AVISO LEGAL: Ya saben lo que hay que decir. La obra y los personajes son de quienes son. Evidentemente, si fueran míos, la cosa hubiera sido distinta (y mucho peor)

Nota del que escribe esto: Muchos van a odiarme después de escribir esto. Que se ... Cuando te pilla la inspiración hay que soltarla. Es una pareja inédita en el dominio. Tendrá dos capítulos y confio en poder terminarla al volver.


BALLO IN MASCHERA

Llovía en Londres. Había llegado con retraso y el andén 9 y ¾ ya estaba vacío y el tren a punto de partir. Todo el mundo ya estaba en su asiento. Subí y buscando un compartimento, abrí una puerta entornada y descubrí a alguien tirado de cualquier manera sobre el banco. Iba vestido de forma completamente inadecuada. La penumbra dejaba ver su túnica negra manchada, muy manchada. "Lucía" debajo debajo de la túnica unos viejos vaqueros desgastados. Calzaba unas deportivas sin calcetines. Levanté un poco la vista y descubrí a Potter "el-niño-que-vivió". El que me faltaba por ver. Dormido como un tronco. Unas ojeras oscuras destacaban en un rostro mal afeitado. Le asomaba una botella del bolsillo. Lógico, los héroes siempre son previsibles. Me recordaba al viejo profesor Lupin en sus peores días.

Me llamo Astoria Malfoy. Siempre sé lo que quiero. Y lo busco en la forma más directa. Como en este caso, para un problema extraordinario se necesita una solución extraordinaria. Pero el problema que en ese instante me sacaba de quicio es que ese bulto pudiera dar clases a mi hijo. Desde que tuve conocimiento del problema, moví algunos hilos y el mismo día conseguí que el Consejo Escolar me encargara un trabajo discreto. Algunos padres (en realidad una sola madre) se habían quejado del bajo nivel de algunos profesores. Scorpius cursaba su último año. De ninguna de las maneras permitiría que su expediente tuviera una mancha. Me presentaría allí y exigiría un nivel adecuado al personal. El que no lo diera, sería puesto en la puerta. Y todos contentos.

Nadie me esperaba así que no hubo comité de recepción. Tanto mejor. Me presenté a la vieja Mcgonagall con la carta del Consejo. Me ordenaban que supervisara las instalaciones y la enseñanza impartida. Le dije que no toleraría trabas a mi trabajo. Minerva no tenía ni un pelo de tonta y a los dos segundos ya sabía a qué había venido.

- Su hijo ha aprendido mucho estos meses, Sra. Malfoy. Y aprecia mucho a su profesor.

- No me interesa el aprecio, Sra. Mcgonagall. Scorpius debe tener lo mejor. No podemos admitir que tenga que aprender cuales son los efectos del alcohol en su profesor.

- Debería ser consciente de lo mal que lo está pasando el Sr. Potter. Su situación…

- No me interesa tampoco. Le comprendo, pero no será mi hijo el que lo pague. Potter siempre ha sido previsible. Era normal que reaccionara así. Lo que no es normal es que le asignaran este trabajo. Quizá cuando lo haya superado…

- Aunque no lo entienda, es el mejor, incluso en estas circunstancias.

- Ya no es su alumno favorito, Sra. Mcgonagall. Es alguien con unas responsabilidades.

- ¿Mayores de las que tuvo que asumir…? Lo dudo, Sra. Malfoy.

- Discúlpeme. Tengo trabajo. Esta misma tarde empezaré las visitas a todas las instalaciones. ¿Sigue el Sr. Hagrid aquí? Mañana voy a asistir a las clases de Potter.

- Bien. Esta noche hay un baile de máscaras. Naturalmente, está invitada.

La directora siempre quería decir la última palabra.


Las rubias clasificadas como guapas y tontas no dejamos pasar nunca ni una fiesta ni un baile, y más con disfraz. Un baile con trampa porque Mcgonagall habría corrido la voz de que una serpiente retorcida y venenosa había venido a Hogwarts para echar unos cuantos profesores y muchos ojos estarían pendientes de mí.

El Gran Salón se había ambientado como un palacio veneciano del siglo XVIII. Escogí un vestido verde de época con un gran escote y una peluca blanca. Cubría mi cara con una máscara. Notaba bastantes ojos pendientes de mí, pero la mayoría de los masculinos intentaban deslizarse por mis hombros e intentar meterse dentro de mi traje. A los treinta y bastantes se agradecen estos detalles. Suben la autoestima. Me estaba encantando. Tomé una copa de champagne de la bandeja.

La estrella de la fiesta era mi hijo, bastante reconocible bajo su disfraz de mosquetero. A su lado… increíble, … el hijo de Potter. Se pavoneaban intentando deslumbrar a un par de chicas. Después intentarían llevarlas al jardín. Estaban en la edad. Nunca había entendido esa amistad de mi hijo, pero al verles tan entretenidos empecé a tolerarles.

Retrocedí para que no me reconocieran y en el movimiento choqué contra lo que me pareció un muro. El tercer mosquetero. Unas fuertes manos me sujetaron para evitar mi segura caída quedando su rostro a escasos centímetros del mío, protegidos por las máscaras. Por un momento quise besarle. Ver las miradas de esos hombres sobre mí me había excitado y una parte de mí deseó hacer la locura completa y que ese desconocido me poseyera en el jardín. Sin conocerme, sin compromisos, sin condiciones.

No era ningún joven. Lo que no cubría la máscara era un rostro maduro, bien afeitado, con unos labios finos, y que olía muy bien. Una voz amable.

- ¿Puedo ayudarla, Sra.?

- Si, necesito un compañero de baile, mosquetero. ¿Cómo os llamáis?

- Richard a sus órdenes, milady.

Mentía bastante mal, pero no me preocupaba. Necesitaba que no se fijaran en mí y bailando llamaría menos la atención que rondando alrededor de la fiesta. Y Richard no dejaría que otros se me acercaran. Lo supe desde el primer momento. Me llevó galantemente de la mano hasta el centro de la pista mientras la orquesta empezaba a tocar. Todo correcto y nadie me observaba. Pero los roces de mi poco experto compañero no apagaban el fuego que había encendido. Él rompió el silencio.

- Milady, tenéis una piel suavísima.

- Y vos una lengua de trapo, Richard.

Sin darnos cuenta, nos encontrábamos en un rincón poco iluminado de la pista. Él acercó sus labios suavemente a los míos. Sabían a brandy. Sin dejarme pensar, los deslizó suavemente por mis hombros, mientras que su mano descendía desde un casto lugar en mi cintura hacia otro más abajo. Su tacto me ardía. No podía seguir así.

- Vamos al jardín, mosquetero.

Le llevé de la mano. El invernadero seguía en su sitio, tantos años después. El sillón de bambú también. Como en un sueño. Richard metió las manos dentro de mi vestido buscando mis zonas más excitables. Apartó la prenda que las cubría para encontrarlas. Estaba más que preparada. Me acarició suavemente. Colocó mis piernas sobre sus hombros y sin más, entró dentro de mí. Lo deseaba y empecé a gemir al compás de sus movimientos. Quería vengarme de lo que me estaba pasando. Gozar de esta forma de desquite. Mis gemidos se unieron a sus sollozos. Necesitaba sexo desde hacía meses. Pero mi mosquetero todavía estaba más ansioso que yo. A los pocos minutos ya noté como quería venirse. Le hice salirse y colocarse boca arriba para cabalgarlo furiosa. Oía el "paf, paf" cuando nuestros cuerpos chocaban. La humedad de nuestra unión. Impuse mi ritmo. Dominar a ese desconocido me excitaba más todavía. Me mordí los labios para no gritar con todas mis fuerzas. Se derramó dentro de mí mientras me convulsionaba entre espasmos de placer. Le oí pronunciar unas palabras que no entendí.

Me levanté y nos miramos bajo las máscaras. Rozó mis labios de nuevo.

- ¿Volvemos al Salón, milady?

- Llámadme Antínea.

Me recoloqué el vestido. Oí una voz acercándose y no pude darme cuenta de nada más. Una capa me cubrió completamente. Pensé por un momento en un secuestro y, francamente, no era mi peor pesadilla ni mucho menos.

- ¿Quién anda ahí?

- ¿Eres tú, James?

- ¿Arreglando plantas a estas horas, "papá"? recalcando las palabras.

Richard no contestó.

- ¿No quieres decirme que estabas haciendo ahí?

- No.

- Eres un…

- Puedes decirlo para que todos lo oigan. Soy un desgraciado al que su mujer le ha dejado y que no puede ver a su hija ¿Y qué estás haciendo aquí tú?

- Vine a verte. Lily está bien pero te añora. Me envió una lechuza. ¿Sabes dónde están?

- Si, James. Lo sé.

- ¿Y no te importa?

Oí unos pasos y un gemido ronco, como si agarraran a alguien por el cuello.

- No olvidaré nunca a tu madre y la amaré hasta mi último suspiro. Y si eso significa dejarla ir, también.

- ¡Se ha vuelto una zorra!

Oí una sonora bofetada.

- ¡Tu madre te llevó en su vientre, te dio de mamar y te cambió los pañales! Ya me has dicho lo que querías decirme. James, lo importante de verdad es que tu madre y Lily esten bien. Lo demás, importa menos... Vete.

No podía creer lo que me estaba pasando estos últimos meses. Salgo por cuestiones de mi trabajo en el Departamento de Asuntos Exteriores a una misión diplomática en Estrasburgo durante dos meses. Cuando vuelvo me encuentro en casa a mi marido completamente desconocido y desquiciado, a una zarrapastrosa tan desquiciada como él y a una niña pelirroja llorando. No quise saber nada. Sin deshacer las maletas, me fui a casa de mi madre.

Allí me encontré con mi hijo. Con esa rabia fría que me recuerda al abuelo, me dijo que sólo volvería a casa conmigo, pero que toda la culpa era mía por no dedicarles tiempo a su padre y a él. También que por mi culpa su amistad con Albus Potter puede irse al garete. Ah, y que ahora Potter es su profesor de Defensa contra las Artes Oscuras.

La vida obliga a maldades heroicas. La solución hay que encontrarla en la raíz del problema. Y vete aquí que acabo de tirarme al marido de la zarrapastrosa que encontré en mi casa. Me ha gustado y si la cosa sigue pienso repetir. Stop, Astoria. Rebobina. ¡Te has follado a Harry Potter! ¿Pero no tenías que hacer que lo despidieran? ¿Y HAS DICHO REPETIR?

Salí corriendo de debajo de la capa de invisibilidad y no pare hasta mi habitación a esconderme dentro de mi cama.


Hay gente que medita sentado, otros paseando, algunos bebiendo hasta caer desvanecido. A mí me gusta la ducha. Dicen que después de ser infieles, las mujeres sentimos un ataque de culpabilidad. No lo sabía y no era mi caso. Yo estaba eufórica. Quizá porque no me sentía infiel del todo. Había utilizado a un hombre desconocido para darme placer y venganza. Pero resultó ser Potter.

¿Qué pasaba con Potter? Éramos más parecidos de lo que aparentaba a simple vista. Los dos previsibles. Siempre con las ideas claras y siempre se sabe como reaccionaremos. Potter busca arreglar el mundo y yo un status social para mí y mi familía. Y por el camino más simple. Siempre lo entendí así. Por eso nunca discutimos. Lo único que no entendía era como podía seguir defendiendo a esa zorra de Weasley.

Tenía que confesar que aunque no me había ido mal del todo, le envidiaba algo. Empezando por lo más inmediato, me gustaría poder hablar a mi hijo como lo hacía él. Lo intentaría. Pero lo que más, era su hija pequeña. Sabía que se llamaba Lily. Cuando vi a esa niña en mi casa pensé que mi marido había acogido una pequeña. No me hubiera importado. Pero lo que quería de verdad era volver a ser mamá... Stop, Astoria, no corras tanto.

Me vestía cuando oí llamar a mi habitación.

- ¿Puedo pasar, mamá?

- Claro, Scorpius. Estoy en el baño. Entra y espera un momento.

Salí y besé a mi hijo. Tenía que mejorar mi relación con él. No dejaba de sorprenderme lo que había crecido esos dos meses. Revolví su cabello rubio.

- ¿Qué pasa, hijo?

- Mamá, perdóname por lo que te dije el otro día. No es culpa tuya lo que nos está pasando.

- Scorpius. Cuando me casé con tu padre sabía como era y lo que ha pasado entraba dentro de lo posible. Pero lo que me importa es lo que quieres tú, hijo. ¿Qué quieres?

- Quiero que volvamos a casa. Papá es un… pero lo arreglaremos. Estoy seguro.

- Seguro que sí. Pero tenemos que estar juntos. Y algunas cosas tendrán que cambiar.

- Mamá, tampoco quiero verte sola.

- Nunca estaré sola. Te tengo a tí. ¿Bajamos a desayunar?

- Claro. Mamá… ¿es verdad que has venido para que despidan al profesor Potter?

- ¿Y por qué debería importarte, Scorpius?

- Mamá… estos meses que lo he conocido mejor… creo que hace muy bien su trabajo. Incluso nos está enseñando el sortilegio "Fulgor" que sólo emplean los aurores.

- Scorpius… lo ví ayer mismo completamente borracho en el tren.

- No, mamá… Yo no sé lo que hace fuera del colegio, pero te aseguro que en las clases está completamente sobrio… ¿Qué haces aquí, Albus?

- Vine a buscarte. Buenos días, Sra. Malfoy.

Su amigo Potter Jr. había llegado. No sabía qué había podido escuchar. Cerré la puerta y bajamos al Salón.


Potter estaba en el Salón. Perfectamente vestido y afeitado. Recordaba mucho más al mosquetero de la fiesta que al bulto del tren.

- ¿Dónde te habías metido, Albus?

- Fui a buscar a Scorpius, papá.

- Buenos días, Sra. Malfoy. Supongo que te preferirás desayunar con tu madre, Scorpius.

- Es un placer, Sr. Potter. Le veo más tarde en su clase.

Ya dije que determinados problemas exigen maldades heroicas. El joven Albus no notó como le deslicé un micrófono, cortesía del Departamento, en el bolsillo.

- Papá, he oido que la Sra. Malfoy ha venido para que te echen.

- No te creas todo lo que dicen. Lo que me preocuparía sería que no te gustaran mis clases.

- Todos están encantados, papá. Pero dime que nos está pasando. ¿Por qué mamá nos está haciendo esto?

- No lo sé. Hace unos meses, tu madre quiso hacer un curso sobre pociones. Bien, asistía a los cursos y cuando volví de una misión hace dos meses me la encontré haciendo las maletas y diciendo barbaridades de mí. Quería darle una sorpresa y decirle que por fin me habían concedido el traslado a Hogwarts. No me dejó hablar. Se fue y se llevó a Lily.

- ¿Esa misión al Caribe, papá? ¿Y no leíste los periódicos? Decían que habías tenido un romance con una modelo de por allí.

- Nunca leo los periódicos.

- Bueno. Mamá y Lily se fueron a casa de Malfoy. Era su profesor del curso. Lo que sé es lo que cuenta el elfo a Scorpius. Él está tan cabreado como yo. Lily dice que quiere volver con nosotros porque mamá se ha vuelto loca. Mamá a veces llora y a veces parece llevar una vida normal.

- Gracias, hijo.

- ¿Qué haremos, papá?

- Mamá está confundida.

- ¿Y si no quiere volver?

- Tendremos que seguir adelante, Albus.

Les veía de lejos mientras les escuchaba. Así que era eso. La pelirroja tenía alguna factura pendiente a Potter. Pero ¿y mi marido? Pensé en la peor de las hipótesis para poder descartarla.

- ¿Hijo, sabes si papá tenía una carpeta azul con la indicación del Dr. Schneider?

- Si. La encontré y se la di. ¿Es importante, mamá? Es que después se comportó muy raro conmigo

- Si, pero no tanto. Tendremos que esperar.

Disimulaba con Scorpius. La noticia era pésima. Draco había encontrado los resultados de los análisis de 18 años atrás y pensó lo peor.

Fin del capítulo 1.