Prólogo

No hay en Corea del Sur un ciudadano que no conozca el nombre del Grupo Shinhwa. Desde electrodomésticos, energéticos, automóviles y telecomunicaciones, el logo Shinhwa se encuentra en cualquier lugar al que ibas. Se había convertido en la mejor compañía del país del país, hasta llegar a ser una empresa de fama mundial.

«Al incrementar sus aportaciones a un millón de wones diarios, el fundador de la compañía fue invitado a la Casa Azul y en lugar de recibir una medalla dijo: "Señor Presidente, permítame construir la mejor escuela donde mis nietos puedan asistir"». Lee una placa enmarcada en caoba debajo de la foto del fundador de la Escuela Shinhwa, dentro de la oficina del director con el propósito de mostrar los inicios de la escuela.

Efectivamente, así empezó la Escuela Shinhwa, en donde los amulnos llevaban inscritos desde el momento de su nacimiento. Se consideraba la elite de las escuelas en Corea del Sur, donde solo podían asistir los hijos de los más grandes poderes económicos del país. Con amplios terrenos y la mejor educación que se pueda recibir, era el sueño de cualquier persona ingresar a la prestigiosa escuela.

Sin embargo, aunque pueda parecer un sueño y la mejor experiencia que se pueda tener, no todo es lo que parece. Porque debajo de todas la finerías de las que estaba envuelta la escuela se escondía un oscuro secreto que iba más allá de la imaginación.

Un secreto que fue descubierto de la forma más inesperada posible.