Recuerdo que alguno de ustedes hace algunos ayeres me propuso una idea muy interesante: escribir sobre las aventuras de un personaje original concebido en la serie que llevo escribiendo. Bien, esa idea se ha cristalizado y se las presento hoy aquí, en este nuevo proyecto.

Lo pongo a su consideración esperando les resulte un buen ejercicio mental y que les resulte entretenido, y una vez más: gracias de antemano por las ideas, sugerencias, comentarios y amenazas de muerte que me hacen llegar en sus reviews, su opinión es importante para mí.

Sin más, les presento esta nueva historia, veremos como se desarrolla y en poco tiempo les tendré lista otra sorpresa... Hasta entonces, no dejen de mirar las estrellas.


2.0.

Prólogo.

No comprendí cabalmente la proposición de Ryoko mientras me miraba con esos ojos enormes y absorbentes y me extendía el pequeño cuaderno de apuntes que era su diario. Debo ser franco, temí por un momento que finalmente hubiera caído víctima del inevitable Complejo de Electra… ¿Cómo se supone que debería confrontarla? Supongo que ahora que asiste a una escuela regular ha aprendido cosas y conductas de otros chiquillos.

—Papá…

—¿Sí?

—Deja de tener ideas raras, no quiero intercambiar mi diario contigo, soy tu hija y tú le perteneces mamá…— frunció el entrecejo. —¿Es cierto que tu trasero tiene su nombre escrito?

—Ah, ¿eso te ha dicho?— Dije en un tono de voz bajo y dulce, inmediatamente giré cuarenta y cinco grados mi cabeza hacia la cocina, donde Haruhi confeccionaba la cena, hablando más fuerte, rápido y profundo: —¡Deja de decirle cosas extrañas a Ryoko!

—¡No puedo atenderte, estoy cocinando!— Respondió Haruhi con voz cantada a la distancia.

—Toma el cuaderno… tengo que pedirte un favor.

Tomé la libreta y di una hojeada rápida. La letra de Ryoko, a pesar de ser aún difusa, es pequeña y sin mucho espacio entre renglones y caracteres, por lo que cada descuidada cuartilla tenía una buena cantidad de texto. No leí nada, ella me pidió con un gesto que no lo hiciera aún.

—¿Qué quieres que haga con esto?— Pregunté intrigado.

—Primero y más importante… quiero que me hagas dos promesas—. Se acercó y extendió su manita derecha, señalándome con el meñique. —La primera: nadie debe saber sobre lo que está escrito en ese cuaderno.

—Sabes que es difícil ocultarle cosas a tu madre…

—Bien, nadie fuera de ustedes dos. La segunda: no deberás asustarte de lo que leas ahí.

—De acuerdo.

Arqueó las cejas y señaló con los ojos su meñique, haciendo que lo tomara con el propio. Hecho el juramento, continuó con voz más relajada:

—Quiero pedirte que escribas de nuevo lo que yo puse en este cuaderno… tú escribes más bonito que yo.

—Eh… gracias por el cumplido, pero…

—No es un cumplido, es la verdad objetiva de todo, además, sé que si haces este compromiso contigo, mis secretos estarán a salvo.

—¿Quién te dice que no lo divulgaré?

—No lo harás. Eres la persona más buena del mundo, por eso todos te quieren tanto.

No pude evitar que se me escapara una sonrisa. Es bueno saber que tu hija cree que eres digno de toda su confianza.

—De acuerdo.

—Gracias.

—¡Ryoko! ¡Llegaron estos niños que parece que no quieren en sus casas!— Gritó mi esposa juguetona viendo a la comitiva que llegó por Ryoko para ir al parque del ágora a unos metros de casa. —¡No tarden mucho, la cena casi está lista!

Mi hija toma a Shamisen y sale volando en el encuentro de aquellos pequeños con los que comparte clases todos los días. Al ser una niña dotada, pensé por un momento que tendría problemas de adaptación con sus contemporáneos (comenzando por el hecho de que tiene el bagaje cultural de un adulto y la inteligencia de una computadora), pero me llevé una grata sorpresa al escuchar de labios de su profesora que no sólo era inquieta y feliz como cualquier niña de su edad debe ser, sino que era atenta y amable, y cuidaba de los otros niños. En los dos meses que lleva de educación básica no ha traído calificaciones máximas… debo estar loco por ser un padre que se alegra que su hija no sea la más lista (y presumida) de la clase. Una vez más, debo hacer hincapié en que hicimos un gran beneficio al mundo trayendo a Ryoko, y quizás en lugar de llamarla así, un nombre más adecuado para ella pudo ser "Kiseki".

Apenas Ryoko dejó la casa, caminé hasta la cocina y me senté en la barra, desde donde observo la espalda de Haruhi, que lleva por adicional el nudo que mantiene el delantal pegado a su cuerpo. Desde el regreso de nuestro último trabajo en América hemos llevado lo más parecido a una vida normal, y debo decir que me está gustando, quizás podría acostumbrarme a ello, aunque sé en el fondo de mi corazón que Haruhi no permitirá que esta feliz calma dure mucho, ¿por qué? La respuesta es obvia: porque es aburrido. Aún así, me regocijo con el aroma a comida deliciosa y el cabello de Haruhi, que se mueve al capricho del salteo de los alimentos.

—¿Qué tanto miras?— Pregunta sin volverse a verme, conocedora de mis costumbres.

—Te veo cocinar.

—Tonto.

—¿Te mandaron ya el papeleo del siguiente caso?

—Sí. Saldremos en unas cuantas semanas más, pero deberíamos reanudar el contacto con los chicos unos días antes.

La alcanzo y la abrazo por la cintura, y ambos vemos a través de la ventana a los cinco niños y el gato que se mezclan con las otras personas del parque… ahí está Ryoko, con el fiel Shamisen que comienzo a pensar que se hizo más longevo luego de ser tocado por la magia de Nagato, aunque más como un efecto secundario que como una virtud. Está ese hombrecito que responde al nombre de Mamoru y que cuida de Ryoko como un hermano mayor; se supone que es un sobrino de Koizumi (cosa que no me trago) y por eso vive con él y con Nagato. También está Kenji… ese pequeño me da qué pensar, porque es algo tosco y grosero con Ryoko, pero aún así, no se separa de ella. Juega con ellos también esa chiquilla de ascendentes coreanos, retraída, tímida y algo depresiva a la que sólo mi hija puede hacer sonreír, me parece que su nombre es Sun-Hee. Y por último ese curioso angelito de cabello azabache y ojos violáceos llamado Tensai, cuyos patrones de comportamiento carecen precisamente de eso: patrones. Quizás sea mi imaginación, pero creo que el grupito de mi niña también es un poco raro… en esa reflexión miré el cuaderno, pensando que quizás entre sus páginas estaba resuelto ese misterio.

¿Exactamente qué tipo de cosas estaba pidiéndome mi hija que escribiera por ella?, ¿a qué obedece su afán de que nadie se entere? De alguna forma me inquieta saber esas respuestas, y antes de darme cuenta estoy ansioso como un niño pequeño, me da la impresión de que hay algo enorme entre la obtusa letra de mi pequeña que está esperando a volverse una gran revelación… aunque también cabe la posibilidad de que esté exagerando y que no haya más que anécdotas de la vida escolar propia de una niña de siete…

No obstante…

Es nuestra hija, y seamos francos, hablar de nuestra familia en términos de normalidad es hablar del gobierno de los Estados Unidos en términos pacifistas.


Terminada la cena y despachados los niños sobrantes (porque sí, cenan aquí y luego los enviamos a casa), y después de acostar a Ryoko para que esté lista para el fin de semana, enciendo mi lámpara de noche y pongo la computadora portátil sobre mis piernas. Los primeros minutos de lectura pude sentir los ojos de mi esposa mirándome con cierto aburrimiento mientras finge que ve el telediario nocturno, aunque su expresión se esfumó cuando tomé mi primera pausa.

—Esto no es posible…— Dije mirándola a media luz.

—¿Sucede algo malo?— Me pregunta repentinamente preocupada. —¿Algún mocoso la está molestando? ¿O algún profesor?

—Oh, no, no es nada de eso…

Tengo pocas oportunidades de dejar a mi esposa con la duda, así que ignorando sus preguntas abrí un nuevo documento de texto y comencé a parafrasear lo que recién había leído, viéndola devorar las primeras palabras que se dibujan, para ser precisos una fecha: 19 de marzo. Me hice el firme propósito de capturar, aún con mis palabras, la esencia del relato.

Sé que te preguntarás, estimado lector, ¿qué es lo que vas a leer aquí? Pues bien, estás serán las extrañas aventuras de un grupo particular de niños del Colegio de Educación Básica de Nishinomiya, desde cómo se conocieron hasta las curiosas historias de las que son partícipes.

Estas, querido lector, son las historias acontecidas al equipo liderado por Ryoko Suzumiya: La Brigada SOS 2.0.

Prólogo.

Fin.


El disclaimer de toda la vida: La melancolía de Haruhi Suzumiya es de autoría y propiedad de Nagaru Tanigawa, Noizi Ito y Kadokawa Shoten, así como los lugares, personajes adicionales, la parafernalia y merchandising de la publicación excepto por los personajes originales.

Y ante todo: Muchas gracias por la sugerencia, Dimencio, es una gran idea.

¡Espero sus comentarios y hasta la actualización!