GULAG

Éste fic es uno de varios regalos que le daré y está totalmente dedicado a Ritsuka Halliwell. Eres una gran persona, hermosa, inteligente, la mejor amiga que podría haber encontrado. Te quiero muchísimo y amo que para nosotras, las palabras "Beyblade" "Yuriy" "Kai" "Dranzer" y "Wolborg" tienen significados totalmente diferentes y que nadie jamás entenderá lo que decimos en nuestro lenguaje BORIA. ¡Te amo, preciosa! Siempre serás mi Kuh, pase lo que pase. Espero que te guste el fic, el cual es tuyo 100% y tu primer regalo.

El fic ya está terminado, por lo que las actualizaciones serán constantes.

Disclaimer: Ni Beyblade ni sus personajes me pertenecen.

Advertencias del fan fic: Contiene escenas explícitas de violación, tortura, gore y asesinato. Además, sexo explícito entre hombre y hombre; y hombre y mujer.

Si considera que pudiera llegar a herir su sensibilidad, es preferible que se abstenga de leer los capítulos que contengan dichas advertencias.

Advertencias del capítulo: Ninguna

Capítulo 1

Mutter

Las marcas que dejaban las llantas del camión en la nieve le hacían imaginar que se bajaba del transporte y empezaba a caminar sobre ellas, de regreso a su casa.

Así había empezado a soñar varias veces en esas 16 horas que llevaba en el camión. Se veía a sí mismo escapando y siguiendo las huellas hasta regresar a Listvyanka, el pueblo donde vivió desde siempre, y donde su familia lo estaba esperando, su madre de brazos abiertos lo estrecharía contra su cálido pecho; mientras que su padre los jalaría en un fuerte abrazo a ambos y los tres volverían a estar juntos. Algo que jamás debió cambiar.
Abrió sus ojos y volvió a ver la misma imagen, las huellas del camión que lo alejaban de Listvyanka y lo llevaban a Gulag.

Gulag, la prisión siberiana donde enviaban a presos políticos, espías y gente acusada de ir contra la revolución socialista que sacudía a Rusia en el presente año de 1953. Ni siquiera sacerdotes se habían salvado, ya que Stalin aseguraba que la iglesia ortodoxa era una amenaza antirrevolucionaria, así que el ejército llegaba a las iglesias, destruía los altares, violaba a las mujeres y arrestaban a los sacerdotes. Y no solo eran los rusos, los polacos, checos, incluso americanos terminaban ahí.

El miedo que el joven ruso experimentaba no era solo el hambre, el frío o el trabajo forzado que tendría que realizar; si no también, y lo más peligroso, que en esa cárcel estaban cumpliendo condena peligrosos delincuentes por crímenes de homicidio culposo, violación, tortura e incluso canibalismo.

Por supuesto que él no había cometido ninguno de esos crímenes, el motivo por el que él se encontraba ahí era por haber estado en el momento y lugar equivocados.

De repente, el camión dio un brinco y la nieve desapareció, reemplazándola un camino de piedra.

Se empezaron a escuchar murmullos, los cuales habían cesado después de las primeras 2 horas de viaje, cuando sus cuerpos exigían guardar energía debido a la baja temperatura que percibían..

-Ya vamos a llegar - se escuchó la voz de un anciano - Nos van a matar a todos

El ruso apretó sus ojos, ignorando los reproches de la gente que le contestaba al anciano.

Los murmullos volvieron a cesar después de unos minutos, aunque la tensión en el ambiente aumentaba, y el joven podía percibir sollozos y maldiciones por debajo de aquellos que habían empezado a llorar.

Escuchó voces masculinas afuera del camión, el cual comenzaba a bajar su velocidad.

Un golpe en la parte trasera lo hizo respingar e incorporarse, su cuerpo temblando aún más.

-Un consejo les doy - volvió a hablar el anciano - Traten de morir el primer día, entre más pronto acaben con ustedes, menos sufrirán

Esas palabras retumbaron en su cabeza y fue lo último coherente que escuchó ya que el camión se detuvo en seco, y al instante, varios guardias les ordenaron bajar y los jalaron. Afortunadamente, él logro mantenerse en pie cuando llegó al piso, porque muchos otros terminaron en el suelo, sus piernas débiles después del largo viaje y la nula cantidad de comida que les habían proporcionado.

Un guardia le indicó el camino que debía seguir, y él obedeció, sintiendo un gran alivio en sus piernas después de haber pasado tanto tiempo inactivas, y ahora finalmente podía caminar.

Notó que los hombres eran separados de las mujeres, y ellas eran enviadas a otro lugar, siendo arrebatadas de los brazos de sus esposos, padres y hermanos a la fuerza.

Tuvo unos segundos para ver el cielo y calculó que debía ser medio media, ya que a pesar de que estaba nevando, había claridad en el complejo carcelero.

Lo hicieron entrar a un amplio edificio, donde ingresaban todos y únicamente los varones que iban retenidos en la caravana. Después entendió por qué.

-Quítense la ropa –ordenó un guardia frente a él

Inmediatamente todos obedecieron, empezando a desvestirse.

A él no le quedó de otra así que imitó a los demás.

Tenía bastante suerte de que fuera medio día y no hiciera tanto frío, ya que tan pronto su piel quedó expuesta al ambiente percibió el frío y húmedo aire calándole hasta los huesos.

-Toda la ropa, rápido – gritó el guardia

Muchos, incluido él, se habían dejado la ropa interior y el calzado. No tuvieron de otra que obedecer.

El suelo estaba helado, y el ruso tuvo que caminar a través del lugar cuando les ordenaron dirigirse a las regaderas, con todo el pudor del mundo de ser visto por todos sin ninguna prenda cubriendo su desnudez.

La ducha era un conjunto de unas treinta regaderas en el techo, una ducha múltiple en la cual cabían aproximadamente cincuenta personas. Pero en la caravana donde a él lo habían enviado a Gulag sólo eran apenas unos treinta, la mayoría hombres. Se colocó debajo de una regadera y pronto el agua comenzó a salir.

El primer contacto de ésta con su piel le provocó un escalofrío, pero de nuevo agradecía su suerte ya que el agua estaba tibia, así que se llevó las manos a su cabello y cara, limpiando la suciedad de ellos.

En eso, sintió unos dedos tocar su hombro y volteó asustado. Frente a él, un joven de lacio y largo cabello negro y rasgados ojos dorados le ofrecía un jabón. El chico se veía asustado, y estaba en sus huesos, el agua escurriendo por su cuerpo. El ruso tomó el jabón y agachó su rostro en agradecimiento. El otro sonrió y él se giró. Enjuagó un poco el jabón y después lo pasó por su cuerpo, creando espuma y limpiando el resto de suciedad que había acumulado en el viaje.

Una vez que terminó le pasó el jabón al señor de avanzada edad que se encontraba frente a él.

El joven ruso alzó su rostro para sentir la calidez del líquido directo contra él, apenas empezaba a disfrutar cuando el agua dejó de caer y abrió los ojos.

-¡Por aquí! ¡Rápido! –ordenó un guardia al fondo

Todos se apresuraron a dirigirse hacia el guardia que les hacía señas, y el ruso los siguió, colocando sus manos en sus hombros para evitar la pérdida de calor, había comenzado a sentir mucho frio y su cuerpo siempre había sufrido para adaptarse a los cambios bruscos de temperatura.

Se formó en una fila que los guardias ordenaron y mientras, miró hacia el piso, aún con sus manos sujetando sus hombros. Imaginó que era los brazos de su madre. Siguió avanzando mientras esta fantasía le proporcionaba calor.

Entonces llegó hasta dos guardias, uno de ellos le dio un trozo de cartón para que se secara.

-Nombre – preguntó un guardia que tenía una hoja de control – edad y lugar de procedencia

Él alzó su rostro para verlo, pero el guardia tenía su mirada fija en la hoja, esperando su respuesta. Mientras, el otro guardia buscaba entre unas cajas llenas de ropa alguna de su talla.

-Yuriy Ivanov – contestó él – Soy de Listvyanka. Tengo 22 años.

El otro guardia le tendió ropa y él empezó a vestirse, también le dio calzado y una tarjeta. Todo estaba marcado con un número.

-Eres el número ciento cincuenta, ciento diecinueve, noventa y uno.

En efecto, todas sus nuevas "pertenencias" tenían ese número.

Él asintió y le indicaron por donde continuar.

Se detuvo poco antes de la salida de las duchas. Una gran puerta estaba frente a él, mostrándole el interior de la prisión de Gulag. Había mucho movimiento afuera, los nuevos presos, como él, eran guiados hacia su siguiente revisión.

Se armó de valor para enfrentarse al frio siberiano y analizó la ropa que le habían proporcionado. Era una playera de manga larga, un suéter bastante cálido, bóxers, pantalones cómodos y calientes, calcetas largas y botas. Afortunadamente el guardia le había atinado a su talla, ya que todo le quedaba perfecto.

Se dio la vuelta para buscar al joven de cabello negro y largo, pero no lo encontró, por lo que ya debía de haber salido.

Entonces empezó a caminar, y al momento en que salió del edificio sintió el gélido aire golpear su cara y su cabello, dejándolo inmóvil por unos segundos.

Ésa era el peor defecto que Yuriy podía tener. En serio, de entre todas las cosas, era la peor desventaja que podía sufrir en Gulag. Tal vez, su ventaja era que tenía una excelente vista y no le costaba trabajo caminar en medio de tormentas de nieve, además de que la suerte siempre parecía estar de su lado.

Iba caminando hacia donde los guardias le indicaban cuando alguien golpeó su hombro y lo tiró al piso, mojando su ropa, la cual no era impermeable y toda la humedad de la nieve traspasó hasta su piel.

Se levantó lo más rápido que pudo y vio al hombre que lo había tirado correr en dirección a unas rejas de seguridad que los separaban de la libertad.

Al parecer, los guardias no hicieron nada y Yuriy se quedó anonadado viendo como el hombre corría acercándose cada vez más hacia la reja, algunos perros empezando a ladrar y en eso, se escucharon dos disparos y notó que provenían de las torres se vigía. Miró al hombre, quien había caído al piso y la sangre empezaba a brotar de sus heridas.

Yuriy jamás había visto a nadie morir y quedó en shock, sintió una descarga de adrenalina en su cuerpo y su mente le indicaba que corriera, que huyera de ahí, pero sus piernas no respondían. Se quedó inmóvil hasta que un guardia lo encaró.

-¡Sigue hacia allá! – le gritó estridentemente

El ruso asintió y empezó a caminar pesadamente hacia donde le indicaba, un edificio más pequeño, totalmente cerrado, con una corta fila en la entrada.

Apenas se había formado cuando un fuerte grito procedente del interior de ese edificio retumbó en sus oídos. Todos los que estaban formados se estremecieron y trataron de ver algo del interior, pero estaba totalmente cerrado y no veían nada.

La fila avanzó y muchos empezaron a rezagarse a propósito, pero Yuriy avanzó, recordando las palabras del anciano que dijo que era mejor morir el primer día. Tal vez su muerte sería dolorosa, pero al menos le ahorraría todo lo demás que sufriría en ese horrible lugar.

-¡No quiero! ¡Por favor! – gritó el chico que estaba a punto de entrar, el mismo que le había dado el jabón en las regaderas.

Yuriy vio como lo jalaban y lo obligaban a entrar. Los demás fueron obligados a continuar y más gritos de dolor se escucharon dentro.

Él entró después y se dio cuenta de lo que era ese lugar.

"No sólo la ropa tiene nuestro número. A nosotros también nos marcarán." pensó el pelirrojo

Al parecer, la aguja con la que marcaban a sus compañeros estaba muy gastada, la punta no sólo pintaba, si no que rasgaba la piel y provocaba que ésta sangrara. Yuriy se mordió el labio. Su piel era realmente sensible y eso resultaría bastante doloroso.

El chico de ojos dorados fue el siguiente y lo obligaron a sentarse en la silla, dos guardias sosteniéndolo a la fuerza contra la silla mientras el tatuador tomaba su tarjeta y veía el número que debía marcar en el pecho del joven.

Yuriy se había olvidado totalmente de su tarjeta, pero se relajó cuando vio que la tenía en su mano, y estaba bastante arrugada debido a la fuerza con la que la estaba apretando.

-¡Aaaah! –gritó el chico cuando la aguja comenzó a marcarlo.

-No se resistan – dijo un guardia cerca de él – la aguja podría romperse y clavarse en su pecho.

Yuriy bajó su mirada. Miró nuevamente su número. Trató de aprendérselo, pero estaba tan nervioso que no lo retenía en su mente.

La fila avanzó y vio como se llevaban al chico, que no debía ser mucho mayor que él.

Sólo otros dos varones lo separaban a él de la aguja, la cual se veía horrible, tan gastada que en vez de arrojar tinta parecía que más bien se encargaba de marcar el número con sangre.

Cuando pasó el hombre antes de él, Yuriy empezó a sudar. Sentía como su cuerpo entraba en calor debido al miedo que le daba someterse al tatuaje. "Durará poco" pensó y cerró sus ojos para calmarse.

-"¡Aaaaaaaaaaaaaaah!" – gritó el hombre y Yuriy vio como la aguja se había roto y una parte se había encajado en su brazo, el cual no dejaba de sangrar.

-Maldición – dijo el tatuador – quédate aquí

Los guardias se congregaron alrededor de él, para evitar que escapara, aunque el hombre parecía tan sumido en su dolor que no tendría fuerzas para intentarlo.

-Qué mala suerte – dijo un guardia – la aguja aguanta casi dos mil prisioneros, y apenas iban como mil. Pero para ti – señaló a Yuriy – es tu día de suerte, chico. Cuando la aguja es nueva nunca gritan.

Eso lo calmó un poco. Si es que era verdad.

El tatuador regresó, le colocó una aguja nueva a la pistola de tatuado y terminó su tatuaje.

-El médico te quitará eso y curará tu herida – le dijo y un guardia se llevó al hombre

-Siguiente – dijo el tatuador y fue el turno de Yuriy

Él se sentó en la silla y fijó su vista en la nueva aguja, la cual efectivamente no se veía filosa. El tatuador descubrió su pecho y Yuriy cerró los ojos, que le empezaron a temblar y apretó las manos.

Escuchó el vibrante sonido de la pistola empezar a cargar la tinta.

Brincó sutilmente al primer contacto con la aguja, pero no sintió dolor. La tinta se sentía fría y era incómodo, pero no dolía. Se relajó y esperó a que el tatuador terminara de marcarlo.

-Siguiente – dijo él

Yuriy se levantó y salió por la puerta del fondo, donde estaba un guardia esperando a aquellos que iban saliendo.

-Esto es Gulag y aquí se viene a trabajar – le dijo el guardia y empezó a caminar – sígueme – Yuriy obedeció y empezó a caminar tras él – te harán un chequeo médico después del desayuno y determinarán cual será tu trabajo. Tu edificio donde dormirás será aquel – señaló un edificio con el número 150 – ahí hay una cama con tu número. Ésa será tu cama. La comida es tres veces al día, las campanas anuncian cuando se las repartirán. El baño es cada tres días. Es obligatorio. Las duchas son allá – señaló un enorme edificio en el centro – y la comida se reparte en el patio. Si intentas escapar morirás. Si desobedeces morirás. Si no trabajas morirás.

El guardia se detuvo y lo miró.

-A partir de ahora estás solo.

El guardia se alejó. Yuriy iba a dirigirse a su edificio cuando empezaron a sonar unas campanas. Se dio cuenta del hambre que tenía y divisó una fila que empezaba a formarse frente a una gran olla.

El pelirrojo se formó y vio que casi hasta adelante estaba el chico de cabello negro. Cuando le sirvieron, éste tomó su plato y se dirigía a sentarse para comer cuando otro chico, alto, rubio, fornido le arrebató el plato y lo tiró al piso.

-¡Por favor! Muero de hambre – le rogó el chico de cabello negro

El otro lo ignoró, lo empujo al piso con fuerza y siguió su camino. El chico de cabello negro se quedó tirado, temblando de frío.

Cuando fue el turno de Yuriy, notó que la comida era un plato de "sopa" de papa que más bien eran pedazos de papa con agua y un pedazo de pan. El cocinero marcó su mano con un plumón. Una raya. Suponía que era una especie de control.

Se agachó con el chico de cabello negro y le ofreció el pan.

-Gracias – le dijo y Yuriy notó su extraño acento

-De nada – se sentó junto a él para comer – soy Yuriy

-Soy Ray. ¿Qué edificio te tocó?

-Ciento cincuenta, ¿A ti?

-Qué mal, ojalá nos hubiera tocado el mismo. Me tocó el Ciento veintinueve.

Cuando Yuriy se dio cuenta ya se había terminado la sopa. Apenas le había alcanzado para unas pocas cucharadas. Si las comidas eran tan escasas iba a morir de hambre.

-Hey tú – dijo un guardia y señaló a Ray – ven al chequeo médico

Él se levantó. –Espero verte en la cena, y gracias. – sonrió el chino y se fue.

El ruso se levantó y empezó a dirigirse a su edificio a descansar cuando un guardia lo vio.

–Pelirrojo, ven por aquí. Debes hacerte el chequeo médico.

Yuriy se preguntó cómo es que sabían que aún no habían pasado por eso y siguió al guardia.

Llegó a un edificio grande con una cruz roja en la fachada y el guardia lo dirigió hacia un doctor, que estaba disponible. No vio a Ray por ningún lado.

El doctor le dijo que se desvistiera y lo subió a una báscula.

-67 kilos. 1.73 centímetros. Estable, sin muestras de anormalidades o condiciones físicas.

-Soy alérgico a la leche – dijo Yuriy

El doctor lo miró a los ojos.

-Anota eso en la ficha, Lolly – le dijo a la enfermera que estaba tomando los datos del pelirrojo.

El doctor revisó su cabeza y su entrepierna en busca de insectos, pero no había rastro. Revisó también sus dientes y sus extremidades, uñas, dedos, ojos y oídos.

-¿Alguna enfermedad reciente? ¿Hereditaria? ¿Otra alergia?

-No, nada – respondió él

-De acuerdo – el médico se dirigió a un gabinete y le entregó a Yuriy un cepillo de dientes, pasta y jabón – cuida esto y úsalo. Puede salvar tu vida. Como no eres fuerte pero estás sano trabajarás en la cocina. Ponle la insignia y llévalo a la extracción de sangre.

El doctor lo dejó con la enfermera.

-Tienes una enorme suerte, jovencito – le dijo sonriente la enfermera – la cocina es el lugar más limpio y tranquilo de aquí. Si te cuidas y te alimentas bien podrás sobrevivir. Y un consejo, si alguien te quita esas cosas que el doctor te dio no te metas en problemas, puedes venir por más una vez al mes, pero si me buscas te daré otro cuando quieras.

-Gracias – dijo Yuriy y miró como la amable y guapa enfermera cosía una insignia con un círculo en el pecho de su suéter.

-Ven por aquí – le dijo Lolly y Yuriy la siguió a un área estéril, donde ella extrajo una muestra de su sangre.

Era la primera vez para Yuriy, pero Lolly tenía una muy buena mano y logró hacerlo sin provocar mayores molestias al ojiazul.

Una vez que todos sus asuntos médicos terminaron y le agradeció a la amable enfermera, finalmente entró a su edificio, que estaba vacío afortunadamente.

En el edificio había muchas literas, por lo que albergaba a unos 250 varones.

Su cama era una de las de en medio, en el nivel del piso.

Le habían indicado que tendría que presentarse a trabajar al siguiente día después del desayuno a la cocina, la cual estaba algo retirada de su edificio, pero Lolly le aseguró que era un trabajo tranquilo, y que el jefe era bastante tolerante.

Se acostó y cerró sus ojos. Comenzó a recordar la manera en que lo habían capturado.

Su familia se dedicaba a la cría de ganado y recolección de huevos, por lo que tenían bastantes cabezas de ganado y algunas decenas de pollos. Él era hijo único y ayudaba a sus padres a recolectar los huevos y la leche de las vacas, lamentablemente, su sistema digestivo no toleraba la leche, un gran inconveniente e ironía.

Entre un recuerdo y otro se quedó profundamente dormido, deseando no despertar jamás.

Sección Norte de Gulag.

En el extremo norte del enorme complejo que es Gulag, residen los comandantes y dirigentes de la prisión más grande de Rusia. Ésta está dividida entre Gulag para hombres y Gulag de mujeres. Hay un director supremo para ambas, la máxima autoridad en el complejo, un Director General para la sección de hombres y una Directora General para la sección de mujeres. Ambas respondían al Director Supremo, pero se regían bajo diferentes normas y cada una tenía sus propios departamentos.

En ese momento, en la sección masculina, se llevaba a cabo una junta de asamblea entre los directores de los 8 departamentos de la prisión y la dirección general.

-…pero señor, ya no alcanzan las raciones. Los prisioneros se mueren de hambre. Debemos aumentar la cantidad de carne para proporcionarles proteínas y que tengan fuerzas para trabajar. El pan los mantiene vivos por algún tiempo, pero sin vitaminas ni minerales se enferman y mueren. – comentaba un señor de edad algo avanzada, con bigotes blancos y calvo.

-El dinero que invirtamos en comida reducirá el presupuesto para los demás departamentos, y en este momento dinero es lo que más nos falta. – Respondió otro más joven – Nuestra extracción en las minas ha disminuido, necesitamos mejor infraestructura para llegar más profundo y mejores condiciones para que los mineros no mueran en derrumbes. Además de que cada vez están más cansados y dan menos de sí. Los primeros prisioneros eran hombres fuertes que podían con el trabajo, pero los sacerdotes no nos sirven para nada.

-¿Y nosotros? – dijo la única mujer entre los presentes, alta, rubia, de ojos azules y vistiendo una bata blanca de médico – Cada vez los presos se enferman más, necesitamos abastecernos de más y mejores medicamentos y equipo que nos permita tratar sus enfermedades.

-Señor Hiwatari – dijo un cuarto hombre, también con una bata blanca, pero en ésta tenía la palabra "Veterinaria" cosida a un lado del pecho - ¿Qué opina usted?

Voltaire Hiwatari era un allegado compañero de Stalin, a quien conocía desde su infancia, por lo cual era una de las personas a las que más confianza le tenía y lo había nombrado Director Supremo de Gulag.

-Si mejoramos su alimentación, ellos deberían volverse más fuertes y enfermarse menos. Podemos reducir el presupuesto del… departamento de "Presos flojos" y enfocar esos recursos a la cocina, y a infraestructura para la minería.

-Pero… señor Hiwatari -dijo un misterioso sujeto de cabello morado y curiosa vestimenta verde – el departamento de "Prisioneros holgazanes" – lo corrigió – es de vital importancia para el General Stalin.

-El General Stalin ya no está cuerdo – dijo el señor de bigote blanco – esas loqueras tuyas nos han quitado muchos buenos elementos. Si no te robas a mis cocineros te robas a los mineros, y jamás los volvemos a ver.

El departamento de Prisioneros Holgazanes era sólo una fachada para cubrir un laboratorio secreto donde Boris Valkov llevaba a cabo enfermos experimentos y crueles investigaciones similares a las del Doctor Muerte, Josef Mengele para los nazis.

-No te atrevas a hablar mal del general en mi presencia, Dickenson – lo acusó Boris – y tampoco de mis investigaciones. Si recibimos tan buen apoyo de parte del gobierno es gracias a ellas.

-Silencio – ordenó Voltaire – el Director Kuznetzov y yo discutiremos sobre el tema en privado. Mañana los veré aquí a las diecinueve horas y les diré cual ha sido la decisión que se ha tomado.

Él se retiró y salió del edificio, dirigiéndose a su oficina, donde había citado a Bryan Kuznetzov dentro de una hora, debido a que se encontraba ocupado y no había podido asistir a la asamblea anterior.

Se encontraba sólo casi en la entrada cuando sintió como lo empujaban contra la pared.

-Volty

Boris se encontraba frente a él, sosteniéndolo de los brazos con fuerza suficiente para posicionarlo contra el muro de piedra.

-Suéltame – ordenó

Boris obedeció, pero se mantuvo frente a él. – No recortes mi presupuesto. Necesito terminar con las investigaciones, sino todo habrá sido en vano y todas esas muertes no habrán servido de nada. Estoy tan cerca de encontrar la…

-Cállate. No pensaba hacerlo de cualquier manera. Aunque, sinceramente, no has mostrado ningún resultado desde que comenzaste y el General Stalin cada vez confía menos en que llegaras a encontrar algo.

-Pero esto es para el beneficio de toda la URSS. Imagínate. Soldados inmunes a todas las enfermedades, más fuertes, rápidos…

-La guerra ya terminó – contestó Voltaire – y tú te expones mucho, si encuentran toda la documentación te…

-Volty… - Boris tomó su mano- no te preocupes por mí. Sabes que si algo pasa yo desapareceré del país.

Voltaire tomó su rostro entre sus manos y lo besó, sintiendo los brazos de su amante cerrarse en sus hombros.

-Boria… -le dijo de cariño y ambos entraron al edificio.

Hacía apenas diez años que Boris había llegado a Gulag y comenzado investigaciones encargadas por Stalin para encontrar maneras de mejorar la resistencia humana y hacer soldados invencibles.

Éste departamento se escondía bajo la fachada de "Prisioneros Holgazanes" un cómico nombre para las atrocidades que realmente se llevaban a cabo en el subterráneo de Gulag.

La sección masculina de ésta se dividía en los departamentos de Recursos Humanos, Cocina, Seguridad, Extracción (Minería), Prisioneros Holgazanes, Medicina, Suministros y Veterinaria, ya que en la prisión contaban con perros que ayudaban a los guardias a custodiar la prisión. Además de una Dirección General para controlarlos a todos.

El director de Prisioneros Holgazanes, Boris Valkov, se encargaba de continuar con los inhumanos experimentos iniciados por Josef Mengele, los cuales consistían en descubrir maneras de controlar la hipotermia, mejorar el sistema inmune, comprender y curar enfermedades, determinar los límites del cuerpo humano, entre otros. Todas estas investigaciones se llevaban a cabo con crueles tratos que los prisioneros no eran capaces de resistir y morían. Muchos prisioneros fuertes eran enviados ahí para ser usados como ratas en experimentos, y jamás se volvía a saber de ellos.

Boris había seducido a Voltaire y desde hace algunos meses tenían sexo casual, casi todos los días, aunque para desgracia de Boris, Voltaire parecía no desarrollar sentimientos hacia él.

Al llegar a la oficina no perdieron el tiempo y se quitaron la ropa, comenzaron a besarse y acariciarse, preparándose para tener relaciones en menos de una hora, cuando Bryan debía llegar.

Una vez que Voltaire tuvo su orgasmo y se vino dentro del ano negro de Boris, éste lo soltó y abandonó cualquier estimulación, sin importarle la satisfacción de su subordinado.

-Debes retirarte. Bryan llegará pronto.

Boris ya estaba acostumbrado a ser utilizado como una Ada. Se despidió de él y salió de la oficina después de vestirse.

Poco tiempo después, el Director General de la sección de hombres de Gulag llegó hasta la oficina del director y tocó la puerta.

-¿Quién?

-Bryan

-Adelante

Entró y vio al viejo sentado frente a su escritorio.

-¿Qué ocurrió en la asamblea?

-Valkov y Dickenson se pelearon por que ambos quieren un aumento de recursos.

-En parte estoy consciente de la deficiente alimentación que reciben los prisioneros, y que podríamos mejorar la productividad del campo si les proporcionamos comidas más nutritivas. –Contestó Bryan, sentándose frente a Volty.

-¿Y qué sugieres hacer? – preguntó el viejo

-Eliminar el departamento de veterinaria. Los perros suponen un gran gasto entre alimentos, entrenamiento y sus cuidados médicos se pierde mucho dinero. No es una buena inversión. Propongo que los mandemos a Moscú y nos quedemos sólo con los guardias humanos. Los recursos que se destinaban a ellos los podemos utilizar en la Cocina, así como un 20% de Recursos Humanos, redirigirlo un 10% a Cocina y otro 10% a Extracción.

-Entonces hazlo.

-¿Estás de acuerdo?

El viejo se levantó de su silla y miró por la ventana, dándole la espalda al joven.

-Bryan. Stalin morirá pronto. Estamos casi a mediados de Enero, y yo no creo que llegue a Febrero. Debo partir pronto para estar con él en sus últimos momentos. Cuando yo no esté tú quedarás a cargo, y las decisiones que tomes serán ley aquí. Ya no me tendrás a mí para decidir por ti. Así que… es hora de que empieces a tomar la responsabilidad. Si eso quieres hacer entonces yo no me opondré. Ni siquiera te diré si estoy de acuerdo o no. Como tu superior, es hora de que seas un líder y te hagas cargo del lugar.

-Si Stalin muere…

-Lo más probable es que yo muera también – dijo el viejo- muchos de mis amigos han sido asesinados. Así que recaerá en ti continuar con la administración de Gulag.

-Pero…

-No te preocupes. Para eso aún falta algo de tiempo.

Bryan se levantó. –De acuerdo. Mañana les comunicaré la decisión que he tomado.

El viejo caminó hacia él y asintió. Bryan empezó a caminar hacia la salida. Abrió la puerta y había comenzado a salir, cuando…

-Bryan. – Éste se detuvo – Como tu superior, lo dejo a tu criterio. Pero… como tu amigo… creo que es una excelente idea.

-Gracias… Volty

De regreso en el edificio 150.

Yuriy dio un respingo cuando la puerta se abrió y varios prisioneros entraron por ella.

Todos ellos se veían exhaustos y ni siquiera notaron su presencia. Se acostaron directamente a dormir y tan pronto como entraron, todo volvió a quedar en silencio.

-Hola.

Yuriy volteó y se encontró con un hombre de unos treinta años.

-Soy Brooklyn – lo saludó el muchacho cuya cama era la de la derecha de la suya. – Llegaste hoy, ¿No? Se nota que eres nuevo. Veo que te tocó en la cocina. Qué suerte. Y te perdiste la cena.

-Soy Yuriy – estrechó su mano - ¿Tú donde trabajas?

-En las minas. –le mostró su insignia, un triángulo- Llevo dos años aquí. Hace una semana los cumplí.

-Vaya. No pensé que…

-¿Qué duraras tanto? Es difícil, sí, pero… bueno, creo que será mejor que hablemos mañana, estoy cansado y debo dormir.

Yuriy asintió.

-Es un placer conocerte, Brooklyn. Buenas noches.

-Que descanses – respondió éste.

Yuriy se acostó boca arriba y se tapó, acomodándose en la fría cama.

Dos años. Si él lleva dos años… puede ser que logre sobrevivir…

En eso se quedó dormido.

A la mañana siguiente, lo despertó el sonido de las campanas.

Miró a su alrededor y vio que no había nadie. Ni siquiera Brooklyn.

Se levantó lo más rápido que pudo y tan pronto salió vio que todos se formaban para el desayuno. Divisó a Brooklyn quien le estaba guardando un lugar. Se formó junto a él.

-¿Cómo funciona esto? – Le enseñó la marca que le habían hecho en la mano el día anterior al darle la comida.

-Vaya, tienes una, que suerte. Te ponen una cada vez que te dan un alimento. Cada tercer día es el baño y ahí te obligan a borrártelas, checándote al salir. Así que si acumulas 9 ya no te dan más alimento. Tú tienes una así que puedes pedir más. Mañana es el baño temprano así que tienes suerte, puedes pedir 8 raciones el día de hoy.

-¿No llamará la atención? – preguntó

-Muchas veces los prisioneros se quedan atrapados en las minas o se desmayan, así que no comen durante días y por eso no juntan las marcas. No te preocupes. Pero si quieres un consejo… - Brooklyn salió de la fila, llevando a Yuriy consigo

-¿Por qué nos salimos? ¿A dónde vamos?

Brooklyn empezó a guiarlo a otro edificio, hacia el noroeste.

-Puedes darle un mejor uso a esas 8 raciones. Créeme, me lo agradecerás.

Brooklyn lo llevó hasta el edificio 1989, el cual era más grande que el suyo, y tenía varios prisioneros dentro.

Yuriy entró y notó la diferencia entre las instalaciones. En éste edificio las camas eran más grandes, incluso algunas estaban en secciones individuales, como pequeñísimos cuartos, y les daban más privacidad.

Brooklyn lo guió hasta la parte central, donde varios prisioneros descansaban y compartían algunos lujos, como tabaco, juegos de cartas, frutas, incluso Yuriy pudo ver algunas pastillas por ahí. Divisó al rubio alto que le había quitado su comida a Ray. Hasta ese momento se acordó de él y deseó que estuviera bien.

-Mira a ese chico – Brooklyn señaló al que parecía el más fuerte de todos, un fornido y alto chico de veintitantos años, de cabello azul bicolor y ojos rojizos. –Él es Kai. Debes de tener cuidado con él.

Justo en ese momento, un chico nuevo – Yuriy lo sabía porque podía ver las frescas marcas del tatuaje en su pecho – pasó por enfrente a donde ellos estaban, con una chamarra negra.

Kai se levantó y el chico rubio y otro chico de menor estatura con nariz rara se levantaron también. Kai dijo algo y los otros tomaron al chico de los brazos y lo hicieron encarar al bicolor.

-Me gusta tu chamarra – dijo éste – dámela

-Pero… la conseguí a cambio de… - dijo el joven

-No me importa. Quítatela. – Le ordenó

Él no hizo caso y empezó a forcejear con los rusos que lo sostenían.

-Spencer. Ian. – fue lo único que Kai dijo

Spencer sacó una navaja y alzó la chamarra, clavándosela al muchacho en el estómago. Éste cayó al piso sosteniendo la herida mientras Ian le quitaba la chamarra y se la daba a Kai.

-Que les quede claro a todos – dijo Kai en voz alta – yo soy quien manda aquí.

Los demás presentes aplaudieron e hicieron ovaciones, demostrando su lealtad al joven.

-¿Qué hacemos aquí? – preguntó Yuriy, viendo como el chico era arrojado fuera del edificio-Vámonos

-Espera – dijo Brooklyn y lo tomó de la mano, acercándolo hacia donde Kai se había sentado.

El corazón de Yuriy empezó a latir rápidamente, sintiendo miedo al pensar en lo que ese sujeto podría hacerle, ni siquiera confiaba en Brooklyn. Apenas lo conocía…

Spencer se colocó frente a él, en una señal de que no podían acercarse más a Kai, quien ahora portaba la chamarra y descansaba en un sillón roto.

Brooklyn no dijo nada y sólo le mostró el dorso de la mano de Yuriy, donde tenía la marca.

Spencer miró a Brooklyn y luego a Yuriy. Se detuvo algunos segundos en los ojos del pelirrojo, quien no olvidaba la navaja que éste guardaba en algún lugar. Spencer no decía nada. Sólo guardaba silencio. Y Yuriy se arrepintió más que nunca de haber confiado en alguien de quien realmente, no sabía nada. Miró a Brooklyn, quien había comenzado a sudar.

Fin del capítulo

Adelanto del capítulo 2

-Soy Yuriy Ivanov. Llegué ayer apenas… ¿Puedo preguntarte algo? – Max asintió y Yuriy continuó – escuché cosas terribles en este lugar… pero aparentemente no son ciertas. Lo peor que me ha pasado fue cuando marcaron mi número – se descubrió el pecho y le mostró el tatuaje, aprovechó para ver el pecho de Max, quien no tenía tatuaje, por lo que su historia era cierta – y ni siquiera me dolió. ¿Todo son mentiras? ¿O si torturan a los presos?

Max miró a los guardias de la entrada, quienes estaban perdidos en su juego.

-No deberíamos hablar de esto – susurró Max – pero es verdad.


Kuh! Espero que te haya gustado el principio, y ya quiero FT para que me digas todo lo que opinas! ILDK!