Renuncia:No es mio, personajes, la inventiva de los trompillos giratorios que por mi parte se parecen no únicamente al juego de japón, etc. La historia sí.
Advertencias: Clichés a morir. Shone-ai
Nota: Espero les guste. Son de los escritos que sólo salen a la brava sin pensar, sin embargo, cualquier anomalía podeís decirlo. Criticas, bienvenidas.
Más allá de la prenda.
Fue una noche agitada para su mente. Sueños colocándose en ráfagas candentes en sus pensamientos, logran que un pequeño suspiro escape de los labios del dueño…
No era la primera vez, y comienza a mermarle la paciencia. Y es que Brooklyn siendo tan apacible, le existe un punto en que, sobrepasando la línea intangible, llega a demostrar sus emociones en máximo esplendor. El problema: no saber qué quimeras se instalan en su rasocinio galopándose como fieras, agotándolo placenteramente, deseando al final recordarlo.
Se gira boca abajo, colgando su brazo. Acaricia el suelo, juguetea con el polvo. Suspira. Aquello le enojó y decide refrescarse en el jardín para aprovechar además, un vistazo a la luna, brillante ante la oscuridad.
En la mañana, luego de una resolución que duró lo suficiente par impacientar a las personas comunes y corrientes. Y era verdad, Garland ya no aguantaba esas caminatas de su amigo. Porque obvio, el ha escuchado todos esos días el rechinar de la puerta, las leves presiones de los pies al moverse por el suelo, el sonido del agua al vaciarse en el vaso… agregando todavía que le esperaba en su regreso. La noche, aún siendo Japón, era peligrosa.
—Garland —el aludido regresa del mundo de las ideas, dejando posado en sus labios el vaso con leche del rutinario desayuno—. Voy a preguntarte algo —frunce el ceño, sin moverse un ápice, sabía esa sonrisa, esos ojos cerrados para según dar credibilidad a una amabilidad absurda, retorcida, significaban una serie de sucesos incomprensibles que le llevarían a errar en la conclusión que empezaba alojarse en su cerebro o una conclusión que con el tiempo cambiaría hasta llegar al final donde sólo él, Brooklyn, conocía el desarrollo.
— Bien, dime que se te ofrece —ahí estaba, las palabras que aletearían en contra suya como una tempestad. Una forma suicida de matar la poca sensatez que le queda. No es tonto, si Brooklyn pregunta es por una cosa, algo que no comprendía, y si no lo comprendía, el comienzo de una faena del existencialismo se distribuiría alrededor de quienes lo conocen. Garland sólo espera tuviera respuesta que satisficiera a los involucrados.
—Últimamente ando impaciente, eso me molesta —"Malnacido" piensa, ¿le molesta? "Es peor de lo que pensé"—. Me pregunto qué puedo hacer. Los sueños no me dejan tranquilo.
Brooklyn posa la cabeza en la mesa, su comida sigue sin ser saboreada. No era bueno pero, solamente sueños ¿verdad? Sopesa lo que va decirle, no quiere la destrucción del mundo… Ok, estaba exagerando. Él no es como antes, ha cambiado y se preocupa minúsculamente por las demás personas.
—Brooklyn, te preocupas demasiado. Son sólo sueños. Algunos dicen que son tan sólo el deseo inconsciente de las personas o una forma de decirte tu mismo que tienes que resolver cierta situación.
-Pero, no son sólo sueños, hay algo más pero al último, lo olvido – Brooklyn habla sin emoción, se endereza. Su mirada escrutadora no es obvia para quien se la ha mostrado.
—Si los olvidas, no son importantes. Simplemente olvídalo – el vaso con leche queda a un lado. La conversación no le encuentra sentido consiguiendo, la situación, distraerlo de aquella mirada seria, que pocas veces aparecía en la autómata mirada de Brooklyn. Seriedad o sonrisa.
—No lo entiendes —se levanta con parsimonia—. Yo lo si…
La respuesta queda en el aire. Garland la ha fastidiado.
II
Las nubes viajan en calma en el cielo. Y él quiere calma, o eso cree Tyson que lleva un rato mirando el cuerpo inmóvil de Kai acostado en el pasto, sus manos acolchonan su cabeza y de vez en cuando cierra los ojos para luego prestarle atención a las nubes esponjosas.
—Oye, Kai —dice mientras se acomoda la gorra. El aludido voltea con cierta inquietud, se sienta recargando su peso en aquellos brazos estilizados. Abre un poco los ojos para luego enfocar con hastío a quien le importunó, a punto de regresar a la anterior posición—. ¡Qué actitud! ¿Pues a quién esperabas?- termina con un dejo de enfado.
—A nadie —se levanta para acercarse a Tyson—. Más oportuno no pudiste ser. ¿No sabes lo qué es la privacidad?
El joven Kinomiya quiere responder, pero un movimiento lo acalla. Kai se ha arrimado a él, su espalda contra su pecho, consiguiendo en el acto ver un casi imperceptible sonrojo, en cuanto el dueño del fénix voltea la cabeza hacia un lado.
—¡Qué demonios! ¡Brooklyn! —exclama, únicamente viéndole de reojo. Tyson apenas y consigue ponerse a un lado de su sobresaltado amigo.
—La verdad es que nada. Pasaba por aquí, tú sabes. Y tu inconfundible bufanda apareció ante mi vista, me dieron ganas de acariciarla.
El silencio reina. ¡Diablos!, hasta Tyson en su inconsciencia que es, desde una proeza meramente de su anatomía física-mental, más viva que sus fugaces pensamientos huecos de corduras; puede darse el permiso de sorprenderse y arañarse el cuerpo en un sonrojo, pidiendo a gritos que lo trague la tierra. No entiende lo que pasa, pero su proeza insignificante ante el ojo de quien le conoce y ve le invita en desespero y giros de un vacio estomacal a que se largue: "tres son multitud".
Y lo hace, al fin y al cabo, en su consciencia, cree equívocamente que Brooklyn está enojado con Kai, y no quiere en lo absoluto estar en el derramamiento de sangre, tal vez huesos esparcido sea reducido el cuerpo de él y la sangre hiendo rio abajo para ser uno en la nada y su carne utilizada... Tyson jamás exagera. La premonición de lo que cree va a pasar no raya en nada la exageración. Sí, salva gente, pero eso no significa entrar a la guerra sin fusil, esperando estar de pie al final como héroe de película.
Kai también sabe que debe huir, hasta su orgullo comienza a flaquear. No quiere saber lo que va a pasar. De hecho, nunca sabe. Se resignó. Desde el momento en que pedía que le prestara su bufanda, comenzó a claudicar. Brooklyn fue y seguirá siendo un enigma que odiaba querer…
Su bufanda comienza a oprimirle el cuello, signo infalible de que su acompañante la jala. Intenta demostrar una cara de verdadero enojo. Se esfuma, un sonrojo le remplaza obteniendo Brooklyn como bono extra un temblor.
Le gusta, le reconforta en cada parte de su ser observar a Kai no poder moverse. Estar a su merced. Sacarle una actitud diferente a la tan conocida férrea voluntad de su carácter.
Por eso, por hoy está bien, deja que regrese su mirada enfadada y se marcha con sutil satisfacción. Aquella bufanda que, en su momento, deseaba tener, le era útil. Porque si fuese al contrario, la habría destruido. Lo objetos innecesarios deben ser desechados.
Continuará…
