Atención: Los personajes pertenecen a ChiNoMiko y a Beemoov, solamente la historia es obra de mi imaginación. ¡Espero que les guste!
Capítulo I
Era ahora o nunca. Si no encontraba a Castiel antes de la hora del almuerzo y confesaba todo lo que sentía, corría el riesgo de no volver a tener el valor necesario para hacerlo. Después de soñar que por no decirle mis sentimientos hacia él lo perdía no estaba dispuesta a convertir eso en realidad. Sentía que era una especie de premonición que me impulsaba a declarárme.
Busqué por cada pasillo hasta que recordé que cuando se salta alguna clase se va a refugiar a su escondite en el patio del instituto. Al llegar ahí comprobé mi teoría. Ahí estaba Castiel, acostado sobre la hierba con un cigarrillo en la mano. Nunca entenderé como llegó a gustarme. Cuando llegué al instituto y lo conocí pudo convertirse perfectamente en la persona más insoportable que jamás haya conocido, pero no ocurrió así. Tal vez fuese su apariencia de chico malo, dicen que a las mujeres les atrae ese tipo de cosas, pero siendo sincera siempre me lo he cuestionado. ¿Será su pelirroja cabellera? ¿O el hecho de que me defendió de Amber los primeros días? No lo sé y no creo saberlo nunca. Dicen que cuando una persona no sabe la razón por la que le gusta otra es porque está enamorada. Fuese lo que fuese no iba a esperar más tiempo.
-¡Castiel! –Lo llamé acercándome con paso decidido hacía él. Sonreí involuntariamente cuando levantó la vista.
-¿Qué quieres tabla? –Preguntó volviendo a su posición original. Sentía como mi pulso se aceleraba.
-Tengo algo que decirte.
-¿Qué es? –Preguntó incorporándose. Su rostro pasó de reflejar la más profunda tranquilidad a una expresión de preocupación–. Sucrette dime que me vas a decir.
Tomé una fuerte bocanada de aire y solté un simple ''Me gustas''.
No sé qué era lo que estaba esperando. Tal vez quería que él corriera y me envolviera en un fuerte abrazo. Que me declarara su amor de la manera más dulce posible. Tuve que haber sabido que ese tipo de sueños y cursilerías no podía pasarme.
-Lo siento, Su –Empezó a decir Castiel mirándome nervioso –.Te tengo aprecio pero no podría estar contigo, lo siento.
-Entiendo –fue lo único que pude decir. Empecé a respirar más rápido sin darme cuenta y las lágrimas amenazaban por empañar mi vista –. Debo irme. Le prometí a Violetta que almorzaría con ella.
Sin decir más di media vuelta y me aleje lo más rápido que pude. Me sentía abrumada, confundida y sobre todo, triste. Nunca le había confesado a nadie mis sentimientos, era algo nuevo para mí y no había acabado nada bien. ¿Será la forma en que lo hice? Claramente no fui muy expresiva, aunque fui clara.
No tenía ganas de seguir por más tiempo en el instituto, salí rápidamente. Caminé sin darme cuenta hasta llegar a mi casa. Las lágrimas empañaron mi vista durante todo el camino pero no permití que salieran. No había nadie en mi casa. Dejé mis cosas en el piso y fui directamente a la cocina por agua. Al llegar me di cuenta de lo cansada que me encontraba y las pocas fuerzas que me quedaban. Poco a poco mi respiración se aceleró más y las lágrimas empezaron a brotar. No podía parar. Me había hecho estúpidas ilusiones con Castiel únicamente porque había empezado a acompañarme a casa y hacíamos los trabajos juntos. Había sido una idiota al confundir un acto de amistad (o de interés por los trabajos) con algo más. ¡Castiel ni siquiera era alguien dulce! Era grosero y descortés, pasaba haciendo bromas de mal gusto y llamándome por ese estúpido apodo de ''Tabla de planchar''. Grité con frustración y salí de la cocina.
Fui hasta el jardín, sentía que me comenzaba a faltar el aire. Me senté en la hierba y empecé a arrancar raíces para descargar mi furia. Me sentía una completa tonta, siempre haciéndome ilusiones, la diferencia era que esta vez había confesado mis sentimientos.
-Mierda –exclamé al recordar mi pésima confesión. Lloré hasta terminar acostada en la hierba arrancada. Sentía mi cara hinchada y roja. Entre pequeños sollozos me incorporé y miré a mí alrededor. Debían de ser alrededor de las 3 de la tarde, mis padres volverían a más tardar a las 7.
Busqué a mí alrededor algún lugar más cómodo donde sentarme, hasta que una curiosa mancha blanca llamó mi atención. Me levanté despacio, la pequeña mancha parecía ser alguna especie de criatura escondida entre un pequeño arbusto. Me acerqué lo más que pude y con cuidado tomé aquella criatura entre mis manos. Era un pequeño conejo, blanco con largas orejas. ¿Cómo había llegado un conejo hasta mi jardín?
No solo era hermoso, también tenía los ojos más peculiares que haya visto en mi vida. Los conejos blancos tienen ojos rojos, debido a su albinismo, pero este pequeño amigo tenía ojos de colores distintos. Y digo colores porque uno de sus ojos era amarillo y el otro era verde.
-¿Cómo estás amiguito? –Le pregunté al conejo mientras caminaba con él hasta sentarme nuevamente en el suelo. Era tan pequeño, parecía tranquilo y seguro en mi presencia. Me gustaba. Era lo más bonito que me había pasado en ese día. Su pequeña nariz se movía rápidamente como si me olfateara. No pude evitar sonreír ante la presencia de aquel nuevo amigo.
Me acosté sobre el césped colocando a mi nuevo amigo sobre mi pecho. Por alguna razón me hacía sentir mucho más calmada tenerlo ahí conmigo. Ya no estaba llorando y la sensación de una cara hinchada se iba desvaneciendo con el tiempo. El conejito se movía por mi pecho, olfateándome, pero sin intentar bajarse. Lo acaricié suavemente. Debería entrar a mi casa, lavarme el rostro y cocinar algo, mi estómago empezaba a sonar, pero no tenía ni las fuerzas ni las ganas para mirar mi patético rostro, rojo e hinchado de tanto llorar, en un espejo. Abracé delicadamente al conejo y cerré los ojos.
El ruido de ramas crujiendo fue lo que hizo que me despertara. El conejo ya no estaba en mi pecho. Me levante asustada buscando a mi pequeño amigo cuando me di cuenta que no sabía dónde me encontraba. Los pequeños arbustos con flores que mi mamá había plantado habían desaparecido dejando en su lugar varios árboles altos y frondosos. Me puse de pie en un salto nerviosa y asustada, no sabía en qué lugar había dado a parar. La sensación áspera de hojas y ramas secas bajo mis pies captó mi atención y descubrí con horror como me encontraba descalza y con ropas que no eran las que llevaba hoy en la mañana. Tenía un camisón largo y blanco que no sería muy efectivo en la época de invierno.
Di la vuelta buscando una salida cuando me sorprendió ver a un hombre sentado debajo de un árbol. Grité asustada y busqué una rama larga para tener con qué defenderme.
-¡Tranquila! –dijo el hombre poniéndose de pie. Tenía un aspecto peculiar, desde sus prendas hasta su apariencia física. Nunca había visto un hombre con cabellos blancos y ojos tan extraños como aquellos. Uno verde y el otro amarillo. ''Que extraño'' pensé ''tiene los ojos del mismo color que aquel conejo''. No pude evitar reír ante esa tontería.
-Puedo preguntar, ¿qué es tan gracioso? –Inquirió acercándose lentamente hacia mí. Llevaba un chaleco negro con botones verdes, una camisa blanca y un pantalón negro acompañado de botas negras. Nunca había un hombre vestido de esa forma ni en el instituto ni en los alrededores de su casa.
-¿Por qué debería hablarle a un extraño? –Pregunté a la defensiva. La verdad era que todo lo que estaba ocurriendo me asustaba y solo quería volver a mi casa.
-No soy un desconocido, bella dama –dijo el hombre haciendo una repentina reverencia –.Me llamo Lysandro Aldrich y vengo a solicitar su ayuda.
-¿Mi ayuda? –No entendía nada de lo que estaba pasando.
-Por supuesto. La he encontrado en medio del bosque justo en el momento en el que me encuentro abatido por la desesperación y frustración, como si fuera una señal para solucionar mis problemas.
-Perdone, pero no entiendo nada de lo que me está hablando –intenté alejarme lentamente de aquel lugar pero mi espalda topó con un árbol. Este sujeto me estaba poniendo sumamente nerviosa y confundiendo todavía más.
-He tomado nuestro encuentro como una obra divina y como una señal de que usted es la persona que me ayudará –la desesperación en la voz del joven me abrumó. Sus extraños ojos me miraban con esperanza y emoción reprimidas. De verdad esta persona esperaba que hiciera algo por él y yo ni siquiera podía hacer algo por mi misma.
-Lysandro, te ayudaré si me dices qué ocurre. Si me llevas a mi casa –dije sin pensar, rogándole a los cielos que no me estuviera embarcando en ninguna misión peligrosa.
¡Espero les haya gustado! Publicaré nuevo capítulo lo más pronto que pueda (espero publicar aunque sea una vez por semana). ¡No olviden comentar que les va pareciendo y qué esperan que va a pasar en el próximo capítulo! Este es mi primer fanfic de Corazón de Melón. ¡Gracias!
