Disclamer: Inuyasha no me pertenece, sino a Rumiko Takashi.
Capitulo 1: La manzana de la suerte.
—Tío ¿por qué nuestra gente no baila en el centro del pueblo?— preguntaba mirando de lejos el camino que llevaba al pueblo.
El hombre que sostiene con fuerza la mano de la pequeña le responde con paciencia– Es algo complicado, chavala, los payos no son como nosotros, y sobre todo los ricos, son los que más nos desprecian. Cuando crezcas tal vez lo entiendas
La pequeña vestida de ropas modestas y de colores llamativos asiente y abraza con mucha fuerza a su tío, no sabía por qué pero sentía al tocar la mano de él, existían un montón de secretos por descubrir.
Alrededor del círculo que habían formado de gitanos bailando y cantando al compás de las estruendosas guitarras y las cajas que habían creado con cajas de madera para crear más ruido, solo se veía alegría y ruido por todas partes, mientras el resto de la gente de la comunidad veía y aplaudía el espectáculo alrededor de la fogata. Para los gitanos eso era todo, libertad y felicidad.
Pero tras toda esa fachada, la pequeña Kagome solo veía su mundo estancado tras una muralla que quería rebasar, tal vez personas que si les gusten los gitanos y, con algo de suerte, algún amigo con quien charlar.
Antes del amanecer salió caminando en puntillas, y cuando divisó que no había moros en la costa salió a toda prisa hasta el camino que la llevaría al pueblo, con una bolsa de pan y algo queso para no pasar hambre.
Cuando ya se veían de a poco las casas aceleró el paso huyendo del frío de la madrugada que había en el ambiente. Ya se encontraba en el arrabal, donde la mayoría de los gitanos trabajaban haciendo espectáculos, pero esta vez iría al centro, ya estaba decidida, tal vez, con algo de suerte ella pueda conseguir algo más que las miserias de las que apenas podían vivir.
Siguió el camino repleto de gente de toda clase, amas de casa con sus hijos, un anciano vendiendo flores de muchos tipos y colores, señoras de peinados grandes siendo escoltadas por hombres bien vestidos cargando pesados paquetes, alguno que otro carruaje. Este era el centro del pueblo.
Nunca en toda su vida Kagome había visto más bullicio que no fuera el de su comunidad y eso le llamaba más la atención. Quiso primero ponerse a trabajar a ver que conseguía.
La pequeña gitana se acercaba a un hombre bien vestido y de buen porte y lo detiene con la mano y le pregunta con voz tímida y nerviosa— Disculpe Señor, ¿podría adivinar su fortuna?
— ¡Aléjate de mí, gitana Sucia!— exclama el Señor alejando su mano de la pequeña como si tuviera peste.
Tal vez era una mala idea acercarse a un hombre, generalmente ellos eran muy reacios a ese tipo de cosas. De entre la gente pudo divisar a una dama de porte muy elegante, que caminaba con una sombrilla para cuidar su piel de los rayos del sol, tal vez ella si podría ayudarle.
Con entusiasmo salió al encuentro con la mujer pero antes de que ella pudiera decir algo hizo un mohín de desagrado y aceleró el paso repeliéndola por completo. Ya era la segunda persona que le hacía lo mismo; había escuchado que los payos eran gente despreciable pero no creía que a ese punto, siempre le decían que los llamaban ladrones, sucios o cosas así.
Fue un poco más adentro del centro y consiguió las mismas acciones de la gente, desprecios, caras de desagrado, ya se encontraba bastante cansada. Ya cuando la última persona se alejó de ella, un ruido dentro de su cuerpo la alertó.
Este era similar al gruñido de los lobos pero ella sabía que era; era su estómago. Tenía hambre, y hace un poco más de medio día que se le había acabado la comida. Necesitaba dinero para poder comprar algo de comida, pero sino conseguía algo pronto se desmayaría.
— ¡Manzanas!— Anunciaba una voz no muy lejos de donde estaba ella
Volvió a mirar a su espalda y consiguió lo que necesitaba, una venta de rojas y jugosas manzanas. Brillantes y pequeñas manzanas, con una podría saciar el hambre que tenía y tal vez con dos más llegaría al arrabal a tiempo para trabajar bien e ir a casa sin las manos vacías. De tan solo pensarlo se le hacían agua a la boca.
Caminaba hacia el puesto con cuidado escondiéndose entre la gente. No era una ladrona pero tenía que sobrevivir y por unas tres manzanas no habría problema ¿o sí? Ya en la venta se escondió detrás del hombre gordo que se movía de un lado a otro exponiendo sus manzanas. Antes de que el hombre se diera cuenta él ya había tropezado con su propio puesto y se cayeron una buena cantidad de manzanas en el suelo.
Perfecto, era su oportunidad.
Con sigilo toma una de las manzanas, pero antes de tomar la segunda su mano fue interceptada por una más grande, Kagome da un respingo del susto. Había sido descubierta robando delante de todo el pueblo y su verdugo era el vendedor furioso
— ¡Tu! ¡Con que queriendo robar mis manzanas! ¡Mugrienta gitana!— El hombre furioso, Kagome nerviosa y al borde del llanto se postra en el suelo
— ¡Lo siento mucho! ¡Yo no quería hacerlo!
— ¡Mentira! ¡Tú querías robar! ¡Todos ustedes son iguales! ¡Bandidos, de mala calaña!
¿Qué había hecho? Pensaba Kagome, la gente de su comunidad era calificada en el arrabal como la gente más respetable y de buenas costumbres, con su imprudencia había desprestigiado a toda su raza. Ella era la culpable de todo, tal vez los de su comunidad tenían razón y ella era una escoria. Estaba aterrada, apenas podía escuchar los latidos de su corazón acelerados como iba y venía su respiración a toda prisa. Su cuerpo se había tensado por completo preparada para hacer forcejeo, tenía que escapar allí y ahora.
Quiso librar su mano pero este le agarra la muñeca a Kagome y la azota contra la tabla de cortar— Tendrás tu merecido— declara con una lucubre voz.
La pequeña gitana estaba preparada para cualquier situación menos para esto, sus piernas flaqueaban y temblaban del miedo y la desesperación. No quería convertirse en manca, una gitana manca era inútil y ni pensar en el dolor que habría de avecinar. Cerró los ojos y los apretó fuerte convencida que así tal vez no sentiría tal dolor.
Pero el dolor nunca llegó.
— ¡Alto!— Se escuchó muy cerca de ella seguida de la sacudida que le dieron para alejarla de la tabla.
— ¿Quién diablos es usted? ¡Esa niña es una gitana! ¡Una ladrona!— se escuchaba la voz enojada del vendedor.
— ¿Se da cuenta de lo que estaba robando Señor? Esa niña estaba buscando que comer.
—Es su castigo— responde el vendedor— así lo manda la ley
Se podía escuchar como resonaban el batir de varios pedazos metálicos, un sonido brillante, similar al de las monedas — Aquí tiene lo que ella le robo.
La voz era rasposa y amable, como la de un Señor de edad avanzada. Temerosa de mirar fue abriendo su ojo de a poco y al ver a la persona que la salvó terminó de abrir el otro para culminar a elevar a su cabeza hacia él.
Era un Señor no muy alto con la cabeza medio calva, poseía varias arrugas y cabellos blancos cortos y bien peinados, muy bien vestido apoyado con una mano de un bastón pulido y hecho a mano. Su rostro era apacible y muy amable. El mismo extiende su mano y esboza una sonrisa muy parecida a las que le dirige su tío.
— ¿Estás bien jovencita?
El hombre no la trató mal como el resto de su comunidad o la gente refinada del pueblo; sin embargo, no podía confiar todavía en él, como dicen el romaní: "Yo contra mi hermano; mi hermano y yo contra mi primo; todos nosotros contra el extraño", así que extiende su mano pese a ir en contra de todas sus creencias.
—Si
— No tengas miedo, soy tu amigo
—Los payos y los gitanos no son amigos— contesta reacia la chica
— Vamos, dame una oportunidad— insiste el Señor— Me llamo Myouga y vivo en una casa en las afueras ¿Te gustaría venir? Soy profesor y si quieres te enseño a leer.
Kagome estaba de manos cruzadas, aunque no se le notara aún tenía la piel erizada por lo acontecido hace unos minutos, no sabía que responder tampoco podía responder así como así.
Sin embargo, dentro de su aventurera e imprudente cabeza albergaba la curiosidad por aprender, todos en su comunidad sabían leer algo gracias a su Tío pero siempre quiso saber que más había detrás de las bulerías y la historia gitana. Quería confiar en el Señor pero también quería huir como una niñata cobarde.
—Kagome…— responde en un susurro pero fue suficiente para que el Señor Myouga pudiera escucharlo.
Este dibuja una sonrisa y le extiende la mano— Vamos Kagome.
Holaaaaaa ¿Qué de sus vidas?
Estoy aprovechando para enviar esta historia que tenía varios meses intentando ensamblarla bien para ustedes, nuevecita de paquete XD. Lo más probable es que duren unos 10 capítulos o menos, ya veremos que sucede.
Esto es medio interactivo, así sus reviews son importantes.
Chauuuu!
