Dieciséis días después de…/ Mañana después de la fiesta
Hermione despertó completamente adolorida, con un gran picor en todo el pelo, las greñas completamente despeinadas, el aliento más fétido del planeta y, sin duda, una gran resaca.
La noche anterior había sido el baile de gala de los chicos de séptimo, el baile de inauguración. Hermione había ido al baile con un largo y precioso vestido blanco con ribetes plateados en el escote, el cual ahora se encontraba embarrado por absolutamente todos los lugares, era prácticamente marrón. La cabeza le daba vueltas, y al palparse se notó completamente adolorida por las piernas, brazos y espalda.
-Ginny, despierta… -dijo aun con los ojos cerrados-.
-Hermione, eres tú la que está ocupando el sofá entero.
-No seas tonta, Ginny –dijo incorporándose-, en la habitación no hay ningún sofá.
-Ya, -contestó-, pero si lo hay en la sala común, ¿verdad?
Hermione abrió los ojos de golpe, mirando alrededor: ¡se había quedado dormida en el sofá de la sala común!
-¡Ginny! ¿Porque diantre no me has despertado para ir a la cama? Merlín… -se quejó, frotándose los ojos-, me duele la cabeza…
-Normal, Ayer bebiste tanto que me parece un milagro que hoy sigas conservando tu hígado… -dijo la pelirroja, acercándose para ayudar a levantarse a su amiga-. ¡Puf! Aunque con tu aliento cualquiera diría lo contrario…
-Bueno, no pasa nada –dijo despreocupadamente (o intentando sonarlo)-. Vamos al baño, por favor, necesito refrescarme y enjuagarme la boca.
Hermione y Ginny comenzaron a caminar de camino a la puerta, cuando Hermione se dio cuenta de una cosa importante y un tanto bochornosa. Paró a su amiga cogiéndola del brazo un poco antes de que la chica abriera la puerta que daba al retrato de la Señora Gorda.
-Ginny, tengo un problema… -dijo Hermione de pronto, blanca como la nieve-.
-Eso ya lo sabemos todos los que te hemos visto esta noche, Hermione –le siguió bromeando su amiga-. Esperaba que llegaras temprano (relativamente) y me contaras cuando llegaras como te lo has pasado y tal, pero…
-Que no, Ginny, que no es eso. Que tengo un problema de verdad… -dijo Hermione, aun preocupada-.
-Bueno, cuéntame –dijo la pelirroja-.
-Es que… ¡no llevo ropa interior –confesó horrorizada- y no tengo ni idea de donde la he dejado!
-Pero que no… ¿que no? –Dijo mirando preocupada la parte de "más abajo del vientre" de Hermione, que afortunadamente seguía tapado con su sucio vestido-.
-Sí, que no… que no. Ay Ginny por Merlín, vamos al dormitorio, ¡me lavaré un poco en el aseo de arriba!
-Anda si, vamos –dijo Ginny conduciéndola por la escalera y mirando descaradamente a los que miraban con curiosidad el trasero de Hermione, que se quedaba perfilado bajo el vestido mojado en barro-. Pero Hermione, por el amor de una madre, ¿como es posible que hayas perdido…? ¡En fin, eso!
-No lo sé, Ginny, no sé qué es lo que ocurrió anoche, todo está tan confuso… -dijo suspirando. Entraron en la habitación de las chicas de sexto, en el cuarto de Ginny, y se abrieron paso entre los pijamas arrojados en el suelo y las toallas colgadas en los doseles, fruto del desorden de las adolescentes compañeras de Gryffindor, y llegaron al cuarto de aseo, donde Hermione se quitó su vestido y lo echó en el lavabo-.
-Hermione, ¿recuerdas haber hecho algo que se suele hacer sin ropa interior? –Preguntó discretamente Ginny, temiendo por la reacción de la ojimiel-.
-Pues… creo que sí, no lo sé Ginny, y si hice... eso –censuró-, ¡tampoco recuerdo con quien! –Dijo Hermione desesperada-. Te puedo decir todo lo que recuerdo… pero acércame esa blusa tejida que tanto me gusta que te hizo tu madre el invierno pasado primero, por favor.
-¿La de las tres flores?
-Sí, esa –Hermione se limpió la cara mágicamente, hizo aparecer una pequeña tina y se metió en ella. Con un encantamiento de agua y otro de calor, se dio una ducha rápida y salió de ella, donde después lavó el vestido blanco con polvos de detergente de la señora Prudence, que dejaban la ropa limpia y blanca como ningún otro. Después salió hasta la habitación de Ginny, y mientras se vestía contó lo poco que recordaba-. Pues veras… Yo estaba muy contenta con que al final mi madre me regalara ese vestido blanco que ahora mismo está en la tina reposando, así que no presté mucha atención a la cara que me puso tu hermano cuando bajé, y mucho menos a la de Harry. Bajé al Gran Comedor donde me esperaban las chicas, y alabaron mucho mí vestido y tal. Pero ese no es el caso, el caso es que, al llegar, me tomé mi primera copa de ponche. Cuando llevaba al menos dos más, me encontré con alguien y ahí todo se me hace confuso… Y creo que eso es todo, Gin, pero habrá que averiguar qué es lo que realmente pasó anoche, ¡qué hice y lo que es peor, con quien lo hice! –Dijo desesperada saliendo por el hueco de la cabeza del jersey-. Porque si te fijas lo que recuerdo de anoche es menos que nada… Podríamos ir a preguntarles a los chicos, o a las chicas, a ver qué es lo que vieron anoche, ¿no?
-Mala idea, Herms, todos están resacosos –dijo, fingiendo vomitar tras la cama y riéndose-, será mejor esperar hasta mañana.
Dicho esto, ambas se fueron a desayunar. Allí en el gran comedor, se sentaron junto a Harry y Ron, quienes intentaron por todos los medios que no les vieran. El intento falló, pues el rojo pelo de Ron resaltaba por encima de las demás cabelleras oscuras de la mesa. Hermione y Ginny se sentaron cada una al lado de uno, que estaban colorados y lucían unas horribles ojeras.
-Buenos días –dijo Ginny, despeinando un poco a Harry con los dedos-. Día de resaca, ¿eh? Agradeced que sea domingo.
-Sí, claro, día de resaca… -dijo sin interés Ron-.
-¿Tanto bebiste anoche, Ronald? –preguntó Hermione, cogiendo una tostada que su instinto decía que no debía comerse-.
La reacción de Ron y Harry fue individual, pero al mismo tiempo idéntica. Ambos se pusieron rojos y agacharon la cabeza, murmuraron un pequeño si, y rápidamente cogieron algo de desayunar y se fueron de la mesa. Hermione les miró extrañada, pensando en la posibilidad de si podrían ellos tener algo que ver con todo lo que pasó la noche anterior.
"Me estoy volviendo completamente loca, pero de verdad, por Merlín, ¡si ni siquiera sé lo que pasó anoche! O lo que no pasó –pensó-. Estoy dando por sentado que algo pasó cuando, en realidad, es obvio que no pasaría mucho si la gente aún no ha comenzado a hablar de ello… –reflexionó mirando alrededor–. Posiblemente solo sean imaginaciones mías."
Dumbledore se levantó de su mesa, y todos los platos del desayuno desaparecieron. En ese mismo momento, Hermione se percató que alguien había ocupado el lugar de Slughorn en aquel asiento reservado al profesor de pociones. El Director se aclaró la garganta para llamar la atención de todos los presentes y alzó las manos para apaciguar las charlas matutinas.
-Buenos días mis queridos alumnos. ¡Bienvenidos los nuevos compañeros de esta gran familia de magos! y, a los que ya estabais el año anterior, ¡Bienvenidos de nuevo! –Saludó con efusividad-. Como anoche no se encontraban muchos de vuestros compañeros en disposición, me temo que tendremos que hacer las nuevas presentaciones hoy por la mañana –añadió mirando a los alumnos de séptimo, la mayoría con una sonrisa culpable pintada en la cara-. Creo que aún ningún alumno ha terminado de desayunar, así que puedo tener la seguridad de que estáis todos aquí para presentaros al nuevo profesor de Pociones, recién salido de la Academia de Maestría en Pociones: el profesor Samuel Allen, quien estará mucho más abierto, sin duda, a las expectativas de los alumnos, puesto que hace cuatro meses aún era uno de ellos –reflexionó para los demás el anciano. Algunos soltaron una risita cómplice, y algunas otras chicas aprovecharon para suspirar amorosamente-. Sin embargo, no dudo ni por un momento de que sabrá impartir sus clases con seriedad y haciendo altura a tan bien merecido puesto.
Hermione se quedó helada, mirando mejor al profesor Allen. Esa cara tan pálida, esos ojos tan negros, ese cabello azabache, sus facciones afiladas, sus brazos esbeltos y su delgada tez, hicieron caer en la cuenta a Hermione de que, seguro, ella conocía a aquel chico.
-Ginny, Ginny… -susurró Hermione-. ¡Ginny!
-Ay, ¿qué te pasa ahora Hermione? –Dijo molesta, apartando la vista del apuesto profesor de pociones-. Anda que, como para comparar a este moreno con el profesor Snape, ¿eh? Creo que voy a disfrutar mucho de pociones este año –aseguró-.
-Ginny, ¡yo estuve con ese chico anoche! –dijo Hermione algo desalentada-. Ese chico, quiero decir el profesor Allen, estuvo conmigo anoche, ¡y estoy segura de que anoche nos besamos!
-Pero… ¿solo besaros? –Dijo Ginny con impaciencia-. ¿Seguro?
-No lo sé, no sé qué pensar… -Hermione miró hacia la mesa de los profesores y dio un grito que dejó callado al gran comedor al instante, al notar los ojos negros como la noche sin luna estudiándola críticamente-.
-¿Le ocurre algo, señorita Granger, que le interese compartir con el resto de sus compañeros? –Preguntó amablemente Dumbledore, pensando que Hermione querría despedir el curso de su promoción o algo por el estilo-.
-Eh, no… -dijo completamente colorada-. No profesor Dumbledore, yo… lo siento mucho.
-De acuerdo, entonces, y terminadas las presentaciones, me pongo en pie para invitaros a disfrutar del maravilloso día que les espera al sol, en estos últimos meses de buen tiempo.
