Disclaimer: Oye Arnold no me pertenece. Soy una pequeña (aunque ya no tanto) niña que se ha visto la serie de chiquita y que aún le gusta oír las historias del abuelo y, por supuesto, observar los delirios de la abuela ;)
Será una serie de drabbles (siete) , basados en las frases de siete canciones de Maná, de la tabla de la comunidad de Livel Journal "Haz música". La tabla de Maná :)
Allí estaba Arnold, en la vereda de en frente, con una nueva camisa- a cuadros verde y azul-, charlando con Gerald y comiendo helado, sonriendo, todo un Narciso.
Al menos, eso era lo que pensaba Helga, sentada en la parada de colectivos, con un cuaderno de tapas lilas en su regazo y un bolígrafo en el bolsillo delantero de su mochila. Observó la hora, faltaban dos horas para la gran llegada de Olga a su casa. De seguro nadie la extrañaría mucho si llegaba un poco tarde. Dejó pasar el colectivo que venía, fingiendo estar distraída leyendo las anotaciones de aquella especie de diario, cuándo, todo lo disimuladamente que le era posible, veía a aquel "Cabeza de balón".
Suspiró, guardó el cuaderno en su mochila, extrajo el mp3, lo colocó en sus oídos y comenzó a escuchar a máximo volumen la música, empezando por la canción "Ojala pudiera borrarte", una de sus favoritas.
Mientras escuchaba la suave letra de la canción observaba todo a su alrededor, intentando no concentrar su vista en su amor platónico desde los cinco años.
Pequeños recuerdos se hicieron presentes en su mente, - el incidente del paraguas el primer día de jardín, la obra de Romeo y Julieta, el encuentro en las vacaciones de verano- y la hicieron recapacitar sobre sus sentimientos. Hacía diez años que estaba -completa, perdidamente, alocadamente, obsesivamente, escalofriantemente- enamorada de Arnold, ahora ambos tenían quince y no había ninguna diferencia en el trato que se prodigaban entre sí.
Nada había cambiado, excepto, una cosa.
Una muchacha de cabello pelirrojo saludó a los dos muchachos, ambos le sonrieron alegremente, haciéndole un espacio en la mesa e invitándola a comerse un helado.
Helga intentó no apretar sus puños ante la rabia que sentía, cosa imposible, porque era tan jodidamente injusto.
Algo se había modificado, cambiado, distorsionado.
Ahora a Lila le gustaba Arnold, ambos estaban de novios, y, lamentablemente, no había nada que ella pudiera hacer.
La canción aún resonaba en sus oídos mientras observaba-gracias a la vitrina transparente del local- a la muchacha depositando un suave beso en los labios de su Romeo.
Un Romeo que se había quedado con otra Julieta, la primera que eligió.
Se levantó de la banquina, decidida a volver caminando a su casa, pues necesitaba despejarse para no tener un humor de perros. Cruzó la calle y pasó por delante de la heladería,- sin percatarse de que cierto rubio la estaba saludando con la mano-, poco después de éso miró hacia el cielo, estaba nublado, con claros signos que diagnosticaban la llegada de la lluvia. Pensó, amargada, que ahora ya no habría nadie que le ofreciera su paraguas. Continuó caminando hacia su casa, dónde tendría que fingir que estaba bien, que su utópico mundo no se derrumbaba frente a sus ojos.
Una frase de la canción resonaba en su cabeza y se infiltraba en lo más recóndito de su ser. Ésto pasaba mientras abría la puerta de su hogar, esbozando una sonrisa- demasiado- falsa y sintiéndose asfixiada por el fuerte abrazo que le estaba dando su hermana mayor.
Cuándo sus padres y doña perfecta charlaban animadamente en el comedor, no pudo evitar rozar imperceptiblemente con sus dedos el relicario que colgaba de su cuello, escondido entre la ropa. Dónde había estado siempre, o al menos, desde que había reunido el dinero suficiente para comprarlo.
Ojala y se me olvidara hasta tu nombre.
Ojalá y les haya gustado, es mi primer fic de este fandom, so, antes de matarme o prenderme fuego, consideren ésto ;P
Cualquier antorcha en llamas o helado de chocolate, con el GO
Saludos :)
