Las aves, entonando una agradable melodía, lograron sacarla de los brazos de Morfeo. Quizás uno de los sueños más profundos, de hecho.
Sintió sus párpados pesados, «Probablemente por aquellas horas sin abrirlos» pensó con diversión. Una vez lo hizo, paredes blancas y el inconfundible olor a antisépticos la recibieron; supuso se encontraba en un hospital o algo parecido. Realizó el intento de encontrar una situación que la llevase hacia aquel lugar.
Inmediatamente, una terrible jaqueca la atacó, se quejó.
—Ugh... —tocó su cabeza intentando apaciguar el dolor. Se apoyó sobre la cama, con la esperanza de que se detuviese, siguió inspeccionando la habitación.
A su lado había un pequeño aparador, blanco; sobre él se encontraban unos bellos lirios violetas, perfectamente acomodados en un jarrón con pequeños detalles en forma de espiral. Siguió vagando, toda la habitación estaba pulcramente pintada de blanco, había una única ventana la cual se encontraba obstruida por cortinas... Blancas.
Casi instantáneamente, una ola de repulsión la golpeó; le entraron arcadas. No vomitó, no entendía el por qué; odiaba ese ambiente, odiaba ese color.
Luego cayó en cuenta de algo importante. No tenía idea del por qué.
—Cabeza de llama... —escuchó voces através de la puerta, todas le resultaron familiares—. ¡¿Quieres pelear, nevera con patas?! —aquello le resultó gracioso, esbozó una pequeña sonrisa involuntaria.
Entonces la puerta se abrió, observó a las cuatro... personas.
«Si es que se puede contar a esa cosa azul como persona.» observó como a la "cosa azul", se le cristalizaban los ojos y se dirigía volando hacia ella. ¿Volando? Khé
La abrazó, y comenzó a sollozar a todo volumen, se sintió culpable por ocasionarle eso. Le correspondió, y automáticamente realizó suaves caricias sobre su esponjosa cabecita.
— ¿Lucy...?— reaccionó ante aquel nombre, supuso que se dirigían a ella. Una pelirroja de armadura plateada, la cual cubría sus brazos y dorso, en conjunto a una falda azul; se acercó con intenciones de abrazarle.
Rápidamente, saltó de su cama hacia el otro extremo, evitando cualquier contacto físico con todos los presentes. «Podía haber soportado estar unos segundos más con aquella bolita esponjosa.»
— ¿Quiénes son?— como reflejo, palpó su cadera buscando algo. Un chico de cabellos azabaches se le acercó cauteloso, con las manos en señal de rendición; como si fuese un animal. —No soy un animal, hielo derretido—. En respuesta, la observó sumamente consternado, la pelirroja le correspondió, a diferencia de aquel chico peli rosa y la cosa azul; quienes estallaron en sonoras carcajadas. No comprendía por qué había dicho aquello, simplemente... surgió.
—Siempre supuse que Luce y yo compartíamos opiniones. —comentó divertido; bufanda, pantalones bombachos, un extraño chaleco y cabello. Eso describía perfectamente al muchacho peli rosa. Frunció el ceño-. No me tutees.
— ¿Eh?— todo rasgo de diversión se borró, adoptó una expresión seria—. ¿Qué sucede?— observó de soslayo, buscando algún objeto que le sirviese. Al lado de la pelirroja, una extraña luz dorada la cegó momentáneamente, justo sobre el aparador, ¿Cómo no se había fijado antes?
Retrocedió cuatro pasos, todos se pusieron alerta. Corrió, y utilizó el colchón como apoyo para saltar y llegar a su objetivo; el jarrón cayó haciéndose añicos. Agarró lo que parecían ser llaves, y se deslizó hasta llegar al otro extremo de la habitación; todos le observaron sorprendidos.
Les apuntó con las llaves—. ¡¿Quiénes son?!—no se esperaban aquello, el primero en reaccionar fue la cosa azul.
— ¡Luce! ¡Primero calmémo...— lo interrumpió—. ¡Respóndanme!— el chico extraño intentó acercarse. A continuación, todo surgió demasiado rápido; no supo cómo lo hizo.
— ¡VIRGO!—un resplandor dorado iluminó la habitación. Una joven de cortos cabellos violetas, y ojos azules hizo presencia. Vestía un chaqueta negra de escote corazón al cuerpo, un short blanco junto a unas botas negras que abarcaban casi en su totalidad sus piernas; a juego un cinturón dorado el cual tenía incrustado " ", agregando un par de esposas y un látigo.
Lucía... Como una completa sádica.
Ella se arrodilló—. ¿Qué desea que haga, princesa?— ellos la observaron asustados.
— ¡Lucy! ¡¿Qué le sucedió a Virgo?!— no estuvo segura quién preguntó aquello—. ¡LUCY!
—Inmovilízalos. —fue clara y directa. Se fijó en la sonrisa maligna que se dibujó en el rostro de Virgo—. ¿Bajo cualquier medio?
Dudó por un segundo, inmediatamente borró aquel sentimiento—. No me interesa. —se le levantó lentamente y destensó su látigo.
— ¡Es hora de jugar!— comenzó a reír totalmente entusiasmada, y apuntó hacia la pequeña bola de pelos—. ¡HAPPY!— exclamaron todos, el espíritu lo enrolló en su látigo hasta asfixiarlo; el pequeño no soportó la presión y cayó desmayado—. ¡Lucy has que se detenga!
Lucy observaba todo desde una esquina de la habitación, creyó haber escuchado pasos provenientes del otro lado. Le quedaba poco tiempo—. Virgo—la nombrada le observó, sus acompañantes creyeron lo mejor—. Que sea para hoy.
—Discúlpeme, princesa —.Realizó una reverencia y se dispuso a terminar con su tarea, el peli azabache adoptó una postura defensiva.
— ¡Lucy no somos tus enemigos!—exclamó el, mientras lanzaba un ataque. Lanzas de ¿hielo? se dirigían en su dirección, no se movió. Antes de que siquiera la tocasen, un calor abrazador las había derretido. Sonrió para sí misma.
— ¡¿Qué te sucede, cerebro congelado?!
— ¡¿Acaso no viste lo que le hizo a Happy!?— se calló por un segundo—. ¿Cómo esperas que no piense que somos sus enemigos si la atacas?
En su despiste, Virgo arremetió nuevamente, en esta ocasión hacia el peli azabache; sin embargo la pelirroja invocó una espada y le enfrentó—. Virgo—se le acercó— ¿No nos recuerdas? ¡Somos tus compañeros! ¡Has reaccionar a Lucy!
En respuesta, ella simplemente alzó una ceja, y la desarmó—. No tengo la menor idea de quiénes son, sólo sigo órdenes—. Lanzó un azote hacia las piernas de la muchacha, causando que perdiera la movilidad de las mismas—. Disculpe usted, Titania. —realizó una burlona reverencia, y comenzó a reír.
La joven rubia hurgó en su reciente adquisición, y echó un vistazo a su entorno; quizás tardaría menos si invocase a otro como Virgo... Sacó otra llave al azar—. GÉMINIS—automáticamente todos la observaron. Nuevamente, toda la habitación fue iluminada.
Dos niños de cabellos y ojos celestes hicieron aparición, ambos llevaban un traje negro con un borde celeste; y en torno a ellos flotaba un aro dorado con sus nombres: Gemi lucía un rostro y cabellos divertidos, mientras Mini tenía el cabello lacio hasta los hombros con una expresión preocupada—. Ayudad a Virgo.
— ¡Virgo-sama!— exclamaron al mismo tiempo, se transformaron en el azabache—. ¡La cubrimos!
Ella se escabulló hasta llegar "su cama" y se agarró las sábanas, se acercó a la pelirroja—. Lucy...— murmuró, observó sus piernas heridas con escepticismo «¿Esa es nuestra Lucy?»
Comenzó a envolver sus brazos y piernas junto a Happy, ella ejerció demasiada fuerza en su amarre—. Ahh—se quejó, quizás no conociera del todo a Lucy; pero nunca esperó ver aquella expresión, al menos no es su rostro.
Una sonrisa, totalmente morbosa, era la que adornaba el rostro de la rubia. Por primera vez, sintió miedo.
Miedo de su amiga.
Ella oprimió más el amarre, en esta ocasión se tragó su quejido; en respuesta, ella demostró decepción—. Qué aburrida...—murmuró.
—UGH —. Aquel había sido un grito de Gray, volteó su mirada en busca de él.
Deseó no haberlo hecho, su amigo se encontraba postrado en el suelo; le sangraban los brazos y piernas. Virgo tenía su brazo elevado, dispuesta a arremeter nuevamente—. ¡Virgo!—de repente, una mano gigante agarraba la cintura del espíritu celestial.
— ¡Abuelo!— un anciano, extremadamente bajito; se había adentrado en la habitación. Lucy frunció el ceño, dispuesta a invocar otro más, buscó sus llaves.
No las encontró—. ¿Buscas esto, Lucy?— volteó exaltada, una peli blanca le sonreía con dulzura; compuso una mueca de asco—. Mierda.
Intentó pensar en una solución rápida, «Estás rodeada.» le recordó su conciencia. Por supuesto que lo estaba, pensó con sarcasmo—. Virgo...— habló despacio, con miedo a ser inmovilizada, la mujer frente a ella le producía inseguridad. No le respondió, pero supo que le escuchaba—. ¿Qué me recomiendas?— casi al instante, el ambiente se volvió pesado.
—Leo.
— ¡Mirajene!— antes de que pudiese formular palabra alguna, sintió un golpe en su nuca. Todo se volvió negro.
