Hohohoholo.
He aquí el 'prólogo' de mi nueva historia.
Espero les guste.
Aparqué el auto en la entrada de la casa en la que no había puesto un pie en muchos años. Suspiré cansado. Con algo de temor abrí la puerta del auto para que el aire frío de Minnesota me golpeara en el rostro. Respiré hondamente y dejé que el gélido y limpio aire del pueblo en el que viví la mayor parte de mi vida me llenara los pulmones con oxígeno y la mente de recuerdos. Cerré los ojos y no pude evitar esbozar una sonrisa a las imágenes que giraban en mi cabeza. Extrañaba Minnesota. Extrañaba su clima, su particularidad, las blancas calles cubiertas de nieve, los niños jugando afuera, las personas... mis amigos.
Abrí mis ojos y sonreí con nostalgia al paisaje que estos me mostraban; todo estaba tan igual y diferente a la vez.
Tomé las valijas de la maleta del auto y me encaminé a la puerta. Con manos temblorosas introduje la llave en la cerradura, escuché el pestillo ceder y con delicadeza empujé la puerta. Encendí la luz para que no estuviera en penumbra y una avalancha de emociones me invadió. Solté las valijas y apoyé mi espalda en la pared. Demasiados recuerdos. Demasiados sentimientos. Muy abrumador.
Una vez recuperado del shock inicial, cerré la puerta y me encaminé a la sala. El estómago me dio un vuelco al ver el lugar tan vacío y que los pocos muebles allí presentes estuvieran cubiertos por sábanas blancas. Con las yemas de mis dedos acaricié la polvorienta madera de la escalera. Alcé mi vista al segundo piso y los ojos se me llenaron de lágrimas. Cerré los ojos con fuerza y moví mi agotado cuerpo en dirección hacia la cocina. Allí, abrí el grifo del agua y esperé unos segundos para que apareciera. Lógico- me dije a mí mismo- nadie la ha utilizado en mucho tiempo. Llené el vaso y bebí todo su contenido de un sólo sorbo.
Continué revisando la casa. Cada vez me era más difícil apartar las abrumadoras, agobiantes y diferentes emociones que venían acompañando todos los recuerdos que me golpeaban con cada paso y respiración que daba en la helada casa. Continué caminando e ignorando las lágrimas que ardían cada vez más en mis ojos y me detuve frente a la ventana; podía ver los nieves de copos caer y un ligero estremecimiento recorrió mi cuerpo.
Prendí la chimenea dejando que su calor me abrigara y llenara mi alma con una singular paz. Despojé al sofá de su sábana y lo moví de lugar hasta quedar frente al fuego. Tomé una de las mantas de las que había traído y me acurruqué contra el confortable sillón. Me perdí una vez más en las coloridas y abrasadoras llamas que continuaban quemando la madera. Cerré mis ojos dejando que el sueño me venciera.
Mañana sería un duro día, no en vano hace 3 años me había ido con la intención de no volver.
Se que es corto y confuso, pero en el próximo capítulo las dudas se les disiparan, aunque sea un poco.
Paz.
