¡Hey! les traigo un nuevo fic hard.

Amo a Alexy, es tan sexy... pero no crean que es hetero de la nada en este fic, empezaremos con lo normal xD Un chico homo..

Desde ya empezamos con el lemon. Por favor, si son sensibles no lo lean. Trataremos mucho temas para adultos, y eso D:

Quizá tarde en subir capitulos -ya saben- pero actualizaré depende de si gusta o no este fic.

Fans del yaoi, por ustedes, habrá yaoi -aunque nunca haya escrito un lemon entre chicos D:-

Espero les guste la idea, hecha por mi y Ximena Flores.

Sin más, lean.


-Mírenla. Ahora viene con tacones negros de 10 centímetros y una falda que salió en las pasarelas hace 3 días, en la semana de la moda. Es una maldita creída. –Aquel susurro había sido demasiado fuerte para pasar desapercibido, como muchos otros.

-¿Qué usará en el cabello? Es tan largo, y con puntas perfectas. No tiene rastro de raíz descolorida, así que su castaño avellana es completamente natural. Qué envidia. En el sol, toma un color rubio. ¡La odio tanto! –Fue otro comentario. La chica continuó su camino, restándole aparentemente la importancia que muchas otras le tomarían ante esos, literalmente, insultos.

Sujetó su bolso de marca entre sus finas y muy bien cuidadas manos, y llegó hasta su exclusivo casillero. A comparación de los otros, tenía un color rosa diferenciándolo de todos los demás. Lo había hecho su padre, estaba segura. Con plástico brillante, letras de tamaño de una hoja señalaban que ese bello espacio era de su propiedad. Un candado bien cuidado y de la mejor calidad descansaba en el cerrojo. Introdujo su combinación de 4 números. La fecha de su cumpleaños, nada difícil. "1-9-9-7".

Con un "clic", el candado se abrió, así como la puerta del casillero. Por dentro estaba tapizado con terciopelo fino, de un color rojo borgoña. Un lindo espejo enmarcado con metal dorado adornaba la puerta del mismo, por el interior. Todos sus libros y libretas, lápices, un conjunto de ropa bien acomodada y doblada en la parte inferior, y un fajo de billetes grandes en caso de emergencia era lo único que contenía.

Sacó un par de libros, forrados con papel transparente con mucha perfección y adornados con una etiqueta que llevaba de información su nombre y teléfono. Historia y Comprensión Lingüística, era lo único que necesitaba. Cerró y acomodó el candado de nuevo, sujetando sus libros contra su fina camiseta blanca de algodón. Y caminó una vez más, acostumbrada ya a escuchar los insultos hacía ella.

Después de todo, era la estudiante "rica" del Instituto Sweet Amoris.

De 1.65 metros de estatura, cabello castaño avellana, largo hasta por debajo de la cintura, unas veces ondulado pero naturalmente lacio, ojos violetas como las flores y piel tan blanca como la luna llena, era la descripción de Nanami, joven de 17 años, hija del famoso empresario Vionnet, dueño de más de tres compañías internacionalmente famosas. Su madre era Fukiji Mizuki, una mujer japonesa, diseñadora de modas. Como consecuencia, a ella le faltaba amor y atención, pero no dinero. Tenía una hermana gemela llamada Misaki. Podrían confundirse con facilidad de no ser porque su hermana se pintó el cabello oscuro. Era más rebelde e imperfecta que ella. Acudían a distintos institutos, por petición de la misma Misaki.

A pesar de la falta de comprensión y un par de oídos que la escucharan cuando tenía problemas, Nanami era una muchacha muy correcta y responsable. Tenía las mejores calificaciones del Instituto, no gustaba de hablar con los hombres –la habían educado con antiguas costumbres- y vestía como toda una señorita. En conclusión, era la chica perfecta, con sentimientos perfectos.

Todo un ejemplar odioso. ¿Amigas? No tenía. No de verdad. Sabía que cada una de ellas le daban la espalda apenas se giraba, no eran de confiar. ¿Amigos? Tenía muchos compañeros interesantes. Estaba Nathaniel, el tan responsable y perfecto delegado rubio del instituto, tan perfecto como ella. No tenían oportunidad de hablar mucho, pues ambos estaban continuamente ocupados, pero se agradaban mutuamente. Castiel, un joven pelirrojo y problemático. Ella estaba perdidamente enamorada de él, pero cada vez que intentaba acercársele, él la rechazaba. "No hablo con mimadas como tú." "Sólo eres una malcriada." "Mira, la niña bien portada de mami y papi". Nunca le daba la oportunidad. Estaba segura que se llevaría muy bien con Misaki si la conociera. E incluso podrían llegar a salir. Pero claro, él ya tenía novia. Bruise Molko era su nombre. Una joven de 16 años, estatura promedio, ropas de lo más anticuado e incluso vulgar. Siempre asistía con esos pantalones de mezclilla rasgados, blusas con tirantes escotados e incluso tacones de plataforma, aunque estuviera tropezándose con ellos. Su cabello era oscuro, parecido al de su hermana. Usaba continuamente maquillaje y tenía un par de tatuajes en su cuerpo. Fumaba siempre que podía –y no la regañaban-, además que, como era de esperarse, era igual de buscapleitos que su lindo novio.

-Es que no lo entiendo, Nanami. –Le había comentado Iris, antigua amiga de la infancia del pelirrojo. –Tú eres una chica buena, correcta, con clase, ¿Cómo puede ser que te guste alguien tan podrido como él? –Preguntó.

-Pienso que, un chico como él no debe estar con alguien que lo hunda más. Esa muchacha es hija de una… Una mujer de calle, ¿No? Ella también es así. Se ha comprobado que ha tenido sexo con bastantes chicos del instituto. La has escuchado, se considera un asco, así como describe a la vida con adjetivos negativos y totalmente suicidas. Castiel, de por sí piensa barbaridades de su vida, ¿Qué necesidad tiene de conocer a alguien que esté de acuerdo con esos pensamientos? Terminarán en un suicidio mutuo. No puedo dejar que eso pase. –Terminó de decir. La chica con cabellos naranjas no pudo contradecirla, y solamente se calló. Estaba decidida a sacarlo de ese agujero negro, aunque fuera literalmente imposible.

Continuando con la lista de sus amigos, sigue Lysandro, un chico bastante distraído y con gustos exquisitos por el arte y la moda victoriana. Nanami, al ser de una familia culta, tenía altos conocimientos sobre este tema, tocaba 3 instrumentos y cantaba, por lo que siempre que se encontraban podían intercambiar un par de palabras. A pesar de ello, no pasaban tiempo juntos, pues él tenía una chica, Alice. Y, entre tantos chismes, ésta pensaba que Nanami era una mala influencia, por lo que no les permitía estar juntos.

Y ese era un resumen de todos los chicos con que frecuentaba, al menos 5 minutos al día.

Pero no dudaba que todos y cada uno de ellos la odiaban.

Entró, como siempre, 10 minutos antes a la clase de Biología. Se sentó en la última fila, quedando al lado de la ventana y en el banco más alejado del escritorio del maestro. Hiciera lo que hiciera, le era imposible pasar desapercibida. Pronto todos los alumnos comenzaron a llegar. Hablaban entre ellos, ignorándola como si no existiera. Sacó un libro y comenzó a leer. "Rabia" de Stephen King. Era increíble la capacidad de un adolescente para tomar y perder el control de la situación en tan solo cuestión de minutos.

Entraron un par de gemelos al aula. Suspiró de alivio. Ellos se llevaban tan bien con todos. Armin, el chico de pelo negro y ojos azules, gustaba de jugar videojuegos a todas horas. Se llevaba muy bien con él, podían hablar horas y horas, a pesar de que fueran temas que quizá ella no entendiera ni un poco. Pensaba que él y su hermana Misaki serían una gran pareja, pues tenían los mismos gustos. Pero no se conocían.

Alexy. Su mejor amigo. Aquel que nunca, pasara lo que pasara, le voltearía la espalda. Estaba siempre con ella en los descansos, la acompañaba de compras, incluso había llegado a defenderla de las malas lenguas que la apedreaban. Desde el primer día en aquel infierno, él había sido el primero y único que se le había acercado para saludarla y darle la bienvenida. Desde entonces, se volvieron inseparables.

Él sabía todos los secretos de ella. Su gusto por el pelirrojo, sus extraños encuentros y las crueles respuestas por parte de Castiel. El chico de cabello azul suspiraba en desaprobación cada vez que le contaba los intentos por acercársele.

-Nana. –Le había llamado él, de cariño. –Siento que es inútil que te esmeres tanto por hacerlo entrar en razón. Piensa horrores de ti, y con la puta que se carga será más difícil que cambie de opinión. Déjalo. Es un caso perdido. –

-No me rendiré tan fácil, Alexy. ¡Sé que si me esmero un poco más, querrá que me acerque a él y entonces…! –La interrumpió.

-Te insultará más, te bajará la autoestima hasta el piso, o te meterá al mundo de las drogas y el sexo. –La miró fijamente, con esos profundos y hermosos ojos rosas. –Nanami, eres el ángel más bello de esta escuela. No soportaré si te arranca las alas y te convierte en otra cosa. Le romperé la cara ese mismo instante donde vea que te lastima. –Su mano izquierda se posó sobre la mejilla rosada de la muchacha. Se tornó roja ante el contacto. Sus ojos veían la pupila del contrario. Sentía su corazón latiendo a un ritmo más acelerado de lo normal. –Tan hermosa, delicada, dulce… Eres como un pastel de chocolate, eso. –Soltaron una risita ante tal comparación. –Y te quiero siempre tan suave y esponjosa, ¿Si? –

La castaña negó con la cabeza lentamente. ¡Incluso para ella, eso había sido cursi!

-Eso fue tan gay, Alexy. –Le soltó, riendo. Él, sin embargo, no rio. Lo observó curiosa, de repente su mirada se tornó nerviosa y distante. ¿Qué pasaba?

Pero sus pensamientos fueron interrumpidos cuando el maestro entró. Y la clase inició.

El timbre sonó, dando fin a las clases. Todos tomaron sus cosas, sin siquiera esperar a que la profesora terminara de dar sus instrucciones, y partieron a sus casas. Nanami, sin embargo, debía quedarse a estudiar en la escuela, pues al llegar a su casa, sabía que tendría que hacer sus demás deberes. Se despidió de Alexy y Armin, y se sentó en un aula para estudiar. El delegado cerraba todas las puertas cuando la vio, tan solitaria con sus ojos concentrados en el libro de historia.

-Ya es tarde para que estés estudiando. ¿Pasa algo? –Se acercó lentamente. Ella levantó la vista y se relajó al ver que era él. Negó con la cabeza.

-No, pero este es un buen lugar para estudiar. Gracias por preocuparte, Nath. Me iré enseguida. ¿Debes cerrar ya? –El chico negó con la cabeza.

-No necesariamente, pero es por tu seguridad que no dures mucho tiempo aquí. Ya me voy. Si necesitas ayuda con algo, dime, ¿Sí? –Ella asintió de manera amable y se despidió. 10 minutos después, y con todo en calma y vacío, comenzó a guardar sus cosas para irse. Un ruido la sobresaltó, pero su corazón volvió a latir con normalidad cuando supo que era su celular. Tenía un mensaje.

"Espero por tu bien que estés en tu casa, tocando el violín. De lo contrario, te nalguearé hasta dejarte el trasero rojo. :o"

Soltó una risita. ¿Remitente? Su querido Alexy. Contestó.

"Eso se puede malinterpretar. Ya voy de regreso, no te preocupes. J"

Pulsó enviar. Pasaron apenas dos segundos cuando recibió respuesta.

"Casi es de medianoche. ¿Ya saliste de la escuela? Pide un taxi, por favor Nana."

Escribió en tono serio, al no agregar ningún emoticón.

Suspiró. Contestó que así lo haría, y comenzó a caminar a la salida. Sin embargo, cuando estaba a punto de salir, unos ruidos la hicieron detenerse. Abrió los ojos, y con un poco de miedo, caminó con lentitud hasta el aula de dónde provenían aquellos ruidos. Eran jadeos. Entreabrió la puerta y…

Mordió su labio para no gritar de la sorpresa al ver a Castiel. Follando, literalmente, a Bruise. Estaban encima del escritorio, gritando y gimiendo mientras se movían a un solo ritmo. Tragó saliva, nunca había visto algo así. Se hizo hacía atrás lentamente para alejarse, pero tropezó ella misma y cayó al piso, causando ruido.

Ambos voltearon. Maldijo. Sujetó sus libros un tanto asustada y se puso de pie con dificultad, rogando que no la hubieran visto.

-¿Qué demonios fue eso? –Se escuchaba cómo el pelirrojo se colocaba ropa encima. -¡Hay alguien! Espera, Bruise. –Le dijo, mientras ella corría al cerrojo de la entrada principal. ¡No! ¡Estaba cerrado! Jaló un poco más, pensando que podría escapar.

-No es cierto… Es la niña mimada. ¿Qué haces tan tarde en la escuela? ¿Estudiando, como buena chica? –Soltó una risa burlona. Ella se giró lentamente. Pudo divisar que sólo llevaba unos calzoncillos, aun sudaba y había una erección latente bajo la única prenda que llevaba puesta. Se alarmó.

-T-tu cerraste la puerta… ¡Déjame ir! ¡Ábreme ya! –Le ordenó, intentando alzar su voz, pero ésta tenía un tono dulce e inocente, a pesar de la desesperación. Él negó con la cabeza.

-Quería que nadie nos descubriera, ¿Sabes? Por eso cerré. Pero nunca me imaginé que habría alguien adentro. Y con lo correcta que eres, no dudaría en que fueras corriendo a decirle a algún profesor… -Ante cada palabra, el joven avanzaba hacía la chica. Ese día, estaba vestida con una falda corta, que dejaba ver sus bonitas y bien formadas piernas. Esa mirada, que reflejaba confusión y miedo, la hacían una mujer irresistible. Nada que ver con la pervertida zorra de Bruise. Quería probar algo nuevo. Pronto, la mujer cuyo interior hace unos minutos poseía, salió totalmente cambiada del aula, y observó la situación.

Nanami pensó que, por estar ella ahí, no podía hacerle nada, así que se alivió un poco.

-¿Por qué mierda tardas tanto? Ya me voy. –Avisó, pensando que su novio haría algo para detenerla. No fue así. Observaba profundamente a la chica, ninguno de los dos decía nada. Se molestó. –Estúpido hijo de puta. ¿Sólo las prefieres vírgenes? Haz lo que quieras, marica. –Avisó, antes de caminar directo a la salida trasera del instituto. Estaba abierta esa puerta. La joven miró fijamente esa salida, y el pelirrojo leyó sus pensamientos.

-No, guapa, de aquí no te vas. –Y de un movimiento rápido, sin dejarla reaccionar, la sujetó dándole un abrazo para que no pudiera escapar. Comenzó a gritar, esperanzada porque hiciera caso a sus súplicas. –Me encanta cuando se resisten tanto, eh, así que sigue gritando. –

-¡Castiel por favor, no me hagas daño! ¡No diré nada, lo juro, me mantendré callada! –Le rogaba. El pelirrojo la llevó mientras se resistía hacía el aula que anteriormente era ocupada por su novia y él mismo. Sin mucha complicación, colocó a la chica contra el escritorio, un tanto húmedo por los flujos de la antigua pareja. Ella sintió asco. -¡Eres repugnante! ¡Te juro que te demandaré si no me sueltas ahora…! –Fue interrumpida por los labios del chico. Tomaron los suyos con pasión e intensidad, probando la saliva ajena. Ella no tuvo más que corresponder. Después de todo, le gustaba. Lo veía desde lejos todos los días, y deseaba tanto que le diera una oportunidad…

Pues, esa era la oportunidad, ¿No?

Cuando se separó, ambos jadearon por la repentina necesidad de aire, y observaron que un hilo de saliva aun unía sus bocas. A Castiel le pareció excitante. Esos labios tan finos y bellos, ahora le pertenecían. La besó de nuevo, dando leves mordiscos a su labio inferior y succionándolo con suavidad.

Ella jadeó. Intentó con desesperación encontrar su celular, ¡Debía marcarle a Alexy! Finalmente, con su mano lo alcanzó, mientras el pelirrojo se concentraba en levantar la bonita blusa de algodón que llevaba. Observó sus pechos con lujuria. Pequeños, redondos, perfectos, simplemente irresistibles. Sin piedad arrancó el lindo sujetador, presionó sus pezones con los dedos índice y pulgar, arrancando gemidos de la tierna chica.

Marcó con torpeza el número de Alexy, afortunadamente, Castiel no se dio cuenta. Estaba muy concentrado succionando los suaves botones de la chica que no pensaba en otra cosa. Ella comenzó a sollozar, el peso del pelirrojo sobre ella le impedían moverse. Guio las manos a su entrepierna, levantando la falda para comenzar a tocarla por encima de las bragas de color blanco. Ella gritó.

-¡No, no por favor, no me toques! –Siguió rogando. No supo si Alexy contestó, pues se le había caído el teléfono, y ahora yacía en el piso, al lado del escritorio. Los hábiles dedos de Castiel encontraron su punto sensible, por lo que causó presión justo ahí. Cerró las piernas justo después de sentir esa descarga de placer, y jadeó. La mano del chico quedó atrapada entre sus piernas, por lo que sin mucha dificultad, se acomodó de modo que las abrió a la fuerza, y posicionó su boca en su intimidad, humedeciéndola por completo. La castaña gimió. -¡Suéltame! ¡No me hagas esto! ¡Perdóname Castiel, perdóname…! –Chilló. Lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, pero él ni se inmutaba. Retiró las bragas ya empapadas, y comenzó a lamer su entrepierna sin compasión, arrancándole gemidos incontrolables.

-¿Querías estar cerca de mí, no?... ¿Cuál era tu nombre, niña mimada? –Se separó, e inmediatamente introdujo dos dedos en ella, sacándole un grito que se escuchó por toda la vacía escuela. Él rio mientras ella lloraba, totalmente humillada. Ni siquiera se acordaba de su nombre. –Na… Nana… Nanami. Sí, Nanami. Bien, Nanami, ahora estarás muy, muy cerca de mí.-Quitó sus bóxer con lentitud. Mientras hacía esto, ella aprovechó para ponerse de pie e intentar huir, pero sólo tropezó, cayendo del escritorio. Encontró su celular, aun estaba la llamada a Alexy en la pantalla, ¿Había contestado?

-¡Alexy! –Gritó al auricular del móvil. -¡Por favor ven! ¡Estoy en la escuela, Castiel está…! –No terminó la frase, pues el mencionado la tomó del cabello, y acercó su rostro a su latente erección. De nuevo cayó el teléfono, pero esta vez, la pantalla se apagó. Estaba perdida. Sin previo aviso, el pelirrojo la calló introduciendo su miembro de considerable tamaño en la boca de la muchacha. Quiso vomitar, tenía un sabor extraño y estaba húmedo. Intentó sacarlo de todas las formas posibles, pero él comenzó a mover sus caderas, embistiendo su boca más y más rápido. Sus gemidos y gritos fueron callados, su rostro estaba tan rojo como el pelo del chico y las lágrimas inundaban sus ojos.

-Sé que te gusta, disfrútalo, tabla. –Jadeó. Soltó un gruñido bajo cuando sintió acercarse al clímax, y movió sus caderas con mayor rapidez. Ella se quedó quieta, pero abrió los ojos entre lágrimas cuando su garganta se llenó de un líquido caliente y blanquecino, también inundando su boca. Con la respiración agitada, retiró su miembro de la boca de la chica. Por sus labios cayó parte del semen del pelirrojo. Como si de una muñeca se tratara, posicionó a la castaña boca abajo, con el trasero al aire. Y sin aviso alguno, se introdujo en ella, rompiendo su himen y causando no sólo dolor, sino un sangrado que le hizo soltar un grito. El miembro de Castiel era considerablemente grande, y su entrada, hace unos momentos virgen, era como un agujero en una puerta de madera. Pero él no tenía compasión de ella, no le importaba, apenas y recordaba su nombre. Era sólo otra torpe chica más para él, otro juguete. Comenzó a embestirla mientras ella le rogaba que se detuviera. Para él, sus gritos sólo lo excitaban más y lo incitaban a continuar. Sus lágrimas sólo le hacían desearla más, nada evitaría que dejara de poseerla.

Nanami ya daba todo por perdido. No le quedaba más que soportar las crueles embestidas que, más que placer, le causaban dolor y sufrimiento.

-Eres sólo una chica creída que merece ser follada. ¡Así viven los pobres, eh, Nanami! A ver si te quedan ganas de seguir siendo tan idiota. –Sus palabras sólo la rompían más. Ella no era mala, era una chica buena, que seguía ordenes… Entonces, ¿Por qué le pasaba esto?

Cerró sus ojos. Cuando terminara, le pediría que la matara. No era más la chica buena, era una sucia perra… Todo lo que le enseñaron no debía ser.

Gimió con fuerza en cuanto él se corrió dentro de ella. Ya nunca podría mirarse al espejo. Lloró más, eso era lo peor que le había pasado.

Sintió asco en cuanto Castiel se retiró de ella, dejando caer semen por todo el escritorio. Su cuerpo tembló. Estaba asustada, asqueada, terriblemente humillada. Pero el pelirrojo sólo soltó una carcajada, satisfecho.

Y entonces, el forcejeo de unas puertas comenzaron a escucharse. Pero ya era tarde. Le habían arrancado el alma. Observó a Castiel cambiarse sin mucha prisa, mientras la dejaba tendida, cubierta de aquel líquido blanquecino. Se acercó a ella y besó sus labios a la fuerza. Ella no correspondió. Se sentía muerta. Él sujetó su cabello de nuevo, con fuerza.

-Le dices a alguien de esto, y no sólo todo el mundo sabrá lo zorra que eres, sino tus padres también. ¿Te imaginas, el escándalo alrededor de tu familia? No te conviene, ¿Verdad que no? Entonces, callada, Nanami. –Amenazó. Después, abrió la ventana y salió sin mucha complicación.

La chica de ojos violetas se quedó sollozando. Veía las cosas diferente. Entonces, la puerta del aula se abrió, dejando ver al chico de cabello azul agitado, un tanto golpeado y asustado al verla.

-¡NO! Nanami… -Corrió hacia donde estaba. Había llegado tarde. La cargó entre sus brazos, cubriéndola con su propia chaqueta naranja. Quiso llorar del coraje. -¡¿Quién te hizo esto!? ¡Dime! Te juro que lo voy a matar…- Sintió odio. Pero la chica permaneció callada. No quería un escándalo, ya era lo suficientemente vergonzoso aquello. No hablaría. –Dime, ¿Quién fue? ¡Dime algo!-

-Llévame a tu casa…-Susurró ella. No quería llegar a su hogar, tenía miedo de ponerse a llorar frente a todos. –Alexy… Llévame a tu casa… -Le suplicó. Él besó su frente con suavidad. Le haría caso, pero no podía llevarla así. No iba a dejarla sola de nuevo, por lo que cargó a la chica y la llevó a las regaderas del gimnasio. Le dio un baño, limpiando todos esos fluidos mientras ambos permanecían en silencio. Tenía un par de chupetones en el cuello, y las lágrimas se habían secado en sus mejillas. Sin importarle el que pudiera mojarse, él se acercó a ella y la abrazó con fuerza. Quería matar al que hubiera hecho aquello.

-Recibí tu llamada. Pero no escuchaba más que jadeos, que no entendí. Colgué y por estúpido, dejé mi celular en casa. –Nanami lo escuchaba. Estaba en sus piernas, mientras la abrazaba, su rostro recargado en su hombro y la respiración, ahora regular, daba contra el cuello del peli azul. Comprendió entonces que no la había escuchado cuando dijo que Castiel la estaba violando. No supo si sentirse aliviada o maldecir. –Pensé que estabas en tu casa… Fui y cuando… Cuando me dijeron que estabas en el instituto… -Mordió su labio. Verla así le dolía. Y que sufriera tanto como ella, hizo reaccionar a la castaña.

Él… Él se preocupaba por ella.

-Alexy… -Susurró. Comenzó a llorar de nuevo. Él limpió la sangre entre sus piernas y su intimidad con suavidad, pues sabía que le dolía. –Alexy… Gracias…- Él negó con la cabeza. Debía lucir fuerte, pues ella necesitaba fuerzas.

Duraron un buen rato abrazados, y una vez limpia, salieron del instituto, con la chaqueta del peli azul sobre ella. Pidieron un taxi y entraron a la casa de Alexy sin que su hermano o padres se dieran cuenta, pues ya era de madrugada. Le prestó ropa para que se cambiara, y obviamente le quedó grande. Soltó una pequeña carcajada que inmediatamente calló al observarla con bóxer y una camisa holgada. Era… Tierna. Se acostó a su lado una vez él cambiado también, y se miraron fijamente.

-¿Por qué no me quieres decir quién fue? –Preguntó en un susurro. Ella negó con la cabeza. A pesar de todo lo que le había pasado, él le daba cierta tranquilidad consoladora.

-Olvídalo. Será un escándalo para mi familia. Si de por sí, mi madre sólo dice que me encanta llamar la atención… -Negó con la cabeza- Te lo diré, pero no ahora… ¿Puedes entender eso? –Su nivel de voz era tan bajo como el del peli azul. El gemelo de Armin no tuvo más que asentir y conformarse. Por miedo que Nanami no pudiera dormir, la rodeó con sus brazos y comenzó a cantarle en voz baja su canción favorita. Ella siguió la canción después de un rato. Pronto ambos se quedaron dormidos.

Alexy la había salvado, se había salido de su casa sólo por verla, la había limpiado, había sufrido en cuanto supo lo que le pasó, y no la había presionado por saber quién la había violado. La comprendía, la quería, la cuidaba.

Estaba enamorada. Se dio cuenta de ello, esa noche, después de que le habían arrancado lo más preciado para una adolescente tan bien educada.

Y, sin embargo, su corazón se había sentido iluminado.

Los días pasaron, y a pesar de sentirse incómoda por las miradas burlonas y escurridizas de Castiel, nada más había sucedido. La directora había hecho un alboroto en cuanto descubrió el semen en el aula, pero no pudo encontrar responsables.

Una semana después del incidente, Nanami se encontraba estudiando en la biblioteca en su hora libre. Últimamente Alexy y ella estaban más cerca que nunca, eso la hacía muy feliz. Se alarmó un poco cuando escuchó que la llamaban, desconcentrándola de sus pensamientos. Se giró y abrió los ojos al ver a Nathaniel.

-Hola, ¿Pasa algo? –Preguntó amablemente. Él se sentó a su lado y dio un largo suspiro.

-No quiero incomodarte… Pero quiero preguntarte algo, Nanami. –Lo miró fijamente, un tanto curiosa. –Hace una semana, te encontré en el aula estudiando muy tarde. –Abrió los ojos como platos. –Al día siguiente, encontramos la… La… Muestra de… bueno, ya sabes. No había recordado que tú te habías quedado en la noche por la presión que tenía, hasta ayer. Dime… ¿Sabes algo de eso? ¿Oíste o viste algo fuera de lo normal antes de irte? –Se sintió como en un interrogatorio. Tragó saliva nerviosa, imágenes de aquella noche fueron a su cabeza. Se levantó de repente y negó con la cabeza.

-No, no vi ni escuché nada. Me fui unos minutos después de ti, y es todo. ¿Me disculpas? Debo irme a… A una clase. Con permiso. –Dijo, saliendo inmediatamente de la biblioteca, dejando a un Nathaniel muy confundido.

Intentando no recordar lo que había pasado, corrió al patio, donde suponía estaría esperándola Alexy. Sin embargo, en el camino se topó con Ámber, la hermana de Nathaniel. Se interpuso en su andar, estaba tan roja como un tomate y su rostro reflejaba furia.

-Por favor Ámber, déjame pasar. –Pidió amablemente. La rubia tenía carácter cruel, acostumbraba a maltratar a todo quien se le cruzara enfrente. Pero esta vez, el obstáculo era ella. Nanami intentaba no topársela, cosa que era casi imposible. Sin previo aviso, la hermana del delegado propició una cachetada a la pobre chica, que cayó al piso por la fuerza del golpe.

-Eres una zorra, tal y como lo pensé. ¡Estuviste con Castiel! ¡Él lo confesó! –claro, Ámber estaba enamorada del pelirrojo, como muchas otras. La castaña tocó su roja mejilla. Todos los alumnos en el pasillo se quedaron en silencio, mirando la escena. Intentó levantarse cuando apareció Bruise. Ella había estado ahí esa noche. Con crueldad, dio una cachetada más en la misma mejilla que antes había golpeado Ámber.

-¿¡Cómo pudiste estar con mi novio!? Asquerosa perra de la alta sociedad. –Soltó una carcajada. -¡Lo que encontraron en el aura era tuyo y de mi novio! ¡Qué asco! –Todos comenzaron a observarla. Con odio, envidia, rencor. Ella cerró los ojos.

-¡No es así! Castiel… Castiel me tomó por la fuerza… ¡Tú estabas ahí, y dejaste que me hiciera lo que quisiera sin decir nada! –Gritó con coraje, entre lágrimas.

-¡JA! ¿Crees que dejaría que mi novio estuviera con alguien más? Lo sedujiste. Además de zorra, mentirosa. No eres más que una perra de burdel. –Ante sus insultos, los demás alumnos observaban. Lysandro la vio con tristeza, quería ir a ayudarla, pero Alice, su novia, se lo impedía. Iris la miraba con tristeza, pero volteó la mirada y caminó alejándose como si nada sucediera. Risas, de Ámber, Charlotte, Li y Bruise inundaron su mente. Quería que se detuvieran. Se levantó una vez más y comenzó a correr, saliendo del instituto con lágrimas en su rostro. Necesitaba a Alexy, él siempre la consolaba, le decía lo importante que era…

Y ahora ella le diría lo mucho que lo quería… Y lo amaba.

Buscó con la mirada, un tanto borrosa por tantas lágrimas al peli azul. Pero no lo vio. Entonces recordó que siempre iba al gimnasio para hablar con su amigo, Kentin. Corrió, un tanto emocionada e intentando olvidar el incidente que acababa de ser descubierto. Entró al gimnasio, pero se detuvo en seco al ver al chico que amaba….

No con otra chica.

Sino con otro chico.

Con Kentin. Pero no charlaban. Solamente… Se besaban.

-¿A-Alexy…? –De nuevo, comenzó a llorar. ¿Por qué nunca le había dicho? ¿Por qué la trataba tan bien? -¿Estás besando…a Kentin? –El castaño se alejó, un tanto sonrojado. Desvió la mirada sin decir palabra, avergonzado. Colocó una mano en sus labios y salió del gimnasio.

-N-Nanami… Yo… Pensé que estarías… Estudiando en la biblioteca… ¿Estás bien? –Se acercó lentamente, sin saber qué decir. Estaba sonrojado. Ella se caminó hacía atrás, no quería tenerlo cerca.

-Eres gay… -Susurró, sintiendo su voz muy lejana. –Eres… Eres gay… -

-S-si… Lo soy… Lamento no haberte dicho antes, es sólo que… No sabía cómo decírtelo y…-

-¿M-me dejaste enamorarme de ti a pesar que ni siquiera te gustan las mujeres? –Ya no podía controlar las lágrimas. Recordó todos esos lindos momentos juntos, cuando le prestaba sus audífonos y cantaban en medio de la calle, esperando el transporte. Cuando sujetaba su mano en el centro comercial y la guiaba al departamento de comida, para ver cómo giraban los pollos rostizados en esa extraña máquina. Cuando ella leía un libro y aparecía él, tapando su rostro y besando su mejilla. Y cuando la consoló, después de que Castiel la había violado… Lo amaba. Lo amaba tanto….

-N-no sabía que estabas enamorada, Nanami… Por favor… Por favor perdóname, yo… -Intentó acercarse a ella. No se movió, lo que le dio luz verde para seguir acercándose. Los ojos violetas fueron escondidos por su pelo castaño. Cerró los ojos, sintiendo la caricia de la mano del peli azul sobre su mejilla, que antes había sido golpeada un par de veces- Yo… Yo te quiero tanto… Eres mi mejor amiga y…-

Entonces, sintió asco. Más que por descubrir que amaba a un chico que ni siquiera sentía atracción por ella, sintió asco por ella misma.

"Una chica repugnante"

"Una zorra de la alta sociedad"

"Una niña mimada"

"Una perra de burdel"

Quitó la mano de Alexy de su mejilla, cuando éste apenas comenzaba a darse cuenta de la extraña marca por los golpes. Alzó la mirada, de nuevo, pero sus orbes no demostraban más que odio y rencor.

La había lastimado. La persona que pensó nunca podría lastimarla. Le había hecho daño. Comenzó a correr lejos del gimnasio, del instituto, de todo.


Yo no era una chica mala.

Yo era buena. Amable. Responsable. Con modales. De una familia posicionada favorablemente de manera económica. Callada. Inocente. Con excelentes calificaciones. Sabía tocar más de tres instrumentos y cantaba. Me gustaba la gimnasia, y me costaba entablar conversaciones con gente nueva.

No me llevaba muy bien con mi hermana, pues consideraba que era una "perfecta creída". Quería ser perfecta por mis padres. Pero incluso la perfección tenía un precio muy caro.

A pesar de haber sido violada hace un par de semanas por el chico que me gustaba, me mantuve al margen, sobrevivía día a día sin decir palabra gracias a mi mejor amigo, el cual descubrí estaba enamorada.

Y justo cuando se descubrió que Castiel había abusado de mí, -de una manera en la que la víctima era él-, aun seguía viva, gracias a Alexy.

Porque estaba en mi mente, en mi corazón. Lo amaba. Y pensé que, si bien no me amaba, quizá podría gustarle.

Pero no era así.

A él le gustaba… Kentin. Un chico.

"Estúpida zorra de burdel. Ahora te gustan los homosexuales. ¡QUE ASCO!"

Casi podía sentir la burla de las chicas del instituto. Me daba tanta vergüenza. Comenzó a llover sobre mi cabello tan bien cuidado. Mi ropa de marca se mojó. Regresé a casa e ignoré las llamadas de mis padres. Mi hermana estuvo tocando a mi puerta por bastante rato. Decía que tenía llamadas de Alexy. No contesté.

Yo no era una chica mala. Era buena. Responsable.

Y me habían violado por ser buena.

Me habían insultado por ser buena.

Me habían tachado de zorra, niña mimada, egoísta y perra de burdel por ser buena.

Me había enamorado de un chico gay por ser buena.

Entonces… ya no sería buena, ni perfecta.

Yo no era una chica mala. Era buena.

Y luego, me convertí en una chica mala.


No podía creerlo. La había lastimado. A mi mejor amiga, la que tanto había sufrido, la que tanto había soportado.

Se había enamorado de mí y no lo sabía. No me di cuenta, ¡Qué estúpido que soy! Esas notas en su libreta con la inicial de mi nombre y un corazón. El sonrojo que aparecía en su rostro cuando le preguntaba, con cierto tono travieso, de la razón de aquella inicial.

Cuando me tomaba de la mano al caminar, de repente. Yo se lo aceptaba.

Cuando me abrazaba en las películas de terror, y me pedía que no la soltara por nada del mundo. Era porque me amaba.

Cuando me llamó por teléfono, a mi, en vez de a un policía porque estaba siendo violada. No llegué para rescatarla, pero me había asustado tanto al pensar que la había perdido, que sentí el corazón salirse de mi pecho.

Cuando la encontré ahí, tirada en el escritorio, sentí una rabia tan inmensa en mi vida, quería matar al culpable. ¿Quién había sido?

Y esa noche. Durmió conmigo. En mis brazos. A pesar de haber sido violada, pudo quedarse dormida mientras le cantaba.

¡Claro que me amaba!

Me sentía un idiota. Quería hablar con ella… Necesitaba escucharla, oírla… Pero no quería hablar conmigo.

Quería decirle que me perdonara… Quería decirle que lo sentía…

No pude dormir esa noche. Mi hermano me estuvo hablando de no sé que tanto acerca de un juego, pero nunca le puse atención. Pensaba en Nanami. Tenía tanto miedo de que le hubiera pasado algo. Seguí insistiendo hasta quedarme dormido con el teléfono en la mano.

Esa noche, soñé con ella. Con su sonrisa. Con su mirada tan llena de vida. Esos ojos violetas que tanto me cautivaban.

¿Me cautivaban?

Desperté totalmente confundido, ¿cómo había podido soñar con eso? Acudí al Instituto con la intención de verla, de hablar con ella, de decirle que lo sentía.

Y cuando entró, lucía igual de perfecta y hermosa que siempre.

Pero no era la misma. Me observó fijamente y sonrió de lado, con orgullo. Sin embargo, no se detuvo y siguió su camino con aire… Orgulloso.

Ámber y sus amigas estaban hablando en el pasillo, tapando su casillero. Ella se detuvo en seco.

-Mira, la perra de la alta sociedad. ¿Tapamos tu casillero, cierto? Lástima. No tengo ganas de quitarme. Púdrete. –Le dijo la rubia. Iba a ir dispuesto a defender a mi Nanami, pues sabía que cuando le decían esas cosas, se sentía mal y se dejaba. Era demasiado buena.

Pero en vez de eso, soltó una cachetada cuyo sonido retumbó por todo el instituto, dejando todo el lugar en silencio.

-Lárgate. –Habló con voz firme, sonriendo de lado. –Esta perra de la alta sociedad es mucho más hermosa y poderosa que tú. Así que, perra de la baja sociedad, ándate a comer la basura en otro lado. –Dijo. Todos nos quedamos sorprendidos. La hermana del delegado no tuvo más que hacerse a un lado, perpleja.

¿Era esa mi mejor amiga?

No, no lo era…

Sentí dolor en el pecho. Yo la había cambiado. La había convertido en otra persona.

Pero la traería de regreso.

¿Por qué?... No sé… Quizá… Quizá porque la amo.

¿¡Era eso realmente posible!?


¿Quieren conti? Ya quería un fic Alexy y Su, nunca he visto uno, realmente es mi crush T3T

Sobre el otro fic, lo continuaré el próximo fin :'D -Estoy en exaaaamenes-

Por favor comenten o digan qué tal, se los agradeceré u3u

Mi facebook: Sucrette Nanami-chan

Los quiero!