El Más Joven de los Black
Autora: Yakumo Kaiba
Fandom: Harry Potter (Época de Merodeadores)
Parejas: James/Regulus (Mención a Sirius/Remus y James/Lily)
Canon: Casi totalmente, intentando utilizar los espacios en blanco para rellenar con lo mío.
Advertencias: ¡DRAMA!, Slash, +18, un poco de violencia y muchísimas teorías propias sobre los Black y el Mundo de Harry Potter. Sin Final Feliz a menos que creas en el más allá.
Resumen: Los Black era una familia rara, James lo sabía bien luego de conocer a ambos hermanos. Pero si había que reconocer algo, es que uno nunca podía mantenerse alejado de ellos del todo. JP/RAB
Dedicado: A Helena Dax, aunque no lo lea. Porque ella reavivó mi amor por los fanfics de HP, hace años olvidados, y porque hace felices todos mis Jueves y Domingos con sus capítulos, y que siempre responde mis reviews, por absurdos que sean. ¡Gracias!
Nota: Decidí subirlo por pedazos, porque se hace muy largo de leer todo junto. Hay escenasdel canon, porque quise hacerlo coincidir, pero también pueden haber algunas variaciones, porque hace siglos que leí los libros. Espero que lo disfruten, y lamento si les hago sufrir. Yo sufrí escribiéndolo, pero también me enamoré profundamente de los personajes, una pareja que hasta que pensé esto jamás se me hubiese pasado por la cabeza. Si le dan una oportunidad me harán muy feliz.
Los títulos de los capítulos hacen mención al año en que Regulus va. James va un año adelante.
El Más Joven de los Black
Primer Año
La primera vez que le vio fue en el Gran Comedor, caminando dignamente hasta el Taburete donde McGonagall esperaba para poner sobre su cabeza el viejo y remendado Sombrero Seleccionador.
Todo elegancia, todo altivez. Cabello negro y penetrantes ojos azules. Muy parecido a su hermano, pero también muy distinto.
No cambió su velocidad ante los claros abucheos de Sirius ni se intimidó por las cientos de miradas que recibía de todos los alumnos del Colegio y del profesorado, simplemente se sentó con tranquilidad y esperó a que el Sombrero abriese su ala gritando claramente "¡Slytherin!", para luego ir a sentarse a su mesa con orgullo.
James se preguntó si había sido el único que había distinguido la mirada anhelante que por medio segundo Regulus había enviado hacia la mesa de Gryffindor antes de dirigirse con firmeza a reunirse con todos sus compañeros Slytherin.
La segunda vez que le vio fue a la mañana siguiente a su selección, cuando la espeluznante Lechuza de Walburga Black voló directamente hacia él dejando caer un pergamino enrollado que fue rápidamente oculto entre los pliegues de la túnica del menor de los Black.
A su lado Sirius bufó acerca de lo "orgullosa que debe estar la vieja bruja de que su preciosísimo Regulus haya sido seleccionado para Slytherin, como buena serpiente rastrera que es", y a James en verdad no le cupo la menor duda de que eso debía ser cierto.
Sin embargo nuevamente se preguntó si él era el único que notaba que Regulus no se veía tan emocionado como debiese con sus compañeros nuevos y su Casa. O quizás todos los Slytherin eran así, qué sabía él.
La tercera vez que le vio fue a solas. Poco más de una semana después del comienzo de clases, en uno de los pasillos del tercer piso, le vio envuelto en su túnica de Slytherin a paso presuroso hacia arriba.
James andaba con su Capa de Invisibilidad y realmente le causaba curiosidad aquel pequeño Black del que Sirius despotricaba tanto. Él no tenía hermanos así que en verdad no entendía esa relación. Y también era curioso ver a alguien saltarse las normas de toque de queda tan descaradamente. Él y los demás merodeadores eran un caso aparte.
Así que le siguió. Hasta lo alto de la Lechucería. Le vio atar a la pata de una lechuza del colegio una carta y enviarla a volar.
Lo vio salir también, y caminar hasta un cercano salón vacío.
Y allí lo vio llorar.
James Potter siempre había sido curioso. Era parte de su naturaleza, siempre lo decía su padre. Esa curiosidad había sido la que le había llevado a hacerse amigo del huraño Black soy-el-primer-Gryffindor-de-una-familia-Slytherin- chúpate-esa, e incluir en su grupo al tímido Remus Lupin todo-debe-estar-impecablemente-ordenado-y-con-los- deberes-terminados-antes-de-dormir. Peter se había agregado solo, James no había sido necesario para eso.
Su curiosidad le había hecho conseguir averiguar a los siete años sobre la Capa de la Invisibilidad de su padre y apoderarse de ella –con su permiso–, y él mismo había sugerido en septiembre, al regreso de sus vacaciones, el apropiarse del nombre con el que Filch siempre les llamaba: Los Merodeadores.
Y, bueno, esa misma curiosidad era la que le había llevado a seguir incansablemente a Regulus Black por los siguientes meses, intentando descubrir el intrincado acertijo que su existencia significaba.
En los pasillos el Slytherin emulaba la actitud de su hermano Sirius, hablando desagradablemente de él e ignorándolo. Hablaba en favor de la pureza de sangre, de lo desagradable de los mestizos y de como las costumbres mágicas debían ser una ley para todo el que se declarase un mago.
De frente insultaba el cabello de James, el descaro de Sirius, la ropa envejecida de Remus y el tartamudeo de Peter.
Pero por atrás miraba con añoranza la espalda de su hermano Sirius, ignoraba a sus compañeros Slytherin, saludaba con cortesía a Hufflepuff y Ravenclaw por igual y suspiraba pesadamente cuando la lechuza de su familia entraba en el gran comedor.
Y al menos una vez al mes iba a llorar a algún salón vacío.
A mediados de enero, una noche especialmente fría, James simplemente se quitó la capa frente al lloroso Regulus Black que de golpe cortó su llanto mirándolo lleno de incredulidad.
Iba a gritar, James lo sabía, o al menos eso había pensado, porque Regulus simplemente se secó los ojos con la túnica, mirándole con vergüenza y algo de molestia.
—¿Viniste a burlarte del pequeño Slytherin llorón?— trató de hablar mordaz, sin embargo un pequeño hipo quitó toda la rudeza de su pregunta, haciendo que el Gryffindor solo diese unos pasos hacia él tendiéndole un pañuelo.
La mano estaba extendida con la tela, esperando a ver si era tomada. Había duda en esos ojos azules.
Pero aun así lo tomó, aceptando la silenciosa ayuda.
A James Potter le gustaban los acertijos casi tanto como le gustaban los secretos. Es por eso que no le costó nada callarse del todo esos nocturnos encuentros que con Regulus Black sostuvo durante esos últimos meses de su segundo curso en Hogwarts. Era un poco difícil hacerlo, solo pudiendo calcularlo por la mirada de profunda molestia de Regulus al ver una especialmente gruesa carta de su hogar que significaba que iba a tener que enviar una especialmente extensa respuesta.
Solo esos días coincidían, y eso si James lograba librarse de sus amigos, del cansancio del Quidditch y de los deberes de los profesores.
No hablaban mucho. Regulus le respetaba por ser sangre pura. En una ocasión le comentó que si sabía que eran algo así como primos en cuarto grado por parte de la madre de James, lo que significó una sorpresa para él.
—¿En verdad? Espera a que Sirius sepa que somos primos—.
Sin embargo su risa no había contagiado al menor que solo miró al suelo donde estaban sentados, moviendo con el pie una pelusa gigante que podría haber pasado perfectamente por un puffskein sucio.
—Él lo sabría si hubiese estudiado como corresponde los árboles genealógicos de los Black. Como heredero es lo que le corresponde. Solo que es un vago con demasiado talento que piensa que todo le caerá del cielo—.
Había sido una de las primeras veces que James le había escuchado hablar de su hermano, por sorprendente que fuese. Y solo pudo callarse, pensando en sus palabras, decidiendo responder livianamente para no arruinar el ambiente.
—Ese es nuestro Sirius. Demasiada inteligencia y demasiada pereza para un solo mago—.
El amago de sonrisa que se posó en los labios de Regulus acompañaría a James por todas esas vacaciones de verano.
۞ Continúa
