Capítulo 1:
"La Cosecha"
-¡Madison Abernathy!-exclamó Effie Trinket, dejando de lado la sonrisa con la que se había presentado ante todos los menores de edad del Distrito 12. Haymitch, abrió los ojos y reaccionó rápidamente como si los efectos del alcohol hubiesen desaparecido en ese momento. Esa era su hija. Era yo la que había sido seleccionada como tributo para los Juegos de ese año.
La multitud había vuelto la cabeza hacía la séptima fila de las mujeres. Yo, una joven de 16 años jugaba nerviosamente con el ruedo de mi vestido, mordiéndome el labio con fuerza. Había oído mi nombre. Era yo. Effie recupero la postura e intento seguir con la Cosecha.
-¿Dónde…dónde estás?-su voz ya no sonaba como antes, ahora parecía que se le había secado la garganta y casi apenas podía hablar.- Vamos, ven.- tome coraje y salí de entre las filas de chicas. Apenas puse un pie fuera de las cintas de seguridad, me vi rodeada de cuatro agentes de la paz, que me escoltaron hasta el escenario, donde Effie me extendió la mano.- Aquí está.-anunció.-Nuestra tributo femenino.-mis piernas, temblaban notoriamente al estar frente a todo el Distrito 12. La mujer de peluca extravagante se acercó a la otra urna donde metió la mano.- Ahora, los muchachos.-revolvió durante unos segundos y terminó sacando un papel.- Klaus Trelaway.-un chico un poco más grande que yo, caminó a paso firme y sin necesidad de que lo escoltaran.- Aquí están.-dijo Effie tomándonos las manos.- ¡Nuestros tributos!-ninguna persona habló, todos permanecieron en silencio.
Un grupo de pacificadores nos llevó al interior del edificio de Justicia. Me ubicaron dentro de una habitación que tenía un gran ventanal que daba hacía la plaza del Distrito. La gente poco a poco se iba dispersando, para volver a sus actividades normales. Me daba envidia ver a todos esos que lograron salvarse de ser elegidos.
-Solo cinco minutos.-avisó el Agente de la Paz que custodiaba. La puerta volvió a cerrarse de una forma seca. Padre e hija, nos encontrábamos en el mismo lugar. Estaba dándole la espalda y con una mano acariciaba el vidrió.
-De niña siempre había admirado a aquellos tributos que eran elegidos para ir al Capitolio.-murmuré sin despegar la vista de la ventana.- Los veía entrenar, luchar, algunos caía y otros salían victoriosos. Siempre había pensado que eran efectos de las cámaras cuando morían, la sangre, los cortes, los Mutos.- hice una breve pausa.-Pero ahora que he crecido, me he dado cuenta de cuan reales son los Juegos. Me di cuenta de que no escondían a los tributos, negándoles volver a sus distritos…-
-Madi…-habló papá, avanzando hacia mí.
-No le había tenido odio hasta el día en que me contaste que mamá había sido asesinada en la Arena y que nadie en el Capitolio se dio cuenta de que estaba destruyendo no una vida, si no tres. La tuya, la de ella y la mía.-ambos nos miramos a los ojos.- ¿Existe la posibilidad de que muera?-pregunté con apenas un hilo de voz.
-Existe la posibilidad de que ganes.-replicó, colocando sus manos sobre mis hombros.-La última voluntad de tu madre había sido que no te permitiese ingresar a los Juegos, bueno creo que ya no tiene caso que cumpla eso.-él rió apenas, pero volvió a ponerse serio.- Pero puedo cumplir la promesa que le hice: mantenerte con vida. Haré todo lo que esté a mi alcance para sacarte de esa Arena con vida.-
*.*.*
El tren que iba rumbo al Capitolio, había ya partido de la estación del Distrito 12. Haymitch interrogaba al fornido Klaus, quién mantenía su semblante serio y áspero.
-Te he visto varias veces ayudando a la carnicera. Eres fuerte.-murmuró.- ¿Tienes experiencia con cuchillos?-
-Me encargaba de sacarle el cuero a los perros salvajes y a algún que otro venado que consiguiesen traer.-respondió el chico.
-Bien, eso es algo.-Haymitch, pasó su mirada a mí. Estaba prácticamente en silencio y con la mirada baja.- ¿Madison? ¿En que eres buena?-
-Se me da muy bien escalar y trepar árboles.-respondí con apenas un hilo de voz.- Sae la Grasienta, dice que tengo una buena habilidad para escabullirme sin ser vista.-
-De acuerdo. Ambos van a tener que practicar muy duro en los entrenamientos. No van a parar hasta haber aprendido a manejar por lo menos tres tipos de armas, ¿de acuerdo?-ambos asentimos.- ¿Dónde estará el bar?-murmuró mientras se ponía de pie y salí del comedor.
-Está más que claro que tú vas a sobrevivir.-comentó Klaus.
-Eso no se sabe.-repuse.- Existe la posibilidad de que muera y tu sigas con vida.-él soltó un bufido.
-Tu padre es tu mentor, ¿piensas que va a dejarte morir?- no respondí.- Apuesto a que conseguirás muchos más patrocinadores que cualquier otra persona y saldrás victoriosa como ese del Distrito cuatro que gano en los Juegos anteriores.-Klaus se puso de pie y salió dando un portazo.
Me quede sentada en el sillón jugando nerviosamente con mis manos, mientras los rayos del sol pasaban por las ventanillas golpeando mi rostro suavemente. ¿Dejaría Haymitch que muriese? Sacudí la cabeza y salí del comedor también, poniendo rumbo a la habitación que se me había sido asignada. Debía confiar en que mis habilidades para correr, esconderme y trepar, me ayudasen en los Juegos.
*.*.*
Luego de varios días de viaje del doce hasta el Capitolio, el tren comenzó a aminorar la marcha. Con la misma ropa de la Cosecha, ambos tributos, salimos al pequeño balcón que daba a la estación. Centenares de personas se había aglomerado cerca del tren con la esperanza de poder vernos antes que nadie.
-Tómense de las manos.- susurró papá, estando detrás de nosotros. Miré a Klaus fijamente durante unos segundos y deslicé mi mano para que él la tomase. Todas las caras con exceso de maquillaje y grandes pelucas colores, comenzaron a agitarse cuando levantamos nuestras manos entrelazadas. El resto de los Distritos, había arribado también y estaban haciendo una pequeña muestra de los tributos que participarían en los 67 Juegos del Hambre.
Todos fuimos guiados al gran edificio siendo escoltados por los mentores. Klaus y yo seguíamos tomados de la mano sonriéndole a la gente. Effie nos condujo al piso número doce, donde tendríamos una breve estadía antes ser enviados a la Arena.
-Hay grandes comodidades en este departamento, muchas que los demás no tienen.-comentó Effie.- Madi tu habitación está al final del pasillo y la de Klaus a la mitad del pasillo. Ahí tienen ropa y todo lo que necesiten para cambiarse. Ahora vayan, que no falta mucho para que se encuentren con sus estilistas.-
Mi habitación, era mucho más grande que la que tenía en casa. Siempre había visto a muchos tributos usarlas, pero nunca me imaginé ser yo la que estuviese allí en ese momento. Por un momento una extraña sensación me revolvió el estómago como si quisiese devolver todo lo que había desayunado esa mañana. Con un gran trabajo logré tragar saliva y empujar todo hacía adentro nuevamente. No perdí tiempo y salí nuevamente.
-¿Estás bien?-preguntó papá al verme ingresar a la sala.- Estás un poco pálida y ojerosa.-dijo examinándome.
-Estoy bien.-sabía que él no me creyó, pero no insistió.
-En el pasillo hay una habitación especial para nuestro distrito. Allí están tus estilistas.- indicó desde el umbral de la puerta. Asentí mientras comenzaba a recorrer el rellano. Una suave pero desesperante música, se oía desde el interior de aquel cuarto. Coloqué mi mano sobre el picaporte y abrí
-¡Al fin!-exclamó una chillona voz desde el interior.- ¡Madison!-volvió a decir la voz de una mujer de cabello de todos colores.
-Has crecido mucho.-comentó Flavius, mientras colocaba su mano sobre mi mentón y examinaba cada parte de mí rostro.-Aun recuerdo cuando eras una niña de cinco años que correteabas por todos lados haciendo enojar a tu padre.-
-Como dije.-prosiguió Venia.-Esta niña jamás tendrá vello facial. Mira que hermoso rostro, ¡Esos ojos!-sonreí mientras Octavia me estrechaba en un abrazo.
-Lo primero es lo primero.- habló Flavius, moviendo su colorido jopo.- Vamos a tener que acomodar un poco las puntas de tu cabello y dejarlo extremadamente sedoso y brillante.-
-¡Iré por la cera!-exclamó Venia. Octavia me hizo cambiar mi vestido dándome una bata de color azul y luego me indicó que me recostase sobre una camilla de metal. -¿Quién diría que ya tienes 16?-comentó mientras ponía a calentar un pote con una pasta verde pasto.- Esto va a dolerte apenas.-casi gritó al sentir un líquido extremadamente caliente sobre la piel de mis piernas. El dolor no fue tanto en el entrecejo, pero aun así apreté los labios dejándolos completamente blancos.
Octavia se encargó de sacarme las cutículas y limar mis uñas, dejándolas perfectamente lindas, con puntas redondeadas y algunas florcitas como decoración.
-Bien.-habló Flavius, pasándome un peine para desenredar los nudos de mi cabello recién lavado.- Estás increíblemente perfecta.-comentó mirándome de frente.- En unos minutos vendrá tu estilista y nos dirá como tendremos que maquillarte para el desfile.-
No sé cuánto tiempo habré estado acostada en esa camilla mirando el techo. Aún me seguían doliendo las piernas, haciendo que el efecto de aquella pomada que me pusieron, sea verdaderamente lento. La puerta de la sala se abrió nuevamente. El sonido hueco que producían los tacos de esa persona, me confirmo que era una mujer la que sería mi estilista.
-Tuve suerte de haber elegido el doce.-murmuró, inclinando la cara para verme más de cerca.- Eres una adolescente pero sigues conservando el cuerpo de una niña de diez años.
-Tengo dieseis.-repuse.
-Lo sé, lo sé.-volvió a murmurar.- Pero tu rostro no dice lo mismo. Mira eres hija de un mentor, por lo tanto hay probabilidades de que llegues a tener patrocinadores hasta por detrás de las paredes. Propongo hacerte ver sumamente increíble para que atrapes a la gran mayoría.-asentí lentamente mientras ella se acercaba a un armario y extraía un vestido de dos partes.- Voy a hacerte brillar.-
*.*.*
Estaba muy nerviosa, había bajado junto a mi estilista por el ascensor y en planta baja nos encontramos con papá y Effie. Haymitch me sonreí mientras asentía con la cabeza. Cuando nos dieron la señal, comenzamos a caminar hasta la zona donde se encontraban los carruajes que transportaban a los tributos. Sentía la intimidante mirada de los demás distritos sobre mí, haciendo que los nervios creciesen.
-Míralos con indiferencia.-me ordenó mi estilista.- Ellos te tienen envidia.- la verdad es que cuando me puse el vestido, casi ni yo me reconocí. Las manos que tenía esta mujer eran sin duda mágicas. Había confeccionado nuestros trajes acorde al tema de nuestro distrito, pero no era como los del 7 que todos los años iban vestidos de árboles. No. Este era diferente. El mío era una especie de top que cubría mi pecho, dejando mi vientre al descubierto pero cubriendo mi espalda en forma de X, una falda que se ajustaba perfectamente a mi cintura y caía por detrás en una larga cola de color negro. La falda solo llegaba hasta por encima de mis muslos, dejando mis piernas depiladas al aire. Llevaba unas botas que eran largas hasta por mis rodillas, también en negro. Flavius había hecho un excelente trabajo con mi cabello. Hizo que se me enrulase y tomó un extremo atándolo en una trenza corta. Venia deliño mis ojos haciendo que el color de mi pupila resaltase más. En fin, mi equipo de preparación se había esmerado para que causase una buena impresión.- Iré a ver al estilista de Klaus, quédate aquí.-me ordenó. Asentí apoyándome en el carruaje que tenía el número 12.
Miré para todos lados, no era por presumir, pero ningún traje se comparaba con el que había hecho ¿Tigris? La verdad es que ni siquiera sabía si ese era su verdadero nombre, pero no iba a cuestionar el gran trabajo que hizo conmigo. Eran pocos los que eran más o menos…decentes. Sentí que alguien tocaba mi hombro suavemente. Me di vuelta encontrándome con un chico.
-¿Un azucarillo?-
