Norem aún tenía algunas hojas revueltas en su pelo gris cobalto. Se hundían en los remolinos ondulados que caían por su hombro derecho. Houndour las miraba con los ojos como platos. Temiendo que pretendiera prenderlas con sus ascuas, lo guardó de nuevo en su superball. Aún era muy pequeño, no comprendía lo que estaba bien y mal; ni siquiera tenía mote. Había salido del huevo hace literalmente dos días (y ya había incendiado las nuevas deportivas de Norem en una intensa batalla con sus cordones). Su abuelo le regaló el huevo antes de empezar su aventura.
- Lo ha traído un amigo desde Kanto -le dijo aquel día-. Ten, a mí solo me serviría para calentarme los pies. Seguro que tu espíritu joven le sienta de maravilla a este…
- ¡Papá! -el abuelo dio un brinco-. No estropees la sorpresa, ¿quieres? No hay nada mejor que descubrirlo uno mismo -sonrió a Norem con gesto de disculpa-.
- Está bien, tampoco es que me gusten las sorpresas. Y ya me ha dado una pista -se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, acariciando el huevo con la frente mientras lo abrazaba-. Calentarte los pies, ¿eh? Puede que sea un Pokémon de tipo Fuego. Ponyta, Cyndaquil, puede que un Magby, desde luego tiene pinta de ser muy calentito… -apartó la cabeza y acarició los patrones negros rasgados que adornaban el huevo-.
- Sabes, quedándote aquí no lo sabremos nunca -añadió el abuelo con tono de burla-. A los Pokémon les sienta genial un buen paseo, incluso antes de salir del huevo.
- ¿Está todo listo? -preguntó Norem mirando a su madre con brillo en los ojos-.
- Todo. He avisado a tu padre y tiene lista tu cama en Ciudad Malva.
- ¡Genial! -su entusiasmo arrancó una sonrisa a sus preocupados familiares-. Voy a cambiarme y… tengo que avisar a Morty. ¿Está lista la cena?
- Dos minutos y podrás salir echando humo -contestó su abuelo al mismo tiempo que acercaba la cuchara sopera a sus labios para probar la receta-.
Norem bajó de su nube de recuerdos. Los momentos con su familia le hacían muy feliz, tanto que llegaba a perderse en ellos. Volvió a posar la mirada sobre la ruta 32. La visita a su padre le hizo feliz porque le había prometido su primer Pokémon, pero la llegada de Houndour complicó las cosas. Al final su padre decidió que se lo entregaría si conseguía vencer al primer líder de gimnasio con el recién llegado. El camino a la ruta era plano y simple. Tuvieron que escapar de unos Zubat cuando Houndour se lanzó a husmear en un rincón oscuro, por lo que no empezaron con buen pie, pero aún tenía esperanza. Una vez arrancadas todas las hojas de su pelo, Norem agarró la superball de su cinturón y la lanzó al aire. Houndour salió de ella con energía (el susto le dio un subidón).
Oye, ven -se agachó como una rana y rascó el suelo para llamar su atención-.
El Pokémon se acercó con cuidado, olfateando el suelo de vez en cuando. Aulló un poco cuando estuvo a su lado. Norem acercó la mano con cuidado para acariciar su pelaje. La cara del Pokémon era indescifrable. Podría estar disfrutando u odiándolo.
Escucha, antes hemos escapado de esos Zubat, pero a la próxima los achicharraremos, ¿vale? Bueno, tú, yo no puedo achicharrar. -Houndour ladeó la cabeza, algo confuso-. Deberías tener un mote, pero no se me ocurre ninguno.
El Pokémon se escapó rápidamente de sus caricias y comenzó a correr hacia un arbusto cercano. Comenzó a ladrar a un bonguri. A Norem se le escapó la risa.
Tienes mucha energía... ¡LO TENGO! -saltó de alegría. Houndour se giró hacia él-. Te llamarás Vehem, de vehemencia. Ya sabes, de pasión, ímpetu… como sea, tampoco vas a entenderme. ¿Te gusta?
Vehem se acercó hacia él, contagiado por su alegría, y aulló fuertemente. Para Norem eso fue un sí.
