CAPITULO 1: Inesperado regreso
Todos los personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Espero que disfruten leyendo el fanfic tanto como yo disfrute escribiéndolo.
El rostro de Sango reflejó duda y preocupación:
Está segura, anciana Kaede.
Nunca he tenido más dudas Sango, pero es todo lo que podemos hacer- respondió la anciana
Es nuestra única opción Sango, no podemos hacerlo nosotros solos, necesitamos de su ayuda- terció Miroku mirando a Sango
Comprendo pero ella no querrá regresar, no después de lo que pasó.
Confiemos en que sea la misma muchachita.
Espero que si - finalizó Sango no con menos dudas.
*
De prisa abuelo que llegará en cualquier momento - le gritó desde la cocina la señora Higurashi al anciano que estaba en el salón de té, tratando de colocar adecuadamente una pancarta.
—Hago lo que puedo, no me apresures - le respondió este.
—Abuelo eres muy lento, yo lo haré - dijo un adolescente de aspecto aburrido. Rápidamente Sota colocó la pancarta, ante la mirada inquisidora del abuelo.
—¡Oh! ¡Quedó muy bien Sota! - Dijo la señora que traía unos pasteles y comida que olía muy bien.
—Asado, que bien.
—Sí, es su comida favorita.
Con los brazos en jarras e inspecciono, dando el visto bueno a la apariencia con que lucía el saloncito de té.
—Listo, ahora nos que da esperar, no ha de tardar.
Apenas hubo terminado de hablar, se oyeron unos pasos en la entrada del templo, todos se apresuraron emocionados a la puerta principal para dar la bienvenida a Kagome,
¡Hay alguien en casa!- grito una joven quien se estaba quitando los
zapatos en el guenkan.
¡Kagome!
¡Mamá! ¡Sota! ¡Abuelo! -Exclamó emocionada la joven corriendo hacia ellos y se unieron en un abrazo múltiple.
¡Sota has crecido bastante! ¡y solo en un año!
Es la comida de mamá
Pero pasa Kagome, anda.- dijo el abuelo empujándola por la espalda.
"¡BIENVENIDA KAGOME!
OH! No debieron haberse molestado - dijo el leer la pancarta.
La hizo tu abuelo
¡Gracias abuelito! - Kagome abrazó a su abuelo
Siéntate a comer que se enfría
Mmm! ¡Asado!
¡Itadakimasu!
Todos se sentaron a la mesa, sin parar de hablar, preguntándole a la joven todo lo que había hecho durante la temporada fuera de casa. Kagome había salido de la Universidad terminando muy exitosamente sus estudios. Todos se sentían muy orgullosos de ella , después de unos años particularmente difíciles logro reponerse y salir adelante. De esa época solo quedaban simples recuerdos . Habían pasado ya 8 años desde que se termino su aventura en el Sengoku, una aventura con sabor amargo.
Al final lograron derrotar a Naraku , arrebatándole la Perla de Shikon y la tranquilidad volvió a esa época, pero desafortunadamente para ella, no pudo ganarle a Kikio . Inuyasha decidió sobre todas las cosas quedarse con kikio. Kagome lo acepto no derramo ni una sola lagrima, con dignidad se despidió de sus amigos, lamentándose que todo hubiera terminado así, ella corrió el riesgo de enamorarse de su mejor amigo, eso no lo pudo evitar, pero después ella decidió quedarse con el y ahora tenia que pagar la consecuencias de sus errores. Fue una despedida muy dura. Ella les dejó la Perla de Shikon y al no tenerla esa seria la última vez que los vería .
Todos estuvieran con ella hasta el último momento, excepto Inuyasha.
Ella lo odio durante mucho tiempo, después, pero el tiempo fue sanando heridas y comprendió que eso fue lo mejor que pudo haber pasado. Ahora tenia una vida normal, tenia todo un futuro por delante y todo iba viento en popa.
La familia estuvo platicando hasta muy entrada la noche, Kagome se sentía muy cansada por el viaje y después ya no pudo más y se fue hacia su habitación despidiéndose de todos.
Casi todo seguía igual, el lugar estaba tal y como lo había dejado. Se quedó parada en la puerta recargándose sobre ella, cuando los recuerdos la asaltaron, tantas veces que él estuvo ahí acostado en su cama o husmeando en sus cosas. Sus labios se curvaron en una sonrisa melancólica, sabía que al regresar sería imposible impedir que esos recuerdos tan celosamente enterrados en su mente volvieran a surgir.
Sin encender la luz se acostó en su cama y sin desvestirse se quedó profundamente dormida.
Hacia dos días que Kagome había regresado al Templo, había estado muy ocupada visitando a viejas amistades o simplemente saliendo en familia, el clima había sido muy agradable a pesar de estaban ya en invierno.
Esa mañana despertó temprano y decidió salir a dar un paseo matinal, se puso un pants a juego muy abrigador, el patio del templo vio a su madre que estaba barriendo el patio y fue a darle los buenos días, hasta ese entonces no se había fijado o no se había querido fijar en el árbol sagrado, la señora Higurashi fue a traer algo a la cocina y la dejó sola; Kagome se disponía a irse cuando algo llamó su atención, algo en el árbol, se acercó lentamente a el y pudo percibir presencias dentro de él, se le hacían conocidas, familiares, era algo extraño que no se hubiera dado cuenta de ellas anteriormente, alargo la mano, temerosa, para tocar el árbol, algo la obligaba a hacer aquello, era un impulso incontrolable. No bien sus dedos apenas hubieron rozado siquiera la corteza, algo salió disparado de el.
Unas formas blancas, aperladas y semitransparentes la rodearon, Kagome cerró fuertemente los ojos, cuando las formas se precipitaron hacia su cuerpo, entrando en el.
Tan rápido como había empezado terminó. La joven se hallaba de rodillas, respirando trabajosamente, mientras un sudor frió perlaba su frente , con dificultad se puso de pie y se observó las manos, se sentía diferente algo más completa, era una sensación rara.
Su madre llegó en ese momento atraída por el grito de Kagome.
-¡¿Que sucede Kagome!?- le preguntó preocupada.
-Nada, es solo... - la miró, no podía explicar que había pasado, desvió la vista, y se topó con el almacén del templo y empezó a caminar hacia el, su madre la siguió completamente extrañada.
Entraron al cuarto, que estaba lleno de cosas viejísimas y Kagome empezó a buscar algo entre todo aquello.
-¿Qué buscas?
-No se.
La señora no sabía que pensar, su hija se estaba comportando muy rara y tuvo miedo, un presentimiento muy malo.
Kagome dejó de buscar, se dio la vuelta, tenía un viejo pergamino en las manos enrollado. Lo desdobló y lo leyó.
-¿Kagome?
La joven abrió los ojos por la sorpresa, ese documento iba dirigido hacia ella.
-Esto es... - levantó la vista hacia ella.- es ... es del Sengoku.
-¿Qué? - dijo asustada.
-Es del Sengoku está dirigido hacia a mí.
-¿Qué dice?
-Que me necesitan
-¡Qué! ¿Quién?
-No se...¡La anciana Kaede! ¡Esto es de Ella!
-¿Cómo puedes saberlo?!
-La siento, es de ella ¡Debo ir Mamá!
-¡NO! ¡No Kagome, no te dejaré regresar esta vez!
-Pero, ellos me necesitan.
-¡Que no! ¡No cometeré el mismo error esta vez, ni tú tampoco! Ahí sufriste mucho ¿como es que deseas volver?
-¡Son mis amigos mamá! ¡Pueden necesitar algo!
-¡Esto es ridículo, como puedes saberlo por un simple papel! ¡Puede ser una broma, no seas tonta!
-¡No me importa! Tengo que ir.- dijo saliendo del cuarto, seguida por su madre, caminaba resueltamente hacia el anexo del templo donde se encontraba el pozo.
Cuando llegó a la boca se detuvo y miró hacia abajo.
-Kagome no vayas, por favor.-le pidió su madre sujetándola por el hombro.
-Lo siento, mamá, tengo que ir -dijo dándole una consoladora sonrisa.
-Pero...
-Confía en mi, ya no soy la misma tonta de 15 años, mamá, soy toda una mujer, esta vez sabré manejar cualquier situación.
-Pero como vas a pasar.
-No sé, pero lo intentaré.
-¡OH! ¡Kagome! - dijo su madre abrazándola- cuídate mucho.
-Descuida, no te preocupes, estaré bien. ¡adiós!
Kagome, tras una última mirada a su madre, saltó hacia el pozo . Una repentina luz la cegó, recordaba ese sensación y se sintió extraña. La luz poco a poco se fue disipando y finalmente pudo sentir el suelo a sus pies, alzó la vista buscando a su madre, pero el sol lepegó de lleno en la cara. Comenzó a trepar por la pared como en sus viejos tiempos.
Finalmente pudo salir del pozo.
Se quedó parada observando el paisaje que tenía delante de ella, el templo había desaparecido, y los árboles ocupaban su lugar y todo era verde, tal y como lo recordaba.
Lo había logrado, por extraño que pareciera se encontraba en el Sengoku.
Sentimientos encontrados invadieron a Kagome, no sabiendo que hacer se quedó parada en el mismo lugar, la resolución de unos momentos antes la había abandonado, y en su lugar el miedo la invadió, pensó por un momento darse la vuelta y regresar a casa.
Pero los rostros de sus amigos parecieron ante ella, tan claramente como si ayer los hubiera visto por última vez, y aunque no lo haya querido admitir antes los extrañaba muchísimo, y no seria su amiga si ahora los dejaba, por cobardía, a su suerte.
Era hora de probarse a sí misma. Había madurado, además sus amigos no le habían hecho nada, era con Inuyasha con quien había tenido problemas, con suerte y ni lo vería; ellos la habían llamado seria muy tonto de su parte que trataran de que ella conviviera con el.
ponía cada vez más inquieto, comenzó a imaginarse como vivirían o que le pedirían, a lo mejor y su madre tenia razón y el papel era algo sin importancia, la recibirían con cara de extrañeza y pensarían que estaba loca, pero había podido pasar por el pozo y antes lo que le pasó en el árbol, eso seguro significaba algo.
Camino mecánicamente y cuando se percató estaba mas cerca de la aldea de lo que había pensado, respiró hondo varias veces para darse valor y calmar los nervios que sentía. Algunos aldeanos la vieron pasar sin reconocerla, la veían recelosamente y se alejaban de ella como la primera vez, solo que ahora no la habían capturado.
A lo lejos divisó la cabaña de la anciana Kaede y una alegría súbita la invadió, ese lugar había sido su punto de reunión tantas veces, apresuro el paso y llegó a la puerta, hizo a un lado la cortina de la puerta y entró.
No había nadie.
Se sintió desilusionada, dio la vuelta para salir, los esperaría afuera, y se topó con un niño de unos 7 años, al verlo la joven pensó de inmediato en Miroku, pues se parecía sorprendentemente a el, ¿seria posible que el monje haya logrado convencer a una jovencita a que tuviera descendencia con el?
El niño la vio de hito en hito, con una mirada de extrañeza y escrutinio.
-Hola pequeño vives aquí.
-si
-ah...
-Es usted extranjera
-Umm. No, técnicamente no.
-Cuándo sea grande me voy a cazar con una extranjera.
-¿eh?, ¿Por qué?-se sorprendió por ese repentino comentario tan fuera de lugar.
-Por que si todas la extranjeras son igual de lindas que usted, voy a ser muy feliz- dijo el chiquillo muy serio.
-¡Eh! O/O ¡pero si no soy extranjera!
-Eso no es cierto, nadie de aquí usa esa ropa tan rara, ni ese casco tan gracioso.
-¿casco? - dijo la joven tocándose la gorra que se había puesto en la mañana.- ¡je!, no es casco, se llama gorra.
-y para que sirve
-Para protegerte del sol.
-ahh!- dijo el niño viéndola con arrobo
-...
-...
-¡ Oye, no sabes donde esta la anciana Kaede!
-¡Si¡ Esta con mi papá.
-¿ Y quien es tu papá?
El niño iba a contestarle, pero una voz femenina lo llamó desde afuera se dio la vuelta y se alejo, oyó que hablaba con una persona.
-¡Okaa! Una extranjera pregunta por la anciana Kaede.
-Extranjera
-Si, tiene ropa muy extraña y un casco en la cabeza.
Kagome salió en ese momento y vio a Sango hablando con el niño. Se le hizo un nudo en la garganta. Cuando ella subió la vista hacia Kagome, agrandó los ojos por la impresión, abrió la boca pero no pronunció nada.
- Hola, Sango- pudo decir finalmente Kagome.
-Ka...¡KAGOME!
Las dos mujeres corrieron a abrazarse emocionadas ante la mirada atónita del niño.
-¡Kagome, Kagome! ¡Que gusto! ¡Tanto tiempo de no verte!.- dijo Sango completamente emocionada.
-¡Sango! ¡Amiga!
-¡Pero mírate, como cambiaste!
-¡Y tú , hasta madre ya eres!
-¡Si! ¡Oh, ha pasado tanto tiempo! Pero mira te presento a mi hijo mayor. Kohaku, ella es Kagome la amiga de la que te hemos hablado.
-Yoroshiku, Kagome san.-dijo el niño inclinándose. Kagome también se inclinó un poco.
-Así que te llamas Kohaku ¿eh?- miró a Sango significativamente y esta afirmo con la cabeza.
-Mis papas no hacían otra cosa que hablar de usted- le dijo el niño
-¿ah si? ...¡Oye no me digas que el monje Miroku es tu papá!
-Si
-¡Sango!- dijo mirándola con una gran sonrisa traviesa, Sango solo afirmo de nuevo con la cabeza un poco ruborizada y divertida.
-¡Así que, tú y el Monje Miroku ¡ ¡Ya lo sospechaba!
-Pues si, así es la vida.- dijo ruborizándose aún más.
-Amiga, ¡Que felicidad me alegro tanto por ti, y en donde está él!
-Con la anciana Kaede en el pueblo, ¡pero vamos que se van a alegrar de verte! ¡Anda, ven Kohaku!
