LLEGA LA CARTA MISTERIOSA
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Sé lo que estáis pensando...
"Otro fic más de Leyendo..."
Mi tarea, es haceros cambiar de opinión...
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Harry acababa de reencontrarse con sus amigos en la cena de fin de curso, estaba muy feliz de estar allí con ellos, de nuevo los tres juntos.
Después de pasar una semana en la enfermería, aunque él sólo recordara un par de días, había deseado mucho ese reencuentro.
El Gran Comedor se convirtió en una verdadera fiesta cuando, el director, comunicó que Gryffindor había ganado la Copa de las casas gracias a unos puntos extras de última hora conseguidos por Harry y sus amigos.
Puntos otorgados, tras valorar, su emocionante y peligrosa aventura a través de la trampilla.
Todos, salvo unos pocos Slytherin, celebraban entres risas y bromas el final de curso, hasta que un estallido resonó en todo el Gran Comedor.
Un paquete y una carta, aparecieron de la nada, y cayeron sobre la mesa de los profesores.
Todos los profesores y algunos de los alumnos de sexto y séptimo levantaron las varitas, mirando al resto de los alumnos, y a cada rincón del Gran Comedor, buscando la amenaza.
Dumbledore abrió el sobre con cuidado, y tras leer el pergamino se levantó y aclaró su garganta, dirigiéndose a todos los alumnos y profesores, que lo miraban ansiosos, queriendo saber qué estaba pasando.
- Queridos profesores y alumnos de Hogwarts hemos recibido un aviso del futuro... A continuación les leeré la carta que ha llegado junto al paquete... - dijo el profesor, con un brillo de emoción centelleando en sus ojos.
¡Hola Hogwarts!
Ya podéis bajar las varitas que no estáis en peligro, al menos no de momento.
En breves momentos aparecerán unas personas ante vosotros, están ahí para que leáis los libros que contiene este paquete.
En unos pocos años más tendréis que enfrentaros a la peor amenaza de vuestras vidas, Voldemort.
Venceréis, pero se perderán muchas vidas en el camino.
Por eso queremos daros la oportunidad de salvar tantas vidas inocentes, y la clave se encuentra en siete libros, libros que os enviamos para que leáis con atención.
No sólo se trata de salvar vidas, también hay muchas almas que salvar.
Y hablando de almas, hay tres almas, atormentadas y castigadas, invitadas a la lectura, ahora tendrán la oportunidad de torcer su injusto destino, y así poder ser, por fin, felices.
Abran sus mentes y no juzguen hasta haber escuchado la verdad, y recuerden que no todo es lo que parece.
El tiempo se detendrá en los terrenos de Hogwarts y nadie se podrá marchar mientras dure la lectura.
Harry tomará la decisión de leer estos libros, ya que están escritos desde su punto de vista y en sus páginas se reflejan sus pensamientos más íntimos y sus más duros momentos.
Buena suerte a todos
Pd: Harry, hay alguien que se muere por abrazarte; pero que no se atreve a acercarse a ti, cuando descubras quién es, abrázalo tú.
Pd2: Dirígete después a tu sala común, debes ir tú solo, te espera una gran misión allí.
Mientras en el Gran Comedor aparecieron una serie de personas, muy sorprendidas, un pergamino apareció en el regazo de Harry.
¡Hola Harry!
El hechizo que hemos realizado para haceros llegar estos libros es muy complejo y poderoso, hemos tenido que ligarlo a ti para que se mantenga en el pasado, y lamentablemente, eso significa que tú sufrirás las consecuencias.
Sí decides leer, será tu energía la que mantenga el hechizo de los libros.
Te sentirás cada vez más cansado y débil a medida que avance cada capítulo, te llevará un tiempo recuperarte, por lo que recomendamos no leer muchos capítulos seguidos.
Debes comer y dormir para ayudar a tu cuerpo a recuperar esa energía perdida.
Y recuerda que, está en ti la decisión de leer, o no...
¡Suerte!
Harry guardó la carta en el bolsillo de su túnica sin que nadie lo viera y miró a los recién llegados con curiosidad.
Había una gran cantidad de pelirrojos, que supuso serían el resto de la familia Weasley.
Observó al resto de invitados, se fijó en sus gestos y miradas, intentando leerlos. Esa era una costumbre que había adquirido tiempo atrás, le resultaba muy útil para mantenerse alejado de ciertas personas.
Había una chica con el pelo rosa chicle, no parecía muy mayor, hablaba animadamente con los dos pelirrojos Weasley, que no conocía.
Le impresionó especialmente, un hombre negro muy alto con ropas tribales, había algo en él que inspiraba calma, quizás fuera su gesto tranquilo o puede que fuera su mirada pacifica.
A su lado había otro hombre, éste más mayor, con el rostro surcado de cicatrices que miraba en todas direcciones, de manera paranoica, con la varita en alto.
Y por último, un hombre castaño con aspecto cansado, y señales de antiguas cicatrices en su cara, que ahora lo estaba mirando fijamente, pero que agachó la mirada cuando vio que él lo miraba también.
- Tiene que ser él... - pensó el ojiverde.
Y sin saber muy bien, cómo o por qué, se levantó y caminó hacia él.
- Hola - lo saludó cuando estuvo delante de él.
- Hola Harry - le devolvió, el saludo,el castaño.
- ¿Me conoces?- preguntó, sorprendido, el azabache.
- Buen-no... En r- realid-dad... Y-Yooo... - tartamudeó el hombre.
Y el azabache, otra vez sin saber por qué lo hacía, lo abrazó.
El desconocido, se sorprendió al principio, pero tras unos segundos, le devolvió el abrazo, apretándolo firmemente contra su pecho.
- ¡Ay pequeño! Tenía tantas ganas de volver a verte... De abrazarte de nuevo... - le dijo el castaño, visiblemente emocionado.
- Entonces... ¿Me conoces? - afirmó más que preguntó, el niño, todavía abrazado a él, y sintiendo en su corazón un calor reconfortante, un calor que nunca antes había sentido.
- Si Harry, yo te vi nacer... - confesó el hombre, temblando un poco.
- ¿Tú me viste nacer? - se sorprendió el ojiverde, rompiendo el abrazo para mirarlo.
- Bueno, en realidad estaba en la habitación de al lado - rió el castaño, tras ver la cara perpleja del azabache.
- Entonces... ¿Tú conociste a mis padres? - preguntó Harry, con un sonrisa de felicidad cubriéndole su pequeño rostro.
Tal vez ese hombre, al que ya sentía que quería, podía hablarle de ellos... Anhelaba tanto saber de sus padres, saber cómo eran, qué cosas les gustaban, qué cosas odiaban...
- Sí pequeño, tus padres eran mis mejores amigos... Mis hermanos... - contestó el castaño, con una sonrisa triste y nostálgica.
- ¿De verdad? - preguntó feliz, el azabache.
- Creo que ya es hora de que me presente... - dijo de repente el desconocido.
- Sí, por favor... - suplicó el niño.
- Mi nombre es Remus Lupin... Soy tu tío... - se presentó el castaño, volviendo a abrazarlo - Tenía tantas ganas de volver a verte...
- Mi tío... Tengo un tío... - susurró, con un hilo de voz el ojiverde abrazado a él , sin poder creérselo todavía.
Todo el comedor observaba la escena, en silencio, la mayoría sin entender nada, pero los que querían a Harry sonreían al ver la felicidad del niño.
Fue Dumbledore el que rompió ese silencio. Se aclaró la garganta, y Remus y Harry rompieron el abrazo, todavía mirándose sonrientes, para mirarlo a él.
- Bueno,señor Potter, parece que ya ha encontrado a la persona de la que hablaba la carta... - comentó el anciano con una sonrisa.
- Sí profesor, así es - respondió Harry sonriente.
- Entonces, si le parece bien, dejaremos que los recién llegados se presenten y después podrá ir a su sala común - propuso Dumbledore.
- Me parece muy bien, profesor – asintió el niño, sin dejar de sonreír.
Los visitantes fueron pasando uno a uno y presentándose.
El jefe de Aurores, Alastor Moody, parecía un tipo duro. Tenía más cicatrices de las que Harry podría contar y un ojo artificial que lo miraba fijamente.
Kingsley,otro auror, que por lo que Harry había entendido eran una especie de policías magos, tenía una apariencia tranquila y espiritual, y una voz calmada y profunda, que le hizo sentir a Harry que todo saldría bien.
La chica de pelo rosa se llamaba Nimphadora Tonks, aunque amenazó con hechizar a cualquiera que no la llamara Dora o Tonks, era una aurora en prácticas y metamórfaga, aunque Harry no había oído nunca hablar de los metarmófagos le cayó bien al instante.
Los siguientes en pasar fueron la familia Weasley.
Harry ya había conocido a la madre, Molly, en la estación de King Kross. Era una mujer cariñosa y llena de vida, que había causado una muy buena impresión al ojiverde.
El padre, Arthur, trabajaba en el Ministerio de Magia. Parecía un tipo pacífico y bonachón, sonreía a todos, y miraba a sus hijos con orgullo y cariño.
Bill,el hermano mayor, era "guay". Para el niño no habría otra manera de describirlo: pelo largo, pendiente y una sonrisa pícara, que le recordaba mucho a los traviesos gemelos.
Harry se lo había imaginado una versión adulta de Percy, cuando Ron le había contado que trabajaba en Gringotts, pero nada más lejos de la realidad.
Charlie,el segundo de los hermanos Weasley, era un chico musculoso y atractivo con numerosas quemaduras en los brazos y con una sonrisa tierna, sus ojos azules lo miraban intrigado.
Tras un cruce de miradas, le guiñó un ojo a Harry, y su madre aprovechó que el dragonista había bajado la guardia para reñirle, como sólo una madre puede hacer, por haber elegido un trabajo tan peligroso.
- Todo el día en peligro con esos dragones fieros y malvados y lejos de casa - le recriminaba Molly, mientras lo abrazaba una y otra vez.
- Soy muy feliz allí, mamá... Y no estoy todo el día en peligro... Deberías saber que los dragones son seres incomprendidos, no fieros y malvados... - intentó tranquilizarla Charlie, aunque sabía que era imposible calmar a una madre sobreprotectora.
- Bueno Harry, creo que es hora de que vayas a la sala común, quizás después podrás tomar una decisión sobre si quieres leer estos libros o prefieres no hacerlo... - dijo Dumbledore, acallando la réplica de Molly a Charlie.
- Si, profesor, voy - dijo Harry, levantándose ansioso.
- Yo lo acompaño - se levantó Remus, de manera automática.
- Señor Lupin, debe ir solo, así lo indicaba en la carta... - lo detuvo Dumbledore.
- Pero no sabemos qué lo espera allí y... - protestó el recién estrenado tío.
- No subestime a su sobrino señor Lupin, se sorprendería de lo que es capaz... - afirmó Dumbledore mirando con orgullo a Harry.
- Tranquilo tío Remus, voy a estar bien - le sonrió Harry, con decisión.
- Esta bien, pequeño, pero no tardes - le pidió el castaño, dándole un rápido abrazo.
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Harry abandonó el Gran Comedor deseando que su recién estrenado tío le hubiese acompañado, y no porque temiese lo que se pudiera encontrar en la sala común, si no porque sentía que no quería separase de él nunca más.
Decidió acabar cuanto antes con su misión allí para volver pronto con él, así que corrió hasta su destino como si el mismo Fluffy lo persiguiera.
Cuando llegó al retrato de la Dama Gorda estaba sin aliento, dijo la contraseña entre jadeos y entró en la sala común.
Al lado de la chimenea había un hombre con un aspecto terrible. Y el hombre lo estaba mirando a él con gesto de sorpresa.
Parecía un cadáver, vestía harapos y estaba sucio, tenía pelo largo estropeado, una barba desarreglada le llegaba al pecho, su piel estaba amarillenta y sus ojos, estaban opacos, sin vida... Reflejaban cierto vacio, que hizo que el ojiverde se estremeciese.
Lo estaba mirando fijamente, su cuerpo reflejaba mucha tensión, como si estuviese preparado para atacarlo en cualquier momento.
A Harry le recordó a un león esperando el momento preciso para atacar a su presa.
Cuando estaba a punto de sacar su varita, lo miró otra vez, miró esos ojos grises y vio algo más allá, no sabía qué exactamente, quizás tristeza y desolación, o tal vez fuera el minúsculo atisbo de brillo con el que lo miraba o puede que fuera otra cosa,pero entonces lo supo, supo que no había motivo para tener miedo, ese hombre jamás le haría daño.
Se acercó a él y al mismo tiempo el hombre también se fue acercando hasta que estuvieron frente a frente, a un sólo paso, el hombre dio ese último paso muy despacio, y lo abrazó muy fuerte, tanto que el niño no se podía mover.
Y otra vez lo sintió,ese calor profundo y placentero en su corazón.
- Harry... Harry... Eres tú... Estás aquí.. Por fin.. - balbuceaba el hombre, visiblemente emocionado.
El ojiverde sintió un deja vu, otra vez alguien que parecía conocerlo... Y lo más raro, se alegraba de verlo...
- Hola... - fue todo lo que pudo decir el pequeño león.
- Hola cachorro... Tenía tantas ganas de volver a verte... Todos estos años sin saber de ti... No sabía si estabas bien... - el hombre divagaba entre frases inconexas y a Harry le costaba seguirle el ritmo.
- Perdona si soy maleducado pero, ¿quién eres? - lo interrumpió el niño, con impaciencia, pero sin olvidar su educación.
- Me llamo Sirius Black... - confesó el hombre, haciendo una pausa, y esperando ver algún tipo de reacción el niño.
- Sirius Black, vale... ¿También eras amigo de mis padres, como el tío Remus? - interrogó el ojiverde, deseando una respuesta afirmativa, así tendría a alguien más a quien preguntarle de sus padres.
- Lunátic... Remus... ¿Creciste con él? ¿Te habló de mi? - preguntó Sirius, muy ansioso, después de corregirse.
- No, al tío Remus lo conocí hoy por primera vez... ¿Entonces conocías a mis padres? - siguió Harry, tan obcecado en saber de sus progenitores, que no reparó ni en el desliz, ni en la ansiedad del hombre...
- Tus padres y Rem eran mis mejores amigos, mis hermanos del alma - confesó el pelilargo triste, algo que no le pasó inadvertido al ojiverde.
- ¿Y Remus ya no es tu amigo? ¿Os peleasteis? - preguntó el azabache curioso.
- Siéntate pequeño, hay cosas que debes saber... Aunque no sé si... - dudó el ojigris, indeciso.
- Es malo, ¿verdad? - interrogó el ojiverde, sentándose al lado de Black.
- Es la verdad que sólo dos personas saben, una soy yo y la otra... La otra lo pagará caro... -amenazó temblando de la furia, el animago.
- ¿Quieres comer algo antes? Pareces hambriento... - intentó calmarlo el leoncito.
- Bueno Azkaban no encabeza la lista de mejores restaurantes. Pero puedo esperar... - casi río el adulto.
- ¿Azkaban? ¿Qué es eso? - preguntó el niño, como siempre deseando saber.
- Azkaban no es una cosa, es un lugar... Es la cárcel de los magos... - le informó el ojigris apesumbrado, y temiendo la reacción del menor.
- ¿Una cárcel? ¿Tú estabas allí? - se sorprendió Harry.
- Si, pero no me tengas miedo por favor, jamás te haría daño... - rogó, angustiado, Sirius
- Lo sé... Lo supe en cuanto te miré a los ojos... - lo tranquilizó el azabache.
- Gracias Harry, eso es lo único que me importa... Te pareces tanto a tu padre... - suspiró, aliviado, Black.
- Me lo dicen mucho, pero que tengo... - asintió el menor.
- Los ojos de tu madre... - adivinó el animago.
- Si, eso mismo... - rió el pequeño buscador.
- Es verdad, pero yo me refería al carácter,no al físico. Tu padre fue mi primer amigo... Nos conocimos en el tren en nuestro primer año... - narró el ojigris, que parecía estar evocando ese día por su sonrisa nostálgica.
- Yo también conocí a mi primeros y mejores amigos en el tren este año - confesó, con timidez, el ojiverde.
Los dos se quedaron en silencio recordando cada uno ese momento tan feliz. Hasta que el leoncito, curioso como pocos, siguió la conversación donde la habían dejado antes de hablar de sus respectivos amigos.
- ¿Estuviste mucho tiempo allí? - interrogó el niño.
- ¿En Azkaban? - preguntó el animago.
- Si - asintió el azabache.
- Durante los últimos diez años - reveló el pelilargo.
- Vaya, lo siento de verdad Sirius, debe haber sido horrible - se lamentó el ojiverde.
- Lo fue Harry, la gente se vuelve loca allí... - suspiró Black.
- Me alegro de que ya no estés allí y también de que no te hayas vuelto loco... - le sonrió el pequeño buscador.
- Lo peor fue no saber nada de ti, pero ahora estás aquí y es lo único que me importa... - le devolvió la sonrisa Sirius.
- ¿Puedo preguntarte porque estabas allí? No tienes que contestar si no quieres... - se apresuró a añadir el azabache.
- Me encerraron allí acusado de revelar a Voldemort la ubicación donde se escondían tus padres... Y la tuya claro... - confesó, con temor por la reacción del niño, el ojigris.
- ¿Qué? ¡Pero eso es imposible! ¡Tú jamás harías eso! - se indignó Harry.
- ¿Me crees? ¿Crees en mi inocencia? - preguntó esperanzado, el pelilargo.
- ¡Pues claro que sí! - gritó el menor.
- Gracias Harry... Y-yo... - agradeció, emocionado, el animago.
- No me agradezcas y cuéntamelo todo, quiero saber qué pasó,necesito saber la verdad - pidió el ojiverde.
- No sé si es buena idea... Quizás sea mejor más adelante... - dudó el adulto.
Harry se levantó y se puso a dar patadas furioso al sofá, a las sillas, a la mesa... A todo lo que se iba encontrado en su camino, no le gustaban nada las injusticias... No le gustaba no saber las cosas...
Sirius se acercó a él y lo sujeto en un abrazo firme pero cariñoso, dándole el apoyo y la calma, que ese niño,al que amaba desde el día que nació, necesitaba.
- Tranquilo Harry, tienes que calmarte, esto no te hace bien - dijo acariciándole su alborotado pelo, el ojigris, y reteniéndolo contra su pecho.
- No me gustan las injusticias... Y quiero saber... Necesito saber... - repitió, una y otra vez, el pequeño buscador.
- Contestaré a todas tus preguntas, te lo juro, pero tienes que calmarte - prometió el pelilargo.
- Está bien, me calmo... - aceptó el azabache.
Ambos se sentaron en el sofá y Sirius le pasó un brazo por los hombros atrayéndolo hacia él. Harry se sintió mucho mejor con el contacto.
- Está bien, pregunta lo qué quieras... - abrió la caja de Pandora, el animago.
- ¿Quién reveló la ubicación? ¿Es esa otra persona de la que hablabas antes, verdad? ¿Quién te acusó a ti? ¿Porque no contaste todo en el juicio? ¿Por qué Voldemort quería matar a mis padres?¿Por qué...? - interrogó, quedándose sin aire, el menor.
- Esas son muchas preguntas - aprovechó, el adulto, la pausa para tomar aire del leoncito.
- ¿Puedes responderme a alguna? - suplicó el leoncito.
Había una súplica en esa última pregunta de Harry, que hizo que a Sirius se le desgarrara el corazón, trocito a trocito.
- Claro, las responderé todas, menos la última, para esa no tengo respuesta todavía... - prometió el ojigris.
- Pero la tendremos, ¿verdad? - preguntó, con una mirada de esperanza, el ojiverde.
- Si, algún día... Ahora vamos con las que si puedo responder - propuso el pelilargo.
- Bien - aceptó el azabache.
- La persona que reveló vuestra ubicación fue una rata traicionera que había sido nuestro amigo en Hogwarts, fue mi culpa... - se culpó Black.
- ¿Tu culpa? ¿Por qué? - se sorprendió Harry.
- Tus padres se escondieron bajo el encantamiento Fidelius... - le reveló el animago.
- ¿Y eso qué es? - se interesó el pequeño buscador.
- Es un hechizo para ocultar la ubicación de alguien... Se necesita un guardián que guarde el secreto... - explicó Sirius.
- Entiendo... - asintió el niño.
- Remus estaba en una misión...Y Dumbledore y tu padre decidieron que yo iba a ser el guardián de los Potter... Pero al final... Cambié de opinión... Le dije a tu padre que era demasiado obvio y lo convecí para que escogiese a Peter Pettegrew... - siguió su historia, el ojigris.
- ¿Fue él? ¿Él los traicionó? - lo interrumpió el azabache.
- Si, cuando llegué a Godric Hollow esa noche y vi a tu padre... Yo no quería creérmelo... No quería que fuese cierto... Le rogué que se despertará, se lo supliqué una y otra vez... Pero no lo hizo... Subí las escaleras y encontré a tu madre... Ella... ella tampoco se despertó... Y entonces te vi a ti... Estabas en tu cuna, tan tranquilo... Cuando me viste, me sonreíste y estiraste tus bracitos hacia mi... Te cogí en brazos y te saqué de allí... Después llegó Hagrid... Me dijo que Dumbledore se había enterado de lo que había pasado... Él había dado órdenes para que te llevara con él... Para ponerte a salvo... Te puse en sus brazos y le dejé mi moto para que cuidara de ti hasta que fuéramos a buscarte... - continuó el hombre, haciendo pausas cada poco rato, y respirando muy hondo para no quebrarse delante de su ahijado.
- ¿Tienes una moto? ¿Vuela? - se interesó, el ojiverde, recordando de pronto su sueño.
- Tenía... Ahora no sé dónde está... ¿Pero tú cómo lo sabes? ¿La has visto? - se extrañó el pelilargo.
- No, no la he visto pero soñé con ella muchas veces - confesó el niño.
- ¿En serio? ¡Eso genial! ¡Tú eres genial! - celebró, entusiasmado, el animago.
- No te creas... ¿Y qué hiciste después? - rechazó el humilde leoncito.
- Bueno, si Voldemort los había encontrado era porque Peter se lo había dicho... Así que fui a por él... - siguió el ojigris.
- ¿Tú solo? - se preocupó el ojiverde.
- Sí, Peter era un mago mediocre... Aunque en ese momento estaba tan furioso y devastado que habría ido a enfrentarme a Voldemort si hubiese sabido dónde encontrarlo... - siseó Black.
- Te entiendo - asintió, con comprensión, el azabache.
- Encontré a Peter en una calle muggle, pero las cosas no salieron bien... - se lamentó Sirius.
- ¿Qué pasó? - interrogó el heredero de los Potter.
- Peter tenía una escena preparada, me acusó a gritos delante de testigos de traicionar a tus padres, provocó una explosión que mató a trece muggles, se cortó un dedo para fingir su muerte, se convirtió en rata y huyó. A mi me apresaron y mandaron directo a Azkaban, sin molestarse en hacer un juicio... - resumió el adulto con desgana.
- Espera... No entiendo... ¿Se convirtió en rata? ¿Cómo? ¿Y para qué hizo todo eso? - preguntó Harry aturdido.
- Hizo todo eso para inculparme - acusó el pelilargo.
- Pero tiene que ser ilegal meter a alguien en la cárcel sin un juicio justo... - protestó el ojiverde.
- Al Ministerio eso no le importó, Harry... Sólo querían un culpable y yo convenientemente estaba ahí... - respondió, con amargura, el animago.
- ¡Pero eso no es justo! - se quejó, furioso, el azabache.
- El mundo no siempre es justo... - masculló el ojigris.
- ¿Y cómo se convirtió en rata? - cambió de tema el niño.
- Bueno, eso es complicado... - dudó Sirius.
- Por favor... - suplicó Harry.
- Está bien... Tu padre, la rata traidora y yo nos convertimos en animagos cuando estábamos en Hogwarts, pero no nos registramos como tales, así que... - confesó Black, sin poder resistirse a la carita del leoncito.
- Erais animagos ilegales - completó el pequeño buscador.
- Si, eso mismo - asintió el pelilargo.
- ¿Por qué no os registrasteis? No es algo malo ser animago, yo aluciné cuando vi a la profesora de Transformaciones convertirse en una gata - se extrañó el menor.
- ¿A Minnie? - preguntó Sirius, y una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro
- ¿Minnie? - río Harry, encantado con la sonrisa del ojigris.
- Claro Minnie, diminutivo de Minerva. Nos hicimos animagos para acompañar a un amigo... - explicó el adulto.
- ¿A quién? - se interesó, el curioso niño.
- Eso no importa ahora... Un amigo que nos necesitaba y ... - le quitó importancia el animago.
- ¿Al tío Remus? - lo interrumpió, de nuevo, Harry
- ¿Cómo lo sabes? - se sorprendió Sirius.
- Bueno, no era tan complicado adivinarlo... - se encogió de hombros, con humildad, el ojiverde.
- ¿Ah no? - interrogó el pelilargo, arqueando sus cejas.
- No, él era vuestro amigo... Y también el único que no se convirtió en animago así que... - resumió, con obviedad, el azabache.
- Está claro que has heredado la inteligencia de tu madre -interrumpió, esta vez Black, mirándolo orgulloso.
- ¿Y mi padre? ¿Él no era inteligente? - frunció el ceño el menor.
- ¡Oh ya lo creo que si! Pero prefería usar su cabeza para meterse en problemas aunque decía que eran los problemas los que lo perseguían a él... - rió, entre dientes, el ojigris.
- ¡A mi me pasa lo mismo!-exclamó Harry contento de tener algo en común con su padre aunque fuera el don de meterse en problemas.
Sirius lo miró y no pudo evitar soltar una gran carcajada, la primera en diez años. Harry también río al ver como su rostro rejuvenecía varios años con esa risa fresca y sincera.
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Tan entretenidos estaban riéndose a carcajada limpia que no se dieron cuenta de que el cuadro de la Dama Gorda se había abierto de nuevo y un hombre castaño había entrado a la habitación. Lupin esstaba preocupado por la tardanza del niño y había ido a buscarlo.
- ¡Aléjate de él Black! - gritó, furioso y preocupado, por el bienestar de su sobrino.
- Lunático... - susurró Sirius, que se había puesto pálido.
-¿Cómo te atreves si quiera a mirarlo? - preguntó, fuera de sí, el ambarino.
- Tío Remus, espera por favor, tienes que escucharlo... - intentó mediar Harry, acercándose a él y tirando de su capa, para llamar su atención.
- Tú no lo entiendes pequeño, no sabes lo que hizo... - negó Remus, que intentaba poner al niño detrás de él, en un afán desesperado de protegerlo, pero éste se resistía.
- Sé lo que piensas que hizo, pero es inocente... - aseguró el ojiverde, muy convencido de sus palabras.
- No sé lo que te ha dicho, pero... - rechazó, con un gesto de dolor, el castaño.
- La verdad, tío, eso me ha contado... ¿No quieres saberla tú también? - preguntó, con tono de súplica, el azabache.
- Harry... - suspiró Lupin, intentando convencer al terco leoncito.
- Por favor... Siéntate y escúchalo, sólo te pido eso... - suplicó Harry.
- Está bieeen... - accedió Remus, sabiendo que sería la única manera de acabar con todo eso, y sentándose donde el niño le indicó.
El animago había estado mirando la escena, dividido entre la alegría de que el menor lo defendiese, y la tristeza por el desprecio en la mirada que su Lunático le dedicaba.
- Vamos Sirius, cuéntale todo, se merece saber la verdad... - lo animó Harry.
Y el ojigris le contó todo a Remus. Cuando terminó de hablar, el castaño se levantó y se acercó a él, y sin darle tiempo a reaccionar al animago, lo abrazó.
Harry miraba toda la escena muy contento, se alegraba mucho por ambos adultos.
- Perdóname amigo, jamás debí haber pensado que tú eras el traidor... - rogó Lunático, que no sabía si Sirius lo perdonaría algún día, le había dado la espalda cuando más lo había necesitado.
- No tengo nada que perdonarte... Entiendo que pensaras que yo era el traidor, todo apuntaba a mi persona... - lo tranquilizó, un muy feliz Sirius, que había recuperado a dos de las personas más importantes en su vida.
- No, debería haberlo sabido... Tú jamás habrías traicionado a James y a Lily o puesto en peligro a Harry... - siguió pidiendo perdón el castaño.
- ¡Olvídalo Lunático! Lo único que importa es que ahora sabes la verdad y que Harry está aquí, con nosotros... - repuso Sirius haciendo un gesto con la mano para quitarle importancia.
- Me equivoco o todavía no le has dicho quien eres... - interrogó Remus ya más animado.
- Si me lo dijo, es Sirius Black, mi... ¿Puedo llamarte tío? - preguntó, con timidez, el ojiverde.
- Puedes llamarme tío si quieres... O también puedes llamarme padrino... - sugirió, con un gesto ilusionado, el animago.
- ¿Padrino? ¿Eres mi padrino? ¡Tengo un padrino! - exclamó Harry, encantado de la vida.
Aún no se podría creer del todo lo que estaba pasando, se separó de ellos un poco, dirigiéndose a la ventana, para fingir admirar el paisaje mientras procesaba todo lo que le estaba pasando desde que había salido de la enfermería.
- Harry, ¿estás bien? - preguntó un muy preocupado Sirius.
- ¿Hay algo que te preocupe? - interrogó, a su vez, Remus.
El azabache se dio a la vuelta, y los miró, y entonces lo vio... Vio sus rostros preocupación, y lamentó haber actuado así.
- Lo siento, es sólo que... - se disculpó, avergonzado, el niño.
- ¿Qué pasa pequeño? - preguntó Lupin, con voz amable y cariñosa.
- Es que... Nunca había sido tan feliz... Este es el mejor día de mi vida... Tengo un padrino y un tío... Y... Y tengo miedo de cerrar los ojos... Porque cuando los vuelva abrir... A lo mejor ya no estáis... - confesó Harry con las lágrimas a punto de salir.
Sirius y Remus no lo dudaron un instante y ambos se lanzaron a abrazarlo, haciendo un sándwich con el menor.
Estuvieron un largo rato abrazados al niño, poniendo todas sus fuerzas en darle consuelo, y también, en demostrarle que, a partir de ahora, estarían allí siempre que los necesitase.
Finalmente se separaron del menor, y lo sentaron entre los dos.
- Harry - empezó Sirius - Sé que todo esto es complicado pero no dudes que estaremos aquí cuando nos necesites.
- Siempre estaremos para tí... - confirmo Remus.
- Pero antes tenemos que demostrarle a todos que eres es inocente - interrumpió el ojiverde.
- Eso me recuerda algo... ¿Cómo escapaste de Azkaban? - preguntó, interesado, el castaño.
- No escapé.. Recibí una carta que decía que tenía la oportunidad de demostrar mi inocencia y atrapar al verdadero traidor... Cuando acabé de leerla, aparecí aquí... Y todavía me estaba reponiendo del susto cuando Harry entró por el retrato... - contó el ojigris, su extraña vivencia.
- Nosotros recibimos también una carta y aparecimos aquí... - informó Lupin.
- Aparecieron de la nada... - confirmó el azabache.
- Y también llegaron unos libros que Harry debe decidir si quiere que los leamos... - continuó explicándole Remus.
- ¿Cómo? - preguntó Sirius sin comprender.
Lunático le contó todo desde el principio mientras Harry se había quedado pensativo respecto a algo que había dicho el animago... Intentó volver a la conversación, pero le costaba mucho...
- ... debes darte una ducha y cambiarte antes de ir al Gran Comedor - estaba diciendo Remus.
Al niño, le estaba costando sudor y lágrimas, concentrarse en lo que su padrino y tío hablaban.
- ¡... Harry! - Sirius lo estaba sacudiendo el hombre suavemente.
- ¿Estás bien pequeño? - preguntó, el de ojos ámbar, preocupado.
- Si, si... Estoy bien... - los tranquilizó el pequeño buscador.
- ¿Seguro? Estabas en otro mundo, te hablábamos y no nos escuchabas... - dudó el ojigris, examinándolo.
- Sólo pensaba en algo... algo que dijiste... - contestó el azabache inseguro.
- ¿Qué dije? - se preocupó Black.
- En realidad lo dijo tu carta, que podrías atrapar al traidor... - aclaró el menor.
- Si, eso decía,pero sigo sin entender... - asintió, confuso, el ex prisionero de Azkaban.
- ¡Un momento! - exclamó Lupin, de pronto, con los brillantes - Creo ya entiendo lo que quieres decir... Nosotros no podemos salir de los terrenos de Hogwarts...
- Eso quiere decir... - dijo Sirius, empezando a entender, también - Que está aquí... El traidor está en Hogwarts...
- Y creo que sé dónde puede estar... - confesó el leoncito, sintiéndose algo enfermo.
- ¿Dónde? - interrogaron los adultos, ansiosos, y con un brillo de furia en sus ojos.
- En mi habitación... - reveló el ojiverde.
- ¿Cómo? - gritaron ambos amigos, hablando al mismo tiempo otro vez.
- No estoy seguro, pero la mascota de Ron, mi mejor amigo, es una rata y le falta un dedo... - explicó el niño.
No pudo decir nada más porque los dos adultos ya estaban subiendo las escaleras.
- Esperad, dejarme a mi, si os ve a vosotros escapará... Pero no desconfiará de mí... - intentó convencerlos, Harry.
- ¡No nos conoces si piensas que te dejaremos ponerte en peligro! - repuso, el ojigris, enfadado.
- Es cierto, no os conozco... Ni vosotros a mi... - le rebatió el azabache, enfadándose también.
Remus y Sirius agacharon la cabeza sintiéndose culpables y el menor se arrepintió, al instante, de sus duras palabras.
- Lo siento, no quería haceros sentir mal... Lo que quería decir es que confiaráis en mí... He estado en situaciones peores... Sólo necesito que convoquéis una jaula de la que no se pueda escapar... Os prometo que os lo entregaré... Confiad en mí... Os juro que no os fallaré... - rogó el ojiverde.
Mientras Remus conjuraba una jaula y le ponía los correspondientes hechizos,Sirius pensaba en que tipo de situaciones se habría visto metido su pequeño ahijado.
- Está bien, pero nosotros estaremos tras la puerta y si... - exigió el animago.
- Si padrino, si os necesito os llamo - asintió, despreocupado, el leoncito.
- Confiamos en ti pequeño... - le sonrió, con cariño, el castaño
Lupin le entregó la jaula y los tres subieron las escaleras llegando hasta la puerta del dormitorio de primer año.
- Recuerda, cachorro, cualquier cosa gritas y entramos - le susurró Sirius, que todavía no estaba muy convencido.
- ¿Cachorro? - preguntó Harry divertido.
- Así te llamaba... Si no te gusta puedo... - explicó, con cierto temor, el ojigris.
- ¡Me encanta! Es el mejor nombre por el que me han llamado - interrumpió el niño, con una amplia sonrisa en su cara.
Sirius lo abrazó y Remus le guiñó un ojo antes de cruzar la puerta.
Un minuto más tarde Harry salió con una rata dentro de la jaula, y ésta, al ver a los dos adultos, se puso a gritar como una loca, intentando escapar de su prisión.
- Peter, cuanto tiempo... - siseó Black furioso.
- No sabes las ganas que teníamos de verte...- lo saludó Lupin, con un brillo maligno en sus ojos ámbar.
- No lo matéis, por favor... - suplicó el ojiverde.
- Harry, el fue... - protestó Sirius.
- Sé lo que hizo, pero hay que entregarlo vivo para que tú puedas ser libre - siseó el azabache, mirando fríamente a la rata.
- Harry tiene razón, se lo entregaremos a los dementores en cuanto salgamos de aquí - decidió el castaño, apoyando a su sobrino.
- ¿Qué son los dementores? - preguntó el pequeño Gryffindor, siempre curioso.
- Son... - empezó el ojigris.
- Yo se lo contaré mientras tú te das un baño y te cambias... - interrumpió Remus - Y frótate bien para quitarte todo el olor...
- ¡Eh! ¡Que el gran Sirius Black huele a rosas! Y además soy realmente sexy... - protestó el animago, mientras el ambarino y el ojiverde se reían.
Sirius entró en la habitación con aire ofendido, y Remus y Harry bajaron con la jaula de nuevo a la sala común.
Mientras Lunático le contaba a Harry que los dementores eran los guardianes de Azkaban, el ojigris recuperaba algo de su antigua elegancia natural.
Y otra vez, por arte de magia, una carta apareció, en uno de los sofás, de la sala común de los leones.
¡Hola de nuevo!
Sentimos deciros que todavía no podéis revelar quién es la rata.
Todos lo sabrán cuando leáis el tercer libro, hasta entonces debéis mantener la boca cerrada.
Nada debe ser revelado antes de tiempo, son las reglas.
Se despiden, por ahora, vuestros amigos del futuro.
Remus y Harry estaban todavía discutiendo sobre la carta que había aparecido, cuando Sirius volvió.
No parecía el mismo, se había afeitado la barba y cortado el pelo, seguía teniéndolo largo, por encima de los hombros, pero ahora brillaba limpio y sedoso.
El animago lucía, después del baño, deslumbrante y atractivo, adornando su belleza, con una sonrisa sincera.
Y su ahijado, sonrió al verlo, sonrió al descubrir que Black no había mentido... Era tan sexy como presumía, había clase y elegancia en sus andares, algo que parecía innato en él.
- ¿Qué pasa? - preguntó al verlos discutir.
- Ha llegado una carta - informó el castaño, pasándosela para que la leyera.
- ¿Y cuál es la discusión? - preguntó, el heredero de los Black, después de leerla.
- Harry no quiere hacer caso de ella - dijo Remus derrotado, sabiendo que Sirius estaría de acuerdo con el niño.
- ¡Todos tienen que saber que mi padrino es inocente! ¡ Y tenemos al verdadero culpable ! - gritó el ojiverde, con enfado.
- Cachorro... - calmó el ojigris - Rem tiene razón...
- ¡¿Qué?! - exclamó, muy sorprendido, el ambarino.
- Que tienes razón... No te acostumbres ni disfrutes demasiado de ello, Lunático... - concedió, con una sonrisa arrogante, el animago..
- Pero padrino... - Harry seguía en sus trece, quería que todo el mundo supiese la verdad.
Sirius se agachó, poniéndose a la misma altura del menor, y colocando sus manos sobres lo hombros del niño le habló con suavidad y ternura.
- Mira Harry, yo no soy amante de las normas... Pero esa gente misteriosa, me ha dado la oportunidad de reencontrarme contigo... Y también con este tonto... Así que solo por eso, está vez, voy a seguir sus reglas... - intentó convencer, el animago, a un terco ojiverde.
El azabache lo miró a los ojos y entendió lo que Sirius quería decirle, así que rindiéndose, se fundió en un abrazo con él.
- Bueno, vámonos ya al comedor que ha pasado demasiado tiempo desde que nos fuimos... Ya deben estar pensando que nos hemos dado a la fuga - rompió Remus la tensión del momento.
-o-
Los tres bajaron al Gran Comedor, llevando consigo con la jaula, y entraron en éste, decididos y unidos.
La mayoría de los presentes en el Gran Comedor se levantaron en cuanto vieron a Sirius.
Los profesores lo apuntaron con su varita, los estudiantes más cercanos a él se alejaron y los tres aurores encabezados por Moody se acercaron apuntándolo con su varita.
Harry se puso delante de su padrino en un intento de protegerlo, aunque sabía que no podía hacer mucho ante los aurores.
- ¡Alto! - gritó - ¡Nadie va a hechizarlo! ¡Es inocente!
- Quita del medio chico - le gritó un duro Moody - Ese hombre es un asesino...
- Harry, cariño, apártate de él, quiere hacerte daño... - lloró, asustada, Molly Weasley.
- No es como pensáis... - defendió Remus a su amigo.
- ¡Lupin! - gritó Severus- ¿Te atreves a defenderlo? ¡Por su culpa Potter es huérfano!
- ¡Bastaaa! - gritó Harry intentando hacerse escuchar por encima de todos - Mi padrino es inocente, todavía no podemos contaros nada pero aparecerá en los libros... Todos habéis escuchado lo que decía la carta, tres personas que habían sufrido injustamente, una es mi padrino, Sirius Black, acusado de algo que no hizo y encerrado en Azkaban sin ni siquiera un juicio que le diera la oportunidad de explicar lo que había pasado... La otra persona es Remus Lupin, mi tío, que tuvo que superar la muerte de mis padres sin su amigo... Y la tercera todavía no estoy segura quién es, pero tengo una ligera sospecha... - dijo mirando de reojo a Severus Snape - Así que si alguien quiere mandarle un hechizo a mi padrino tendrá que pasar primero por mi, ¿queda claro?
- Y por mí - apoyó Remus poniéndose delante del niño.
Todos se quedaron en silencio ante el discurso de Harry. No sabían que pensar...
Los profesores, se encontraban en una disyuntiva, habían aprendido a confiar en el buen criterio de Harry... Y parecía tan convencido de la inocencia de Black...
La mayoría de los alumnos lo miraban admirados por enfrentarse a los aurores, y atemorizados de que defendiera a un asesino.
Los Weasley lo miraban entre orgullosos, por la valentía del niño, y preocupados al verlo con alguien que consideraban peligroso.
Y los aurores no sabían que hacer... Sirius era un fugitivo, pero no podían hacer daño a un niño, y éste se encontraba delante del preso... Además estaba lo de la falta de un juicio... Eso, era algo a lo que incluso los mortífagos habían tenido derecho, y ahora se enteraban que a ese hombre le habían robado ese derecho.
Ron y Hermione se levantaron y se pusieron al lado de Harry.
- Estamos contigo hermano - dijo Ron sonriéndole.
- Y con usted, señor Black - afirmó Hermione educadamente.
- Sí... Si mi amigo le cree, entonces, nosotros también le creemos... - le sonrió Ron.
- Gracias chicos... Vosotros debéis ser esos mejores amigos de los que Harry me habló... - les agradeció Sirius, enternecido con esos chicos que apoyaban tan firmemente a su ahijado.
Neville, Dean y Seamus se levantaron también de la mesa al mismo tiempo que los Weasley y todos se pusieron delante de Sirius.
- Estamos contigo hermanito - dijeron a la vez los gemelos.
- Cuenta con nosotros - le sonrió Dean señalándose a él, a Seamus ya Neville.
- Todo el mundo es inocente hasta que se demuestra lo contrario - sentenció Charlie.
- Bien dicho, hermano, sabemos lo chapuceros que pueden llegar a ser en el Ministerio... - apoyó Bill.
- No es legal meter a alguien en la cárcel sin un juicio - amonestó Percy a los aurores.
- ¡Bienvenido hermano! - celebraron los gemelos, orgullosos, de su serio y responsable hermano.
Sirius no se lo podría creer, tanta gente deféndiendole a él, y todo por Harry, su ahijado era un ser excepcional y ya no le quedaba ninguna duda de ello.
Finalmente Dumbledore intentó calmar los ánimos.
- El señor Potter tiene razón, en la carta decía que no todo era lo que parecía... ¿Por qué no nos calmamos todos y nos sentamos? - sugirió el director.
Todos se fueron sentando, Harry, entre Sirius y Remus, y enfrente de Ron y Hermione, y los Weasley cerca de ellos.
Ron le preguntó a Harry qué hacía Scabbers en la jaula, y Harry le contestó que se lo explicaría más tarde, aunque no estaba muy seguro de como hacerlo...
- ¿Y bien Harry? ¿Qué has decidido? - preguntó el anciano.
- Vamos a leer esos libros - respondió el ojiverde, con voz firme, y muy decidido a salvar todas las vidas que pudiera.
- Muy bien, empecemos entonces... ¿Quién quiere empezar a leer? - cuestionó el director.
- Yo empezaré, profesor Dumbledore... - levantó la mano Hermione, intrigada con todo lo que estaba pasando.
- ¡Estupendo señorita Granger! - exclamó, encantado, Albus.
Y el director le hizo llegar el primero, de los siete libros, que tendrían que leer antes de empezar sus vacaciones escolares.
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Este es mi primer capítulo, y también mi primera historia aquí...
Espero que lo disfrutéis tanto como disfruté yo escribiéndolo...
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