Hola a presento el primer FIC, que escribí hace ya dos años. Lo tengo publicado en otra página, dónde me encontraréis con el nombre de Uchiha-Rules (X_D), pero hace tiempo que quería subirlo a esta. Si alguien lo ha leído y aprecia alguna diferencia, ésta se debe a la revisión de capítulos que estoy haciendo ahora.

Dicho lo anterior, con respecto al FIC, debo decir que siempre me ha encantado la imagen de Sasuke Uchiha en prisión, supongo que he visto muchos dramas carcelarios. He intentado darle a la historia un tinte romántico, pero sin pasarme. No contiene Lemmon, sino algo de lime.

La historia es mía, menos los personajes que son de Masashi Kishimoto (c) y es un enorme SASUSAKU.

Espero que os guste.

1

Ni siquiera el viento tenía ganas de soplar aquella noche en Konoha.

Los veranos en la Villa eran realmente sofocantes debido a la humedad en el ambiente. Durante el día, la pereza que provocaba el calor se adueñaba de todos… Todo era más lento, más cansado y los habitantes de la Aldea de la Hoja casi no se saludaban por no malgastar oxígeno. Las noches eran lo peor, los aldeanos se removían inquietos en sus camas, pocos lograban conciliar el sueño debido al bochorno y los que lo hacían, tenían las ventanas abiertas de par en par con la esperanza de que se colara un poco de aire.

Aquella noche del 23 de julio era especialmente asfixiante.

Las aceras de las calles, los muros de las mansiones de los Clanes e incluso el Palacio de la Hokage, se derretían por culpa del calor.

En la prisión de Konoha aún era peor.

El espacio no tenía demasiada ventilación, para evitar que los ninjas que estaban presos utilizasen cualquier tipo de brecha en los muros para escapar. Las paredes chorreaban agua por la condensación de la humedad en el ambiente y casi no se podía respirar. A la sensación de falta de aire había que sumarle el olor nauseabundo que se concentraba en el lugar: olía a cerrado, a rancio y a sudor.

Sasuke Uchiha se hallaba encarcelado en uno de los calabozos de máxima seguridad de la prisión de Konoha. Llevaba dos años, cinco meses y 16 días allí y sólo le quedaban dos semanas para salir. La condena hubiera podido ser peor, ya que eso era lo que querían las garrapatas políticas que rodeaban al Señor Feudal del País del Fuego. Pero la Godaime tuvo que recordar a esos tipos que cuando Sasuke traicionó a la Villa y se alió con Madara Uchiha era un chiquillo menor de edad, abrumado por las circunstancias y totalmente manipulado.

Además, Tsunade les recordó que el chico se entregó voluntariamente a la Villa de la Hoja cuando Naruto le explicó –a golpes-, toda la verdad sobre Madara.

A Sasuke le habían caído tres años de prisión, que se redujeron en seis meses por buena conducta.

La suite que ocupaba, no tenía ningún resquicio por donde se filtrara ni un poco de frescor. Era una celda de contención de chacra, completamente sellada. La única abertura que existía era un tragaluz de cristal en el techo desde donde se podía vislumbrar un trocito de cielo. El calabozo estaba construido de tal forma que el ninja que la habitara (en este caso, Sasuke) tuviera el mínimo chacra para vivir, nada más. El huésped quedaba automáticamente debilitado al entrar en una de esas celdas y por tanto, no podía usar ni siquiera el taijutsu, obviamente, tampoco podía hacer sellos, ni servirse del genjutsu... La contención era tan potente que ni siquiera el Sharingan funcionaba allí.

Los carceleros eran los únicos que no se veían debilitados por la celda. Llevaban colocado en el uniforme un dispositivo que eliminaba los efectos de la anulación del chacra, así podían entrar y salir de los calabozos con total tranquilidad. Con esas medidas de seguridad se evitaban fugas indeseadas o "accidentes no jutsu".

También significaba que el Uchiha no tenía más de 5 metros cuadrados para poder estirar las piernas. Obviamente su lujosa residencia no tenía ventanales, sólo el tragaluz de cristal, completamente cerrado.

Menos aún tenía un ventilador. Sasuke sudaba a mares. Estaba a punto de llamar al necio carcelero que estaba de guardia esa noche para que le trajera un abanico. Pero sólo pensar en lo estúpido que podía parecer que un Uchiha pidiera un abanico y en las burlas de las que inmediatamente sería pasto por parte de ese cretino, le hicieron desistir.

- Bonita manera de pasar la noche de mi 18 cumpleaños… -le comentó a una cucaracha que estaba en la pared- ¡Qué bien! ¡Ya soy mayor de edad, ya puedo beber sake y leer la saga Icha Icha Paradise… - le dijo Sasuke, sarcástico, al bicho.

La cucaracha, no le contestó. Últimamente hablaba solo (o con la cucaracha). No tenía visitas. Sólo Naruto.

Cuando le encerraron, la pesada de Sakura fue la primera que pidió permiso para poder ir a verle. Pero él se negó rotundamente a recibirla. Lo cierto era que Sasuke no quería ver a La Molestia en aquella prisión infecta y llena hasta los topes de criminales de todo tipo. No sólo estaban encerrados los traidores como él, sino que la cárcel de Konoha existía todo un bonito muestrario de ninjas ladrones, psicópatas, asesinos en serie, pervertidos, delincuentes sexuales y otras joyas de la corona.

Definitivamente, Sasuke no quería que Sakura pusiera ni una sola célula de su cuerpo en ese asqueroso lugar.

Aunque había otro motivo por el que Sasuke no quería ver a Sakura allí: no hubiera sabido qué decirle y tampoco hubiera podido sostenerle la mirada. La última vez que la vio (hacía ya más de dos años), él la había atacado. Estaba fuera de sí y completamente enloquecido, de otro modo, no se le hubiera pasado por la cabeza el rozarle ni un solo cabello. Y conociéndola como la conocía (porque la conocía muy bien) seguro que ella no le hubiera reprochado nada. Pero Sasuke estaba muy avergonzado, se había equivocado tanto que ahora le faltaban agallas para enfrentarse a los ojos verdes de esa mujer.

Evidentemente, Sakura no supo el motivo real por el que Sasuke le había vetado las visitas. Ella simplemente pensó como siempre, que le molestaba, que no quería verla y que no quería saber nada de ella.

Así que sólo el idiota hiperactivo que tenía por "único y muy mejor" amigo, le iba a visitar. Cuando Naruto iba a verle (cosa que para espanto del Uchiha, ocurría diariamente) no paraba de hablarle en las dos horas que tenían para la visita. ¡Qué verborrea tenía el idiota total! ¡Era digno de elogio!

En realidad a Sasuke le convenía la incontinencia verbal de Naruto, porque en el fondo le divertía y también, porque no tenía mucho que decirle a ese pedazo de animal. Hubiera podido explicarle que desde hacía días, le visitaba una cucaracha y que sólo le hablaba a ella, adoptándola como mascota. Le había puesto de nombre "Dobe" en honor a él. Era un bicho muy interesante, Sasuke creía que le entendía perfectamente, aunque jamás se lo hubiera dicho a Naruto, ya que éste hubiera pensado que su amigo estaba más majareta que antes.

Le hubiera podido contar que tenía dos guardas.

El del turno de mañana era Yamamoto Goki, un hombre mayor, amable y atento, que le trataba como a una persona y le contaba historias del exterior. Le traía el desayuno y le acompañaba al patio de la cárcel a tomar el aire en las horas que duraba el recreo.

El guarda del turno de noche, Shirou Kusatta, por el contrario, era un animal.

En teoría, se encargaba de llevarle la cena y vigilarle por la noche mientras dormía. Tareas simples y fáciles. Sin embargo, Shirou era un auténtico cabronazo que le odiaba.

El odio le venía de hacía años. De cuando los dos eran pequeños e iban a la Academia Ninja. Shirou tenía dos años más que Sasuke era un cretino y un tipo reamente feo, con cara de rape. En el colegio, siempre andaba persiguiendo a las chicas más pequeñas para meterles mano. El día en que Shirou decidió meterse con Sakura-chan recibió una buena paliza.

Sasuke recordaba ese día, porque estaba con su hermano Itachi en el parque infantil que había junto a la Academia. Estaban practicando el lanzamiento de kunais y se estaban divirtiendo de lo lindo. De pronto, los hermanos Uchiha escucharon gritos y sollozos provenientes de un rincón del parque. Una niña lloraba pidiendo auxilio. Itachi y él se acercaron sigilosamente hasta el lugar de donde provenían los gritos.

Allí, Sasuke pudo ver cómo Shirou, junto con otros tres compinches, habían acorralado contra un árbol a una niña pequeña con el pelo rosa, ojos verdes de duende y un lazo rojo enorme en la cabeza. Intentaban levantarle las faldas para verle la ropa interior.

Se reían como locos mientras tiraban del pelo a la niña, la empujaban y pellizcaban. Los ojos verdes de ella estaban inundados en lágrimas, aunque ella se defendía como podía, no podía contra los chicos más mayores.

Eran cuatro contra una niña pequeña. Sasuke se indignó.

- ¡Sakura-chan! – murmuró Sasuke rojo de ira, apretando los puños hasta que se le pusieron blancos.

- ¿La conoces? – preguntó Itachi sorprendido por la reacción del pequeño Sasuke.

- ¡Esa niña! ¡Sakura-chan! ¡Va a mi clase! –gritó Sasuke mientras se alejaba de su hermano y se dirigía corriendo hacia el lugar donde Shirou molestaba a la niña.

- ¡Eh! ¡Espera, hombre! ¡No seas tan impulsivo! –gritó Itachi, pero no se movió de donde estaba y se quedó observando a su hermano con una sonrisa en los labios.

Sasuke se dirigió a toda velocidad al lugar donde el feo chico y sus compinches molestaban a Sakura. Antes de que Shirou pudiera percatarse de lo que había pasado se encontró rodando por el suelo, junto con los otros tres. Sasuke se plantó frente a ellos, con las mejillas arreboladas, los brazos en jarras y una mueca de desagrado pintada en la boca. Sakura-chan se había caído al suelo, tenía las rodillas sucias y llenas de heridas, en los brazos le empezaban a salir morados, provocados por los pellizcos de los gamberros. El lazo del pelo estaba torcido y el cabello rosa revuelto por donde Shirou lo había estirado.

Las lágrimas caían de los ojos verdes de la niña y Sasuke sintió cómo la indignación crecía por momentos en su interior.

- ¡Dejadla en paz, imbéciles! – gritó – ¡A las niñas no hay que molestarlas!

Shirou y sus compinches se levantaron del suelo y empezaron a reírse. Le sacaban tres o cuatro palmos al Uchiha menor y eran mucho más corpulentos que él. Les había pillado por sorpresa, eso era todo. Ahora recibiría una buena paliza.

- ¡Cállate microbio! – gritó Shirou

- Shirou-kun… Es un Uchiha –le dijo uno de los compinches cuando reconoció al chico que les plantaba cara – ¡Yo me largo…!

El compinche salió a toda prisa hacia los matorrales, sin saber que Itachi se ocultaba allí.

- Sí, creo que es Sasuke Uchiha, el hijo pequeño del Jefe de la Policía de Konoha –dijo otro de los gamberros y salió corriendo detrás de su compañero.

- ¡Cobardes! –gritó Shirou – ¡Sólo es un insecto!.

Shirou se había quedado solo con el último de sus amigos, un tipo gordo y fuerte con cara de pervertido que se acercó a la pequeña Sakura y la rodeó el cuello con un brazo.

- Hmpf… –dijo Sasuke – ¿Tenéis miedo, cobardes? ¿Por eso cogéis un rehén?

- ¡Cállate idiota! ¿Te crees mejor que los demás, porque tu padre es policía? – le gritó Shirou.

- No. Me creo mejor que tú, porque lo soy – fanfarroneó Sasuke – Déjala marchar.

- ¿Es que es tu novia? –se burló Shirou.

Sasuke se sonrojó al recordar que Itachi que estaba detrás de él observándolo todo.

- No.

- ¡Entonces qué más te da si le miramos las bragas!

Shirou se acercó a Sakura y le levantó la falda, dejando al descubierto unas braguitas rosas con cerezas rojas. Sakura gritó y los dos gamberros reían sin parar.

- ¿Y ahora qué vas a hacer, microbio? –Shirou reía – Le voy a dar un beso a tu novia…

Sakura lloraba al ver que Shirou se le acercaba con los labios en forma de pez globo.

- ¡Noooo! ¡Qué ascooooo! – la niña gritaba e intentaba zafarse de los dos gamberros.

- … Hmpf… Eso no es lo que hacen los ninjas –dijo Sasuke furioso - ¡Pervertidos!

- ¿Ah, no…? - dijo Shirou apartándose de Sakura y encarándose con Sasuke – ¿Y qué hacen los ninjas, enano?

- ¡Esto! –gritó Sasuke indignado - ¡Katon: Goykakyuu no jutsu!

Una pequeña bola de fuego salió de los pulmones del chiquillo alcanzando a Shirou. Este que no se lo esperaba recibió el impacto de lleno. La ropa de Shirou empezó a quemarse y éste gritaba y daba saltos como un canguro.

Sasuke se revolcaba de risa mientras le señalaba.

- ¡Buajajajajajaj! ¡Con eso se te quitarán las ganas de molestar a las niñas!

Shirou salió corriendo en dirección a los arbustos.

El rollizo con cara de pervertido seguía agarrando a Sakura, pero temblaba como una hoja.

- ¡Aléjate! –decía el gordo - ¡Aléjate!

- Suéltala… – le dijo Sasuke burlón mientras se acercaba lentamente al gamberro.

- Vale… Pero no me hagas nada…. – el gordo empezó a gimotear y aflojó el agarre de Sakura.

Sasuke llegó a la altura del gordinflas y a una velocidad pasmosa para un niño de seis años le dio un puñetazo en toda la cara que le alejó más de seis metros de ellos. El gordinflón se levantó echando sangre por la boca y empezó a correr de espaldas hacia los arbustos para no perder de vista a Sasuke que seguía de pie, orgulloso y mirándole con sorna.

- ¡Se lo voy a decir a mi padre! -gritó el rollizo.

- ¡Hazlo! ¡Yo se lo diré al mío! – rió Sasuke.

El gordo se alejó a todo correr por el mismo sitio donde habían escapado Shirou y sus colegas. Sasuke se quedó de pie unos segundos mirando cómo los gamberros se alejaban. Entonces se dirigió hacia Sakura.

Esta estaba sentada en el suelo, ya no lloraba, tenía las mejillas encendidas y los ojos brillantes. Miraba a Sasuke como si fuera un ángel salvador. Cuando Sasuke se arrodilló a su lado, la chica empezó a temblar. Pero no de miedo, sino de emoción.

- ¿Estás bien? Ya se han ido – dijo Sasuke con un deje de orgullo en la voz.

- Sí… sí…. – Sakura estaba roja como un tomate – Me has salvado, gracias…

- Oh… No ha sido nada para mí… – Sasuke fanfarroneó delante de la niña, pero tenía las mejillas encendidas- Te ayudaré a recoger tus cosas.

Los dos niños se pusieron a recoger los libros y cuadernos de Sakura que se habían desparramado por el suelo. Sasuke la miraba de reojo. Había salvado a la niña más guapa de la clase ¡delante de Itachi! Estaba feliz, como una perdiz. Cuando acabaron de recoger las cosas de Sakura, Sasuke la ayudó a ponerse de pie y a quitarle el polvo y la tierra de la ropa.

En ese momento, Itachi apareció de entre los arbustos.

- ¡Hermano! ¿Has visto qué he hecho? – Sasuke estaba hinchado como un pavo real.

- ¡Eh! ¡Claro que sí! ¡Ha sido increíble! –le dijo Itachi alegremente.

Sasuke sonreía de oreja a oreja. Sakura le miraba embelesada. Itachi se estaba aguantando las ganas de reírse a carcajadas.

- ¿Quieres que te acompañe a casa, Sakura-chan?– preguntó Sasuke haciéndose el chulo.

- Sí, por favor… – dijo la niña, tímida.

- Así no te molestará nadie más… -añadió Sasuke.

Itachi se estaba muriendo de la risa. Su hermano pequeño era un auténtico ligón.

- Eo… ¿Yo también puedo acompañaros? –preguntó Itachi medio en broma. No quería pincharle el globo a su hermano, pero si le dejaba vagar por ahí solo su madre se pondría echa una furia.

- Pues claro, hermano... –le dijo Sasuke condescendiente.

- Es por aquí – les dijo Sakura.

Empezaron a caminar y pasaron por delante de los arbustos donde antes había estado escondido Itachi. Shirou y sus cuatro compinches estaban en el suelo, inconscientes. Alguien les había dado una buena paliza. Sasuke miró a Itachi, quien se hizo el disimulado. Sakura miró por un momento a Itachi con admiración y Sasuke frunció el ceño.

- Desde luego, hermano, vaya paliza que les has dado a esos chicos – dijo Itachi – Cuando llegaron donde yo estaba se desplomaron uno a uno. ¡Eres increíble! ¡No me dejaste nada para mí!

- Hmpf…

Sasuke miró a su hermano de reojo, pero sonrió al ver que Sakura volvía a mirarle embelesada. Ella ni siquiera había reparado en que Sasuke no había pegado a los dos primeros gamberros.

Los tres siguieron su camino y se dirigieron hacia el centro de Konoha. Sakura solo tenía ojos para Sasuke y éste caminaba orgulloso, a su lado. Itachi les seguía risueño.

Minutos después, la niña se detuvo delante de una casita baja de dos plantas.

- Es aquí –dijo.

- ¡Bien! – Sasuke había cumplido su objetivo.

- ¿Sasuke? –preguntó Sakura tímidamente.

- Sí…

- ¿Me podré sentar a tu lado mañana en clase?

- Hmpf… Sí… Supongo… –dijo Sasuke con las mejillas arreboladas.

- ¡Qué bien! –dijo ella alegre- ¡Gracias, Sasuke-kun!

Se acercó tímidamente a él y le dio un suave beso en la mejilla, después abrió la puerta de la casa y subió corriendo por unas escaleras. La puerta se cerró a sus espaldas. Sasuke se quedó inmóvil. Patidifuso delante de la puerta. ¡La niña más guapa de la clase le había besado! La sangre se agolpó en sus mejillas al recordar que su hermano estaba detrás.

- Hermano… - Itachi se estaba muriendo de la risa.

- ¿Qué? – Sasuke no se atrevía a darse la vuelta.

- Estás hecho un galán…

- Hmpf… Cállate ….

Itachi no aguantó más y estalló en carcajadas. Sasuke le dio un empujón y se fue corriendo hacia su casa, avergonzado, con Itachi corriendo detrás, mientras se reía como un loco. Al día siguiente, Sasuke volvió a ver a Shirou en la Academia, pero éste se alejó de él a toda prisa. Jamás volvieron a cruzarse dos palabras seguidas y Shirou no volvió a meterse jamás con Sakura-chan.

Cuando encerraron a Sasuke en la prisión de Konoha, Shirou fue asignado como su guarda nocturno. Si de pequeño era feo, con casi veinte años, no había mejorado mucho en ningún sentido. Seguía siendo un cretino con cara de rape. El guarda odiaba a Sasuke con toda su alma. No entendía por qué ese traidor recibía un trato especial. No entendía por qué siendo un renegado de la Hoja, tenía órdenes de no mezclarle con el resto de reclusos. Sasuke únicamente veía a los demás convictos a la hora de la comida. El resto del día, el Uchiha se lo pasaba tranquilamente en su celda o paseando por el patio de recreo, o escribiendo, estudiando o lo que era peor, recibiendo visitas de nada más y nada menos que el Héroe de Konoha, Naruto Uzumaki.

Todo eso sacaba de quicio al centinela.

Sasuke sabía que el guarda iba diciendo a los demás presos que hubiera sido buena idea dejarle en el pabellón de los delincuentes sexuales para comprobar cuánto duraba allí ese "niño bonito" totalmente intacto. Sasuke intentaba no cruzarse en el camino de Shirou, intentaba no provocarle. Era mejor para él. El joven Uchiha quería salir cuanto antes de ese lugar inmundo y si se peleaba con el guarda tendría todas las de perder. Los politicuchos de turno tendrían la excusa perfecta para ampliarle la condena…. O dejarle allí de por vida.

No siempre había conseguido mantenerse alejado de Shirou, algúna vez se había llevado una buena paliza de ese carcelero. Sobre todo los seis primeros meses de estar allí encerrado, Shirou le había pegado más de una vez.

Sasuke se moría de ganas de partirle la cara. Shirou era un cretino que le había subestimado. Sasuke urdía el cómo poder machacar a Shirou en cuanto saliera de prisión, pero mientras, optaba por callar y soportar las palizas del centinela. Por eso, el guarda fanfarroneaba diciendo que era una exageración tener a un niñato como Sasuke en una celda de contención de chacra. Shirou iba diciendo a los demás presos que en la calle, Sasuke no le duraría ni medio minuto.

Sasuke se reía para sus adentros y se reservaba la opinión.

Todo eso podría habérselo explicado al dobe… Pero para qué. No quería preocuparle más. También podía haberle contado a Naruto cosas sobre sus compañeros de prisión: Uno de los presos decía que era un "Master" que tenía un "Servant" llamado "Archer", aunque Sasuke no entendía ni jota de eso… Había otro preso que se había comido a su abuelo… Otro creía que era un Shinigami llamado Ichigo… Otro tipo se hacía llamar "Voldemort" y decía que era el Señor Tenebroso y que buscaba a un tal Harry…

También habría podido explicarle a Naruto que la comida era infecta, que su ropa olía a rayos y que sólo podía ducharse una vez por semana, que odiaba el uniforme de preso, que quería asearse y cortarse el pelo… Y también le hubiera podido contar a Naruto que lo que más deseaba en el mundo era ver un rayo de luna reflejado en el pelo rosa de Sakura.

Esa noche, en especial. Esa noche de su cumpleaños, hubiera matado por volver a bañarse en el río con ella.

Pero jamás le hubiera confesado a Naruto algo como eso, así que Sasuke sonrió a la cucaracha (que no le devolvió la sonrisa) y empezó a explicarle el por qué…

"¿Sabes "Dobe"? La primera vez que me bañé en aquel río con ella fue la noche de mi doceavo cumpleaños. En realidad, todo sucedió por culpa de Kakashi Sensei, que llegó un día y medio tarde. Esta vez, nuestro maestro se había pasado mucho… La excusa… La de siempre "Chicos, me he perdido en el camino de la vida...".

Sakura-chan, Naruto y yo estábamos muertos de hambre, de asco, de calor y de cansancio, sólo de esperarle.

Nosotros tres sabíamos que en realidad, Kakashi Sensei, se había perdido en los brazos de alguna tonta kunoichi enamorada, y eso mismo fue lo que pensó el Tercer Hokage cuando se enteró. El Sandaime montó en cólera y se enfadó tanto que nos asignó dos misiones simultáneas para que "Los del Equipo 7" recuperáramos el tiempo perdido en el dichoso camino de la vida de Kakashi.

Yo estaba muy furioso.

Había pasado un día y medio sin comer, esperando a Kakashi-sensei, sudando a mares, aguantando las quejas incesantes del "dobe" y los grititos de Sakura-chan cada vez que le dirigía la palabra. Para colmo, había perdido un día de entrenamiento y encima nos habían "castigado" a hacer dos misiones simultáneas. ¡Como si nosotros tuviéramos la culpa de que el Sensei fuera un impresentable…!

Lo peor estaba por llegar... Y es que, como era imposible que el Equipo 7 pudiera estar en dos lugares a la vez, Kakashi nos dividió en dos grupos: Naruto y el Sensei formarían el primero y se encargarían de escoltar a la hija de un Señor Feudal hasta la Aldea de la Arena. Mientras, Sakura-chan y yo nos encargaríamos de la otra "peligrosa" misión, que consistiría en ayudar a dos ancianas en las tareas de su granja a las afueras de Konoha ¡Durante tres semanas!

Yo estaba realmente fastidiado. Una misión de agricultor y encima, a solas con La Pesada durante tanto tiempo… Era algo que no creía poder soportar. Si bien, en aquel entonces (y hasta hace poco) nunca hubiera reconocido que uno de los motivos de mi enfado no era tanto tener una misión de bajo nivel sólo con La Plasta, sino que encima, aquel día nadie se había acordado de felicitarme mi cumpleaños. Ni siquiera La Molestia, que encima, parecía estar encantada con la situación de tener una misión sólo conmigo tanto tiempo.

Estaba realmente dolido. Me dolía que no se hubieran acordado de mí y me dolía el hecho de que me doliera algo tan tonto como eso.

Durante todo el camino hacia la granja no pronuncié ni una sola palabra.

En parte, quería castigar a Sakura-chan por no haberse acordado de la fecha en la que estábamos y, aunque no era consciente de ello, también quería castigarla por sentirme abandonado, solo y miserable en ese día Sabía que ella no tenía la culpa de que yo echara ferozmente de menos a mi familia y sobre todo a mi madre, pero no podía evitar enojarme al verla tan contenta, dando saltos a mi lado. Por su parte, Sakura-chan parecía no darse cuenta de mi indignación creciente, y aunque hacía un calor infernal, ella saltaba y correteaba a mi alrededor como un cervatillo, recogía flores, me miraba de reojo mientras las deshojaba y se sonrojaba; intentaba adivinar por su vuelo qué clase de pájaros eran los que nos sobrevolaban y canturreaba canciones tontas para niñas tontas.

Cuando la granja se divisó al final del camino, me retó para ver quién llegaba más rápido. Yo pasé de ella. Además, posiblemente, ganaría yo. Pero a ella no le importó que la ignorara y salió corriendo hacia el edificio.

Parece que la estoy viendo… Ella ya había cumplido los 12 años en marzo… Corría dando saltitos, el pelo rosa volaba a su espalda y su camisola se levantaba levemente dejando al descubierto su shorts negros. Se reía y se giraba hacia mí para ver si la seguía. Estaba sudando y las gotitas le brillaban en la cara igual que esos ojos como dos esmeraldas. Tenía una mirada tan limpia e inocente... Tan… Feliz…

Al verla reír así, yo me enfadé más todavía.

Supongo… No. Ahora sé que lo que realmente me pasaba es que me dolía el corazón cada vez que la miraba, me parecía un espíritu del bosque, un hada, una pequeña mariposa rosa. Me daba mucha envidia su felicidad, y no entendía cómo podía ser yo el causante de su estado. En lugar de alegrarme por ese motivo, me amargaba.

Yo era un auténtico desgraciado entonces, así que cuando la alcancé, lo único que se me ocurrió hacer fue herirla.

- Sakura-chan, cada día eres más pava, más tonta y más cría… En lugar de avanzar, retrocedes.

Se lo dije lleno de rencor y con toda la frialdad de la que fui capaz, con todo el odio y toda la amargura que tenía dentro de mí. Ella me miró, sorprendida por mis horribles palabras y después, el dolor del corazón al ser herido alcanzó sus ojos, que se empañaron. No dijo nada. No protestó, no hizo pucheros, ni lloró. Sólo me miró con ojos de duende triste y bajó la cabeza. Mi veneno la había lastimado, otra vez.

Yo me sentí realmente mezquino.

Quedamos en silencio, ella delante de mí, con la cabeza gacha y yo intentando encontrar una palabra de disculpa que no llegué a pronunciar. El momento lo salvaron las dos ancianas dueñas de la granja.

Eran dos abuelitas muy viejas y arrugadas, Mei-san y Saki-san, que nos acogieron muy amablemente y nos dejaron entrar en la casa para asearnos, darnos un buen vaso de limonada muy fría y cenar pescado y unos pasteles de arroz. Ella enseguida sonrió a las ancianas, charlando animadamente con ellas, mientras les agradecía y elogiaba la limonada, el pescado, los pasteles, la hospitalidad y la oportunidad de demostrar que éramos buenos trabajando. Era muy educada y amable. Sin embargo, la sonrisa con la que obsequiaba a las abuelas ya no era la misma de hacía un rato. Mis dardos la habían golpeado y ahora sangraba por dentro.

Yo la miraba, abrumado y bastante avergonzado por mi mezquindad. Pero no supe qué hacer o qué decir o cómo arreglarlo. Era un auténtico imbécil.

Las abuelas eran bastante humildes y nos dijeron que en las semanas que estuviéramos allí con ellas ayudando en la granja, Sakura-chan y yo tendríamos que compartir la misma habitación. No le dieron ninguna importancia al hecho de que fuéramos un chico y una chica. Nos debían ver tan niños…

A Sakura-chan también le importó un bledo la situación. Es más, estaba encantada, porque también por la noche estaríamos juntos, pero yo me puse muy incómodo al saberlo. No me apetecía cambiarme de ropa y dormir en la misma habitación que una chica y menos de La Pesada. Pero nadie se dio cuenta de mi disgusto. Sakura-chan en cambio era muy niña e inocente todavía y ni siquiera reparó en ello. Para ella todo era un juego divertido que compartir conmigo…

Mei-san y Saki-san nos enseñaron nuestra habitación.

Nos habían instalado juntos en un antiguo pajar que estaba anexo a la granja por su parte trasera. Así que aunque ambas edificaciones se comunicaban por un patio interior, teníamos intimidad. El patio interior estaba decorado con una pequeña fuente y un estanque con carpas doradas. Alrededor había tiestos con flores de color rosa y azul. Era todo muy sencillo, pero muy bonito. El pajar que ya no servía a su función inicial, se había transformado en una pequeña habitación que estaba barrida y limpia. Las ancianas habían colocado dos futones en el suelo, uno al lado del otro. También había dos baúles de tapa plana para que guardáramos nuestras cosas y un pequeño escritorio, con un juego de plumas, un quinqué y una silla por si teníamos que redactar algún informe para la Villa. La puerta trasera del pajar era lo bastante grande como para que pasara un carro con heno. Esa puerta se abría hacia un pequeño prado de tréboles. A ambos lados de la puerta, las ancianas habían colocado dos mecedoras y una mesa de hierro forjado, todo pintado de blanco. En un peral que crecía allí, había instalado un columpio.

El campo de tréboles seguía más allá, yendo a morir en un río.

Era un río de cauce mediano, aguas cristalinas y tranquilas. Se podían ver carpas nadando en el fondo y truchas, que había a cientos. Las dos riberas se elevaban un poco sobre el cauce. Con lo cual para llegar al agua, había que saltar. En la orilla más cercana a la granja crecían sauces, que inclinados sobre el agua parecía que intentaban pescar. En la ribera de enfrente, crecía un cerezo enorme, cuajado de frutas. Su sombra se proyectaba varios metros y el suelo estaba cubierto de guindas maduras. Algunos pequeños pájaros picoteaban el suelo y otros se llevaban las cerezas volando.

Era un paraje maravilloso, por lo sencillo. Olía a sol, a verano y a alegría en cada rincón de aquella granja.

Sakura-chan estaba emocionada, pero no quiso demostrarlo mucho por si yo volvía a repredenderla. Lo cierto, es que yo también me emocioné un poco. Hmpf…

Era todo muy bonito y reconozco que la perspectiva de pasar allí algunas semanas de verano, se me hizo muy agradable. Por una vez, pensé en darle gracias a Kakashi-Sensei.

El trabajo de la granja no era muy duro en esa época del año. Además, ya estaba casi todo hecho. Las ancianas nos explicaron que vivían con sus hijos, que eran quienes en realidad se encargaban de la granja, pero que en ese momento habían ido a visitar a unos parientes en la Aldea de la Nube. Las dos ancianas estarían solas tres semanas y necesitarían un poco de ayuda. Por eso sus hijos nos habían contratado. Después de las explicaciones de las ancianas, Sakura-chan y yo coincidimos al pensar que más que un trabajo en la granja, nuestra misión era hacer compañía a las dos abuelas hasta que sus hijos llegaran de vacaciones. La idea no era nada desagradable, ya que las dos mujeres eran encantadoras.

Estaba claro que Sakura-chan y yo íbamos a tener mucho tiempo libre".


Bueno, este es el primer capítulo. Espero que os haya gustado. Acepto críticas constructivas y sugerencias varias.

También espero vuestros comentarios, es lo que más deseo.

Saludos y muchas gracias por leerme.

CAM.