Naruto = Kishimoto.
Recuerdo que hace tiempo, leí en una nota de autor que Naruto debió ser adoptado por los Ishiraku... ¡Pero no pude encontrar alguna historia larga con ese plot! Por eso, es que esta historia nació. Espero les guste!
1. ¡Conoce al Clan Ichiraku!
Ayame es la encargada de alistar la cocina para iniciar el día, y por eso es la que primero se da cuenta de que tienen problemas… Algún animal está robando las sobras del día anterior, las que su padre deja en la refrigeradora para la ola tempranera de clientes. Eso no le importaría tanto a Ayame si no fuera porque el ladrón deja un estropicio en la cocina que tiene que ser recogido todas las mañanas por ella.
―Gracias, Aya-chan ―le dice su padre esa mañana, mientras termina de alistar todo para iniciar el caldo del ramen. Y le sonríe con esa sonrisa de ojos cerrados que de alguna manera lo hace ver más cariñoso―. A como vas, tendré que pagarte como si eso fuera una misión ninja clase D.
En vez de hacerla sentir animada por el elogio, eso más bien la llena de ira. Ayame solo puede pensar en tener que levantarse todas las mañanas para tratar con el estropicio de basura. Toma la escoba como si quisiera partirla en dos mientras grita en su interior: "¡Ya no más! Ese animal va a pagar… ¡Va a pagar!".
Aunque Teuchi ve el acceso de ira de su hija, simplemente sonríe un poco más, le palmea cariñosamente su cabecita y se sumerge en la cocina.
―Ve lávate y alístate para la escuela. Ya sabes que te voy a dejar mientras el caldo se hierve.
Ayame asiente fuertemente con su cabeza y sale corriendo hacia la trastienda, para subir la escalera hacia el segundo piso, en donde está sus aposentos. Sabe que el cocimiento del ramen es cosa seria, y que debe apresurarse si no quiere que su padre se encuentre con caldo quemado al llegar de dejarla en la escuela.
A sus nueve años Ayame ya es una niña grande, y ha empezado a ayudar a su padre en el restaurante desde hacía varios meses. Sabe que, aunque le espera todavía un año más en la Academia civil menor, ahora se debe centrar en trabajar con su padre. Si ahorra suficiente, podrá tomar otros cursos cuando sea más grande o, que es su sueño ya que no puede ser ninja, hacer el rodeo del chef: un viaje culinario por las naciones más pequeñas alrededor del País del Fuego: iniciando en el País de los Ríos hasta el centro gastronómico del Continente: el País de los Vegetales. Ayame está segura de que, si su padre abriera los ojos, los vería brillar de la emoción cuando habla de todas las actividades que se podrían hacer en ese rodeo. Es común que algunos chef Akimichi hagan un pequeño grupo de cocina para hacer ese viaje, y su padre estuvo a punto de embarcarse en el mismo, pero su madre se embarazó de ella y... Ayame, siempre que piensa en ese viaje, se ve a la par de su padre, cocinando codo con codo en grandes restaurantes.
Apesar de eso, Ayame aún no se da a la idea del todo de que no podrá ser ninja. Normalmente, los niños son reclutados para la Academia a los ocho años, cuando terminan la escuela elemental. Ayame estaba casi segura de que ella, a pesar de ser hija de civiles, tendría alguna oportunidad en la Academia. Pero su padre le hizo saber, apesadumbrado, que ellos no tienen dinero e influencia para asegurar su entrada y permanencia en tan prestigioso lugar.
Ayame sabe que, en el fondo, su padre nunca quiso que fuera. Y no por el dinero, si no por el recuerdo de su madre, que había sido una ninja y había muerto como tal.
De esa manera, Teuchi ha tomado la decisión, y Ayame la ha aceptado, de que ella trabajaría con él y así solo contrataría por medio tiempo a sus ayudantes. Kami sabe que en lo único que son buenos Matsu y Nishi es en su bajo costo y gran empeño. Cosa que no balancea su sobrenatural torpeza. Desde que llegaron, el costo en vajillas se han triplicado… Aunque también el incremento de clientela juvenial, que creyeron que la torpeza total de esos dos es algo así como un show cómico de la casa. Solo por eso, Teuchi no los había pateado a la calle el primer día que los contrató. Si algo tiene él como comerciante es buen ojo para los negocios. Su show cómico estuvo dejando un poco más de dinero que lo que se perdía en vajilla.
Sin embargo, la novedad de esa nueva forma de atraer personas a Ichiraku ramen empieza a apagarse, por lo cual Teuchi decidió acercar más a su hija al negocio familiar. Y en verdad que ella tiene talento para eso. Ayame tiene mejor equilibrio y agilidad con los brazos y manos que los dos asistentes juntos. Su padre le llama a esa habilidad: "manos de chef" y le ha dicho, ufano, que lo ha heredado de él. Ayame entiende de lo que su padre habla. Es lLa rapidez y precisión con que Teuchi se hace cargo de la cocina, pasando de lavar, cortar, saborizar, etc. como si se estuviera haciendo cargo del trabajo de cinco personas a la vez. Trepidante de presenciar realmente.
Además, su trabajo ayudando a la abertura y cierre del restaurante le ha valido una paga a Ayame. La primera vez que Teuchi le dio dinero fue el único día en que cierra el restaurante por la mañana. Ayame iba a correr a atacar las tiendas de las calles comerciales, pero antes de que pudiera hacer nada, Teuchi la había agarrado por la cintura y subido a su hombro, para que se sentara a un lado de su cabeza. Su brazo arriba de sus piernas, y el otro tomando su manita. Ayame recuerda que ella pensó que ya casi no cabía en su hombro. No le gustó esa idea. No quería que, de pronto, su papá se empequeñeciera a sus ojos. Por esp le abrazó de medio lado la cabeza mientras él le explicaba, de buen humor:
―Primero que todo, mi Aya-hime, debemos ir al banco.
Ella se había desesperado. Veía como todos los meses, su padre iba al banco a pagar por el préstamo que había hecho para comprar el puesto de comida que sería Ichiraku ramen, como también por la hipoteca que hizo para construir el departamento arriba de éste donde vivían actualmente. Ese banco y la Oficina de asuntos civiles, donde su padre pagaba el agua, la electricidad, el derecho comercial y el impuesto sobre la vida; eran los lugares que más detestaba la niña. Ella está segura de que su padre está tan arrugado y canoso por culpa de todos ellos, que le chupan el dinero casi sin dejarle suficiente para comprar las ropas, dulces y juguetes que ella tanto quiere. Por ellos, es que casi no tiene tiempo libre, fuera del restaurante y para poder descansar. Al menos su padre puede hablar con los proveedores para comprarles lo mejor, lo mayor cantidad y más barato posible. La gente del banco y Oficina de asuntos civiles no. Ellos tendrán lo que quieran como y cuando quieran, si no pueden perder el restaurante o la casa. ¡Viejos estirados, demonios usureros y quita-dineros bien habidos que…! En fin, que Ayame no quería ir al banco.
―¿¡Al banco!? ―se entiende porqué ella se quejó a gritos―. ¡Pero si yo no tengo ni préstamo ni hipoteca qué pagar! ¡Oto-chan, no me hagas esto! ¡Me van a quitar el dinero que me gané!
Su padre se ríe de ella en vez de regañarla. Eso es lo que mejor le sirve para que Ayame deje de hacer lo que sea. A esa niña sí que no le gusta avergonzarse. Una señora baja y regordeta niega hacia ella con una expresión de reprimenda desde dentro de la tienda de textiles. Ayame le quita la mirada pero le dice adiós con la manita. La señora Watanabe puede ser algo estricta, pero siempre le hace precio a su padre para cuando le teje su vestido de principio de curso y, muchas veces, la deja ir a su casa a jugar con sus nietos.
―Los bancos no solo quitan dinero, Aya-chan. ―le explicaba Teuchi después de saludar con asentimiento de cabeza a la señora Watanabe―. También lo guardan y lo prestan.
―Lo puedo guardar en mi alcancía.
―En el banco está más seguro.
―¿Cómo así? En las películas se ve todo el tiempo que roban los bancos, nunca que roban alcancías.
Teuchi solo ríe un poco antes de seguir.
―No en una villa ninja. Alguien tendría que ser muy tonto para pensar en robarle su dinero a personas entrenados para rastrear, entre otras cosas… Además, si dejas tu dinero en el banco, ellos te dan cada año un poquito más gratuitamente.
―¿¡En serio!? ―había vuelto a gritar Ayame, los ojos como platos.
―En serio. Es poco, pero con el tiempo se va sintiendo, por eso yo también dejo el dinero ahí, ¿sabes? De ahí es donde sale el dinero de kaa-chan.
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El dinero de kaa-chan era ese dinero que parecía salir de la nada justo cuando más se le necesitaba. Como cuando, hace unos cuatro años, su padre tuvo un accidente cuando estaba arreglando el techo y tuvo que quedarse en cama por tres días en el hospital, y sin poder trabajar demasiado por un mes más. Gracias al dinero de kaa-chan, pudieron contratar a Matsu y Nishi para que se hicieran cargo del restaurante… Y, desde ese momento, no se han podido deshacer de ellos.
El dinero de kaa-chan también es el encargado de todo lo necesario para Ayame. Porque para mamá, ella siempre fue lo más importante, dice su padre.
Ayame cree que su papá debería coger del dinero de kaa-chan para cosas de él, así podría trabajar un poco menos y descansar o pasear más con ella; pero su padre le ha dicho que sentiría que le estaría robando a ellas.
―¿¡Qué tonterías!? Ella se casó contigo y me tuvo a mí contigo, así que también te debía amar, así que ese dinero también es para ti. ―le había dicho Ayame cuando fue a visitarlo al hospital, y después de regañarlo por no haber pedido una misión clase D en vez de tratar de hacer el trabajo por sí mismo.
―¿Sabes cuánto valen esas misiones, y cuanto se dura esperando para que las hagan? No, mejor…
―¿Y cuánto vas a pagarles a los que van a trabajar en el restaurante, y cuánto vale el dolor que aguantaste al caerte en media calle? ―retrucó la señora Watanabe. Sus ojos se cerraron un poco, escalofriantemente seria para una señora tan baja, de edad y normalmente muy sonriente―. ¿Y el miedo que pasó Ayame-chan cuando oyó tu caída y te encontró tirado en el suelo, eso cuánto vale?
Teuchi solo osó abrazar a su niñita con un brazo y pedirle perdón, con lágrimas en los ojos. Desde ese momento, las reparaciones más peligrosas del local o el departamento es comisionada a los ninjas. Pero, aparte de eso, su padre no usa el dinero de kaa-chan para aliviar su carga de trabajo.
Pero gracias a una de esas misiones, ellos dieron con uno de sus mejores clientes: Umino Iruka. El joven genin y su equipo había ayudado con la reconstrucción del balcón de su casa que Matsu y Nishi habían destruido al haber hecho explotar uno de los tanques de gas… De nuevo ¿por qué su padre no los ha despedido aún? Es cierto lo que la señora Watanabe dice de su padre: "Ayame, tu padre es una de las personas más mezquinas que conozco. Pero el más generoso también. Puede que haga hasta lo imposible por conseguir y ahorrar dinero, pero lo hace de la manera correcta, con trabajo duro y honesto; y por las razones correctas: para el bien de él mismo y los suyos. Si no fuera avaricioso, no podría dar de lo que obtiene a los demás". Es decir, que puede que su padre hubiera hecho a Matsu y Nishi pagarle, y con intereses, el dinero que gastó en esa misión clase D; pero también lo hizo para no tener que despedirlos al perder dinero.
O algo así.
En fin, que en ese trabajo conocieron a Umino Iruka, el joven aprendiz de instructor ninja con gran amor por el ramen. Gracias a él, la clientela ninja se incrementó un poco… Y Ayame por fin pudo aprender ciertos conceptos sobre el chakra y la naturaleza que no lograba procesar por más que intentaba. Ella ha excedido en matemática (digna hija de su padre, sabe manejar dinero desde los tres años) y en ciertos aspectos de Sociales y Educación ninja (todo lo que fuera manual le es fácil por su habilidad de manos de chef, también fomentada por su padre) pero en Naturaleza y Lenguaje siempre ha tenido algunos problemas.
Y lo mejor de todo, desde el punto de vista de Teuchi, fue que logró que Iruka le diera clases a su niña de gratis. Solo lo tuvo que convencer al joven de que le hacía un favor al dejarle practicar con su hija para cuando en verdad estuviera enseñando a los niños en la Academia. Supo, por una expresión de Iruka, que el joven se había dado cuenta fácilmente de sus verdaderas y mezquinas intensiones, pero había decidido no discutir con él. Bien que mal, Ayame era una niña trabajadora y juiciosa a la que iba a poder enseñarle, solo eso lo hacía sentirse motivado y alegre con la idea.
Al final, Teuchi le hizo un descuento del 20% en ramen por el tiempo que le estuvo enseñando a Ayame, y todo resultó excelente para los tres. Tres meses después, Iruka regresaría de Suna con un chaleco chunin bien puesto y al instante entraría como un sensei de clases remediales en la Academia ninja. El primer paso que todo nuevo sensei obtiene antes de vérselas con un grupo de treinta niños a los cuales entrenar.
¡Teuchi y Ayame estuvieron tan orgullosos y alegres por él, que le dieron un… 20% de descuento por la casa el día que se dieron cuenta de su hazaña!
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Teuchi sintió ese mismo tipo de orgullo, tal vez hasta más, cuando vio a su niña salir del banco con una tarjeta de movimientos bancarios que recibió por dejar el 30% de su primer sueldo en su cuenta. ¡Crecen tan rápido!
Ayame, por su lado, no estaba tan feliz. Miró hacia la tarjeta y pensó que ésta no vale todo el dinero que dejó en el banco. Además, no pudo comprar los zapatos que ella quería, porque le dio el otro 30% a su padre por los gastos de ella (él intentó devolvérselo, pero entre lo terca que es Ayame y lo… ahorrativo que es su padre, su discusión no duró mucho) y, lo que quedó lo usó para comprar un poco de ropa. Estaba harta de faldas y se quiere comprar unos pantalones. No será muy de niña, pero se ven cómodos.
Estaban en medio de las vacaciones de invierno, y los niños y niñas en el parque, de varias edades, todos jugaban con la nieve. Algunos en guerras entre ellos, otros haciendo estatuas y una niña de cabellos azules, haciendo dibujos en ella. Varios de ellos estaban siendo cuidados por mujeres, muy posiblemente sus madres. Ayame había metido la tarjeta y manos enguantadas en su abrigo y mirado hacia el otro lado de la calle, donde habían casas de clase media.
―Y el ahorro para qué es? ―le había preguntado ella a su padre. Necesitó cambiar el tema. Ver a los niños en el parque suele ponerla triste. Ya sea que estén con sus padres o con sus madres. Ayame no recuerda mucho de su madre, y Teuchi no tiene tiempo o energía como para pasar un día con ella en el parque. Al menos, algunas veces juegan juegos de mesa después de cerrar el restaurante.
―Estuve pensando que puedes sacar un poco en tu cumpleaños y…
―Pero siempre me comprarás un regalo además del hecho por ti, ¿verdad?
―¡Por supuesto que sí! ―Por más que la sonrisa de su padre era muy genuina, Ayame lo miró con ojos entrecerrados.
―Y va a ser mi día, no vas a trabajar y me vas a hacer una celebración con los amigos, como siempre haces.
Por alguna razón, su padre había empezado a sudar como siempre hacía cuando salía el tema de su cumpleaños. Pero al instante, se recobró y le regaló otra sonrisa a su hija.
―Todo seguirá igual que siempre ―le reconfortó él―. Pero puedes darte otro regalo a ti misma con ese dinero.
A Ayame le parece una gran idea. También piensa en que puede usar ese dinero para el cumpleaños de su padre o de Hanami Watanabe, su mejor amiga, además de los regalos hechos por ella misma para sus seres queridos, alguna cosas compradas no estarían demás. Claro que eso le recordó que no había atacado las tiendas. Por eso tomó fuertemente la mano de su padre y lo hizo correr hacia las calles comerciales. Ese día, Ichiraku ramen se abrió más tarde que de costumbre, pero valió la pena por ver la sonrisa de su niña cuando él le dijo que sí podían ir al parque después de hacer las compras.
Ayame recuerda ese día mientras camina hacia la escuela tomada de la mano de su padre. Fue el primero de varios, pues siempre que su padre le paga, pasan la mañana del día siguiente juntos.
Por más que, después de desayunar, siempre van al banco a dejar su ahorro, Ayame no ha sacado nada de dinero de su cuenta. Ese es el dinero de Ayame, y ella quiere que con el tiempo, sea tan salvador como el dinero de kaa-chan. Esa es una de las tradiciones del que algún día será el gran Clan Ichiraku: ser precavidos.
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Las demás tradiciones del que va a ser el gran Clan Ichiraku son:
1. Sonreír, sonreír, sonreír. La sonrisa es contagiosa, alivia el alma de quien estás sirviendo y, a la larga, de ti mismo.
2. Poner el amor en lo que se hace y en los que se valora. Ese va a ser siempre el ingrediente secreto de un buen cocinero.
3. Practicar, practicar, practicar. La única forma de aprender o ganarse algo bien es por la insistencia de un buen trabajo hecho.
4. Ser fiel a tu palabra. Si la gente puede confiar en ti, se te hará más fácil encontrar la buena voluntad de valiosas amistades.
5. La familia que conversa en la cama, es una familia unida.
6. Ser precavidos para no darse por vencidos. En la vida siempre hay altas y bajas. Por eso, se debe ser precavido en las altas para que las bajas no sean apabullantes, y uno pueda levantarse otra vez.
Toda su vida, Ayame ha esperado que, en algún momento, ella pueda ser la que se le ocurra y enseñe una de esas tradiciones. Bien que mal, ella también es parte fundamental de la construcción de su Clan: el verdadero sueño de los Ichiraku.
Su padre le ha contado la historia de su Clan varias veces, casi siempre sale a relucir cuando Ayame se despierta temprano el único día libre quincenal de su padre, y lo despierta tirándose en la cama y abrazándolo. Es una historia fácil de contar, pues todo inicia con un muchacho de diez años que se quedó huerfano en los tiempos de la segunda gran guerra ninja. Él era Teuchi, un hijo de comerciantes cuya caravana tuvo la mala suerte de estar en medio de una batalla entre Konoha y Kumo en algún lugar del País del Fuego.
Teuchi no dice mucho sobre ese momento, solo que su padre muere rápidamente y que su tío salió corriendo como todos los demás de la caravana. El pequeño Teuchi le siguió hasta que fue impactado por algo que lo hizo caer al suelo y perder la conciencia. Nunca más vería a su tío. Él y su padre era toda la familia que conoció después de que su madre y hermana murieran en el parto de la pequeña, unos cuatro años antes de quedar totalmente huerfano.
Teuchi despierta en el hospital de Konoha, donde lo habían llevado los ninjas que fueron parte de la batalla. Tuvo una herida en la cabeza que le sanó totalmente al poco tiempo y otra en la pierna que algunas veces le sigue dando problemas, sobre todo en el invierno.
Cuando las autoridades supieron que él no tenía más familia ni tampoco hogar porque su padre había sido un comerciante nómada, lo mandaron a uno de los orfanatos.
Ahí fue donde conoció a quien sería la primera matriarca del Clan Ichiraku: Sora Ichida. Una chica de once años regordeta, con ojos amarillos y cabello azul claro como el cielo. Ella había vivido toda su vida en el orfanato y, por su temperamento dulce y a la vez firme, había sido una de las ayudantes de las miko en cuidar a los niños más pequeños y a los recién llegados.
Ella fue la que le dio la bienvenida a su padre. Ella fue la que levantó el espíritu de ese niño resentido, apático y enojado usando solo su sonrisa y firmeza. Fue la que instituyó las primeras dos reglas del que algún día será el gran Clan Ichiraku, sobre todo la primera: sonreír, sonreír, sonreír.
Los dos crecieron allí, como asistentes y luego chefs de las cocinas del orfanato, mientras ella iba a cursos en el hospital para ser enfermera y, él, a algunos de la Academia civil mayor para tener los conocimientos necesarios para hacerse de su propio negocio. Se enamoraron y se convirtieron en pareja poco antes de los quince años de ella, momento en que el orfanato da salida a los niños que estuvieron en sus cuidados.
Sora trabajaba en el hospital como asistente de pacientes. Se había hecho los ahorros necesarios para el alquiler de un pequeño departamento y comprar algunos muebles propios. Al año siguiente, cuando Teuchi tuvo que salir del orfanato, él se fue a vivir justo a la par de Sora en su edifcio de departamentos. Él también tenía sus ahorros, pero no tenía trabajo estable más que ser uno de los empleados comodines de los restauranteros Akimichi.
Dos años después, sus ahorros estaban unidos, ella ya era una enfermera en toda regla, él era el encargado de las sopas de un restaurante Akimichi y los dos vivían juntos en un mismo y más grande departamento.
―Pero tú no tienes que hacer eso ―le decía siempre Teuchi cuando llegaba a ese momento del relato―. Tú tienes una familia que te cuida. Por eso, no debes buscarla tan joven como hicimos tu madre y yo en el otro. Tú solo saldrás de mi casa cuando estés bien casa, ¿entendido?
―¿Y si quiero vivir con el que va a ser mi esposo antes de casarme, como hicieron kaa-chan y tú?
A Teuchi ese tipo de preguntas le producía un tic nervioso en uno de sus ojos.
―No ―respondía terminantemente―. Te vas de mi lado solo bien casada, no hay de otra.
Ayame se encogía de hombros. Al fin y al cabo, solo era una niña de nueve años. Los niños de su edad le parecían tontos, y le faltaba muchos años para poder enamorarse de chicos más maduros.
―¿Y qué les gustaba hacer a ustedes? ―preguntaba ella para seguir con el relato por el momento que más le daba ternura.
―Como los dos trabajábamos mucho, cuando por fin estábamos juntos, nos encantaba arrebujarnos bajo las cobijas bien juntitos en la cama, descansando mientras hablábamos, reímos y hasta discutíamos, pero eso en verdad nunca duraba mucho. Luego de eso, nos levantábamos para cocinar juntos y volver de nuevo a la cama. ¡Jajajaja! Nuestro departamento no era el más limpio la mayoría del tiempo, pero sí el más lleno de amor. Nos casamos poco después de haber sacado el préstamo para comprar el puesto del restaurante, y por fin fuimos Sora Ichiraku y Teuchi Ichiraku, primeros patriarcas de nuestro pequeño pero fuerte Clan. Para cuando eso, ella ya había dejado su puesto para trabajar conmigo en la cocina de Ichiraku Ramen. ¡Kami, cómo se iluminaba este puesto cuando estaba ella! Casi tanto como cuando estás tú.
―¿¡Y cuando vine yo!? ¿¡Y cuando vine yo!?
―Sora-chan y yo te tuvimos hasta después de tres años de tener abiertos Ichiraku ramen. Cuando por fin nos dejaste dormir toda la noche ―Teuchi le toca la naricita en una cariñosa reprimenda―. También te traíamos a la cama y, mientras estaba bien dormida y arrebujada en medio de nosotros, hablábamos, reímos y discutíamos, pero solo un poco.
―¿Y esos fueron los mejores años de tu vida?
―Desde el momento en que Sora-chan me dijo que estabas en camino, ¡los mejores años de mi vida!
Ayame solía abrazar a su padre y besar una de las tantas fotografías de su madre, antes de salir corriendo de la cama a hacer té para el desayuno. La historia del inicio del Clan siempre terminaba allí. El relato de porqué su madre no está con ellos es otra, una que muy pocas veces es contada y que deja en lágrimas, en vez de sonrisas, a los dos. Y es por ese relato, en el cual se cuenta cómo murió la madre de Ayame en el ataque del kyubi, que Teuchi Ichiraku no quiere que su hija tenga nada que ver con los ninjas. Bien que mal, piensa él, Sora había sido una ninja médico y, aunque solo era una genin, fue por ese compromiso con Konoha que ella murió en vez de estar con su familia en los refugios.
Ayame, gracias a Kami, no recuerda casi nada del ataque del kyubi. Solo la oscuridad, y la gran cantidad de gente junto a la que se despertó de una pesadilla y en los brazos de su padre. Fue ahí donde se hizo mejor amiga de Hanami Watanabe.
Solo varios días después, por más que su padre ya le había dicho, Ayame se dio cuenta de que su madre no regresaría, como no regresaron los padres de Hanami. Las niñas se unieron tanto en su dolor, que las dos aprendieron casi por sí solas a recordar los pocos buenos sucesos que recuerdan haber vivido claramente de sus padres, que a llorar por su ida. Aún así, las dos no temen hablarse cuando hay momentos en que se les extraña mucho, y hasta llorar juntas.
Ayame desea poder hacer lo mismo en los tiempos en que, ella sabe, su padre está triste por la ida de su esposa, pero ella no puede porque él niega que se sienta mal. Al menos, podrá ayudarle en el restaurante como hiciera su madre. Su padre dice que además de "las manos de chef", ella ha heredado la "buena mano de su madre". Ayame no entiende qué significa exactamente, pero sabe que debe ser especial ya que su padre asegura que él no lo tiene.
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El día en que Ayame había jurado que el animal que robaba de las sobras de ramen iba a pagar, ella y su mejor amiga Hanami volvían de la escuela junto a Taji, el hermano mayor de Hanami… Y a Ayame se le ocurre una idea. Pero no le dice nada a su amiga, y se despide de ella y su hermano antes de entrar por la puerta lateral al restaurante. Adentro, se encuentra con una imagen que ha visto toda su vida. En medio del calor de la cocina y de los olores de tantos ingredientes, moviéndose de allá para acá con maestría, se encuentra su padre.
―Buenos días, Aya-chan ―le dice él, pasándose un trapo por la frente―. ¿La pasaste bien?
―Sí. Aunque tuve clase de geo-gra-fía nuevamente. ―su rostro delata lo tan poco que le gusta la materia. Pero, pronto, cambia su expresión con una gran sonrisa―. ¡Oye tou-chan! ¡Ya sé porqué no has echado a Matsu y Nishi!
Teuchi finge mucho interés y sorpresa.
―¿Ah sí? Pues dímelo, que llevo años queriendo saber por qué no lo he hecho.
―¡Es fácil, tou-chan! ―dice Ayame, con una risilla, como si fuera obvio―. ¡Ellos son Ichirakus también!
―¿Eh? ―esta vez muy sorprendido, Teuchi deja de moverse y la mira. Casi, casi que se le ven los ojos de lo tanto que sube las cejas―. ¿Qué?
―¡Pues eso, tou-chan! Mamá y tú se hicieron familia, y estuvieron juntos en los altos y bajos de la vida. Pues Matsu y Nishi son como ustedes. Vienen del orfanato, y son hermanos entre ellos. Pero luego, han estado con nosotros en los altos y bajos.
―Y los bajos son culpa de ellos, dicho sea de paso.
Pero Ayame se encoge de hombros ante el enojo e indignación de su padre.
―Son familia. Por eso siguen aquí, ¡ellos son mis tíos! ¡Tou-chan, creo que he hecho la regla siete de nuestro Clan! "Los Ichiraku encuentran a la familia en las personas que quieren, la sangre nada tiene que ver". ¿Qué tal?
Por más que a Teuchi no le gusta la idea de estar emparentado con los incompetentes de sus ayudantes, le sonríe a su niña y le dice:
―Se oye muy bien. Ahora, ve a cambiarte, juega una hora con tus amigos y te vienes para ayudarme con los platos, ¿de acuerdo?
Ella asiente con fuerza y se va a la trastienda. Mientras sube brincando las escaleras, canta una canción inventada sobre sus "tíos".
Teuchi niega, y se dice que espera que Matsu y Nishi no se den cuenta de esa idea. Aunque sí explicaría el porqué no los ha echado. Sora y Teuchi los vieron crecer en el orfanato, siempre juntos, como hermanos… Por eso le dio el empleo a ellos, y por eso no puede echarlos. No son malos chicos… Torpes, olvidadizos y exasperantes, pero no malos chicos.
"Bueno Sora, te has hecho de unos hermanos menores" piensa él, volviendo a hacerse cargo de los tallarines. "Porque si esos inconscientes van a hacer los tíos de Aya-chan, no van a ser de mi lado de la familia".
Así, el clan Ichiraku pasó de ser constituido por solo tres personas, dos de ellas vivas, a ser de cinco. Y es por esa regla que, menos de dos semanas después, Ayame se haría de un hermano menor: Naruto Uzumaki.
