Descargo de responsabilidad: todo lo que puedas reconocer pertenece a J.K. Rowling, este fic no tiene fines de lucro ni cosa que se le parezca.

Aclaración: los cinco fanfics aquí publicados pertenecen a la ronda de navirretos en el foro entreplumas y amigos.

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1.-

Dobby.

Dobby se paseó de arriba abajo, observando los preparativos de la cena. El amo se enfadaría mucho si veía que Dobby había fallado en algo, por imperceptible que fuera. No, no podía fallar esta vez, pensó. En ocasiones, los castigos que se veía obligado a propinarse eran tan dolorosos que al día siguiente, cuando tenía que volver a levantarse para trabajar, los miembros le pesaban, y se llegaba a arrepentir tanto por su error, su descuido, que deseaba la muerte.

Pero desear la muerte era tan inútil como añorar la libertad, una libertad que jamás le sería concedida. ¿Qué amo gozaría de tal bondad? Ninguno, eso Dobby lo sabía perfectamente. Su amo mismo, Lucius Malfoy, tan rubio, hermoso, con su cabello largo y plateado y aquellos fríos ojos grises, era tan despiadado, tan cruel...

El solo pensamiento lo hizo estremecerse. Enfadado por la propia osadía de pensar tal cosa sobre su señor, se golpeó con fuerza la mano contra la pared. Chilló de dolor al sentir la sangre, oscura y espesa, manando del nudillo lastimado, pero sabía que se lo merecía.

-Dobby no puede decir esas cosas de su amo, ni siquiera en su mente, Dobby debe ser un buen sirviente –Pensó el pequeño elfo, moviéndose de aquí para allá observando su obra con ojo crítico. El pavo despedía un delicioso aroma, las ensaladas salpicadas con almendras y nueces se veían exquisitas sobre las bandejas de plata. De solo mirarlas, le daban ganas de probar un bocado, pero sabía que no debía hacerlo, nunca, nunca.

Un día, cuando era más pequeño y el amo Abraxas era quien se sentaba en la cabecera de la mesa de Malfoy Manor, Dobby había probado un pellizquito de pavo. Su madre lo preparó con sus manos habilidosas y hechas para el servicio, lo recordaba como si hubiera acontecido hacía unas pocas horas. En ese entonces, Dobby era algo imprudente, no sabía bien que los magos disfrutaban haciendo daño; y con avidez, muerto de deseo, cortó el ave asada y comió.

Lo más cruel de todo, fue que cuando el amo Abraxas descubrió tal ultraje a su cena, no lo obligó a sí mismo a castigarse, como era por costumbre, si no que ordenó a su propia madre que lo golpeara. Aún recordaba las lágrimas en los ojos de ella, aquella mirada verdosa y saltona que se parecía tanto a la suya, y se estremecía.

-Pero el amo tenía razón –Se dijo Dobby, solo en la cocina, mientras lamía con lengua cálida la sangre que seguía brotando del nudillo. –Dobby fue un elfo malo. Debía pagar por su insolencia.

En esos recuerdos estaba inmerso cuando unas pisadas rápidas y secas se dejaron oír en el suelo de mármol. Dobby se dio la vuelta lentamente, con semblante asustado y los ojos verdes envueltos en un velo de terror. Sobre él, demasiado alto como para que siquiera pudiese alcanzarlo, se cernían los ojos grisáceos de Lucius Malfoy. Su aspecto era elegante incluso cuando no se movía; sus labios, finos y hermosos, estaban curvados en una sonrisa petulante, y observó los platos con el entrecejo fruncido.

-¿Para todos los invitados? –Preguntó, con su voz arrastrada. Era joven, el señor. Hacía poco había muerto su padre y eso lo convertía en el dueño de la mansión. Si bien Abraxas había sido cruel, la mirada de su hijo le daba escalofríos a Dobby. Más que nunca, se dijo que tenía que ser un buen elfo, siempre bueno.

-¡Gah! –El pequeño se retorció las manos con nerviosismo. –Para todos, mi señor, Dobby los ha hecho, incluso Dobby sabe que ¡ngn! –Miró al suelo, asustado. –Dobby sabe que al joven señor no le gusta la vinagreta y solo le ha aplicado limones a la ensalada, sí, señor, y también... también... se acordó de que a la pequeña señora le gustan los pastelillos de limón y horneó unos cuantos –Añadió, retorciéndose la oreja instintivamente. Había hecho todo eso, sí... ¿pero encontraría otro motivo para castigarlo aquel rubio hermoso como un sueño?

-Bien. –Su voz era un susurro quedo. La sonrisa del amo era peligrosa. -¿Y el vino? ¿Te has acordado del vino?

Dobby sintió un espasmo de terror. -¡Gah! ¡ngn! El vino, joven amo...

-El vino. Esa cosa roja, a veces blanca. Vienen a cenar mis suegros a casa, y ese viejo borracho ama beberlo. Por casualidad, alimaña ¿conseguiste el vino?

Su expresión era la contestación que necesitaba. Lucius Malfoy estiró el pie, casi con desgana, como si tuviera ante sí a una indeseable cucaracha. La patada que le propinó tiró al suelo al menudo esclavo, y Dobby sintió el frío mármol estampándosele contra la mejilla. Chilló de dolor, pero sabía que se lo merecía. Es más, él mismo se castigaría luego de que su amo se fuera.

-No vuelvas a olvidarlo nunca más –Dijo el orgulloso señor, mirándolo con asco. -¿Entendido?

-ngn –El pobre elfo se levantó, tambaleante, con lágrimas asomando de sus asombrosos ojos verdes. –Dobby no lo olvidará nunca más, joven señor, Dobby lo llenará de vino todos los días... –Un puñetazo nuevo del rubio lo hizo callar, y prefirió morderse la lengua. Se retorció una oreja con fuerza, consciente de que había obrado mal, dispuesto a remediarlo.

-Feliz navidad –Dijo el buen amo con sarcasmo, dedicándole una sonrisa cruel. –Si no traes el vino, no serán tan felices.

fin