¡Hola, hola!
Este fic es para LightKey27, por el Intercambio Navideño del Foro Proyecto 1-8. Ante todo, me disculpo con la tardanza, tengo mis excusas, pero mejor aún tengo compensación. Por lo cual, un drabble se ha vuelto un fic de tres capítulos, espero que te agrade.
:)
Inserte aquí la muy conocida advertencia de derechos: Digimon no me pertenece.
De como las fiestas se pueden complicar.
I
De cómo los digimons nunca se llenan y las castañas se emborrachan con facilidad.
Era perfectamente conocido, que cuando a Tachikawa Mimi se le metía una idea entre ceja y ceja, ella no sé detenía hasta verla concretada. Por eso, cuando ese Diciembre, Mimi decidió (por todos, y sin consultarle a nadie) que pasarían las fiestas juntos, ninguno de sus amigos consideró sí quiera llevarle la contraria. Así que, con sonrisas forzadas y una gota de sudor resbalándole por la frente, los ochos niños elegidos originales, aceptaron su propuesta.
Por esa misma razón es que Taichi se encontraba arrebujado en su bufanda mientras intentaba infructuosamente frotarse las manos en un vano intento de entrar en calor, con la nieve cayendo lentamente sobre las calles de Odaiba. Aquel día había salido un poco más tarde de su trabajo de medio tiempo, por lo cual ahora se encontraba en una de esas tiendas que trabajan las 24 horas del día, comprando lo que serían las bebidas de aquella velada. Mientras que su teléfono no dejaba de repicar.
Con un suspiro, tomó la bolsa que el vendedor le ofrecía y se dispuso a caminar al apartamento de Mimi, seguro de que encontraría una muerte segura a cargo de la castaña. Lo único que lo consolaba, es que podría ver a Agumon antes de que la chica lo despellejara vivo por su tardanza. Suspiro cansinamente, deseando con fuerza cerrar los ojos y encontrarse en su cama.
No tardó en llegar hasta el edificio donde residía la castaña, así que reuniendo todo el valor del que su emblema hacía gala, toco el timbre.
— ¡Llegas tarde! – fue el saludo de una sonrojada Mimi, al abrirle la puerta.
— ¡Hola Mimi-chan! –Dijo, dedicándole una sonrisa forzada — ¿Cómo estás? ¿Yo? Bien, bien, empapado por la nieve ¿y tú?
La castaña clavo sus fieros ojos en él y se apartó dando un paso hacia atrás, con las mejillas infladas y los brazos cruzados.
—Adelante, deja las bebidas en la cocina.
— ¡Wow! ¡Mimi esto está genial! –exclamó, cuando al cruzar el recibidor se encontró con una sala/comedor bellamente decorado.
Luces parpadeantes iluminaban puntos estratégicos de la estancia, mientras que en una esquina destacaba un enorme árbol con cintas doradas y adornos plateados. Nunca había dudado del buen gusto de Mimi, pero sinceramente la decoración lo había sorprendido gratamente.
— ¡Taichi! – chillo Agumon al verlo, saltando directamente a sus brazos a lo que inevitablemente soltó la bolsa con las botellas.
Cerró los ojos esperando el estruendo, seguido por el arranque de histeria de la castaña. Pero después de un par de segundos sin que el mundo se hubiera acabado, se atrevió a abrir un ojo. Palmon, quién estaba cubierta de guirnaldas y llevaba un sombrero de Santa, se las había arreglado para capturar con su hiedra venenosa la bolsa en pleno vuelo.
— ¡Taichi! ¡Taichi! ¡Taichi! – seguía gritando Agumon, sin darse cuenta de que su imprudencia estuvo a punto de desatar la Tercera Guerra Mundial.
—Gracias, Palmon –suspiro el castaño, dedicándole una sonrisa a la digimon.
— ¡Está bien! –contestó la planta, entregándole la bolsa a una Tailmon que también llevaba un gorro de Navidad y que hábilmente las dejo a salvo sobre la repisa que dividía la cocina del comedor.
Con una rápida mirada, el chico recorrió el apartamento, dándose cuenta que aparte de los digimons que comían alegremente una variedad de aperitivos y tapas en la mesa, ninguno de sus amigos se veía en las cercanías. Como sí se tratase de un niño, con Agumon a cuestas, empezó a revisar cada rincón donde una persona pudiera esconderse en el apartamento. Mimi quién lo observaba desde la entrada a la cocina, entrecerró los ojos y una vena comenzó a formarse peligrosamente en su sien.
— ¿Qué se supone que haces?
—Buscando a los demás, pensé que quizá se habrían escondido como una especie de sorpresa hacia mí.
— ¡No es tú cumpleaños! —Refunfuño la castaña, para seguidamente adoptar una postura derrotista —. No han llegado —susurro —, y no estoy segura que lo hagan. Una compañera de Sora le pidió que la cubriera en su turno. Jou-sempai me llamó desde la casa de su no-real-pero-buena-excusa-de-novia, diciéndome que llegaría después de cenar sí la nevada se lo permitía. Yamato-san y Takeru-kun, están atrapados en el tráfico a causa de la nieve, así que llegaran tarde también. Koushiro-kun está haciendo no-sé-qué en su oficina y se va a retrasar.
— ¿Y Hikari? —preguntó, extrañado. Su hermana estaba tan o más emocionada que Mimi por aquella velada.
—Aquí —dijo la chica, guiando a Taichi a la entrada de su habitación.
Ambos se asomaron por la puerta entreabierta solo para ver a una Hikari dormida, bajo mantas y mantas con diseños alusivos a la fiesta y un gorro que imitaba la cabeza de Rodolfo, con una borla roja al final.
—Fue la única que logró llegar, pero su cara estaba tan pálida y estaba tan congestionada que la obligue a meterse a la cama antes de que convirtiera mi apartamento en una zona de riesgo biológico.
Taichi sonrío forzadamente, sintiendo como una gota se deslizaba por su nuca.
—Dejémosla dormir —dijo, cerrando la puerta con suavidad.
Ya en el comedor, Taichi se cruzó de brazos.
—Entonces, sí nadie había llegado ¿por qué me gritaste?
—La costumbre —respondió, encogiéndose de hombros y dedicándole una alegre sonrisa.
— ¡¿Qué?!
—Vamos, vamos —dijo, empujándolo por la espalda hasta donde se encontraban el resto de digimons —. No es nada del otro mundo —concluyo, forzándolo a sentarse mientras le guiñaba un ojo.
—Ta-i-chi —canturreo Agumon, ofreciéndole un plato con lo que parecían ser unos dulces redondeados —. Prueba esto.
— ¿Taichi, sabes dónde está Sora? —pregunto Biyomon.
— ¿Y Yamato?
— Extraño a Takeru —lloriqueo Patamon frente a él.
— ¡Taichi prueba la comida de Mimi! —exigió Palmon.
—Jou no sabe lo que se pierde.
— ¡No te comas todo, Agumon! ¡Espera que llegue Koushiro!
— ¿Eh?
Taichi sonrió con cierto nerviosismo, los digimos eran una fuente inagotable de energía mientras tuvieran una constante entrada de comida, y por lo que veía alrededor, Mimi había servido una cantidad ridícula de platillos y seguía cocinando. Era demasiado, pero supuso que no había nada malo en aprovecharlos; así que siguiendo el ejemplo de su digimon, se sirvió un plato con un poco de todo.
—Biyomon, Gabumon, Patamon, pronto Sora, Yamato y Takeru estarán aquí, así que relájense —dijo la castaña, depositando dos copas y una botella de vino frente a él—. Gomamon y Agumon, dejen algo para los demás. Tentomon, no discutas con Agumon. Palmon y Tailmon, recuérdenme en un par de minutos sacar las galletas del horno.
— ¡Galletas! —chillo Agumon, con la saliva goteándole por el orillo de la boca.
— ¡A la orden, Mimi! —dijeron ambas digimon a la vez, haciendo un saludo militar.
—Lo tienes todo controlado ¿no? —comento el chico, dirigiéndole una sonrisa a la joven.
—Hago mí mejor esfuerzo —respondió, irguiéndose orgullosa en su asiento y dedicándole su mejor sonrisa —. Eso o dejar que mí apartamento se convierta en zona de desastre natural. En fin, vamos a brindar —dijo, alzando su copa y guiñándole un ojo.
— ¿Por qué brindamos?
— Porque aunque somos dos y un montón de digimons, estamos juntos —le sonrió la castaña, decidida a que el retraso de sus amigos no afectara su buen humor.
— ¡Kanpai! —dijeron al unísono, chocando ambas copas y llevándoselas a los labios.
Una copa llevo a otra, y una segunda a una tercera, así cuando quisieron darse cuenta ya se habían bebido toda una botella. Mientras tanto, la nieve caía lentamente en el exterior.
Con una sonrisa que le ocupaba gran parte de la cara, Taichi observó como una Mimi de mejillas sonrojadas sacaba una bandeja de galletas del horno mientras los digimons la rodeaban intentado conseguir una, haciendo tambalear su ya trémulo paso. No pudo evitar reírse de como los digimons se habían envuelto en guirnaldas verdes y doradas, y portaban sombreros que hacían referencia a el de Santa o a las cornamentas de los ciervos.
— ¡Mimi quiero más! —pedía Agumon con unas seis galletas en la boca, y un par en cada garra.
— ¡Yo también! —exclamó Biyomon.
— ¡Y yo! — esta vez fue Gomamon.
— Calma, calma, hay galletas para todos ¡hip! —hipó, provocando que Taichi estallara en carcajadas.
—Demasiado vino para ti —dijo, agarrando la botella y abrazándola.
—Nunca es su-suficiente vino ¡hip! para mí —declaró, dejando la bandeja en la mesa y provocando una estampida masiva de digimons hambrientos.
— ¡Oh! Yo creo que sí.
— ¡Oh vamos, Tai-kun! —Dijo, acercándose a Taichi y esquivando a los digimons en el proceso — No seash abudido —canturreo, arrancándole otra carcajada.
—No soy aburrido, solo te protejo de tú futura resaca.
—Mi caballero de brillante armadura —suspiro con dramatismo la castaña, intentando alcanzar la botella sobre la mesa.
—Así soy yo.
— ¡Oh vamos Taichi! —volvió a exclamar, inflando las mejillas en el proceso y disparando sus manos hacia él.
—Mimi se ve un poco colorada —comentó Tentomo a Palmon.
—Taichi también se ve un poco rojo —declaró Biyomon.
— ¡Ta-i-chi! —reclamó Mimi, de rodillas sobre la mesa y frente a frente a Taichi — ¡La botella!
—Se va a caer —declaró Tailmon.
—Se está tambaleando.
Taichi no podía dejar de reírse ante la escena que se estaba desarrollando ante él, la Mimi que ahora le miraba con las mejillas rojizas y los ojos castaños achicados en un gesto que pretendía ser intimidante, pero se quedaba en el pretendía, se encontraba a años luz de distancia de la Mimi que le había regañado por llegar tarde. Estaba por echarse a reír nuevamente, cuando la mano de la castaña alcanzo su suéter y en un intento para esquivarla se echó hacia atrás. Demasiado rápido, demasiado fuerte.
— ¡Mimi!
— ¡Taichi!
Gritaron Agumon y Palmon al mismo tiempo, cuando ambos castaños se precipitaron al piso.
—Te lo dije, se cayeron —le comento Tentomo a Gomamon.
En el suelo, una masa de ropa y cabellos castaños intentaban incorporarse sin llegar a cortarse con los cientos de fragmentos que se había vuelto su botella. Taichi dejó escapar un gemido cuando la castaña hundió su codo en su abdomen a lo que llevo sus manos hacia su pecho como sí de un escudo se tratase, mientras que Mimi intentaba apartar su largo cabello de sus ojos.
— ¿Estas bien? —preguntó el chico, encontrándose con los ojos caramelizados de la chica.
—Eso creo, sí el mundo dejara de dar tantas vueltas estaría mejor —respondió, sonrojándose instantáneamente al darse cuenta donde se encontraban las manos de Taichi — ¿Eh? ¿Podrías alejar tus manos de mí pecho?
— ¡¿Ah?! —Como sí quemara, el chico se apartó e incorporó, haciendo que la castaña quedara de rodillas frente a él —. Disculpa, pensé que eran las bolas del arbolito —dijo, intentando aligerar la situación con un chiste.
Mimi no podía estar más roja en ese instante. Sin embargo, un ruido llamo su atención, encontrándose a una Hikari en un pijama rosa y la nariz roja, observándolos atentamente.
—No se detengan por mí, yo solo vine por un vaso de agua.
Y sin decir más, se dirigió a la cocina.
Continuara…
¡Saludos!
