La Quinta Columna. Capítulo 1.

17 de Julio de 1936, Madrid, España.

En un rincón de la sala, el actual presidente de la República, Manuel Azaña, miraba por encima los diferentes papeles que había encima de la mesa. Desde hacía unos cuantos días que se respiraba cierta tensión en el ambiente. Desde que ganó el Frente Popular, la derecha había empezado a ver a la República con ojos diferentes. El joven muchacho de pelo castaño y ojos de color aceituna miraba también los papeles con el ceño ligeramente fruncido.

La puerta de la sala se abrió repentinamente, haciendo que los presentes miraran sorprendidos a la interrupción. Allí un hombre de aspecto apurado les devolvió la mirada. Azaña hizo un gesto para que hablara.

- Señor, acaban de llamar desde Marruecos -dijo el hombre- Ha habido un levantamiento militar en una de nuestras bases, la de Melilla.

- ¿Levantamiento? -dijo el muchacho de pelo castaño mirándolo con cierto gesto grave- ¿Quién lo ha iniciado?

- El general Francisco Franco, señor -dijo el hombre mirándolo seriamente.- Junto con otros generales.

- ¿Franco? ¿Por qué? Pensaba que era fiel al gobierno... -dijo el chico claramente turbado por la noticia.

- No te alteres, Antonio -dijo Azaña poniéndole la mano en el hombro al susodicho- Aún no sabemos los detalles del asunto. Ahora mismo enviaremos a alguien de confianza a investigar qué ha ocurrido.

- Debería ir yo también -dijo Antonio mirando al presidente- Esto puede llegar a ser serio, debería estar allí para ver qué está ocurriendo.

- Te he dicho que no tomes decisiones precipitadas -dijo Azaña mirando seriamente al chico- Es importante también que estés aquí. Sabes que la Reforma Agraria no está completa, la gente no está del todo contenta y es necesario que la refinemos con tal de producir el bienestar y hacer que la población se calme.

Antonio bajó la vista sabiendo que su presidente tenía razón. Se había alarmado demasiado y empezaba a perder el control de la situación. Ante el ambiente que se respiraba en España, lo mejor era tomarse las cosas con calma, analizar y entonces decidir qué acción era la más correcta. No era la primera vez que había conspiraciones en contra de la Segunda República. Además, la primera también sufrió innumerables contratiempos. No quería que volviera a terminar de aquel modo.

Pero también era cierto que aquello lo había inquietado. ¿Un levantamiento? ¿De militares? ¿Liderados por el destacado y joven general Franco? No le cabía en la cabeza. El ahora general, había desempeñado un papel brillante hacía cosa de unos años y ahora promocionaba un levantamiento según lo que le había dicho ese hombre. ¿Se debía al cambio de gobierno?

Le haría caso a Azaña. No precipitarse. Quizás aquello eran simplemente rumores infundados.

18 de Julio de 1936, Madrid, España.

Antonio miraba a Manuel Azaña con cara de sorpresa, intentando asimilar lo que le había dicho. Era bien entrada la tarde y no había dejado de recibir malas noticias durante todo el día.

- Primero fue Melilla, ¿y ahora se han sumado Marruecos y parte de Canarias y Andalucía? -preguntó en un intento de asegurarse de haber entendido bien la información. Azaña únicamente se dedicó a afirmar.

- He llamado a Diego Martín -dijo Azaña- Creo que deberíamos buscar parar el conflicto como sea, antes de que ya no lo podamos parar.

- ¿Qué medidas se van a tomar? -preguntó Antonio. Azaña por un momento pareció dudar- Creo que tengo derecho a que me lo cuentes, ¿no?

Un silencio se instaló en la sala, duró unos pocos minutos, pero terminó con un suspiro de Azaña, que significaba que cedía a las peticiones del muchacho.

- Le he pedido que cree un gobierno más conservador -vio como Antonio alzaba una ceja algo incrédulo. El pueblo había votado al Frente Popular, eso significaba algo- Los generales y los conservadores quieren que las cosas no avancen tanto y eso ha motivado esta insurgencia. Sólo es una medida provisional. No podemos permitir que muera más gente como el comandante Briones.

Bajó la vista apesumbrado, saber que ese hombre había luchado por intentar defender la República lo honoraba y a la vez lo entristecía. Aunque tuvieran que volver a atrás, si aquello paraba el baño de sangre, lo aceptaría.

22 de Julio de 1936, Guadalajara, España

Los soldados del que formaba ahora el bando Republicano lo saludaban alegremente. A pesar de las heridas le saludaban y le pegaban palmaditas amistosas en el hombro. Aún se lamentaba por el estado en el que se encontraban. El actual presidente le decía una y otra vez que aquello no duraría mucho y que pronto la paz y concordia reinarían de nuevo en España. Antonio lo empezaba a dudar. El territorio de los autodenominados nacionales había aumentado considerablemente

La guerra civil ya estaba extendida por prácticamente toda la península. Se había ordenado que se entregaran las armas al pueblo. Todo con tal de defender la libertad que representaba La República. Por suerte aquel día habían recuperado Guadalajara y era algo que todos estaban celebrando en aquel lugar. Sí, a pesar de la situación, en cierto modo aún se sentía contento de ver que la gente de su pueblo era feliz.

Le habían dado refugio en una pensión bien situada de la ciudad, Antonio miraba por la ventana, observando el atardecer. Descolgó el teléfono y marcó el número que ya se sabía de memoria.

- ¿Pronto? -escuchó decir al interlocutor con acento italiano.

- ¿Romano? Soy yo, Antonio -dijo el muchacho con una despreocupación típica en él.

- ¡Che palle, bastardo! -gritó Romano por el otro lado de la línea- ¿Cuándo pensabas llamarme? Encima veo por los periódicos que estás en guerra y tú sin dar señales de vida. Pensé que te habían abierto la cabeza, con lo idiota que eres.

- Wow, yo también te he echado de menos -dijo el español contento porque sonaba a que se había preocupado por él.

- ¡No te he echado de menos, idiota! -gritó Romano de nuevo- ¿Se puede saber qué demonios estás haciendo? Tienes una liada en tu país… ¿Eres idiota? Date prisa y termina esa guerra imbécil. No sé en qué piensa tu gobierno.

- Estamos haciendo lo que podemos -contestó Antonio- Además en los últimos días no han dejado de dimitir ministros, van rehaciendo el gobierno... Todo está patas arriba.

- ¿Y ese bastardo del vino no era tu amigo? ¿Qué hace que no va a ayudarte? -dijo el italiano más calmado pero aún con tono inflexible.

- Lo he llamado para explicarle la situación y me dijo que me enviaría ayuda -dijo Antonio toqueteando el cable del teléfono- Sólo hay que darle tiempo a que se prepare.

- No te esperes demasiado -dijo Romano no muy convencido.

Un silencio largo se abrió entre ambos. Romano no sabía muy bien qué decirle y Antonio pensaba en sus cosas. Aún así, ninguno de los dos daba el paso para colgar.

- Lovino... -dijo Antonio pensativamente. El italiano se estremeció de manera leve: No era usual que el español lo llamara por su nombre de pila- Me odian, ¿verdad? -Romano no contestó aunque pensó que lo que decía era absurdo- Quiero decir... Se están peleando entre ellos porque no les gusta como soy, ¿verdad? ¿Es mi culpa? ¿Así no estoy bien?

- No seas idiota -replicó el italiano perdiendo la paciencia- Hace mucho tiempo que eres así y nunca nadie te ha dicho nada, ¿verdad? -silencio- ¿Verdad o no? -insistió levantando el tono de voz. El español afirmó quedamente- Entonces no le veo la lógica a pensar que se pelean por eso. Déjate de pensar, no es lo tuyo.

- Qué cruel -dijo algo risueño después de un rato en silencio, analizando lo que le había dicho.

24 de Julio de 1936, París, Francia

El gran despacho estaba totalmente iluminado por el sol que entraba por el amplio ventanal. Francis se encontraba perdido por los papeles, leyendo todos ellos y firmando los que realmente creía convenientes para su gente. Una agradable melodía francesa de época sonaba en el tocadiscos que había adquirido recientemente. Todo era tranquilidad hasta que repentinamente unos golpecitos sonaron en la puerta.

- En avant -dijo Francis con un tono dulce de voz a pesar que le había fastidiado que interrumpieran uno de sus pocos momentos de tranquilidad. El hombre que asomó por la puerta tenía el semblante algo contrariado. Francis sonrió tranquilizadoramente- ¿Qué ocurre?

- Lamento tener que molestarlo en estos momentos, sé cómo los aprecia, monsieur. -dijo el hombre haciendo un leve gesto de disculpa- Pero… Se ha presentado un invitado imprevisto y a pesar que he insistido en que estaba ocupado, no ha dejado de decir que era urgente.

- ¿Un invitado? ¿De quién se trata? -dijo Francis entrelazando las manos y echándose en el respaldo del sillón.

- El señor Inglaterra -dijo el hombre, Francis torció la boca en un gesto de disgusto que le duró unos pocos segundos- ¿Qué le digo?

- Hazlo pasar, quedaría como un maleducado si no le dejara entrar. A pesar que es él el que ha venido sin invitación alguna -dijo Francis levantándose de la silla.

El hombre hizo una pequeña reverencia y salió de la sala cerrando la puerta. Francis se fue hasta el tocadiscos y apartó la aguja con delicadez, con cuidado de no rallar el disco. Sabía que el inglés aprovechaba cualquier oportunidad para intentar ridiculizarlo, no quería que se burlara también de su música. Se sentó en la silla y justo al segundo siguiente la puerta se abrió y entró el inglés.

- Bonjour Inglaterra, ¿qué te trae par la France? -dijo Francis con esa sonrisa seductora que dedicaba a todos los países.

- Deja de hablarme en ese idioma sucio -dijo Arthur mirándolo de mala leche, cruzándose de brazos- ¿Cuánto tiempo más pensabas tenerme esperando? Es de mala educación, gabacho.

- Perdóname pero también es de mala educación venir sin avisar antes -dijo Francis mordazmente.

Un silencio tenso se abrió, tiempo en el que ambos se miraban como si quisieran lanzarse el uno a la yugular del otro para matarse. Nunca se habían llevado bien y siempre habían buscado motivos para poderse pegar. Finalmente el francés se decidió a hablar, tenía curiosidad por saber qué lo traía a su casa.

- ¿A qué has venido? No es normal que visites mi casa -dijo Francis.

- ¿Has mandado ayuda a España? -preguntó Arthur sin dejarle de mirar con el ceño fruncido. Francis afirmó con la cabeza- Pues retírale tu ayuda ya.

Francis se quedó atónito durante un momento, arqueando una ceja y mirando al inglés como si le hubiera contado un chiste de esos que no entendía (porque el humor inglés apestaba igual que él). Pero, al contrario de lo que esperó, la expresión de Arthur no cambió ni un ápice, estaba diciendo aquello en serio.

- ¿Estás hablando en serio? -dijo medio riendo, aún esperando que le dijera que era todo una broma. El inglés siguió mirándolo en silencio, Francis acabó frunciendo el ceño- Estamos hablando de Antonio. No puedo dejarlo tirado. Lo que está pasando es muy grave.

- Es grave y por eso no tenemos que inmiscuirnos -dijo Arthur.

- Somos amigos desde hace mucho tiempo -Arthur arqueó una ceja dudando de lo que le acababa de decir- Nos hemos peleado en alguna ocasión pero… Me pidió ayuda, no puedo darle la espalda.

- Escúchame bien, Francis -dijo Arthur secamente- Lo que está pasando en España es una revolución comunista. La oposición de aquí, con quienes estuve hablando antes, me dio la razón. Si nos metemos en el conflicto esto sólo hará que darle más motivos a Alemania para que quiera empezar una batalla. No podemos alimentar la tensión que ya existe.

- No, escúchame tú ahora, Arthur. Tengo un pacto con Antonio que me obliga a venderle armas. Además no puedo dejarle en la estacada, te repito que es mi amigo.

- Si sigues ayudando a Spain con su revolución, me negaré a prestarte auxilio si Alemania intenta atacarte. Tú eliges, Francis -replicó Arthur cruzándose de brazos y mirándolo de manera inflexible- Tu estúpida y falsa amistad con el español o salvar tu culo.

Un gesto de indecisión y rabia mal contenida cruzó el gesto del francés. Así que se reducía a chantajearlo con tal de obtener el comportamiento que deseaba. Lo peor es que le veía capaz de dejarlo tirado si le atacaban los alemanes. Pero la otra opción era dejar tirado a Antonio.

- Tomaré ese silencio como que prefieres salvar tu culo -dijo Arthur- No sé cómo, pero habla con tu jefe y decidid cómo no intervenir en ese conflicto sin que parezcamos todos unos desalmados.

25 de Julio de 1936.

París, Francia.

Miró la lista de países que tenía enfrente. La mayoría de ellos había contestado a su llamada y le había terminado dando la razón cuando expuso sus argumentos. Una parte de su ser se reconcomía cuando le venía a la mente la imagen del joven de ojos de color aceituna. Lo estaba traicionando a pesar de los años que hacía que colaboraban, pero no podía perder la protección de Inglaterra.

Léon Blum, su actual jefe, entró en la sala y observó el rostro de Francis. Se le veía cansado y no le culpaba. Habían pasado la noche en vela, planeando qué hacer al respecto y lo único que se les ocurrió era inventar alguna política por la que varios países se negarían a prestar soporte a la guerra que había en España y así todo parecería diferente. No negaría la ayuda, sólo se sumaría a lo que la mayoría de la Unión Europea pensaba.

- Hemos llamado a las pocas tropas que había y cortado los suministros de armas -dijo Léon.

- Está bien… -dijo Francis sonriendo amargamente.

- Tienes que ser fuerte, lo haces por tu gente -dijo Léon intentando animar al francés. La culpa se le podía leer por todas partes.

Berlín, Alemania.

Después de la eterna reunión con el Führer, Ludwig se sentía bastante cansado. Sabía que era necesaria una buena preparación para ejecutar todo de manera eficiente. La situación había cambiado en España y eso podía ser un gran acontecimiento que cambiara la manera de enfocar lo que vendría.

- ¡Alemania! -gritó una voz suave de chico.

Reconoció enseguida el propietario de dicha voz, se volteó y encaró al chico de pelo castaño y prácticamente eterna sonrisa. Era agradable pasar con él un rato después del duro discurso de su jefe. Además se lo tenía que comentar a él también.

- ¿Te has enterado de lo que está pasando en España, Italia? -preguntó Ludwig en su tono inflexible de siempre.

- Sí, Spain parece que está en graves problemas, pero Francia ha dicho que meternos significaría problemas -dijo Feliziano frunciendo el ceño un poco. Estaba preocupado por Antonio, lo conocía y sabía que era muy cariñoso.

- He estado hablando con mi jefe y ambos coincidimos que esto es una treta del enemigo -dijo Ludwig. Feliziano lo miró interrogante- El enemigo quiere aislarlo para que España no pueda ser salvada.

- ¿Qué quieres decir? -preguntó el italiano

- Ahora mismo Spain está en peligro -dijo Ludwig- Su actual gobierno le llevará a una muerte segura. En cambio los revolucionarios establecerán un orden y se salvará. Por eso tenemos que ayudarlos.

- Pero… Francia dijo que no teníamos que meternos, es más, nos comprometimos a que si proponía no actuar, nosotros lo apoyaríamos -dijo Feliziano.

- Recuerda que nuestros planes van más allá de todo esto. -dijo Ludwig- Nos comprometeremos, pero tenemos que ayudar a Spain con esto. ¿Estás conmigo?

- Sí, mi jefe seguro que coincide con el tuyo -dijo el italiano después de un rato deliberando- Ayudaremos a Spain. Mañana enviaré los primeros aviones.

Madrid, España

- ¿Qué? -preguntó de nuevo Antonio, mirando al hombre que le acababa de soltar aquella información que se negaba a creer.

- No nos ha llegado nada de Francia hoy -dijo el hombre de nuevo- Además los pocos que había han desaparecido. No sabemos dónde están.

Se quedó en silencio, mordiéndose levemente el labio inferior con nerviosismo. Esperaba que no les hubiera pasado nada a los aliados franceses, no podría mirar a Francis a la cara si hubiera permitido que algo así ocurriera. Mientras Antonio exponía esa teoría y empezaba a plantear que quizás deberían buscarlos, el hombre fruncía el ceño un poco hasta que acabó por interrumpirlo.

- Señor, lamento interrumpirle pero… -empezó el hombre- No creo que les haya pasado nada a los franceses. -viendo la cara de confusión de Antonio, añadió- Creo que simplemente han vuelto a su país.

- No digas tonterías -dijo Antonio al que la expresión en el rostro se le había congelado.

- Si hubiera ocurrido algo de esta envergadura nos hubiéramos enterado… Pero no hay ni una sola noticia -dijo el hombre

- Francis me dijo que me ayudaría. Vendrá y seguirá mandando armas. Tenemos un trato -dijo Antonio algo tenso- Quizás hoy se han retrasado y quizás sus hombres hayan hecho un relevo. No vino porque está ocupado, p-pero lo hará.

Quería aferrarse a esa esperanza. Si perdía la ayuda de Francis, ¿quién estaría dispuesto a ayudarlo? El final con las colonias no fue amistoso y tampoco es que se llevara especialmente bien con algún otro país de Europa aparte de Romano y Francis. Por eso se aferraba a ese pensamiento, la realidad que le quedaba sin ella era aterradora.

1 de Agosto de 1936

Madrid, España

No podía creérselo. Mejor dicho, no quería creérselo. Su gente se estaba matando entre ellos… Su gobierno estaba de patas arriba… Su ejército se había rebelado en su mayoría… Y lo único que hacían los demás países era crear un "Pacto de No Intervención". Se le había caído el alma a los pies. Pero, sin duda, lo que más le había dolido era saber que quien lo había promovido había sido Francia. No había vuelto a recibir armas de ningún tipo desde entonces y la noticia no había ayudado a mejorar su estado de ánimo.

Sin decir nada a su jefe, que lo observaba de reojo, empezó a caminar a paso decidido hasta el teléfono. Empezó a marcar un número y esperó hasta que el interlocutor contestó al otro lado del teléfono.

- ¿Diga? -respondió

- ¿Pacto de No Intervención? -dijo Antonio intentando calmar el tono

- ¿Quién es? -dijo el interlocutor con cierto nerviosismo en la voz

- No te hagas el idiota, Francis. Sé que sabes quién soy -dijo Antonio con cierto reproche.

Escuchó como el francés pegaba un suspiro después de un rato en silencio- ¿Qué quieres? -preguntó finalmente

- ¿Qué demonios significa esto? De Arthur me lo hubiera esperado; ¿pero de ti? -dijo Antonio agarrando el teléfono con fuerza.

- Las cosas están difíciles para todos, Antonio... -intentó justificarse Francis- Como has visto, no soy el único que ha firmado el pacto.

- Escúchame, Francis -dijo el español cortando el patético intento del francés- No puedes hacer esto.

- Sí puedo hacerlo -contestó Francis intentando que Antonio no empezara a intentar suplicarle, porque le dolería escucharlo sabiendo que no podía hacer nada.

- No nos sobran las armas. Sin ellas, estaría dejando que se enfrentaran pueblerinos contra gente profesional. No puedo permitirlo. Además, tenemos un acuerdo comercial -espetó Antonio- Lo firmamos en el 35, ¿recuerdas? Tienes la obligación a venderme esas armas, Francis.

- Pero Antonio... -empezó Francis.

- No hay peros que valgan, Francia -dijo Antonio un poco seco- Búscate la vida, pero cumple el maldito acuerdo.

Escuchó como el francés intentaba replicarle algo o explicarle algo más. No esperó que lo hiciera y colgó el teléfono bruscamente. Alemania e Italia estaban ayudando al bando nacionalista, ¿qué pantomima le estaban intentando colar?

9 de agosto 1936, Madrid, España.

La situación se estaba haciendo insostenible. El bando nacionalista avanzaba sin poderlo evitar de ningún modo y, para rematarlo, Francia había cerrado las fronteras. Lo pensaba y le hervía la sangre. Los habían encerrado como a perros y los iban a dejar morir. Había escuchado que Italia y Alemania se habían unido al famoso (y para él odiado) Pacto de No Intervención. Todo era una sarta de mentiras, había visto como los aviones alemanes e italianos seguían llegando a la península.

Empezó a creerlo en serio, ese pacto no era más que una farsa creada para dejarlo caer en garras nacionalistas.


Bueno, bueno. Por fin me dedico a subir algo de este fic. Primero quiero comentar el título del fanfic para aquellos que no lo sepan. La Quinta Columna es un concepto que dio el General Mola (del bando nacional) mencionó que mientras bajo su mando cuatro columnas se dirigían hacía la capital, había una quinta formada por los militantes que dentro de la capital trabajaban clandestinamente en pro de la victoria franquista. Además Hemingway escribió un libro con ese mismo nombre refiriéndose a la vida y amor en una Madrid sitiada.

Después paso a hacer algunos apuntes sobre cosas que se mencionan y dejo links para que podáis ver si os interesa. (Quitad los espacios que hay extras cuando peguéis la URL. Que FF se come los links XD)

http:// es. wikipedia. org /wiki/Frente_popular

http:// es. wikipedia. org /wiki/Ley_de_Reforma_Agraria_de_Espa%C3%B1a

http:// es. wikipedia. org /wiki/L%C3%A9on_Blum

El comandante José Rodríguez-Medel Briones murió cuando intentaba organizar un grupo de guardias para detener el avance de las tropas de Mola, sus restos mortales permanecen en una fosa común del cementerio de Pamplona

Durante la Segunda República, sobre todo durante el período de guerra Civil, hubo un gran cambio de presidentes y jefes de la república.

También quería explicar un poco el uso que le doy a los términos "España - Spain" España lo utilizo más cuando se habla del país en general, no pensando en el nation-tan, sino en el conjunto. En cambio uso Spain cuando me refiero al personaje pero no quiero llamarlo por su nombre de pila (ya sea porque el personaje no tiene suficiente confianza o no lo llame así.

Por último comento el Acuerdo que se menciona que firmaron España y Francia en 1935, en este se decía que Francia tenía que subministrar armas a España por un determinado valor de libras. Supuso problemas ya que ante el pacto de no intervención y este mismo acuerdo, Francia se veía obligado a violar alguno de los dos tratados.

Y eso es todo por esta vez. Espero que os guste ^^.

Hasta el próximo capítulo :3

Miruru