Leah of Hel, sirvienta de Hela ¿qué posibilidades tenía con la Reina del Limbo? Absolutamente ninguna. Le encantaba esa maldad que irradiaba de Rasputin, la manera en que su cabello rubio se agitaba al viento y que era enormemente poderosa.
Había visto a Illyana Rasputin un par de veces en Hel mientras acompañaba a Hela, pero cada vez que discutían sobre ciertos temas le pedían a Leah que abandonara la sala. No es correcto que una simple sirvienta tuviera la posibilidad de escuchar posibles planes de guerra.
-¿Guerra? Ni hablar.
-Necesitamos tu ayuda, Hela.
-Podrán albergar el poder del Fénix, pero no me asustan...dile a Scott Summers que su propuesta no es de mi interés. –replicó Hela bastante fastidiada.
Illyana clavó su espada en el suelo como signo de protesta e inmediatamente dejó la habitación, pero al abrir la puerta sorprendió a Leah. ¿Qué había estado escuchado?
-Tú. –soltó Illyana con indiferencia.
-Alteza, yo sólo estaba...
-No es correcto. No lo hagas más. –e Illyana la dejó antes de que la asgardiana pudiese responder.
Leah estaba alterada, nerviosa. Esos segundos fueron los mejores de su vida porque Magik había notado su existencia por muy extraña que haya sido la situación.
¿Qué tenía que hacer ella para que la rusa la notara aún más? Podría convertirse en Reina de Hel, pero eso implicaría despojar a la propia Hela de sus dominios. ¿Y si recurría a Amora? No, podría delatar sus intenciones.
Mientras se encontraba pensando qué podría hacer, Illyana volvía a ver a Emma Frost y a Cyclops.
-¡Maldición, Magik! ¡Lo único que tenías que hacer era convencer a Hela para que nos ayude a localizar a los Avengers!
-He intentado hacerlo por varios días, Emma. Si tan sólo me dieras más tiempo.
-Tiempo es lo que menos tenemos, Illyana. –Emma parecía estar enfadada, pero de nada le servía culpar a Magik si ninguno de los 5 ha podido convencer a Hela.
-Hay una chica que le sirve...es su mano derecha, quizás pueda hablar con ella. –pero Emma ya no escuchaba, sus pensamientos parecieron haberse centrado en otra cosa. Tal vez en Scott.
-Haz lo que tengas que hacer, necesitamos a Hela como aliada. –dijo Emma dejándola sola.
-¡Como si fuera tan fácil! –gritó Illyana mientras hacía pedazos todo lo que estaba en el escritorio de Frost.
El Fénix la hacía más temperamental, mucho más que cuando se encontraba en el Limbo y desconocía los límites de sus poderes, por lo que tenía que contenerse. Ni su hermano ni Scott ayudaban, todos estaban preocupados en otras tareas mientras que a ella le asignaron la que supuestamente era la más fácil. Creyó que tratar con Hela sería fácil dado que ambas tenían un carácter sádico y disfrutaban desatar maldades.
«Ni siquiera recuerdo el nombre de la chica esa.» pensó Magik mientras desaparecía en uno de los discos de paso. ¿Cómo iba a encontrarla a solas si siempre estaba con Hela? Además que no podía ir al castillo de Hela sin ser anunciada por todo su séquito.
Transcurrió una semana y Leah estaba agotada, las peticiones de Hela se habían vuelto más retorcidas desde la visita de la chica demoníaca. Estaba claro que la intromisión de los Phoenix Five a Hel había irritado a la diosa hasta el punto de no querer recibir a nadie más. Aquello fue desalentador para Leah, no podía salir de Hel sin permiso y tampoco había manera de que Illyana volviera.
-Leah of Hel, ¿qué te parecen las flores esta temporada? –preguntó Hela pero la joven estaba totalmente distraída y ni escuchó lo que le decía su ama. –Leah.
-Nada crece aquí, lo siento...yo...
-No pasa nada, has hecho demasiado hoy. –sonrió maliciosamente la diosa, como si fuera consciente del exceso de trabajo que le había encargado a Leah y se desvaneció de la nada. La chica contempló su soledad e inmediatamente se acordó de Magik.
«Es tan injusto.», pero mientras la chica se sumergía en sus melancólicos pensamientos, una luz iluminó el centro del terreno y de ella apareció Illyana Rasputin. Ante su asombro, Leah no pudo articular palabra alguna e Illyana aprovechó de tomarla de la mano y llevarla a un lugar más oculto para que pudieran hablar.
