EL DESTINO DE DOS CORAZONES.

Por Lady Nadia de Grandchester.

(Los personajes pertenecen a sus autoras Misuki & Igarashi)

Prólogo

La colina de Pony se alzó frente a ella y Candy corrió por sus laderas, como tantas veces lo hizo de niña. Cuando finalmente alcanzó la cima, se detuvo y fijó su mirada en el horizonte, encontrándose con el rostro de aquellos que ya no estaban junto a ella. Frente a sus ojos desfilaron Anthony y Stear, que tenían ya un lugar entre los ángeles, tan sonrientes como los recordaba, Patty con su ingenua sonrisa y a quien esperaba volver a ver algún día, y finalmente Terry, provocando un vuelco en su corazón con su sólo recuerdo. Pero, eso era algo que ya no podía permitirse en vista de lo que acababa de enterarse al momento de su llegada al hogar de Pony. Una noticia que había evitado mirar cuando pasaba frente a los puestos de periódicos y que sin embargo presentía. Una noticia de la cual, su amiga Annie la había hecho partícipe, al enseñarle una revista que tenía por encabezado principal algo de lo que todos los admiradores del buen teatro hablaban. Y era el hecho, de que después de un misterioso retiro, Terry Grandchester se había reincorporado a las filas de la compañía Stratford para beneplácito de críticos y admiradores. Una foto era el complemento de dicho encabezado, una foto en la que Terry aparecía acompañado por una sonriente Susana Marlowe

Para Candy, esa era una señal inequívoca de que él había regresado con Susana para cumplir su promesa y permanecer a su lado. Había llegado el momento de la despedida y Candy sabía que tenía que hacerlo, para poder seguir adelante con su vida. Así que, armándose de valor, se sostuvo de pie sobre la cima de la colina de Pony, y le dijo adiós a Anthony, a Stear, y muy a su pesar, a Terry Grandchester.

-Terry ha vuelto con Susana...espero que sea feliz.

Candy cerró los ojos, tratando de contener las lágrimas que pugnaban por salir. Sin embargo, no quería llorar más por él. Sus destinos estaban trazados y por mucho que le doliera, sabía que no volverían a entrelazarse más. Exhaló hondo y profundo para tranquilizarse, cuando a sus oídos escuchó una música familiar. Parecía un montón de caracoles arrastrándose y Candy volvió su vista para encontrarse con la visión de alguien que no esperaba volver a ver. Frente a ella, se encontraba un muchacho que había habitado en sus recuerdos por mucho tiempo. Y sin embargo ahí estaba, ataviado con el kilt que recordaba y sosteniendo entre sus manos, ese saco de grillos al que conoció con el nombre de gaita. Sus ojos se detuvieron en el tartán que el muchacho portaba, al darse cuenta de que era el mismo que había visto en Anthony, Stear y Archie, en aquella primera fiesta a la que asistió en la mansión de Lakewood. En ese momento, tuvo la certeza de quien se trataba.

-Candy...eres mucho más linda cuando ríes que cuando lloras.

Al escuchar esa frase, Candy sintió como de pronto el tiempo se detenía. Era su príncipe de la colina, el que tanto buscó y que siempre había estado a su lado.

-Albert...

Candy corrió a su encuentro y Albert la recibió con los brazos abiertos. El príncipe de la colina, Albert y el tío abuelo William, eran uno mismo. Y ante ese descubrimiento, Candy pudo aliviar, aunque fuese un poco, la tristeza que venía sintiendo.


La comida que siguió en el hogar de Pony, estuvo llena de buenos momentos para Candy. En compañía de sus seres queridos, compartieron anécdotas, excelentes platillos y un delicioso pastel de chocolate elaborado por la señorita Pony. Al caer la tarde, Archie y Annie se despidieron de Candy, prometiendo que la visitarían, mientras que Tom y Jimmy, se marcharon a sus respectivas granjas. Solamente Albert permaneció junto a ella.

-¿Te gustaría dar un paseo, Candy?

La muchacha asintió y juntos enfilaron sus pasos hacia la sombra del padre árbol. Se sentaron sobre la hierba y por unos instantes permanecieron en silencio, hasta que Albert se decidió a romperlo.

-Entonces, ¿estas decidida a quedarte aquí?

Candy asintió levemente y giro su rostro para mirarlo a los ojos.

-Después de lo sucedido con Neil, creo que es lo mejor para mi en estos momentos.

Albert le concedió la razón en ello. Sabía por la señora Elroy, que los Legan tenían planeado mudarse a Florida, pero no tenía la absoluta certeza de que esos planes se hicieran realidad. No quería exponer a Candy a un enfrentamiento con ellos, en caso de que llegasen a encontrarse en el tiempo que él estuviera ausente.

-Tengo que decirte que estaré fuera del país por un tiempo. Al tomar mi cargo como jefe de la familia, también tengo que asumir las responsabilidades del mismo.

Candy tuvo que esforzarse para no mostrar la desilusión que sintió ante esa noticia. Albert la mantenía en pie y con su sola presencia la ayudaba a salir adelante, olvidando por momentos la tristeza que le embargaba. Era una ironía que siempre que lo acababa de encontrar, él tuviera que marcharse de nuevo.

-¿Me escribirás?

-¡Claro! Te enviaré una postal de donde me encuentre.

Esa noche, Albert se marchó del hogar de Pony, dejando a Candy bajo el cuidado de sus madres de crianza. La muchacha vio como el coche se iba convirtiendo en una mancha en el camino hasta desaparecer por completo. Albert se había ido y con él, también se iba el bastón del que se sostenía desde aquella fría noche de invierno. Si bien, esa tarde le había dicho adiós, no era nada fácil sacar a Terry de su corazón. Le dolía saberlo lejano y ajeno. Le dolía saber que no estaría más junto a ella. Le dolía pensar en todos los sueños que no llegaron a concretarse. Le dolía tanto, pero no podía sucumbir al sufrimiento. Ya no. Tenía que ser fuerte y debía tratar de olvidar a Terry Grandchester.


Los días pasaron para convertirse en semanas, y pronto, las cartas de Albert comenzaron a llegar. Le hablaba de los lugares que iba conociendo y en ocasiones en lugar de cartas, llegaban postales típicas del lugar en que se encontraba. La última que había recibido, provenía de Brasil, un lugar que Albert describió tan exótico como caluroso.

Candy se encontraba en el jardín trasero cuidando de dos niñas pequeñas que jugaban animosamente. No pudo evitar el verse reflejada en ellas y sonrió al recordar los juegos que compartió en ese mismo lugar junto a su querida Annie. Tenía que reconocer que le hacía mucho bien estar en ese lugar que le llenaba de paz y tranquilidad. Era sin lugar a dudas, el mejor bálsamo para sus heridas.

La señorita Pony la llamó desde la ventana y Candy se acercó hacia donde ella se encontraba.

-Te llegó una carta.

Candy tomó el sobre que la señorita Pony extendió hacia ella. Sonrió abiertamente al pensar que era una carta más de Albert, pero su rostro cambió de color al darse cuenta del remitente.

-Susana Marlowe...

La muchacha se dirigió a su habitación y depositó el sobre en la mesita de noche. La miró por largo rato, preguntándose que era lo que Susana le había escrito. Estuvo a punto de botarla en el cesto de basura, pero finalmente pudo más su curiosidad y se decidió por abrirla para conocer su contenido.

Querida Candy:

Espero te encuentres bien. Lamento mucho la forma en la que tuviste que dejar Nueva York. Ahora yo sé en donde está el corazón de Terry. Lo único que me queda es esperar que algún día él se enamore de mi. Ya no puedo caminar en lo absoluto y ahora me doy cuenta que Terry es mi vida y alma. Yo esperaré a su lado para siempre, si eso es lo que debo hacer.
¡Lo amo tanto! Siempre estaré a su lado para cuidarlo.

Susanna

Leyó varias veces el pequeño texto que significa una nueva puñalada en su dolorido corazón. La sostuvo entre sus manos por algunos momentos, sintiendo como ese trozo de papel le quemaba con su tacto. En ese instante sintió aflorar un sentimiento que desconocía y que siempre había tratado de mantener lejos de ella. Odio. Odió a Susana por enviarle esa carta. La odió por permanecer a lado de Terry a sabiendas de que no la amaba. La odió por restregarle que nunca lo dejaría. Las lagrimas inundaron sus ojos y buscó como desesperada papel y lápiz. Cuando finalmente encontró lo que buscaba, recordó el preciso momento en que Susana había intentado quitarse la vida para evitar que Terry continuara sufriendo por su causa, y sintió como su alma se resistía a albergar ese sentimiento tan oscuro por ella, por la mujer que había salvado la vida de Terry. Todo era tan confuso que necesitaba desahogarse con algo, y si Susana había hablado, ella también tenía mucho que decir. Tomó asiento y se dispuso a escribir una respuesta para la carta de Susana.

Querida Susana:

Yo estoy bien, pero debo confesarte que sentí odio hacia ti cuando lograste que me fuera del hotel en Chicago. En ese entonces pensé que yo lo amaba más que tú...Luego cuando fui a New York y me enteré del accidente y de que habías perdido tu pierna y tu sueños y aún más, cuando casi te suicidas por mí y por Terry, fue entonces que supe que en verdad lo amabas desde el fondo de tu corazón. En ese momento supe lo que debía hacer.

Luego, cuando me enteré que Terry dejó el grupo de teatro, me di cuenta de que ustedes eran los que tenían problemas y no yo. Tengo la única carta que me enviaste y la leo una y otra vez. En ocasiones veo tu foto en las revistas en algún artículo y siempre se te ve tan sonriente. Ahora sé que tomé la decisión correcta. Cuida mucho de Terry, me alegra ver que ya es un gran actor. Ahora él ya esta en mi pasado y yo no vuelvo la mirada atrás. Sé que algún día nos veremos nuevamente los tres, tal vez cuando ya seamos ancianos y nos reiremos mucho todos juntos. Cuida mucho a Terry.

Candy.

Sintiendo que no era suficiente esa respuesta, Candy tomó otra hoja. Por su propio bien, tenía que hacerles saber que ella estaba bien, que había seguido con su vida y que el pasado había quedado atrás. Acomodó la hoja y escribió una carta más, quizás la última que le enviaría a él.

Querido Terry:

Me alegro mucho de ver que ya eres un gran actor en Broadway. Leo en revistas acerca de tu éxito, siempre supe que llegarías muy alto. Por favor, cuida mucho de Susana, ella te ama tanto. Yo estoy muy bien, tú ya estas en mi pasado y me alegro mucho de haberlos conocido a ti y a Susana. Te deseo la más grande de las felicidades.

Candy.

Candy tomó las dos hojas, las dobló con cuidado y las metió en su respectivo sobre. Enseguida escribió los destinatarios y las dejo sobre la mesita. Hacía rato que había oscurecido, por lo que se pusó su pijama y se metió entre las sábanas. Cerró los ojos y su mente caprichosa no le permitió pensar en otra cosa que no fueran Terry, Susana y el triangulo que junto a ella conformaban. Una vez más se dio cuenta de que no existía futuro para ellos, eso era algo que ya sabía desde que bajó por las escaleras del hospital San José. Ese día, cuando él intento retenerla, supo que también la amaba tanto como ella lo amaba. Por desgracia, el amor que sentían no era suficiente para mantenerlos unidos. Tenía que dar vuelta a la hoja y aunque lo amara, no podía permitirse el seguir sufriendo por ese amor. La carta de Susana representaba el cerrojo final a la historia que comenzó una noche de bruma en la cubierta del Mauritania.

Esa noche, Candy no pudo dormir.


Con los primeros rayos de la mañana, Candy salió a por la puerta principal de la casa hogar. Llevaba en el bolsillo de su vestido las dos cartas y esperaba la llegada del cartero para poder enviarlas. Cuando finalmente apareció por la vereda el señor Robert, Candy se acercó hacia él.

-¡Buen día, señor Robert!

-¡Buen día, Candy! Has madrugado. ¿Tienes cartas para enviar?

Candy llevó su mano dentro de su bolsillo y dudo por unos momentos. Se dio cuenta que las resoluciones tomadas la noche anterior, ya no eran tan fuertes. Deslizó su mano de entre su bolsillo y suspiró profundamente.

-No señor Robert...este día no hay cartas por enviar...

Continuará...

Nota de la autora:

¡Hola chicas!

Después de muchos meses de ausencia, aquí me tienen con una nueva historia que comienza inmediatamente después del capitulo final del anime.

Espero que sea de su agrado y sobre todo, espero contar con su apoyo.

Debo aclarar que las 3 cartas incluidas en el presente texto, pertenecen a las novelas escritas por Kyoko Misuki y publicadas por la editorial Kodansha Ltd en el año de 1979.

¡Muchas gracias por leer!