Remus ha sido uno de mis personajes favoritos desde que leí "Harry Potter y el prisionero de Azkaban". Siempre deseé profundizar algo más en su relación con el resto de los merodeadores. Puede que en algún detalle temporal esta historia no coincida con la de JK Rowling, no lo he comprobado. Os ruego que seáis comprensivos, el español no es mi lengua materna y éste es mi primer fanfict. Por favor, dejad comentarios, me gustaría mucho saber qué os ha parecido. Por favor, decidme también si os parece que el capítulo es muy largo o muy corto, cualquier observación será bienvenida. La publicación de este capítulo es producto de un ataque de locura repentida que me ha dado esta noche. Quizá lo borre dentro de un rato...
Parte 1: Criaturas peligrosas.
La noche era fría, pero las calles estaban repletas de gente que quería aprovechar las últimas horas del día de Halloween. El viento helado hacía ondear los bajos de su túnica y le hacía estremecer, mientras se ajustaba mejor la raída capa de viaje para que le cubriese por completo el cuello. La indignación se apoderaba de su mente, mientras un sentimiento de profunda soledad e impotencia empujaba dos cándidas lágrimas a salir de sus ojos. Agradeciendo la privacidad que le aportaba la oscuridad, las dejó caer, demasiado cansado para elaborar la máscara de serenidad y dulzura que exhibía en público, delante de sus amigos. Amigos... demasiada carga en su cabeza para pensar en un problema más. Intentaría pasar eso por alto por una noche y ocuparse únicamente por encontrar algo de comer.
Ni siquiera en circunstancias normales habría admitido delante de sus amigos que había pasado las últimas semanas alimentándose de pasta y arroz, o que sobrevivía a base de pan duro que adquiría en las panaderías a mitad de precio. Lily se habría desvivido por convencerle de que fuese a vivir con ellos hasta encontrar otro trabajo, y tras recibir una negativa, James le habría reprochado su orgullo, para picarlo y hacerlo cambiar de opinión. Hasta ahora había dado resultado. Pero esas estancias acababan por alargarse demasiado, puesto que el nuevo empleo nunca llegaba, y él era consciente de que sus amigos acababan añorando los momentos de privacidad que no podían disfrutar con él en casa, y eso lo hacía sentirse incómodo. Ahora, no obstante, habría dado cualquier cosa por poder pedirles los restos de la cena. Aunque eso estaba totalmente descartado. Sirius había contestado con evasivas a todos sus intentos de que le revelase la ubicación de la casa de los Potter. El encantamiento Fidelio escondía a dos de sus mejores amigos y al hijo de éstos de forma eficaz e impenetrable. Sólo quería aclarar las cosas, hablar sobre su última discusión, pero Sirius no parecía estar dispuesto a colaborar. "James, Lily y Harry estarán más seguros si el número de personas que conoce su ubicación es el mínimo posible" había dicho, cortante. ¿Significaba eso que no iba a poder verlos hasta que Voldemort fuese derrotado? ¿Podía ser posible que desconfiasen de que él pudiese revelarle a alguien su escondite? ¿Habían pasado sus amigos de llamarle hermano a creer que era el espía que pasaba información sobre ellos a Voldemort? Un escalofrío recorrió su espalda al pensar en Harry, el pequeño y dulce bebé que tantas veces se había dormido en sus brazos. Le dolía pensar que no podría volver a verlo en semanas, quizá meses, pero la simple idea de verlo morir a manos de Voldemort le helaba la sangre.
Entre recuerdos entrañables de momentos pasados con el pequeño Harry, Remus buscó las llaves de la casa de sus padres en un bolsillo interior de la túnica. Antes de entrar tiró al cubo de la basura un montón de currículums que no habían sido ni tan siquiera aceptados, e intentó no pensar demasiado en las frases que había recibido aquella tarde para justificar su rechazo, a pesar de ser un empleado mucho más preparado que otros aspirantes.
-"Lo sentimos, su currículum es ciertamente espectacular, pero no podemos permitirnos asumir el riesgo que supone contratarle"
-"Lamentándolo mucho, debemos abstenernos de contratar los servicios de empleados que puedan suponer un riesgo para los clientes o el resto de trabajadores"
Algunos eran mucho menos educados.
-"Desgraciadamente, la normativa de la empresa impide la contratación de criaturas peligrosas"
-"Por favor, abandone las instalaciones. La oferta de trabajo es sólo para humanos"
Otras reacciones podrían incluso haberle divertido si no sintiese tanta hambre como en aquel momento.
-"¿Como? ¿Ha dicho usted que es un hombre lobo? ¡SOCORROOO! ¡SEGURIDAD!
Tras cerrar la puerta tras de sí y quitarse la capa, tanteó a oscuras el camino hacia la cocina. En una alacena encontró un trozo de pan que el día anterior ya era del día anterior. Lo mordisqueó intentando no pensar en nada, pero no tuvo demasiado éxito. Todo el mundo que lo conocía, pero que ignoraba su verdadera condición, afirmaba que era un tipo agradable y simpático. Ninguno podría llegar a sospechar ni de lejos el secreto que escondía. Nunca había hecho daño a nadie, ni como lobo ni como persona. Aún así, la gente le tenía miedo. Algunos consideraban que no era humano. Aquello dolía. ¿Era humano, realmente? Un humano normal no puede convertirse en lobo... Pero él se sentía humano, sufría como un humano, amaba como un humano y necesitaba sentirse respetado y querido como un humano. El rechazo, la discriminación y el abuso al que lo sometían acababan con él poco a poco, destruyendo sus ganas de vivir. Él no había escogido aquello. Daría todo el resto de su vida por poder vivir un día como una persona normal, por ser humano otra vez.
El pan se acabó demasiado pronto. Subió a su habitación e intentó dormir, pero no podía hacer más que rebullirse en la cama, incómodo. Pensó en James, Lily, Harry, en lo mucho que los echaba de menos. Pensó en Sirius, no sabía qué mosca le había picado ni qué problema tenía con él, pero seguía queriéndolo muchísimo. Pensó también en Petter, despistado y olvidadizo como siempre, escondido y seguramente muerto de miedo por la situación de peligro en que se encontraba cualquier miembro de la Orden y cualquier persona en aquel momento. Mordiendo las sábanas para no llorar de angustia y de hambre, acabó por quedarse dormido.
