Aquí un one shot ArminxSucrette ^w^
Espero que disfruten leerlo, tanto como yo escribiéndolo :D
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Un último disparo, el gatillo movilizó el arma ligera pero mortal que Armin sujetaba con gracilidad en sus manos. La bala salió con excelente precisión directo al chaleco protector de su enemigo.
—¡Gané! — exclamó levantando los brazos hacia el cielo. Las luces se encendieron, el marcador de la batalla con bolas de pintura fue de 35 a 42.
—Está bien…, acepto la derrota. — farfulló Sucrette con fingido enojo. Luego sonrió y se quitó el casco. —Me toca pagar la cena.
—¡Pizza! —gritó Armin
Cuando Sucrette preguntó en que casa cenarían, si en la suya o en la del chico, una pareja de jovencitas los volteó a ver alarmadas por la facilidad con la que ella había dicho la frase. Lo que las mironas no sabían era el grado de confianza que se tenían entre ambos, y no era por que fueran pareja… bueno sí. Eran pareja de juegos, mejores amigos: Gamers y otaku, todo incluido. Armin le enseñó el maravilloso mundo detrás de un mando y una pantalla, donde la consola los mete a diferentes mundos y donde pueden conocer lugares, aprender lenguajes diferentes—por aquello de los videojuegos no traducidos al español— además de un sinfín de nombres y relaciones entre los mismos personajes. Sucrette le enseño al chico el mundo de los otaku: cosplayer, convenciones, música de J-Pop, K-Pop, bailes, coreografías… en fin, ambos se introdujeron de lleno al mundo que el otro le mostraba.
En poco tiempo se dieron cuenta que… eran la mejor pareja: Player 1 y Player 2.
—Vamos a la mía —mencionó Armin con la misma confianza que Sucrette momentos antes. Ambos habían dejado los chalecos y los cascos del juego del Gotcha y caminaban hacia la salida del establecimiento. Media hora más tarde ya estaban en la casa del chico. Se suponía que Alexy, el hermano gemelo de Armin no estaría en casa pero se equivocaron al ver las luces de la sala y la cocina encendidas.
—¿Alexy, —llamó Armin —estás en casa?
Un chico de cabello azul y piel clara salió detrás de la barra de la cocina. Vestía ropa deportiva y pantuflas oscuras. Tenía una taza de té en la mano derecha.
—¿Así que no hay alguna fiesta hoy? — preguntó ella, divertida
—¡Hola Sucrette! Si hay, pero tuve que cancelarlas. Todo el fin de semana no podré salir.
Sucrette volteo a ver a Armin que ya tenía sonrisa de Oh cierto, lo había olvidado Alexy levantó un poco su pantalón dejando ver un tobillo envuelto en vendajes blancos. Armin pasó a la sala a ordenar la pizza. Sucrette se quedó muda. Alexy volvió a hablar, su voz era severa pero el brillo en sus ojos daba la impresión de felicidad pura.
—No vayas de campamento con chiquillos militares
—¿Fuiste de campamento con Kentin?— respondió Sucrette sorprendida y a la vez curiosa de la respuesta de Alexy.— Creí que el aire libre no era lo tuyo
—Cuando te gusta alguien, debes meterte en su mundo, así él considerará incluirse al tuyo
Sucrette sintió la firme e inquisitiva mirada del chico en ella. Sus mejillas ardían y no sabía el motivo.
—En todo caso es mejor quedarse en casa — declaró Armin desde la sala, salvándola sin saberlo. Volvió a la cocina. Sacó dos latas de refresco de la nevera y le ofreció una soda de manzana a Sucrette —O te arriesgas a terminar mal herido.
—Pudo ser peor lo de tu tobillo… — empezó a decir Sucrette. Lejos de desearle algún mal, solo evidenciando lo que pudo pasar. —Picaduras mortales, intoxicación con plantas venenosas…
Armin dejó de lado su refresco y habló como si la información fuera de vida o muerte
—¡Ataques de zombies!
—¡Animales mutantes!
—¡Ey! — se quejó Alexy — Entendí el punto.— Sucrette y Armin se quedaron en silencio, en su mente pasaban todas los peligros ficticios con los que el inocente humano Alexy pudo haber chocado.—Iré a dormir. —dio la vuelta a la barra dirigiéndose a las escaleras.
—La pizza está por llegar. Quince minutos o es totalmente gratis — habló Sucrette imitando la voz de los comerciales. Armin rio. Luego le pregunto a Alexy —¿Ya cenaste?
—Sí, gracias. — El chico se detuvo. Miró a la chica y luego le dio una breve mirada y una sonrisa socarrona a Armin. Volvió a decir para Sucrette aun con la sonrisa en su rostro —No trates así a todos los chicos o los celos del gamer llegarán como tsunamis. — les dedico una última mirada y subió las escaleras, riendo para sí mismo.
Armin le daba un sorbo a la lata en su mano, al escuchar las palabras de su hermano acabó con un ataque de tos. Mientras Sucrette se quedaba en blanco. Vio a Alexy alejarse. Su cuerpo se balanceaba de forma poco común Ha de ser su tobillo se dijo. Aunque no muy convencida ya que él apoyaba perfectamente ambos pies.
—¿A qué se refería Alexy con los tsunamis? —murmuró Sucrette.
Armin dudo que responder, ni el mismo entendió del todo —o no quería hacerlo — y cuando abrió la boca aun sin saber que decir, el timbre sonó anunciado la llegada de la cena: la pizza lo salvó.
Sentados ambos en el sillón más grande jugaban y cenaban: Mientras uno combatía, el otro tomaba una rebanada de pizza. Entre palabras de apoyo, rápidos consejos, sugerencias de ataques y combinaciones, llegó la medianoche. El reloj marcó la una, la una y media, las dos, las dos y veinte. Sucrette bostezaba, ya en repetidas ocasiones antes Armin le preguntaba si debían parar. Ella negaba con la cabeza o con una palabra y seguía en la batalla. Cuando Armin llegó a un combo nunca antes visto, alzó las manos con todo y mando. Esperaba el apoyo y palabras de admiración de Sucrette pero nada pasó. Volteó a verla —esperando que estuviera muda de envidia — ella estaba ya dormida, con las piernas sobre el sillón, la cabeza de lado y el mando en el brazo del sillón con una de sus manos sujetándolo vagamente. Armin apagó la consola, alcanzó un cobertor y apagó la luz.
Sucrette sintió frio. Abrió los ojos con pereza y acostumbró la vista al clima nublado frente a ella. Trataba de recordar cómo llegó a ese lugar, con más claridad, cómo es que estaba en un piso frio y húmedo. Su mente estaba revuelta, lo último en su memoria era estar en casa de Armin comiendo pizza y jugando. Un viento helado le recorrió el cuerpo. Se incorporó con trabajos, algo en su espalda le molestaba al moverse. Una espada le dijo una voz dentro de ella.
Cuando miró al frente, sonrió. Era un castillo, muy parecido al que apareció en el juego de hace unas horas. Aunque eso no le daba tranquilidad, al menos entendió que era un sueño. Sin ser consiente, avanzó hacia lo que parecía una reja de metal abierta. Llegó a un largo y lúgubre pasillo de piedra iluminado por antorchas colocadas en pilares que sobresalían a las paredes. El aire olía a plantas, tierra y un olor más espeso que no pudo identificar.
—¡Shh! —alguien apareció detrás de ella y la empujo de espalda detrás de un muro. Le cubrió la boca y le inmovilizó ambas manos sujetándola de las muñecas con su mano libre. La espada en su espalda evitó que chocara de lleno con la pared mohosa. —Soy tu aliado. — Sucrette no se movió, realmente estaba sustada. El sujeto aflojó la fuerza en las muñecas —Voy a soltarte si prometes no gritar. —Sucrette asintió y él como prometió la soltó. Se quedaron a pocos centímetros uno del otro. Ella fue la primera en hablar.
—¿Dónde estoy? — su voz sonó casi mecánica. El aliado la miró incrédulo. Sucrette se le quedó mirando fijamente, ahí fue cuando comprobó que estaba soñando. Su aliado, era nada menos que el personaje principal del juego en el que competía con Armin semanas atrás intentando ver quién podía sacar más ataques especiales.
—Vienes a rescatar a nuestro rey, el Gran Señor de la Luz y Gobernante de los Siete Cielos.
—¿Armin? —inquirió ella recordando uno de tantos nickname del chico. En un abrir y cerrar de ojos ya estaban en una de las plataformas de aquel juego. El sujeto se alejó de ella y se puso en guardia viendo al frente. Una leve corriente de aire le advirtió algo más que el día seguía nublado: su ropa.
Con el clima avecinando una tormenta, ella vestía un corsette en color negro con aberturas a los costados, tirantes de piel entrelazada y un protector en el hombro derecho donde descansaba la correa de la espada. En la parte baja, una falda con un corte asimétrico le dejaba la pierna izquierda al descubierto. Unas botas hasta medio muslo terminaban su atuendo. Vestía igual que el personaje que había usado en su batalla con Armin.
Otro personaje apareció delante de ellos. Sucrette apenas lo vio; su aliado desenfundó su sable, la mano derecha de ella fue hasta su espalda y la sacó de la funda. En un movimiento que ni siquiera pensó, esquivó un ataque directo.
Esto es genial pensó más relajada. Ahora que entendía, podía darse el lujo de disfrutar el maravilloso sueño. Solo algo le inquietaba, en su subconsciente, ¿Dónde estará Armin? El aliado brincó a la derecha, ella a la izquierda en una velocidad inimaginable. Una esfera de luz estalló donde antes estaban parados. Aterrizó sobre ambos pies y volvió a alzar la espada esperando otro ataque. Un eco, apenas un murmullo, así fue como sonó una voz en apariencia lejana pero que se fue haciendo más y más notoria la presencia de un cuarto combatiente. Sucrette apretó los dientes. Él es mi oponente dijo la voz que sonó a la derecha de Sucrette. El enemigo se estremeció. Ella volteó y vio a Armin ataviado con un atuendo de caballero con capa color púrpura y protectores en ambos antebrazos del mismo color. El arma en su mano no tenía ni el tamaño ni la forma de la de ella: era más grande que el mismo Armin de pie, tenía forma de lanza con filo a lo largo menos donde Armin la empuñaba y la punta tenía forma de hoz.
El Rey, el Gran Señor de la Luz y Gobernante de los Siete Cielos le hizo una seña a Sucrette diciéndole que no se metiera. El aliado había desaparecido. Armin dio un paso al frente y el combate oficial dio inicio. Sucrette se alejó lo más posible del campo de batalla sin quitar la vista ni un segundo de Armin. Era un sueño al fin y al cabo y podía disfrutar de la manera tan asombrosa de su subconsciente para mostrárselo: un ser deslumbrante en todos los sentidos, valiente, confiable, apuesto y casi inalcanzable. Era un feroz guerrero y ella estaba anonadada; toda la bravura de un felino batiéndose en un duelo con otro de su especie, pero la belleza y delicadeza de un ave en vuelo. Varios choques de espadas la aterrorizaron. Armin yacía en el suelo junto a un charco enorme de sangre y el enemigo sonreía peligrosamente. Él la vio y le advirtió que mantuviera su posición. Volvió a ponerse de pie, la espada aumento de grosor en un segundo. El enemigo se abalanzó sobre él, un grito ahogado de ella. Y despertó…
…el en sofá…
…con Armin recargado en ella.
Un cobertor le cubría las piernas a ambos. Alargó un brazo para tapar el hombro de Armin. Miró su rostro, apacible. Le quitó un mechón de cabello de la cara pasándolo por detrás de su oreja. Armin se movió acurrucándose más contra ella. El corazón de Sucrette le dio un brinco… y luego otro... y otro más. En poco tiempo hiperventilaba.
Fue en ese momento nocturno, cuando la luna brillaba en su punto más alto que Sucrette acepto –al menos internamente- que para ella, Armin era más que su mejor amigo; recordó una escena de su sueño, cuando su mente se lo mostró lleno de gloria, reluciente y magnifico a la vista. Cerró los ojos tratando de evocar aquella imagen y compararla con el Armin durmiente frente a ella: nada cambio. Las sensaciones de vacío en su estómago seguían ahí, en la realidad. Donde solo basta una palabra para cambiar el mundo, o callarlas significaría mantener escondió aquel amor que inició como amistad.
Él no te ve más allá que una amiga, ni una vez ha dicho que le atraes. Jamás ha dicho que le atrae otra mujer ni qué tipo de chica es su preferida… Una vez dijo ¡eres la chica perfecta! cuando se enteró que jugabas gotcha, pero el contexto para él es diferente a como tú lo quieres tomar
Le repetía una y otra vez la voz dentro de su cabeza. Armin era su confidente, su aliado, el pilar que le impedía derrumbarse en los momentos de ahogo y presión. Él siempre tenía para ella una enorme y cálida sonrisa, con su Todo va a estar bien dicho con una mirada suave y acogedora. Armin era su amanecer después de una noche oscura. Su mente le mostraba todo lo que era para ella a tal velocidad y precisión que la boca no podía seguir el ritmo para ponerlo en palabras. Quería hacérselo saber pero el miedo a perder su amistad era bastante grande. ¿Y que si Armin no ve más en mí, que un amigo con falda? esa era siempre la última palabra: nunca se confesaría
Sucrette suspiró.
De vuelta al mundo, el cielo apenas claro indicaba la próxima salida del sol. Ella no quería moverse, no quiera perder lo que ahora tenía: a Armin tan cerca de ella, con su respiración cálida chocando con la piel de su cuello, su cuerpo cálido y los monosílabos apenas audibles: Era el cielo mismo. Un manjar prohibido eran los delgados labios del chico semiabiertos, listos para un dulce beso. Solo un beso pensó de repente. ¿Qué sabor tendrían sus labios? Sucrette retrocedió. Miles de imágenes de anime y besos libraban una batalla en su mente. Se reclinó en el sillón y cuando iba a enterrarse las uñas en las palmas para dejar ir esos tontos anhelos, fue cuando lo notó: la mano de Armin sujetaba vagamente la suya.
—Aishiteru yo — murmuró Sucrette. Se acomodó para dormir ahora que un peso sobre sus hombros se desvaneció con solo una palabra, pero que significaba todo aquello que él representaba. ¿Y qué que estuviera dormido? Ella se le confesó, fue el punto.
Armin apretó los ojos. Aun combatía en sueños con su némesis, soñó con Sucrette y mandó a alejarse de ese lugar. Lo cierto era que llegó al campo de batalla y la vio ahí, siendo atacada por el Malvado Señor de la Oscuridad. El poder de sus sentimientos hicieron crecer su arma hasta volverse colosal… quería salvar a su amiga… a su compañera… a su player 2. Nadie tenía derecho a tocarla o se las vería con su furia incontenible.
Frente a ella no puedo dejarme vencer. O se burlaría. ¡Sí! Claro que era eso ¿Qué más si no? Pensó él.
Y sonrió, aun entre el limbo del mundo real y su maravilloso sueño.
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