para recibir adecuadamente a Jagen, quien se apresuró a dirigirle una reverencia:
"Tranquilo Jagen, no tienes que lanzarte cuerpo a tierra cada vez que me ves" sonrío con visible diversión; sentía que Jagen era demasiado formal, aún después de que hubiesen luchado juntos en la guerra oscura. Le incomodaba que las personas se reverenciaran ante él. No era ningún dios. Se sentía más como un guerrero que un Rey.
"¿Y dime, traes buenas noticias Jagen?"
"Así es. Se trata de un... regalo de parte de su hermana".
Marth arqueó una ceja, confundido. Jagen se aclaró la garganta:
"Me encargó que le asignara un nuevo guardia real".
"Aún cree que soy un niño..." suspiró un poco molesto, sentía que su hermana lo protegía demasiado tras la invasión que Altea sufrió durante la guerra. Eso de ponerlo bajo la custodia de un guardia real era como contratarle una niñera.
Jagen levantó la vista para dirigirse a Marth (quien no parecía muy complacido con la situación):
"Es el capitán del séptimo batallón. Demostró valentía, liderazgo y una lealtad increíble en las pruebas... pero si cree que no es de su agrado siempre puede desecharlo".
Marth hizo una mueca. "Desechar" era una palabra que se usaba con objetos no con personas. Cruzó sus brazos al hablar:
"No sé qué quiere decir con DESECHAR. Quizá se refirió a destituirlo".
Jaegen cayó en la cuenta de que se había expresado de una forma horrible ante Marth (quien desaprobaba completamente el uso de las personas como seres sin valor). Tenía que ser cuidadoso a la hora de hablar ya que él estaría acostumbrado a usar todo tipo de términos cuando se dirigía a sus reclutas, pero era diferente con el rey:
"Eso mismo, lamento si utilicé un término que no se hace adecuado a la situación".
Marth suspiró y negó con la mano "No hay problema. Estoy bastante estresado con todo esto de la rebelión de Grust" volteó sobre sí mismo con la intención de volver a mirar por la ventana, era algo que lo calmaba...
Jagen observó a Marth, sin dudas estaba tenso. Trató de convencerse de que el hecho de traerle a un guardia real le ayudaría con todas sus preocupaciones. Tendría a una persona que pasaría mucho tiempo ayudándolo a llevar las distintas cargas que se le presentasen. Se aclaró la garganta:
"Entonces... Si usted lo desea se lo presentaré".
"¿Presentarme a quién?"
Jagen no pudo evitar sonreír ante el despiste de Marth. Había olvidado de lo que hablaban a causa del estrés, evidentemente:
"Me refiero a su guardia real, su majestad".
"Ah... ¡Eso...! Sí, claro..." Marth asintió, en verdad el tema de Grust estaba haciendo destrozos con su cabeza.
El comandante Jagen se volteó y les indicó a los guardias que abrieran la puerta para dejar pasar al capitán. Los pasos del invitado resonaron en el hall como respuesta. Marth pudo oír su llegada mas continuó mirando hacia afuera en lugar de girarse hacia él. Sabía de sobra que el recién llegado no tenía la culpa de lo mucho que le molestaba el asunto, pero no podía dejar de sentirse inseguro respecto a la decisión de su hermana.
Jaegen suspiró al presentar al capitán:
"Le presento a Lorica, su Guardia Real".
Marth tomó aire, cayendo en la cuenta de que no podía ser tan descortés como para darle la espalda a su guardia real. Siempre le habían enseñado a tener buenos modales y no podía darse el lujo de quedar como un maleducado en frente del guardia asignado.
No pudo evitar sorprenderse al voltear y notar que su guardia tenia una complexión poco robusta. Imaginaba que se encontraría con un caballero con una gran armadura, quizá a un paladín.
"¿Tú eres el capitán del séptimo batallón, verdad?"
Lorica asintió con un movimiento seguro de la cabeza mientras se hincaba en frente de él. Los ojos de Marth se posaron en Jagen a causa de la curiosidad que le generó la expresión de su rostro; el hombre parecía esperar a que Lorica hablara, pero ella parecía ser alguien de pocas palabras y esto empezaba a desesperar al comandante:
"Cabe recordarle su majestad, ¡que Lorica ha sido excelente en las pruebas! Es más, fue la mejor pero..."
"¿Pero...?"
Lorica hizo una mueca de disgusto al adelantarse a la evaluación que su General estaba a punto de darle a su nuevo protegido. Probablemente se tratara acerca de algo negativo (ya que torcía los labios como hacía siempre que algo lo fastidiaba), sin embargo no lo interrumpió mientras hablaba:
"Tiende a hacer las cosas por su cuenta" suspiró sin dejar de negar con la cabeza "No quiero sonar rudo pero... no sé en que pensaba la princesa Elice cuando dijo que era adecuado asignarle a Lorica".
Marth se la quedo viendo y una sonrisa se dibujó en su rostro al notar lo impasible que permanecía ante tal sarta de críticas de parte de su superior:
"Lorica" la llamó. La joven se sobresaltó ligeramente al notar que el rey bajaba las escaleras que los distanciaban con elegancia, volviendo a tomar la palabra al no recibir respuesta de su escucha "¿Estás de acuerdo con todo esto?"
Ella levantó su cabeza para mirarlo fijamente, y la mirada se le hizo un poco tétrica al monarca; parecía como si no hubiese nada vivo detrás de esos ojos oscuros. Nada, excepto la voluntad de servirle:
"Estoy a su servicio por órdenes de la Princesa Elise de Altea, y bajo la recomendación del comandante Jagen, Rey Marth. Estar de acuerdo o no es irrelevante para la misión que se me ha encomendado".
Marth se sorprendió al verla actuar como si la hubieran programado para acatar sus mandatos. Arqueó una ceja a causa de la curiosidad que le causó su naturaleza. Esta persona y su aparentemente estricto código moral le parecían muy interesantes. Jagen no fue ajeno al interés que la joven despertó en su rey y se apresuró a romper la charla con un tema que sabía lo haría volver en sí:
"Su majestad. ¿Cómo cree que debemos actuar frente al asunto de la reciente rebelión de Grust?"
Marth le clavó la mirada a su General. Su mente fue llevada al asunto que tanto se esforzaba por sacarse de la cabeza y eso lo fastidió sobremanera. Había conseguido descansar de la presión con todo el tema del nuevo guardia real, Lorica, pero... Era el rey de Altea y alguien como él no podía escapar de sus responsabilidades. Tenía que responder ante el Emperador de Archanea.
"Nuestra mejor opción es ir hacia allá" declaró con seguridad "Tenemos que lograr que se mantenga la paz, ya que es por eso que el rey Hardin me encargó ocuparme de la rebelión".
"Pero, su majestad: el reino es más importante y lo necesita aquí. Grust queda del otro lado del mar..."
Marth negó con la cabeza, debía responder no sólo al pedido de Hardin, sino a las súplicas de los miles de inocentes que estarían siendo sacrificados a causa de un simple malentendido. Oprimió la carta con fuerza, debatiéndose entre su deseo de salvar a los civiles y el deber que lo obligaba a quedarse en Altea como un buen soberano haría.
Si no tomaba una decisión enseguida se le terminaría el tiempo y no lograría nada.
Fue entonces que Lorica se aclaró la garganta e interrumpió la cadena de preocupaciones que lo acechaban con su voz grave y queda "Su majestad" musitó "Si usted desea ir a Grust entonces hágalo. No conseguirá nada quedándose en Altea, ya que su hermana estará aquí para ocuparse de los asuntos políticos. Si quiere salvar a esa gente debe moverse rápido".
Marth se quedó boca abierta.
¿Cómo había conseguido interpretar los miedos que lo aquejaban tras sólo unos pocos minutos en su presencia?
Jagen le dirigió una mirada severa a su subalterna. La actitud con la que le hablaba al rey era demasiado brusca para su gusto. Pero Lorica lo ignoró sin tomar en cuenta su desaprobación, volviendo a interrogar a su soberano:
"Uno decide que camino tomar. Nadie debería hacerlo excepto usted".
El General Jagen se apresuró a silenciarla pero la risa de Marth los desconcertó a ambos. Se quedaron perplejos acerca de la causa de su diversión pensando en que a lo mejor las responsabilidades habían acabado por hacerlo perder un tornillo.
"Lamento haberlos sorprendido" se disculpó mientras soltaba unas breves risitas todavía "Es que... ahora entiendo por que mi hermana te eligió, Lorica".
Su guardiana pestañeó lentamente y arqueó una ceja sin entender de lo que hablaba. La mente de Marth también le resultaba un misterio a Lorica y lo único que lograba concluir era que su consejo lo había hecho feliz.
"Ella sabia que me pondrías los pies en la tierra" continuó Marth "Es por eso que te asignó a ti".
Lorica guardó silencio. No entendía a que se refería exactamente con lo de ponerle los pies en la tierra, pero si el rey estaba conforme con su forma de actuar entonces no le llevaría la contraria.
Jagen decidió interrumpirlos nuevamente:
"Entonces, majestad... iremos a Grust".
Marth asintió "Así es, partiremos mañana por la mañana".
El comandante se levantó de golpe fijando la vista en Marth y Lorica:
"¡Pero! ¿Y si vamos y le sucede algo?"
Marth estaba calmado. Sabía que su presencia podría tanto mejorar la situación como empeorarla. Pero eso no menguaba su deseo de intentar ayudar a los necesitados. Posó su mirada en su guardia real y no pudo evitar sonreír:
"Esta será tu primera misión, Lorica. Si logras llevarme y traerme con vida entonces tomaré tu lealtad y te daré mi vida a cambio".
Las palabras de Marth inquietaron a su General:
"Creo que sería mejor enviar un señuelo primero y de esa forma confirmar si es seguro o no".
El rey se dio la media vuelta para contemplar las colinas. Era un viaje largo y peligroso, pero era necesario mantener la paz en su reino.
"Si enviáramos un señuelo estaríamos arriesgando a una persona en mi nombre. Sería como ejecutarlo injustamente" sonrió de lado "Soy el rey de Altea, Marth Lowell y seré yo mismo quien enfrente la situación".
Jagen suspiró. Cuando algo se le metía en la cabeza a ese muchacho nadie podía hacerlo cambiar de opinión. Mientras más se lo impidieran con mayor fuerza lo desearía. Asintió acomodando el correaje sobre sus hombros:
"Si le soy de ayuda entonces cuente conmigo, su majestad".
Marth sonrió con satisfacción y le dirigió una mirada a Lorica, quien asintió a su vez:
"Cuente conmigo también, rey Marth. Cuidaré de su vida con la misma pasión con la que usted cuida a cada ser viviente de este mundo".
El monarca se sintió satisfecho con la decisión que había tomado y observó como ambos se marchaban del salón; el General Jagen había sido insistente en que se quedara pero el Capitán Lorica fue quien le hizo notar que tenía la responsabilidad de seguir sus sueños también y hacer las cosas a su estilo de vez en cuando.
Los sonidos de las jarras golpeándose unas contra otras al son de una música animada acompañaban a los bailarines, quienes hacían un terrible estruendo en el interior de la taberna más popular de Altrea. Los militares que pronto saldrían en la que sería su primer misión festejaban en una gran algarabía. Tenían permitido hacer lo que quisieran durante su fiesta de graduación; desde bailar encima de las mesas hasta conocer a lindas damas.
Lorica apoyó su rostro en la palma de su mano, el ruido excesivo le estaba taladrando la cabeza. No sabia como su escuadrón podía ser tan ruidoso.
Uno de los caballeros (llamado Luke) le extendió la mano con alegría:
"Oye, Lori ¿Por qué no vienes a bailar con nosotros? Te aburrirás ahí sentada. ¡Ni siquiera estás bebiendo!"
"Estoy bien aquí" frunció el ceño "Bueno, en realidad no tanto. Tenemos una misión importante y-
Dejó de hablar al notar que estaba hablándole al aire, ya que Luke se había ido detrás de una dama coqueta. Dio un respingo al pensar que tendría que lidiar con todos ellos camino a Grust. Todo el asunto le provocaba una jaqueca enorme, y sólo consiguió aliviarla al retirarse de la ruidosa taberna.
Era plena noche y a los grillos les resultaba casi imposible aplacar los gritos y chillidos que escapaban del interior del bar. Lorica se alejó unos metros y tomó asiento en un banco para dedicarse a observar el cielo estrellado, no había visto uno igual desde hacía años atrás. Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando cayó en la cuenta de que comenzaba a transitar una senda de la que siempre soñó.
Se sentía tranquila cuando estaba sola y en silencio pero el crujir de una rama la alertó y dio un salto hacia atrás a punto de sacar el arco de su espalda.
"¡Tranquila Lori! ¡Soy yo, Katarina!" exclamó la voz de su amiga desde atrás.
Lorica soltó un suspiro "Por poco y te lleno de flechas, Katarina..."
La recién llegada sonrió y tomó asiento en el banco junto a Lorica:
"¿Conociste al Rey Marth? ¿Cómo era? ¿Olía bien?"
Lorica hizo una mueca de disgusto ante la insistencia de su amiga. Odiaba tener que compartir sus sentimientos respecto a las cosas que ocurrían en su vida con otras personas:
"No lo sé. Hablamos poco".
"¡Pero...! ¡Pero...! ¡Yo que tú le hubiera preguntado si quería venir a tomar algo...! ¡Lo hubieras invitado...!" Hizo una pequeña rabieta.
Lorica tomo asiento a su lado en silencio, Katarina balanceo los pies en el aire:
"¿Sabes? Estoy feliz porque seas la guardia real de Marth" hizo un mohín "Aunque me hubiera gustado haber sido yo la que estuviera en tu lugar... ¡Pero... da igual! ¡Me alegro de que seas tú!"
Lorica desvió la mirada hacia el castillo, la tarea que le habían encomendado de proteger al Rey era más pesada de lo que esperaba en un principio... pero era hora de demostrarle al Rey Marth que era digna de confianza.
Miró a Katarina y esbozó una leve sonrisa:
"También estoy feliz de tener ese honor..."
La sala del trono estaba desierta. Elice, la princesa de Altea, observaba los alrededores en silencio hasta que una voz la sacó de sus pensares:
"No pudiste dormir, ¿verdad, hermana?"
La joven se dio la vuelta con lentitud, sonriendo al ver a su hermano menor caminar hacia ella:
"Algo así... tuve otro mal sueño".
"Se trataba de padre y la caída de Altea ¿verdad?"
La mujer negó, observando como la luz de la luna iluminaba el trono del rey:
"Tenía que ver con Grust. Y con los príncipes de esa nación".
Marth frunció el ceño, estaba seguro de que les había pedido estrictamente a todos los demás que no le enseñaran nada sobre el asunto a su hermana. Elice lo miró y suspiró:
"¿Creías que no me enteraría? Sé que mañana partirás hacia Grust".
"No sucederá nada, hermana. Pude restablecer la paz en todos los reinos cuando apenas era un niño, creo que ahora soy capaz de controlar una simple rebelión en un territorio alejado de Altea".
Elice se lo quedó viendo fijamente y el rey desvió la mirada. Sabía que su hermana se preocupaba por él (después de todo era la única familia que le quedaba), pero no podía ser tomado en serio como el rey de Altea si no ayudaba a quienes lo necesitaban. Mucho menos si no optaba escuchar las inquietudes de los otros reinos bajo su cargo.
Elice se acercó a él, descendiendo a través de la escalera que llevaba al trono real:
"¿Conociste a tu nuevo guardia?"
"Sí, Jagen me lo presentó" observó el vitral donde se colaba la luz lunar "Es bastante audaz y no se le escapa nada. Pero... está dispuesto a dar la vida por mí. Y eso me inquieta bastante..."
Elice se detuvo "Lo sé. Por eso la elegí. Ella te ayudará en muchas cosas y tu también lograrás serle de utilidad en otras".
Marth se cruzó de brazos, arqueando una ceja a causa de la confusión:
"¿Ella? ¿Por qué te refieres a él como si fuera una mujer?"
La mujer soltó una risita traviesa por toda respuesta. Su hermano era torpe y despistado en muchas ocasiones y esta no era la excepción. Elice se retiró dejando que Marth atara los cabos por sí mismo.
El sol radiante bañaba los campos de Altea esa mañana. La hora de partir había llegado y se podía oír el relinchar de los caballos mientras los soldados comenzaban a equiparlos con alforjas repletas de armas y medicinas. Marth y su ejército estaban listos para embarcar cuando Elice se acercó a su hermano:
"Ten mucho cuidado. Recuerda que si sucede algo malo es mejor que regreses".
Marth asintió y le brindó una sonrisa amable "Tranquila hermana, verás que todo estará bien y nada será como en tus sueños. No olvides que me designaste al mejor guardián para cuidarme la espalda".
La mujer asintió, sin que las palabras del rey lograran aliviar su ansiedad ni un poco:
"Es verdad, Marth" posó sus ojos en Lorica; quien sostenía las riendas de su caballo "Cuento contigo para que él regrese".
La guardiana asintió con un gesto respetuoso:
"Así será, su majestad".
Marth la miró a su vez. Atento a como subía a los caballos en un barco a través de una plataforma de madera que hacía de puente. Sabía que el viaje hacia Grust le ayudaría a conocer más acerca de ese silente pero audaz capitán.
Elice dio un paso hacia atrás, mientras sonreía en un vano intento de contener las lágrimas "Que los dioses iluminen el camino, estaremos esperándolos".
Marth inspiró hondo y saludó con la mano a su hermana siendo el ultimo en subir al navío. Lo acompañaban Lorica y Jaegen, guerreros que darían su vida por él sin pensarlo dos veces. Su hermana no tenía por qué temer.
La princesa de Altea los vio desaparecer en el horizonte, mientras juntaba sus manos para susurrar una plegaria:
"Queridos dioses por favor: protejan a Marth".
¡Nos leemos en el siguiente capítulo!
