CAPITULO 1 PRIMER ENCUENTRO

Entonces ahí me encontraba yo una chica de 18 años por edad que había vivido más de 3oo años, una chica vampiro, que había pasado por tantas cosas, una chica que por vivir tanto ya casi nada era grato… entonces la vi… tocaba mi bajo hacha y me interrumpí, y ahí estaba una chica de pelo corto hasta los hombros, completamente rosa, desde el cabello, la piel y hasta la ropa, su aspecto me hizo gracia al principio y me parecía un poco familiar, pero después reparé en que tenía una hermosa sonrisa y se dirigía al lago con un montón de papeles en mano… me pregunté por qué… ¿Por qué llevar papeles si se dirige al lago? ella no pareció percatarse de mi presencia en todo ese tiempo, así que me oculte un poco para no interrumpir lo que haría, se pasó un broche o algo por su cabello, se veía suave y sedoso, y pues claro rosa, seguía sonriendo y se detuvo justo al lado del lago, de una bolsa saco un pequeño cubo, o eso creí ver, dejó los papeles en el piso, sin embargo puso una pequeña piedra encima de ellos, seguro era para que no se volaran con el aire, entonces pensé que era una chica precavida… un sonido extraño interrumpió mis pensamientos, el cubo había caído al piso y de él había aparecido una intensa luz que cegaba, no vi en que momento se los puso, o si ya los llevaba puestos, pero ella traía unos enormes anteojos de científico, que también eran color rosa transparente, de pronto la luz comenzó a elevarse más, más y más y a unos 20 metros sobre el suelo la luz explotó, liberando colores, rojos, verdes, morados, blancos, azules y dorados… parecían… como se llamaban… ¿Fuegos artificiales? Me pareció que esas luces eran hermosas con todos sus colores pero recordé de pronto cosas desagradables, no era como si yo hubiera querido recordar, no, si no que las imágenes de fuegos que explotaban en el cielo pasaron velozmente por el frente de mis ojos, las imágenes de la guerra, de la guerra de los champiñones, que aprecié hace tantos años, cuando aún era una niña escuché entonces la risa de la chica rosa, y así como esas imágenes vinieron, así se fueron.

Ella, la chica rosa, reía y aplaudía muy contenta… entonces decidí salir, a preguntarle porque era tanta su dicha.

-Hola- de pronto ella dejo de aplaudir y volteo a verme sorprendida, en el momento que salía de mi escondite.

Comencé a flotar, como ya era costumbre en mí lo hice inconscientemente, ella solo me miraba, parecía fascinada… de seguro, pensé era porque estaba flotando. No parecía que fuera articular palabra.

-¿Cómo te llamas?- le dije, pero de nuevo no hubo respuesta, comencé a descender hasta estar cerca de ella y le ofrecí mi mano- Yo soy Marceline.- le dije sonriendo, realmente encantada al ver como se ruborizaba.

Detrás de sus lentes, que de frente eran transparentes, tenía unos hermosos ojos azules que parecían muy despiertos, vivos, radiantes, llenos de inteligencia… debajo de ellos había unas no muy marcadas ojeras, de seguro por no haber dormido bien, sus mejillas eran perfectas y ruborizadas se volvían de un rosa muy extraño, sus labios estaban bien proporcionados, justo como para darles una mordida, Pero que me pasaba, ella no debía tener más de 15, tal vez incluso menos.

Descendí completamente, por lo que me estire para comprobar mi teoría, mmm, parecía bastante alta para tener, 14 o 15, tan solo le llevaba unos 10 cm, y yo me consideraba una mujer alta.

-¿No hablas?- le dije lo más delicadamente que fui capaz.

-SÍ, yo hablo- contestó al fin, tenía una voz autoritaria pero en el fondo se le escuchaba nerviosa, y vaya que yo sabía de voces femeninas nerviosas.

-Bueno y ¿cómo te llamas?

-Eh, yo soy Bonnibel…-algo pasó por la cabeza de la chica rosa- sí, yo soy Bonnibel Bubblegum- dijo estirando el cuello y levantando la cabeza un poco.

Entonces deparé en que era lo que le había pasado, a esta pequeña le habían enseñado como presentarse y ese no era lo más preocupante y a la vez interesante, yo sabía de los Bubblegum, de la dinastía del dulce reino. Todo pareció encajar, su extraño color rosa, lo vi hace unos 100 años, por primera vez, pero yo no me había acercado al reino de los caramelos o dulce reino o como sea, más que una vez… me parecía extremadamente dulce y colorido. Esta chica rosa, con bonitos ojos y bonita boca si parecía totalmente de ese reino, me consideré tonta por no haberlo supuesto antes y la considere aún más interesante, tal vez porque era de la realeza o algo así, o porque ella podía entrar a un lugar totalmente distinto a mí y aun así venir a este oscuro bosque, con sus árboles tan altos que dan sombra en todas partes, tal vez porque en sus ojos se veía una curiosidad enorme, o porque no dejaba de mirarme fascinada, o era tal vez porque yo me estaba volviendo loca de aburrimiento y simplemente ella me había encantado desde que la vi llegar con un montón de papeles en mano.

-Bueno pues yo te llamare, Bonnie- le sonreí con una sonrisa genuina de felicidad, algo que pensé estaba completamente extinguido en mí- ¿te parece bien?

-Sí, está bien, Marceline- me dijo volteando la mirada.

-Oh, qué bien recordaste mi nombre, parecía que pensabas tanto que pensé que se te olvidaría- le dije burlonamente, ella se ruborizo, sus mejillas estaban más rojas que antes- bueno ¿y qué haces?- dije señalando esos papeles, el cielo y por último sus gafas de científico, hasta tocarlas un poco. Ahora su cara entera se tornó roja y se apartó un poco para ir por los papeles.

-Yo bueno, hago fuegos artificiales para el dulce desfile de esta noche, el abuelo estará feliz de saber que lo he logrado-dijo con una sonrisa de autosuficiencia y quitándose las gafas.

El abuelo, ¿sería ese Gumball que una vez vi cuando me acerque al castillo, por primera vez? Eso fue hace unos 100 años pero puede que todavía este vivo, ese hombre viejo.

-¿Cómo está el viejo Gumball?- pregunté para quitarme de dudas. Y Bonnie rió.

-Viejo- contestó riendo nuevamente luego me miró algo sorprendida- Así que conoces al abuelo.

Me di cuenta que no era una pregunta si no una afirmación.

-sí- contesté de todos modos sin saber si contarle o no.

-¿De dónde?

No había más remedio que decirle. Ella me invitaba a seguir. Me pregunté qué cara haría cuando le dijera, así que presté mucha atención.

-Bueno de hace unos 100 años, en el castillo- sí, como lo imaginé, su cara se sorprendió al escuchar mi edad- el viejo maloso me ofreció una menta de cereza por supuesto roja- dije enseñando mis colmillos para que así se diera cuenta de mi existencia y supongo que para darle respuestas a algunas de las preguntas que se veían generar en su rostro- para que dejara de molestar a los aldeanos- la mire de nuevo, ahora me miraba con cara de desaprobación- por supuesto, antes de que te enfades, no la acepte, solo me reí y me fui…

-No te creo, el abuelo no haría eso.

-Lo hizo- me decía mentirosa.

-Con que eres vampiro, eso explica porque flotas, o porque eres medio gris azulada- y así nada más ella cambió de tema- también explica porque estás aquí, aquí no hay sol, según leí, los vampiros no pueden salir al sol- dijo mirándome con ojos inquisidores.

-Parece que has hecho tu tarea- le contesté sonriendo.

-Oye, Marceline- me sorprendió que me llamara por mi nombre por segunda vez.

-sí, dime.

-Disculpa, pero esto es algo que no viene en mis libros- sus ojos estaban ávidos de curiosidad- ¿un vampiro puede morir?

- Un vampiro- se sintió extraño que me llamara así- puede morir, pero solo en una rara ocasión- Bonnie me miraba aun y la curiosidad bañaba sus ojos, pero eso no era algo de lo que quisiera hablar o pudiera hablar o al menos no a alguien que acababa de conocer.

Entonces le sonreí y me acerqué demasiado a la pequeña Bonnie quien de nuevo me miro fascinada pero algo confundida.

-Te veo mañana, Bonnie, ahora tengo que ir a una fiesta, nos vemos- estuve a punto de besar su mejilla pero… pero… que raro algo me detuvo.

Fui por mi bajo hacha, que abandoné en mi escondite, y me alejé flotando, ascendiendo casi a la cima de los árboles.

-Bonnie es mejor que te vayas el sol ya casi se ha ido y los fuegos artificiales esperan.

-¿Por qué no iras al desfile?- la pregunta me sorprendió.

-Porque tengo una fiesta.

Y entonces me escabullí entre los árboles para dejar a una Bonnie resignada en el lago, llena de papeles en la mano.

Ella era linda, sin embargo una niña.

Una linda niña de la realeza, del dulce reino, donde el viejo Gumball me dijo una vez "Vampira no oses volver a entrar a mi reino, nunca más". Viejo tonto, solo había estado una vez ahí, y solo me había comido un par de buenas cerezas, sí que dulces eran.

Continuara…