LAS SEMILLAS DE LA DUDA
Derechos de autor de Mizuki e Igarashi. Solo con fines de entretenimiento.
El hombre de cabello castaño y ojos zafiro, se sentó en el jardín de la casa, con una taza de té y un cuaderno de viaje revestido de cuero. El olor de las rosas y narcisos del jardín, se incrementaba conforme el día despertaba. Esa era su hora favorita para pensar, y esta vez también para escribir, la historia que se habían jurado no olvidar, y aprender la lección. Sabio consejo de un viejo amigo.
Pensó que no había dormido mucho, pero los últimos días no fueron fáciles y era mejor escribir aquello que habían pasado, antes que la memoria hubiese jugado con los recuerdos, así que tomó el cuaderno y comenzó a escribir.
"Si tuviera que contarte esta historia en el teatro como te la contaría, creo que comenzaría por presentarme, Terruce Graham Grandchester, a tus órdenes.
Vivo con mi esposa Candice, yo la llamó Candy, en un lugar famoso en Inglaterra, Stratford Upon Avon, la ciudad donde Shakespeare nació, y como supondrás a eso me dedico, soy actor de teatro, de teatro clásico shakesperiano, aunque dados los nuevos tiempos he ido a América a hacer teatro moderno, pero jamás musicales. No, Terry Graham pone su alma en el escenario, no en el ruido de tacones y palmas. Además gracias a mi padre, terminé llevando el título menor de Barón de Salfok, lo que a veces podía convertirse en una barrera cuando las personas se enteraban; por lo que evitaba el tema.
Pero volviendo a lo que te comentaba, mi vida gira alrededor de Candy, a quien también llamó mi pecosa, porque es mía, y a Shakespeare.
No creas que eso es todo mi mundo, tengo un par de amigos, amo montar a caballo, trepar árboles, leer, coleccionar arte, la música; pero mi mayor tiempo y mi mayor pasión son Candy y el teatro. Fue tan difícil casarme con ella y he tenido que sacrificar tanto para ser actor, pero esa es otra historia. Lo que sí puedo decirte querido lector es que de ambas pasiones Candy es la primera y por lo tanto evito separarme más del tiempo que un actor debe estar lejos de su hogar por sus compromisos profesionales. Además ella trabaja en el hospital del condado, y eso disminuye nuestro tiempo juntos, sé que me dirás que soy egoísta, pero que hombre no desea tener lo más posible a su lado a la mujer que ama.
Pensaba que no habría nada fuera de las giras del teatro, que me hiciera alejarme de mi pecosa, pero me equivoque, hubo algo; o mejor dicho alguien: mi madre.
Como ya sabrás Eleanor Baker es mi madre, y es una de las grande actrices del teatro americano, así que Eleanor comenzó a recibir ofertas para actuar en cine. Yo no hago cine, o al menos eso pensaba, pero un día de buenas a primeras mi madre aparece en Inglaterra para tratar de convencerme que hiciese una película con ella en Hollywood, de la tormentosa relación de una madre alcohólica y su hijo empresario, para la Metro Golden Mayer.
- Nunca, jamás. Eres mi madre, pero no iré hasta América al lado oeste, para filmar una película en la que no estoy interesado. Así que no, ni lo piensen…jamás"
- Terry Grandchester, como puedes ser tan egoísta, es tu madre, es la oportunidad de su carrera, solo son tres meses. – fue la exclamación de Candy.
- No, ni lo pienses Candy…jamás.
O eso pensaba yo, pero el hombre propone y las mujeres disponen…mi amada, tierna y dulce esposa, en combinación con mi elegante y frágil madre, se convirtieron en basiliscos reeencarnados hasta que cedí. Y no creas que fui un hueso fácil de morder. Para nada, pero cuando tu habitación, que es tu refugio privado se convierte en el lugar más frío del planeta; y te pasas las noches viendo a tu esposa dormir sin darte siquiera un beso de buenas noches, mucho menos poniéndose romántica contigo, te das cuenta que has perdido la batalla.
Terry soltó el cuaderno y suspiró al recordar esa semana, su esposa podía ser un poco caprichosa, pero nunca pasaban de una pequeña desavenencia que se arreglaba con una broma, un beso, o un paseo por su jardín, pero en esa ocasión si fue en serio. Terry entraba a su habitación luego del trabajo en el teatro, para encontrarse que ella ya estaba dormida, o fingía dormir; no lo esperaba al llegar del trabajo, sus respuestas eran lacónicas, y definitivamente tenía un aliado en su madre; ya que la misma indiferencia de Candy, era la de Eleanor, para quien el teatro clásico ya no era su mejor opción, y así como su hijo había decidido regresar a Inglaterrra, ella se estaba aventurando en Hollywood, sin embargo, a pesar de su talento, era una mujer mayor y sabía que la participación de su hijo era lo que los productores buscaban. El castaño retomó su escritura:
Así que luego de dos semanas a pan y agua, tuve que ceder y me vi firmando un contrato para ir a Hollywood, y organizando todo para mi ausencia. Y fueron estos casi tres meses fuera que me enseñaron la lección que voy a contarte…
El tiempo para organizar mi salida temporal de la Royal Shakespeare Company fue de 1 mes, pero además de mi trabajo, quería asegurarme que Candy tuviese todo lo necesario en mi ausencia. Puedo ser un cínico arrogante, pero el bienestar de mi chica, siempre ha sido mi prioridad.
Junto con eso, teníamos la reinaguración del Memorial Shakespeare Theatre, en el que mi bella esposa, era parte del comité encargado de la fiesta de inauguración. Esta inauguración sería por todo lo alto, teniendo entre los invitados a aristócratas que pudiesen convertirse en patrocinadores de las obras de Shakespeare en su tierra, y además, que pudiésemos colectar fondos para la casa hogar y el hospital de la ciudad.
Lo sé, quizás estábamos abarcando más de lo que podíamos, pero la inexperiencia te hace creer que puedes comerte el pastel de dos bocados, y fue justo en ese comité donde empezaron semillas extrañas a plantarse entre nosotros.
La señora Cadawell, o como ella prefiere que la llamen Lady Cadawell, es una dama de unos 35 años, que se distingue por adherirse al protocolo de la monarquía hasta sus últimas consecuencias, aunque si me remonto a sus orígenes, fue la hija de un barón venido a menos tanto política como económicamente, casado en segundas nupcias con la institutriz de sus hijos, una dama, hija también de un caballero caído en la pobreza, que terminó empleándose como institutriz. De esta unión resulto Lady Cadawell, regidora del decoro y las buenas maneras en Stratford Upon Avon, y encargada de la presidencia del comité organizador del baile de recaudación. No es que me interesasen su título y orígenes, más de lo que puedas pensar, sin embargo, para entender esta lección de vida es necesario saberlo.
Terry escuchó pasos en el jardín, y vio a Candy aún en ropa de dormir, caminando descalza por el jardín.
- Buenos días pecosa. – le dijo dándole un beso al acercarse. – definitivamente fui un sabio, al preparar esta casa para que las habitaciones del personal estuviesen lejos de la residencia. No me gustaría que el chófer viese como duermes.
- Cada vez duermes menos Terry, me preocupa que te agotes. – le dijo cambiando el tema por el que habían discutido desde el día que se casaron.
- No te preocupes, los trenes y los aeroplanos sirven para dormir. Además tú duermes lo suficiente por los dos.
- Terryyyy…
- Ja ja ja… recuerda que se te ven más las pecas al enojarte.
Candy, no pudo evitar abrazarlo y decirle: - Extrañaba esto.
- Extrañabas que te embromara por tus pecas y te haga enojar.
- Si Terry, extrañaba a mi mocoso engreído.
- Viste que estoy cumpliendo mi tarea, pecosa.
- Veo que te has vuelto un joven aplicado, le sonrió.
- Lo que sucede es que voy a contar mi versión, antes que cierta rubia pecosa me haga quedar como el malo de la película.
- Fuiste el malo de la película y solo diré mi verdad.
- Fui el idiota, y tú la ingenua, esos fueron nuestros papeles.
- Tienes razón, aun así recuerda que no es de caballeros superar a una dama, Barón de Salfok.
- Ni me lo recuerdes, ahora ve a cambiarte que no quiero que te vea nadie así. Esos son mis privilegios.
- Nunca cambias Terry, le dijo riendo y entrando a la casa.
Terry vio a su esposa caminar a la casa sin volver a verlo, lo que significaba que no debía seguirla. Así que guardándose las ideas que tenía con respecto a la ropa de dormir de su esposa continuo con la tarea de narrar aquel episodio de sus vidas.
Candy, fiel a su naturaleza bondadosa y juguetona, pronto se ganó la simpatía y atención de la estirada Lady Cadawell, y cuando me di cuenta la encontraba tomando el té en la casa, y visitando el jardín de las rosas dulce Candy y narcisos amarillos en nuestra residencia. Con el tiempo Candy me comentó que la dama, al igual que mi esposa era fanática de las flores e incluso le dio a Candy una especie de planta que se colocaba sobre los árboles llamado Clavel del aire, una extraña flor colgante que se alimentaba de la corteza de los árboles.
En agradecimiento, fue invitada a cenar con nosotros, y como parte de la sobremesa, el tema de mi viaje y participación en la película salió a flote. Lady Cadawell se ofreció a acompañar el tiempo que pudiese a Candy y además se ofreció a enviarme noticias en caso sucediese algún problema con ella o la reinaguración del teatro.
- Barón, no debe preocuparse por su esposa. Sé que para milady será difícil permanecer este tiempo sin usted, pero créame que en mí encontrará una amiga, y una guardiana del buen proceder de su esposa.
- Mi esposa, señora Cadawell, no requiere una guardiana. – le dijo Terry comenzando a molestarse con aquella retrograda mujer.
- No me lo tome a mal Milord, nadie dudaría de Candice. Solo me ofrezco a ser su acompañante durante su larga ausencia.
Yo, por cortesía, acepte. No es que Candy se quedase sola en la casa, estaba el jardinero, el chófer, la doncella, y la parte más vital de la casa, la cocinera. De la manera que cocina mi esposa, debo a la señora Hardley no haber sido intoxicado en estos años.
Pero estoy saliéndome del tema principal. De la noche a la mañana, Lady Cadawell, se convirtió en la invitada cotidiana de nuestras cenas, tener invitados algunas veces era agradable, pero tener a esta mujer cada día en mi cena era insoportable. Hablé con Candy, y me comentó que no era que ella la invitase cada día, era que Lady Cadawell se autoinvitaba, o se quedaba hasta la hora de la cena, por lo que mi esposa no queriendo desairarle la invitaba.
Terry se levantó a la cocina a servirse otra taza de té. Estaba haciendo un esfuerzo enorme para escribir todo aquello, tratando de ser neutral, pero se habían prometido escribir todo con la sangre más fría posible. Algo le decía que siempre existirían cosas que la distancia, o los malentendidos provocarían, y quizá volver al punto de partida a través de ese cuaderno los libraría de cometer los mismos errores.
Recordó como una de esas noches, entró a su casa sin encontrar a su esposa y fue directo a su habitación a cambiarse. Estaba tan cansado que pensó en solo arrancarse el saco, ponerse una de sus camisas blancas, quedarse descalzo y pedirle a Candy que cenarán en el estudio y no en el comedor. Necesitaba relajarse un poco y luego dormir.
Cuál fue su sorpresa al encontrarse a lady Cadawell acompañando a su esposa vestidas ambas para cenar formalmente. La cara de reprobación de la estirada dama, y la de culpa de Candy eran para un cuadro, pero Terry no pudo hacer más que disculparse, regresar a su habitación, vestirse formalmente y soportar una larga cena con la plática de su vecina.
- Terry, perdóname. – dijo Candy al marcharse Lady Cadawell.
- Buenas noches Candy, que descanses.
- Terry por favor. No imagine que bajarías en ese estilo para cenar. – intentó Candy tratando de que hablaran.
- No es la primera vez que he bajado a comer de esa manera, al igual que tú has comido con tu ropa para trabajar en el jardín cuando estamos solos. Si quieres tener invitados no me opongo, pero has el favor de indicármelo, ya sea para no volver a ofender a nadie con mi forma de caminar por MI casa. O para comer tranquilamente en el estudio.
- Pero Terry…
- Buenas noches Candice, que descanses. Hablaremos mañana.
Terry no subió a su habitación, se fue a la habitación de huéspedes, retiro las sábanas y se quedó dormido.
El hombre suspiró mientras le servían la taza de té recordando lo incomodo de esos días, pero luego regresó al jardín a seguir con su escritura.
Fui claro con Candy, que cuando acabase el alboroto de la película, gala y reinaguración, veríamos la forma de hacerle comprender a esta señora que no podía cenar todas las noches con nosotros. Y si no entendía de manera sutil, pues yo no soy nada sutil, así que me encargaría.
Parecía que las prisas por completar todo lo pendiente, y el ambiente que manejábamos jugaban en contra a nuestros planes. A dos semanas de tener que partir a América recibí un telegrama de mi madre, recordándome que debía tener un asistente para mi viaje. En América no podría ir a comprar mi comida como cualquier hijo de vecino, con la promoción de la película. Solo eso me faltaba.
Estaba tan molesto que entre al salón de té de mi esposa sin percatarme que para variar, Lady Cadawell se encontraba presente. Entré desesperado diciendo:
- Candy, no puedo creerlo, mi madre me envió un telegrama para decirme que debo llevar un asistente a Hollywood, como si no tuviera suficientes cosas que hacer. Como diablos, voy a conseguir un asistente en menos de dos semanas. Estoy frito.
La cara de mi pecosa, me hizo darme cuenta que no estábamos solos. Tuve que ofrecer las disculpas a la dama presente. Ella me excusó diciendo que comprendía, lo presionado que estaba con todas mis obligaciones, y además se ofreció a darme una solución; conocía a un joven alemán inmigrante, que había sido valet en su país, y estaba sin trabajo. Hablaba inglés y además por su tamaño podía sacarme rápido en caso la prensa fuese muy hostil. No tenía tiempo ni opciones, así que le pedí a la dama lo llamase para poder entrevistarlo.
Tres días después, llegó Karl, un hombre de 30 años, que efectivamente había sido valet, y podía ayudarme a resolver algunas situaciones prácticas en América. Así que en un par de días, le explique todo lo que tenía que saber, y asunto resuelto.
La última noche, hablé con Candy sobre la disponibilidad de dinero que le dejaba en nuestra caja fuerte, además las joyas que mi padre me había heredado y las que Candy tenía de su familia o que yo había traído para ella de mis viajes. Lo único que le pedía es que no usase un juego de zafiros que el duque había traído de Rusia como un regalo, antes de la caída de los zares, como agradecimiento por su labor diplomática en aquel lejano país. Estas joyas no estaban ligadas al ducado, así que me las había dado para Candy, sin embargo, los broches fallaban a veces y prefería que no las usase en mi ausencia, hasta que tuviese tiempo de ir a Londres a que las reparasen. Mi dulce mujer repasó las direcciones, rutas de mi viaje y me ayudó a terminar de empacar.
Al día siguiente partí a cumplir el compromiso con mi madre, me despedía de mi pecosa, con un muy mal presentimiento. Trate de darme ánimos y de pensar que era solo mi sentido de pertenencia con mi esposa lo que me hacía sentirme de esta manera.
Tome el barco ese día por la noche, y llegué a Nueva York 12 días después, 1 semana más y ya estaba en Hollywood.
Recordar la cara de Karl, su asistente, no había tenido ningún significado en un principio. Le pareció a Terry la expresión natural, de alguien que no ha viajado mucho y que se ve deslumbrado por un mundo inexplorado. Durante todo el viaje, Terry, fiel a su naturaleza, no llevó a Karl como su sirviente, como se acostumbraba en la época, sino en igualdad de condiciones. Si Terry tenía un camarote de primera clase, Karl tenía uno adjunto. Si Terry comía algo en alguna estación de mala muerte, Karl lo hacía, pero si Terry comía en un restaurant de primera clase, su asistente lo hacía.
El hombre era callado, y aunque Terry no era un divo, si tenía algunas costumbres de la aristocracia que no había podido dejar de lado, como el hecho de solo beber té inglés, leer el periódico luego de desayunar, vestirse con elegancia para salir de su camarote o tomar un vaso de vino con su cena. Todas estas pequeñas manías Karl las había captado rápidamente en menos de tres días, por lo que se encargó de que estuviesen a disposición de su patrón.
Además de lo callado que era Karl, lo que le había gustado a Terry era que a pesar de estar pendiente de sus cosas, no lo trataba con el servilismo de los valet a los aristócratas y era una persona que trataba de superarse; agregado a esto que el joven había perdido a su familia y su trabajo en la gran guerra, por lo que esperaba que este trabajo le ayudase para trabajar en un lugar estable. Todas estas consideraciones habían terminado por bajar un poco la natural desconfianza de Terry ante los desconocidos en las casi tres semanas que duró el viaje.
Los recuerdos de Terry se detuvieron y regresó al jardín a continuar su relato.
Definitivamente el mundo del cine era tan diferente al mundo del teatro, mi primera reunión con el director no fue para repasar el guion, fue para darme las indicaciones de filmación y de entrevistas, promoción, salidas nocturnas. Me iba a volver loco. Entre toda es perorata, me indicó que se sentía emocionado de tener a madre e hijo en su película, pues eso atraería más atención del público, para terminar preguntándome si mi esposa no me había acompañado, respondiéndole que no, que ella era enfermera quirúrgica en Inglaterra y debía cumplir con sus propios compromisos.
Cuando explicaba que mi esposa trabajaba, obtenía dos tipos de reacción, o se escandalizaban o la veían como emblema del naciente movimiento feminista. Ni uno ni otro, pero este director se limitó a decir: la prensa va a disfrutar esto.
No pude decir nada, cuando ya estaba rodeado de personas encargadas de todas las actividades que tendría que realizar el rodaje. Como hacía en el teatro, le indique a Karl que se encargara, tome el guión que era lo importante para mí, y me dirigí a buscar a mi madre.
Luego, me retiré a mi habitación a repasar mi personaje. Karl se presentó momentos después; me pidió 30 min para arreglar mi itinerario, y luego podríamos discutirlo. Me pareció muy adecuado, hablaba de un hombre organizado, y realmente interesado en su trabajo. Continúe estudiando el personaje y pensando en escribir a Candy para contarle como era Hollywood.
Karl se presentó con toda una tabla de mis actividades. Prácticamente si quería seguir incluyendo en mi rutina diaria el cabalgar, o realizar algún tipo de actividad física debería empezar mi día a las 5 am, y finalizar con alguna reunión exigida por la compañía productora a la medianoche. Lógicamente con lo impulsivo de mi carácter, comencé a gritar, que yo había llegado a filmar una película y no a pasearme como maniquí por la ciudad.
La expresión de Karl, no fue de asombro, ni de desagrado, simplemente me dijo que él se encargaría de hacer más llevadera la situación. Y así fue, Karl se las ingeniaba para hacerme aparecer y desaparecer de los eventos en la primera semana de mi estadía en Hollywood para poder concentrarme en la interpretación y en mis dudas sobre el guión. Pero algo de lo que no podía esquivarme era la rueda de prensa de la presentación de la filmación. Increíble, ni siquiera se había iniciado la película, y tenía que dar una conferencia. Mi madre parecía encantada con todo esto, definitivamente se estaba adaptando de maravilla a los nuevos tiempos.
La rueda de prensa inició con las preguntas de siempre, de que era la película, que sorpresas podía esperar el público, la presentación de todos los actores. Al llegar mi turno de contestar preguntas, nada estuvo fuera de control, excepto la consabida exclamación que se suscitaba al preguntarme por la antigua señorita Andley, ahora señora Graham, para el público y Grandchester para los allegados; al decirles que no me acompañaba pues ella tenía sus propios compromisos de trabajo. Nadie entendía porque ella prefería estar en un hospital, que de gira con su esposo. Y por supuesto, la siguiente pregunta de rigor, cómo me sentía que mi esposa tuviese su propia carrera y si no la extrañaba.
Mi respuesta: orgulloso al 100% de mi esposa, y les referí que además de ser enfermera quirúrgica, trabajaba recolectando fondos para hospitales y orfanatos; y que la extrañaba muchísimo, pero ambos respetábamos nuestras profesiones.
Bueno, creo que la habría librado, hasta que pasó lo impensable, mi personaje envejece durante el rodaje, y termino las últimas escenas con una hija de 15 años. Camille Brown, la joven que interpretaba el personaje tenía unos 20 años, que con ayuda del maquillaje la haría ver menor, era una joven actriz que debió haber trabajado primero en algún espectáculo de bodeville, o un bar, por su forma de desenvolverse. Pues mi futura hija cinematográfica, inicio la entrevista diciendo la misma mentira que dicen todos; es un honor siendo tan joven trabajar al lado de la gran Eleanor Baker, y de Terruce Graham.
Y luego, mi sentencia se declaró, la dichosa Camille, se levantó de su silla para sentarse en las piernas de su papi, y darle un efusivo beso. La tire a un lado, sin importarme lo poco caballeroso que había sido, no quería otra Susana, ni otra Elisa cerca; pero ya era muy tarde. Existía una foto. Me levanté molesto, y salí de la conferencia con Karl detrás de mí.
Una hora después el director estaba en mi habitación, emocionado que la noticia saldría en todos los periódicos. Me quede viéndolo a punto de estrangularlo, recordándole que yo era un hombre casado, a cuya esposa no le haría ninguna gracia ver a otra mujer en sus rodillas. Le dio risa y solo dijo: acostúmbrate a este ambiente.
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Definitivamente para Terry era difícil recordar y plasmar aquellas ideas, pero era la forma de curar heridas, de tratar de ver todo fríamente y no solo los errores ajenos sino también los propios. Se dio ánimo diciéndose que cuando su esposa comenzara a escribir probablemente no fuera tan benevolente con él.
Comencé a tirar el libreto, mis libros y todo lo que no pudiese quebrar, frustrado. Llamé a Karl para pedirle que llevará una carta al correo, debía informar a Candy antes que algo pudiese llegar a sus oídos, un telegrama hubiese sido más rápido pero no podía darme el lujo que un extraño supiese lo que escribo a mi esposa. Además le pedí a Karl que me buscara té inglés, del verdadero, no quería té chino, ni infusiones americanas, quería té negro inglés, es el único lujo de estrella que tengo; y un lugar donde pudiese cabalgar a solas.
Mi madre llegó luego, a tratar de tranquilizarme, advirtiéndome que no podía renunciar a la película pues debía pagar una indemnización de dos millones de dólares. Que simplemente tratara de evadir a Camille, y que ella había hablado con ella advirtiéndole que como la primera actriz, tenía todo el poder de sacarla de la película, si volvía a hacer una estupidez como esa.
Tenía deseos de salir huyendo y tomar el primer tren a New York, y de ahí a Inglaterra. Pero lamentablemente tenía un contrato…algo que me obligaba a permanecer en un lugar, que ya no terminaba de agradarme. Alterado como estaba, decidí acostarme.
- Ay Candy, por qué no te traje conmigo? Y tú fuiste la de la idea que debía acompañar a mi madre, y mírame no tengo ni una semana aquí y como me va. Si te hubiese traído conmigo, en este momento estaríamos cenando en algún restaurante de moda, y luego te traería aquí, y….ahhh. que estoy pensando, me acosté para dormir y dejar atrás este mal día, no para tener que darme una ducha fría.
Me quedé dormido, y luego de unas cuantas horas, escuché unos toques en la puerta interna de la habitación.
- Pase. – dije un poco molesto.
- Terruce, aquí está tu té, y conseguí un lugar donde podrás cabalgar en horas de la mañana sin ser molestado. Es el mismo lugar donde cabalgan tus compañeros de reparto, que tienen escenas de equitación en la película y no saben hacerlo practican, pero la pista estará disponible para ti.
- Gracias Karl, tendré que ser más listo que estas personas sino quiero problemas.
- No te preocupes demasiado Terruce, la señora Graham, sabrá entender que hay personas así en este medio. Me tome el atrevimiento de que me enviasen semanalmente el periódico de Stratford para que puedas estar pendiente de cualquier situación con la compañía y te lo dejo para que puedas leerlo.
- Gracias Karl, que descanses.
Karl se retiró y procedí a beber mi té, que era realmente té inglés; revisé los horarios en que podía utilizar la pista para cabalgar y el tipo de caballos de los que podía disponer; no le pregunté a Karl por la carta, pues suponía que si había logrado encontrar un lugar donde cabalgar a solas en Hollywood, colocar una carta en el correo no era algo difícil. Al terminar tomé el periódico de Stratford, y estuve a punto de ahogarme con el té:
JOYAS DE FAMILIA DEL ACTOR TERRUCE GRAHAM, DESAPARECEN DURANTE CENA DE GALA.
La señora Candice Graham, esposa de nuestro actor estrella, lució unos fabulosos zafiros que son parte de las joyas de familia de su esposo durante la cena formal del comité pro mejoramiento del Memorial Theatre ofrecida por Lady Cadawell. Hasta el momento se sabe que las joyas no fueron arrebatadas a la dama, sino que se desprendieron por un fallo en los broches, luego de lo cual fueron tomadas por alguien de poca consideración ante la pérdida de la dama. ..
La noticia continuaba, pero ya no me interesaba, lo único que le pedí a Candy era que en mi ausencia no usase los zafiros de mi padre. Ella tenía muchas joyas de los Andley y otras que yo le había obsequiado que podían sustituir a estas. Estaba realmente molesto, no era el valor de las joyas, sino lo que significaba para mi padre el habérselas dado a su nuera, ya que eran las únicas joyas de familia no ligadas al ducado que como hijo bastardo del duque podía heredarme. Con los años había comprendido que el duque no era un hombre de palabras, y que haberle entregado los zafiros a Candy era una forma de demostrarle lo feliz que se sentía por nuestro matrimonio, y esperaba que esa fuese la herencia de nuestros hijos si algún día los teníamos; fue la misma Candy quien me hizo comprender esto.
Al llegar a esta parte del relato, aunque quisiera evitarlo, Terry no pudo evitar volver a sentir el malestar ante aquella pérdida aunque hubiesen pasado ya varios meses de ello. Decidió cerrar el cuaderno y entrar a la casa para comenzar el día. Quizá por la noche seguiría con la historia.
Encontró a Candy terminando de arreglarse para irse al hospital, la tomó de la cintura y le dio un beso en el cuello.
- Sabes Pecosa, creo que tengo que aprender a no dejarte sola mucho tiempo.
- Algo me dice, que el cuaderno no me va a dejar en una buena situación. – le dijo la joven mujer dándose la vuelta para verlo a los ojos.
- No, no lo hará…serás la protagonista terca, que nos mete en problemas.
- Entonces tú serás el mocoso malcriado celoso, que no escucha explicaciones.
- Genio y figura… - le dijo el hombre alzando una ceja.
- Que te parece si mejor desayunamos y luego me voy a trabajar. – le dijo ella siendo más práctica, en sus obligaciones.
- Segura que no te puedes quedar, y recuperamos el tiempo de ausencia.
- Te prometo que en vacaciones repondremos todo el tiempo que quieras.
Teniendo que aceptar las responsabilidades de la vida diaria, Candy y Terry desayunaron; partiendo luego Candy al hospital y Terry dirigiéndose al estudio hasta que llegase la hora de irse al teatro; mientras tanto siguió en sus memorias:
Desperté a Karl para mostrarle el periódico y pedirle que en cuanto amaneciese enviase un telegrama a Inglaterra.
Enterado pérdida joyas. Hablaremos a mi regreso. Deja que policía se encargue. Muy molesto.
Cuando regresara a Inglaterra mi esposa me escucharía, era poco probable que las joyas se recuperaran y no quería ver la cara de decepción de mi padre al contarle. No había sido mi mejor día, al menos al día siguiente iría a cabalgar, y eso me ayudaría a calmarme.
Me fui a dormir sin imaginar todo lo que estaba a punto de desatarse.
Continuará...
