Hola chicos. Tomé la decisión de borrar los capítulos viejos e ir subiendo poco a poco (cada dos días espero) los capítulos de SLQTG editados para que esté a la altura de la "Versión Shaoran". Decidí hacerlo porque muchos están releyendo esta versión y me parece justo que ella también reciba un cariñito… Como siempre aclaro que los personajes de CCS no me pertenece, pero si los otros personajes que vayan apareciendo al transcurrir la historia y bueno esta historia surgió de mi completa y entera imaginación… Espero les guste la versión editada :)
Seré la luz que te guíe.
Capítulo 1 – El choque con el destino.
Era increíble como mi mente podía divagar tanto en un periodo de tiempo tan corto y más cuando estaba aburrida, completamente aburrida. La interminable hora de matemáticas era una tortura para mí y tantos números y ecuaciones hacían que me doliera la cabeza. Era por eso que prefería mil veces la clase de deportes o la de cocina, ya que ambas se me daban muy bien y me parecían divertidas.
Me giré un poco hacia la derecha y vi a mi prima copiar todo lo que el profesor había escrito en el pizarrón. Solté un suspiro desganada y resignada me dije que lo mejor sería pedirle mas tarde sus apuntes. No me consideraba una mala estudiante, más bien, estaba por encima del promedio, pero con matemáticas siempre había necesitado ayuda y, a pesar de tener ahora dieciocho años, los números seguían siendo un karma para mí.
Por fin, la campana sonó dando final a mi condena. Alcé mis brazos y con una enorme sonrisa, expresé mi alegría.
—Al fin se acabó la tortura.
—Vamos, Sakura —dijo mi prima riendo—. Tampoco es para tanto.
Su nombre era Tomoyo Daidoji. Su largo cabello negro y ondulado caía hasta su cintura, haciendo contraste con su piel y sus ojos color amatistas. Algunas veces, he sentido envidia, porque su belleza natural cautivaba a muchos chicos mientras que yo era considerada otra más del montón. Lo único que llamaba la atención de mí, eran mis ojos verdes, los cual había heredado de mi madre. Mi cabello de color miel y liso, llegaba hasta mis hombros y si íbamos a proporciones, Tomoyo había sido dotaba mucho más que yo. Muchas veces le había dicho esto a mi prima, pero ella seguía empeñada en que yo era mucho más hermosa y valiéndose de eso, siempre me pedía que modelara sus diseños de ropa. Aunque debía admitir que todo lo que ella diseñaba me quedaba perfecto. Tomoyo era muy buena en lo que hacía.
—Nunca lograras entender mi relación con las matemáticas, Tomoyo —dije resoplando.
—Es como una relación de pareja, prima —dijo acercándose a mí—. Ambos tienen que dar lo mejor de sí para que funcione.
—Lo que digas, Tomoyo —dije restándole importancia—. Aunque todo sería perfecto si no me tuviera que quedar a pasar la lista y guardar los materiales.
—Anímate. Mañana no habrá clases por el consejo de profesores. Podrás aprovechar para descansar y dormir hasta tarde —dijo tratando de animarme—. Si quieres puedo quedarme a esperarte —se ofreció preocupada.
Tomoyo casi todos los días tenía que quedarse hasta tarde por las prácticas del coro, no podía dejar que se quedara también hoy solo por esperarme.
—No te preocupes, Tomoyo. Estaré bien —le dije sonriendo—. Además, Ryuu dijo que me esperaría para acompañarme a casa.
—Ah… claro. Tu flamante novio —dijo con cara de pocos amigos—. Aun no puedo creer que lleven dos meses juntos.
—Se que él no te agrada mucho, pero dale una oportunidad —le dije—. No es tan malo como parece.
—Cuando alguien no me agrada es por algo, Sakura —dijo cruzando sus brazos—. Aunque respeto tu decisión de salir con él. Nos vemos después, prima. Descansa bien —dijo, abrazándome y salió del salón.
Aun no entendía porque le desagradaba tanto mi novio. Sabía que Ryuu no era un encanto en persona, pero no era un mal chico. Y como si lo hubiera invocado, se asomó en la puerta de mi salón.
—Hola preciosa —me saludo con una sonrisa, dándome un ligero beso en los labios.
—Hola —dije sorprendía—. Pensé que vendrías más tarde.
Su nombre completo era Nagano Ryuu. Iba en el mismo año que yo, pero estábamos en diferentes secciones. Su complexión atlética y el contraste de su cabello castaño y ojos azules llamaban mucho la atención, haciéndolo uno de los chicos más cotizados de la preparatoria. Todavía no entendía cómo y por qué se había fijado en mi, si tenía a decenas de chicas detrás de él, y muchas de ellas eran realmente hermosas.
—Es que quería verte —dijo en tono meloso, jugando con un mechón de mí cabello—. Y también tenía que decirte que no podré esperarte. Tengo resolver algunos asuntos de última hora. De verdad, lo siento.
—Hacer esto no me tomara mucho tiempo —le dije sonriendo—. Puedes irte sin preocupaciones.
—De verdad, lo siento, preciosa —dijo acercándose—. Prometo compensártelo. —Y me besó.
Intentó profundizarlo, pero no pude responderle como él quería. A pesar de esforzarme, nunca podía permitirme llegar más allá de un simple beso con él. Muchas de mis amigas decían que cuando sus novios hacían eso, ellas simplemente se dejaban llevar, pero yo no podía. La única respuesta que lograba explicar mi actitud, era que quizás no llevábamos el tiempo suficiente para avanzar.
—Lo siento, Ryuu. Es que… debo terminar esto rápido —dije a manera de disculpa.
La forma en la que me miró no me agradó. Había cierto recelo y molestia en sus ojos, pero disimulo muy bien su actitud al acercarse para abrazarme y susurrarme al oído un suave "Te cuidas", para dejarme sola nuevamente en el salón.
Podía entenderlo. No debía ser fácil tener una novia que lo rechace de esa forma, pero no podía evitarlo. No podía obligarme a mí misma a avanzar si no me nacía responderle los besos apasionados que él quería darme.
Tomoyo varias veces me había dicho que tal vez yo no lo amaba y quizás esa fuera la verdadera razón de todo este asunto. Sí, le tenía aprecio, pero no lo amaba, o por lo menos no de momento.
De tanto divagar, no me di cuenta de que había terminado mi labor. Tomé mis cosas y corrí hacia el salón de profesores para entregar la lista y guardar los materiales. La profesora titular recibió todo con una sonrisa deseándome un feliz fin de semana, y ahora sí… ¡Por fin era libre!
Aun era temprano, todavía podía ir por un helado y luego regresar a casa para preparar la cena. Caminé rápido por las calles de Tomoeda, mi ciudad natal, hasta que divisé el centro comercial. Entré y subí las escaleras pensando desde ya el sabor de mi helado, pero al llegar a la heladería, me llevé una sorpresa desagradable. En una de las mesas estaba MI novio con su grupo de amigos y estaba besándose con una chica que estaba sentada en sus piernas.
Apreté mis puños con fuerza y cerré mis ojos ¿Por qué rayos me hacia esto? ¿Qué debía hacer? ¿Pedirle explicaciones armando un show o irme sin decirle nada? No sabía que hacer… A la final, opté por acercarme lentamente a ellos sin que me vieran. Algo me decía que debía oír la conversación que tenían.
—Y así fue cómo ocurrió —dijo uno de los chicos, mientras los otros reían tontamente del supuesto chiste.
—Por cierto, querido amigo —dijo otro—. ¿Cómo vas con tu novia? Ya se está acabando tu tiempo.
«¿Está hablando de mí?» me pregunté, y el simple hecho de pensar en que la respuesta fuera afirmativa hizo que mi sangre se helara.
—Nunca pensé que sería tan difícil esta apuesta —respondió Ryuu—. Pero créanme. Sakura será mía antes de que se cumplan los tres meses — dijo con una sonrisa morbosa en su rostro.
Me deslicé hasta el piso al escucharlo. Todo era una maldita apuesta…
—No sé porque pierdes el tiempo con una niña cuando puedes tenerme a mi cuando quieras, gatito
¿Gatito? ¿Era en serio? Dios… hasta sentí nauseas al escucharla decir eso fingiendo un tono de voz meloso.
—Lo sé, gatita —dijo él—, pero Sakura es otra cosa. Gracias a ella me ganare el dinero de todos estos idiotas ¿Cierto, chicos?
Bueno, eso lo confirmaba. El muy desgraciado estaba conmigo por una apuesta mientras yo me la pasaba pensando que era un gran chico. Siempre defendiéndolo de Tomoyo y ella siempre había tenido la razón.
Salí corriendo del lugar sin rumbo fijo. Aun no podía, o más bien, no quería creer lo que escuche. Era una miserable apuesta… pero si lo pensaba bien no me extrañaba. Ahora todo tenía sentido… por qué él se había fijado en mí. Diablos, me sentía mal, bastante mal. Mis ojos picaban y no pasó mucho tiempo cuando sentí las lágrimas correr por mis mejillas.
¿Por qué yo? Era la pregunta que se repetía una y otra vez en mi cabeza ¿Me había pasado esto por ser tan ingenua? ¿Por creer que toda persona tiene algo bueno? ¿Fue por eso? ¿Acaso era yo el problema? Inmediatamente la respuesta "No" se instaló en mi cerebro. Él era el culpable, era un completo imbécil y en realidad no merecía ninguna de mis lágrimas… Entonces, me di cuenta que no lloraba por dolor. Lloraba porque ese idiota había herido mi orgullo de mujer. Había sido muy tonta al caer en su trampa y eso me era lo que me estaba haciendo sentir mal.
No estaba segura de cuanto había corrido, pero cuando me di cuenta ya había llegado al parque. Aun así, no me detuve. Seguí corriendo, esquivando a una que otra persona hasta que de repente, choqué contra llevándomelo al suelo conmigo.
¡Rayos! ¡Como dolía! Sobé mi brazo lastimado y sin mirar realmente a la persona, descargué mi ira y mi dolor.
—¡¿Acaso no ves por dónde vas?!
—Lamentablemente, creo que ese es el caso —me respondió una voz masculina.
«¡Oh… Dios! No me digan que…» pensé y levanté mi mirada rogando a Dios que mis sospechas no fueran ciertas.
Se trataba de un chico, mayor que yo por unos cinco años más o menos. Su cabello color chocolate, muy revuelto, hacía juego con sus impactantes ojos. Eran muy bonitos… y de un color exótico, eran ámbares, pero había algo mal en ellos. Se veían distantes, vacíos y… sin luz.
«Dios, haz que la tierra me trague» pensé avergonzada cuando me di cuenta de que había cometido la peor de las estupideces.
—¡Oh Dios! Cuanto lo siento, pague con usted mis problemas. No fue mi intención decir eso —me disculpe rápidamente, tratando de enmendar mi error.
—No tiene que sentirse mal por decir algo que es cierto —me dijo mostrando una expresión completamente fría.
Intenté ayudarlo a levantarse, pero de inmediato rechazo mi ayuda.
—No necesita sentirse culpable por sus palabras —dijo levantándose por sui propia cuenta y luego tomó el asa de la pechera de un perro. Hasta ahora me había percatado de él. Era un labrador muy bonito—. Ahora si me disculpa, andando Kerberos. —Y siguió su camino.
Había pasado la mayor vergüenza de mi vida. Seguramente debía pensar que era una persona detestable ¿Por qué era tan tonta? Viendo a ese chico, mi problema con Ryuu se reducía al mínimo. Lo observé caminar hacia el lago y sin darme cuenta, me vi siguiéndolo. Me sentía completamente atraída y la única explicación que le conseguí a tal fenómeno, era que no deseaba que pensara mal de mí. Era extraño, completamente ilógico y me sentía… desconcertada. Era como la miel que atraía las abejas, completamente indescriptible. Lo seguí como por cinco o diez minutos, no estaba segura, hasta que lo vi detenerse.
—¿Podría dejar de seguirme? —dijo de repente sin voltearse.
«¿Cómo se dio cuenta?» pensé asustada.
—Ah bueno… yo solo… es que…
«¿Por qué rayos no puedo decir nada coherente?» pensé frustrada, mientras mordía la uña de mi dedo pulgar.
—¿Qué es lo que quiere? —preguntó en tono cansino, mientras frotaba el puente de su nariz.
—Yo solo quería… disculparme —dije azorada y haciendo una pequeña reverencia—. De verdad, lo siento mucho.
—Ya se había disculpado antes y le dije que no se preocupara —dijo comenzando a andar otra vez.
—Pero yo… yo no me siento bien aún —dije avanzando hasta colocarme a su lado—. Quisiera poder hacer algo por usted, por favor.
—¿Y si accedo me dejara tranquilo? —dijo deteniéndose.
Su ceño estaba fruncido y, aunque su expresión me decía "piérdete", necesitaba hacer algo para aligerar mi conciencia, si no, no podría dormir tranquila.
Primero asentí rápidamente, pero luego recordé que no podía verme, así que murmuré un leve "Sí".
—Está bien ¿Qué hará entonces? —me preguntó de repente y me quedé completamente en blanco.
«Vamos, Sakura. Piensa ¿Qué puedes hacer para compensarlo por semejante insulto?» me pregunté desesperada, pero no se me ocurría nada.
¿Comprarle algo? No, seguro me lo rechazaría ¿Y si le invitaba a comer algo? Eso podía ser… pero ahora ¿Qué podía invitarle? Tenía que ser algo sencillo y que vendieran aquí en el parque… porque estaba segura que él no iba a estar dispuesto a ir más lejos conmigo ¿Y si le invitaba un helado? No… era demasiado simple… pero no se me ocurría otra cosa y eso era mejor que nada.
—¿Qué tal si le invito un helado? Cerca de aquí venden unos deliciosos —pregunté finalmente.
El pareció meditarlo unos momentos y aproveche para detallarlo un poco más. Era un chico alto, bastante alto… o por lo menos para mí y mi metro sesenta y tres. Su cabello despeinado le daba un aire fresco y juvenil y sus facciones eran perfiladas, pero a su vez, muy masculinas. En resumen, era el chico más atractivo que había visto en mis dieciocho años de vida.
Levantó su mirada hacia donde yo estaba y, a pesar de saber que realmente no me estaba mirando, me sentí bastante intimidada.
—Si acepto, me dejara en paz ¿Cierto? —me preguntó y esta vez le contesté con un "Sí" casi gritado.
A pesar de ser pequeña, pude ver la pequeña sonrisa que se dibujó en sus labios y con ella su rostro se veía mucho más sereno y atractivo.
—¿Hacia dónde es? —me preguntó, sacándome del mundo fantástico donde me había dejado esa sonrisa.
—Lo siento, es por aquí —le dije, indicándole el camino.
Caminamos un rato, uno al lado del otro, permitiéndome apreciar mucho más su estatura. Prácticamente me llevaba una cabeza de diferencia y eso me hizo sentir diminuta. A pesar de su invidencia, emanaba una seguridad al caminar, digna de un modelo de pasarela.
—Ya llegamos —anuncié y lo conduje hacia las mesas—. Por favor, siéntese aquí. Yo iré a comprar los helados.
Cuando estuvo sentado, caminé hacia la heladería, pero no había dado ni diez pasos cuando tuve que regresar nuevamente. Había olvidado preguntarle lo más importante.
—Disculpe —dije apenada—. ¿De qué sabor… quiere el helado?
El volvió a reír un poco y me respondió que quería un helado de chocolate. Me alejé nuevamente y pedí los helados, uno de chocolate para él y uno de fresa para mi, aunque decidí comprar un pedazo de pastel también para el pobre perrito que seguro se sentía marginado. Regresé a la mesa y puse los dos helados allí.
—¿Le molesta si le doy un poco de pastel a su perro? —le pregunté algo temerosa.
—A él le gustan las cosas dulces. Me imagino que no habrá problema —me respondió tomando la copa de su helado.
Puse el pastel en el piso para que el perrito comiera y comencé con mi helado, pero si era sincera, estaba más interesada en el joven que tenía en frente. Sí que era muy atractivo y sus ojos eran hermosos, aunque seguramente se verían más lindos con luz. Así, como estaban, se veían apagados y un poco tristes.
«Me encantaría verlos brillar alguna vez» pensé y luego me reprendí por ello. Era tonto que pensara ese tipo de cosas porque jamás volvería a verlo.
—Disculpe, yo quisiera… —dije con voz apenada—. ¿Podría saber su nombre?
No había pensado bien mi pregunta cuando mi boca se abrió y la dejo salir. Me sentía completamente avergonzada al ver su expresión llena de confusión.
—No sé por qué debería decírselo si no volveremos a vernos después de esto —dijo, continuando con su helado.
Tenía razón, era tonto preguntar eso. Aun así, me dolió su respuesta porque no había nada malo en querer saber su nombre.
—¡Profesor Li! ¡Profesor Li! —grito una niña a lo lejos.
Se acercaba corriendo a nuestra mesa. Tenía al menos unos diez años y se notaba la admiración que sentía por él en sus ojos. En ese momento, caí en cuenta que ella había dicho su apellido ¡Era Li!
«¡Gracias Dios!»
Sonreí enormemente mientras él ponía cara de pocos amigos al verse descubierto, aunque su semblante cambio por completo cuando la niña llegó hasta nosotros.
—Hikari ¿Qué haces en el parque? ¿No deberías estar en tu casa? —le preguntó con ternura.
«Así que… también puede tener ese tipo de expresiones» pensé casi embelesada.
—Vine a comer un helado con mi mama, fue cuando lo vimos —le respondió la niña—. Por cierto, quería decirle que logre tocar esa nota con mi violín que tanto me costó ayer en clase. Practique mucho en casa hasta que lo logre. El lunes se lo mostrare —le contó sonriéndole, como si él pudiera verla.
—Buenas tardes, profesor Li —dijo una mujer que también se acercó a nosotros—. Disculpe la interrupción, es que Hikari quiso saludarlo —añadió. Al parecer era la madre de la niña.
—Ups… Lo siento, profesor. No sabía que estaba con su novia —dijo sonrojada.
«Se ve muy tierna» fue lo primero que pensé… pero luego comprendí lo que ella había dicho… y enseguida mis mejillas se encendieron.
«¡Oh Dios! Seguramente mis mejillas deben estar encendidas como un farol de navidad ¡Que pena!»
—¡Hikari! ¡Esas cosas no se dicen! —le regaño su madre antes de que pudiera aclarar algo—. Mira, la pobre chica esta toda sonrojada. Disculpe a mi hija, será mejor que vayamos por el helado.
«¿No podía omitir ese pequeño detalle?» pensé avergonzada.
—Hasta el lunes, profesor. Hasta luego, novia del profesor —¿Por qué a mí? —. Por cierto, me pareces muy linda. Me gustan tus ojos verdes, se parecen a las joyas de mi mamá —Y me guiñó un ojo antes de irse.
—No, espera… yo… Espera… —dije en vano. La niña ya estaba muy lejos para escucharme.
La suave y linda risa de Li me hizo girar hacia él. De verdad tenía una risa muy linda y masculina. Ojalá riera más seguido… ¿pero qué rayos estaba pensando? Él se estaba a mi costa.
—¿Se ríe de mi, profesor Li? —pregunté con toda la intensión de hacerle saber que ya sabía su apellido y dejó de reír de inmediato.
—Bien, ya comí el helado. Muchas gracias y ahora sí, hasta nunca —dijo parándose de la silla y tomando el asa del perro que ya había acabado su pastel.
—No… espere… —lo detuve nerviosa—. De verdad, lo siento. No quise hacerlo enfadar otra vez —me disculpe ¿Cuántas veces iba a equivocarme hoy?
—No se preocupe —dijo en tono neutro—. Con el helado ha saldado su deuda conmigo… Si se le puede decir así. Mejor me voy antes de que tenga que comprarme una pizza para enmendar otra cosa —Y se giró dispuesto a irse.
Aún tenía oportunidad de decirle lo que estaba atorado en mi garganta desde que se había negado a decirme su nombre… y al saberlo (aun si había sido gracias a la pequeña, por lo menos tenía la excusa perfecta para decírselo.
—¡Mi nombre es Sakura! —le grite.
—¡Hasta nunca, Sakura! —me respondió, despidiéndose con su mano.
Y yo como tonta, agité mi mano despidiéndome de él. No quería que se fuera, pero ya no tenia ninguna excusa para retenerlo a mi lado. Al menos, pude saber dos cosas de él. En primer lugar, su apellido era Li y segundo, era profesor de música, o eso creí al escuchar a la niña hablar.
«¡Felicidades, Sakura! No sabes nada…» pensé desanimada.
Pero la pregunta del millón de dólares era ¿Por qué quería saber más de él? No volvería a verlo, o más bien, él no quería verme más a mí.
Cuando llegué a casa fui directo a mi habitación tirándome en mi cama. No tenía ganas de cocinar y eso era extraño porque nunca desperdiciaba la oportunidad de experimentar en la cocina. Levanté mi celular y pedí una pizza. Probablemente mi hermano me armará una buena por eso, pero no me importaba.
Suspiré y dejé mi celular olvidado. Los ojos ambarinos de Li volvieron a mí y me sentí extraña ¿Cómo era posible que un completo desconocido me dejara en esta situación? Miré hacia mi ventana y volví a suspirar. Había una tercera cosa que sabía y era que, con su sola presencia, me había hecho olvidar por completo mis problemas con Ryuu. Había transformado mi desolado día en uno divertido y lleno de color, aunque él no pudiera verlo. Me levanté y me asomé en mi ventana, ya estaba oscuro. En ese momento, una estrella fugaz se deslizó por el cielo nocturno. Sus ojos vinieron a mí de nuevo y, aunque fuera tonto, deseé poder estar a su lado cuando recuperara su vista. Sabía que era absurdo, pero de verdad deseaba que volviera a ver algún día, y que yo pudiera presenciar cómo esos hermosos ojos volvían a la vida.
Capitulo uno editado y listo. Espero que les guste y lo disfruten mucho :) Y me den sus opiniones. Un beso para todos.
