Prologo.

Llevo 20 años en la cárcel… o al menos eso creo. Cuando estas tras una celda y cuatro paredes, pierdes la noción del tiempo y dejas de saber quién eres. Hoy se acaba mi sentencia, una sentencia que, buena o mala, me la dieron por matar a un sujeto con mi Pikachu. No recuerdo si lo merecía pero supongo que sí o de lo contrario no me hubieran dado tantos años. Mientras salgo de la celda trato de recordar cómo era la vida antes de esta pesadilla. En la entrada se encuentra un vigilante, un hombre gordo, caucásico, de apenas un metro sesenta, mal afeitado, vestido de camisa, pantalón y gorra azul (el uniforme de los policías), apenas me sonríe pero en sus ojos puedo ver cómo me dice ¡vas a volver pronto, escoria! Yo lo ignoro mientras tomo mis cosas. Solo me devuelve una parte de lo que me confiscaron cuando me encerraron: una vieja pokédex roja que dejó de funcionar hace mucho, un estuche de medallas… sin medallas y mi carnet de identificación algo vieja, que muestra una foto mía muy antigua. Junto a la foto había un nombre… Ash Ketchum.


1

Un Nueva Realidad.

Afuera de la cárcel de Pueblo Paleta, un edificio de tres plantas cuyas paredes de ladrillos llenas de grafitis y sucias olían a orine y otros fluidos; estaban tres personas esperándome, ¡qué bien! una comitiva, lo que necesitaba. Como sea, allí estaban mi mamá, Delia Ketchum, una mujer de mediana edad, de cabellos marrón al nivel de los hombros, vestida con una blusa manga larga amarilla, una falda verde clara que le llegaba al altura de las rodillas y zapatos blancos de tela; el profesor Oak (me pareció haber visto que le sostenía la mano a mi mamá y luego la soltaba o tal vez sea solo mi imaginación) con un comienzo de calvicie, su camisa blanca, su pantalón de vestir color beige y zapatos negros formales, sobre esto llevaba una bata blanca de científico; y Misty que llevaba una franelilla azul agua, un short muy corto de blue jean y converce rojas, llevaba su cabello rojo agarrado en una coleta en la nuca, si la llevara suelta de seguro le llegaría hasta las mejillas. La primera lloraba y sostenía un pañuelo blanco con el que se secaba las lágrimas, el segundo casi lloraba (hipócrita) y la última sonreía para no llorar. Yo me acerqué, solo quería alejarme lo más que pudiera de esa cárcel, mi mamá corrió hacia mí y me abrazó, de pronto me invadió un olor a hogar, a mi hogar, un olor que extrañaba; yo le devolví el abrazo algo incómodo y le dije.

— Ya mamá, estuve encerrado ¿te acuerdas? Déjame respirar.

— No seas malo, ella te ha extrañado mucho, muchacho.

Era el Profesor Oak.

— Hola profesor ¿o debo decirle papá?

El Profesor Oak frunció el ceño, le disgustó el comentario tanto como a mí me disgusta hacerme a la idea de que él está saliendo con mi mamá.

— ¡Ash! Por favor, no seas así, vamos a tu casa, de seguro quieres descansar.

Ahora era Misty la que hablaba, por alguna razón su voz me tranquilizaba, y me hizo bajar un poco la guardia, aunque aún seguía enojado con mi mamá y el profesor. Oak me señaló su viejo auto marrón, un vejestorio deportivo sin techo cuyos asientos de cueros color café estaban viejos y roídos, me subí al puesto de atrás dudando mucho que esa chatarra funcionara, Misty se sentó a mi lado y mi mamá junto a Oak (argh!), el carro ese si encendió sin problema y arrancamos. Fuimos a mi casa y en ese corto trayecto me pude dar cuenta de algo, las cosas habían cambiado, las casas estaban viejas y descuidadas al igual que sus habitantes, inclusos algunas tenían las ventanas y las puertas clausuradas, esas y otras estaban deshabitadas desde hace quien sabe cuándo, todo estaba en silencio, había mucha basura tirada en el suelo, en las calles, no había visto ni un solo pokémon en todo el camino y había mucha pobreza, nadie mostraba una felicidad enfermiza y todos estaban tristes, eso de algún modo me hacía feliz. Avanzamos un par de cuadras y en la tercera giramos a la derecha hasta llegar a mi casa. Mi casa también había cambiado, estaba más sucia y faltaban muchos adornos, el jardín estaba descuidado, la pintura amarilla de las paredes ya era una mezcla entre el blanco y el marrón productos de las lluvias ¡vaya que chiquero! la fachada seguía teniendo la misma forma que tenía cuando la abandoné para comenzar mi estúpida aventura, por lo que deduje que seguía siendo de dos plantas. Entramos y observé que estaba en lo cierto, las paredes eran color verde, habían tres sillones viejos (dos individuales y uno grande) color azul desteñido, en el centro de los sillones había una pequeña mesita de madera vacía, a lo largo de las paredes habían mesas con adornos y cuadros familiares, al fondo estaba la cocina con la misma cerámica con varios pokémon pintados y a la derecha de la sala había una escalera, todo estaba algo viejo pero mi mamá lo mantenía limpio y con buen olor. Me senté en uno de los viejos sillones individuales, Oak se sentó en el grande y Misty a mi lado en el otro sillón pequeño mientras mi madre se iba a la cocina, siento que falta algo en la casa pero ¿qué es? Por más que trato no puedo recordar que cosa era. Había un silencio incómodo… incómodo para ellos quiero decir, que fue roto por mi madre cuando salió de la cocina con una bandeja de tentempié (que de seguro ella ya había preparado en la mañana) y lo depositó en la mesita de madera entre los sillones. Oak y Misty tomaron uno cada uno, por mi parte se puede pudrir el tentempié, mi madre se sentó en el puesto vacío junto a Oak (maldita sea el día que esto ocurrió). Ella no tenía necesidad de eso, ella ya tenía compañía, ella vivía con… con… ya sé que es lo que falta.

— ¡Mr. Mime! ¡¿Dónde está Mr. Mime?!

Mi madre bajó la vista algo triste y se llevó el pañuelo de nuevo a la cara, quien habló fue Oak que inmediatamente le puso ambas manos encima a mi madre para consolarla.

— Ash, las cosas han cambiado, ahora tener un pokémon no es fácil, tristemente el Equipo Rocket se llevó el Mr. Mime de las manos de Del… tu mamá.

— Al parecer eso no es lo único que ha cambiado por aquí ¿verdad papá Oak?

— ¡Ash! Deja de atacarlo, él no ha hecho nada malo.

Miré a mi mamá con odio por haberlo defendido, me levanté y me fui a mi cuarto, si es que todavía era mi cuarto y no lo había tomado Oak también. Pensé que después de 20 años de cárcel iba a empezar de cero, y al parecer no me equivoqué, solo que este nuevo comienzo había sido peor que el anterior, este comienzo me había lanzado a una nueva realidad que no sabía si iba a poder enfrentar.

Mi habitación no había cambiado nada, todo estaba igual a como lo había dejado hace tanto cuando salí de viaje, paredes blancas cubiertas de mugre, mi cama individual recién tendida (obra de mi mamá sin duda alguna), un viejo ropero de madera y una mesa de noche con un cuadro donde aparezco con mi madre, también un viejo espejo; aún recuerdo cuando eso pasó, cuando conocí a Pikachu… mi Pikachu ¿dónde estará? Espero que esté bien donde sea que esté. De pronto sentí que alguien entraba en la habitación, al voltearme miré que era Misty, estaba asustada y triste. Se había quedado en la puerta, me miró y dijo.

— ¿Puedo pasar?

— Ponte cómoda.

Misty entró y se sentó en mi cama la cual no tardó en soltar polvo (¡genial! mi madre debió mantener limpia mi habitación en lugar de limpiar la suya con Oak), después de un silencio ella por fin hablo, pues yo no tenía intenciones de hacerlo.

— Ash, no sé si te has fijado, pero las cosas han cambiado…

— Sí que han cambiado, perdí 20 años de mi vida allí encarcelado, y durante todo este tiempo Oak se ha estado follando a mi madre durante todo este tiempo aprovechando su soledad, no sé qué hicieron con mis pokémon, y estoy más solo que nunca.

Misty hizo silencio por un momento, se limpió una lágrima que se le había escapado y dijo.

— Si es eso lo que piensas, entonces mejor me iré…

La callé con un beso, fue mi primer impulso, hace mucho que quería hacerlo, ella correspondió mi beso, al menos durante todo este tiempo yo no había olvidado como besar, una de mis manos, la derecha, estaba en su espalda y la otra en su nuca, sus manos estaban igual, el beso fue cobrando intensidad, sus labios se sentían suaves y tiernos, podía sentir su perfume a primavera, su respiración junto a la mía, su corazón latiendo tan rápido como el mío, mis manos comenzaron a descender lentamente, sintiendo el contorno de su cuerpo, mi mano derecha fue bajando lentamente hasta sentir sus nalgas, la izquierda también bajo hasta sentir uno de sus pechos ¡vaya que se siente genial!, tan suave y redonda, me estaba poniendo cachondo, luego con la misma mano intenté lentamente bajarle la tira de la franelilla, pero en lo que Misty se dio cuenta de mis intenciones se separó (¡maldición! Otra vez me tocará desahogarme con mi mano, después de 20 años deja de ser divertido), se subió la tira, carraspeó, me vio sonrojada y dijo.

— Estoy confundida, voy a salir a tomar aire.

Y acto seguido se puso de pie y se fue, ¡genial! lo cagué todo otra vez intentado follármela cuando ella solo quería hablar. Mientras la veía salir me puse a recordar cómo fue que la conocí, la bicicleta que tomé prestada para huir de esos condenados Spearows, todas las aventuras que vivimos, todos esos tiempos que no volverán. Vi el espejo junto a la mesa de noche, me levanté y lo tomé, en su superficie se veía a un sujeto demacrado, despeinado, con la barba mal afeitada, grandes ojeras por falta de sueño y una mirada que demostraba su odio por el mundo, en fin se veía una mierda de persona, si ese era yo una mierda, ya no quedaba nada del niño que salió de este cuarto hace mucho con sueños e ilusiones, ese niño había muerto, así de sencillo.

Después de pensarlo un rato llegué a la conclusión de que ya había castigado suficiente a mi mamá, así que decidí cambiarme esta vieja ropa que me entregaron en la cárcel, porque ya no me quedaba, y bajar para hablar con ella esperando que me contara todo. La ropa que me dieron era una franela que en algún momento fue blanca pero ahora era algo amarillo, un blue jean desteñido y un par de zapatos deportivos viejos, me quité esa basura y me puse una franela negra, un blue jean, un par de converce rojas, un chaleco azul marino con cuello blanco, mi par de guantes verdes sin dedos y una gorra blanca y roja con un símbolo verde, el cual nunca supe su significado. Bajé y los vi, allí estaban los dos sentados en el sillón muy cerca uno del otro hablando en susurros, que asco. En lo que me vieron, Oak quería alejarse de mi mamá un poco pero ella se lo impedía, yo terminé de bajar las escaleras y me senté en el sillón más alejado. Silencio.

— Hijo, ahora no apruebas lo nuestro, pero te suplico que me dejes explicártelo, como sabes, yo vivía sola con Mr. Mime y era feliz, pero luego el Equipo Rocket por órdenes de Giovanni se lo llevaron, yo me quedé sola y triste, Oak comenzó a visitarme regularmente… déjame hablar Ash, él comenzó a visitarme regularmente para ayudarme con mi tristeza, él me hacía compañía Ash, y un buen día, algunos años después de tu encarcelamiento, el Profesor Oak, se me declaró, me dijo lo que sentía por mí, desde entonces hemos vivido muy felices pero decidimos esperar a que tu salieras de la cárcel para darte la noticia y para decidir si él puede vivir con nosotros.

No sé con qué cara vi a mi madre, la odié en ese momento, pero odié más a Oak por haberse aprovechado de la soledad de ella, si se la ha follado durante 20 años ¿por qué diablos necesitan mi permiso para vivir con ella? Oak estaba incómodo y eso me alegraba pero no era suficiente, yo necesitaba más que eso.

— En lo que a mí respecta, este señor puede hacer lo que quiera, de todos modos lo ha estado haciendo desde hace muchos años, eso sí, no me hagan que le diga papá o algo por el estilo.

Ambos me miraban, estaban sorprendidos, Oak me miraba con rabia y asombro y mi mamá con tristeza. Estaba muy claro que ninguno somos lo que éramos antes, ninguno somos lo que éramos en mis recuerdos.

Oak estaba mucho más incómodo, eso me gustaba, al parecer tenía un debate mental, cuando por fin se decidió a hablar dijo.

— Por favor Ash, no seas dramático, ya no eres un niño.

Se restregó la cara, soltó un largo suspiro y continuó.

— Ash, hay alguien que te está esperando, pero no te puedo decir quién es, no aquí, debes acompañarme a mi laboratorio.

Lo vi de mala manera, ¿qué diablos tenía que hacer yo en su laboratorio? Pero por otra parte eso me daba la oportunidad de hablar a solas con él y dejarle aún más en claro mi posición con respecto a su relación con mi mamá. Él se levantó y yo le seguí, afuera de la casa se encontraba su vieja chatarra la cual seguía caliente desde que llegué. Oak me hizo señas para que me subiera al carro, si es que se le puede llamar carro, así lo hice. Estaba tentado a sentarme atrás pero decidí sentarme en el puesto del copiloto. Ahora Oak se tomaba su tiempo ¿por qué lo hacía? ¿Acaso no se da cuenta de que en este momento no tolero su presencia y que quiero salir de esto lo más pronto posible? Luego todo quedó claro, no sabía cómo despedirse de mi madre.

— ¡Vamos! No se cohíban por mí.

Dije de mala gana mientras cruzaba mis manos, para mi desagrado no lo hicieron, Oak se despidió de mamá con un beso en los labios y acto seguido se montó en el carro. Arrancó el carro, todo el viaje fue en silencio, lo bueno es que solo duró 5 minutos. Pude notar la ausencia de pokémon y la tristeza en el ambiente otra vez. Esta vez al volver por el camino, no doblamos a la izquierda, el laboratorio quedaba al otro lado, así que Oak giró el carro hacia la derecha, avanzamos varias cuadras en esa dirección hasta que llegamos a lo que parecía un viejo almacén. El laboratorio se encontraba en muy mal estado, abandonado, era un asco, un edificio de una planta, blanco (aunque se veía negro por la mugre), tenía pintada una pokébola justo arriba de la puerta que también era blanca. Oak abrió la puerta y ambos la cruzamos. El interior era igual que el exterior, una mierda, el reloj había atacado este lugar, había varias computadoras viejas y apagadas distribuidas en determinados puntos del laboratorio sobre largos escritorios, solo habían 2 ventanas, una a cada lado de la puerta cubiertas de polvo y algunos estantes a lo largo de las paredes, no habían lámparas, solo varios bombillos colgando del techo. Oak cerró la puerta y prendió las luces, luego de esto dio un par de silbidos leves y dos criaturas aparecieron, uno era un Poliwag y el otro…

— ¡Pikachu!

Por fin algo bueno desde que salí de prisión, es mi viejo amigo Pikachu, salió corriendo y de un salto fue a dar a mis brazos, yo lo abracé fuerte, casi olvidaba lo suave que es, su color amarillo, sus dos líneas marrones en la espalda, sus manchas del mismo color en la punta de las orejas y en el nacimiento de la cola, sus ojos negros y sus dos círculos rojos en los cachetes. Pikachu es el único capaz de lograr que mi odio al mundo se disipe. Poliwag estaba incómodo y tenía un poco de miedo, no es un pokémon que yo conozca o hubiera tenido antes, pero aun así le tendí mi otra mano y Poliwag también se abalanzó para que lo abrazara, también era suave, de color azul, sin brazos, redondo, con una espiral negra en el pecho, grandes ojos negros y una cola para nadar, no era mucho más grande que Pikachu; los abracé fuertemente y Pikachu soltó una pequeña chispita como gesto de cariño, Poliwag también soltó unas pequeñas burbujas indicando que ese era su gesto de cariño, ambos pokémon eran tan suaves, eso es lo que me hacía falta, de todo lo que se me privó en estos últimos 20 años, el contacto con los pokémon era lo que más extrañaba en ese infierno, ni los policías tenían pokémon alguno. Maldita sea con Oak que me conoce tan bien. Ambos se acomodaron en mi regazo y Oak carraspeó un poco antes de decir.

— Ash, Pikachu es el único de tus pokémon que pude rescatar, de hecho, estos dos pokémon son los únicos que hay en el laboratorio.

— ¿Los únicos?

— Sí, Ash, desde que Giovanni se convirtió en el gobernante de Kanto, se volvió ilegal el tener un pokémon, la única forma es con un Carnet de Entrenador que te otorga el Equipo Rocket, pero ese carnet cuesta mucho dinero, y no todos se pueden dar ese lujo.

Sentí mucha pena y mucha rabia también, Giovanni no es nadie para hacer tal cosa, maldición, no me quería despedir de Pikachu, no quería deshacerme de mi mejor amigo. Pikachu también me miró tristemente, él tampoco quería despedirse de mí.

— Tranquilo, Ash, mientras más nadie sepa de Pikachu y de Poliwag, los puedes venir a ver cuando quieras, además de ti, solo lo saben Misty y tu madre.

Abracé fuertemente a ambos pokémon, no quería despedirme de ninguno. De pronto sonó la puerta, los dos nos alertamos y Oak preguntó.

— ¿Quién es?

— Soy yo, Misty, la señora Ketchum me dijo que Ash estaba aquí.

Oak abrió levemente la puerta, solo lo suficiente para que entrara Misty pero ella solo se asomó y dijo.

— Ash, ¿te gustaría salir para hablar y tomar aire?

En este momento la idea de alejarme de Pikachu no me agradaba, pero necesitaba alejarme de Oak, y digerir la información que me acababa de dar, volví a abrazarlos y les di un beso en la frente a ambos, las pequeñas criaturas se desplazaron de mi regazo al suelo y volvieron corriendo a su escondite, Pikachu antes de perderse de mi vista, me dijo adiós con su mano izquierda y se fue, una lagrima se me escapó y la limpié antes de que Oak o Misty la vieran, luego me levanté, asentí en dirección de Oak para despedirme de él y seguí a Misty hacia la salida.

Avanzamos casi media hora sin decirnos nada, andábamos por un camino que llevaba a un pequeño mirador, o al menos eso recuerdo, era uno de esos lugares donde van las parejas a ver el paisaje pero en realidad es un pretexto para revolcarse. Aproveché ese momento para recordar que era lo que me motivaba, las batallas pokémon, desafiar a los líderes de gimnasio, viajar y conocer nuevos lugares y nuevos pokémon, pero ya nada de eso iba a ser posible gracias a Giovanni ¿Qué más me quitaría Giovanni además de mis motivaciones? ¿Qué tan infeliz quiere él que seamos… que yo sea?, ese maldito me las pagará algún día.

— Debo suponer que el profesor Oak ya te puso al corriente de todo.

— Si con todo te refieres a que ya no puedo tener más pokémon, que mis días de batallas se acabaron para siempre y que ahora es mi papi, entonces si me lo dijo todo.

Misty me vio con mala cara, dudó un momento y luego me dijo.

— Hay más que eso, Ash. Lamento decirte que los Gimnasios Pokémon ya no son lo que eran antes, ni tampoco los Centros Pokémon. Con las leyes de Giovanni los gimnasios ahora son accesibles solamente a las personas que posean un Carnet de Entrenador y los Centros Pokémon también, solo que ahora no son gratis, dependiendo de la cantidad de pokémon y de la gravedad del asunto es el precio de cobro.

Maldición, maldición y otra vez maldición. Cuando iba a gritar mis maldiciones a toda voz sentí el contacto suave de las manos de Misty sobre mi hombro izquierdo que me jalaban hacia el costado de una casa, nos estaba escondiendo de un vehículo negro con una "R" mayúscula en ambos costados, que iba en dirección contraria a la nuestra. Era el Equipo Rocket y, quien quiera de ellos que iba en el auto, no nos vio, por suerte, porque siguió en su camino. Cuando el auto dejó de estar a la vista salimos de nuestro escondite y Misty preguntó.

— ¿Qué harán por aquí?

— De seguro saben que ya salí de la cárcel y me andan buscando para encerrarme de nuevo por cualquier estupidez.

Dije con sarcasmo, es cierto que siempre fui una espinilla en el culo para ellos en el pasado, pero aun así no creo que me tomen tan en serio, yo no les debo nada ¡por un demonio!

A Misty no le gustó el chiste, para retomar la conversación anterior le pregunté.

— Y ¿Qué hay de tu gimnasio? ¿Aún lo siguen manejando tus hermanas?

— No, no los quitaron cuando promulgaron la nueva ley y según escuché a Brock le pasó lo mismo, ahora mis hermanas trabajan por su cuenta, ellas no me han dicho de que trabajan y yo no les he preguntado.

No puede ser, Misty, Brock y quien sabe cuántos líderes de gimnasio más estarán sufriendo por culpa de Giovanni. Giovanni, maldito, si pudiera, yo mismo le haría trizas con mis propias manos.

Me detuve. No pude seguir caminando, de pronto una rabia me invadió, quería gritar, correr, destruir, pero mi cuerpo no respondía a mis impulsos. Un calor humano comenzó a recorrer mi cuerpo, un par de brazos rodearon mi cuello, una par de senos se apoyaban en mi pecho que temblaba de rabia y un par de labios carnosos rosaban los míos por un segundo que fue una gloria y se movieron a un lado para susurrarme en el oído.

— Tranquilo Ash, siempre estaré contigo, es una promesa.

No me quería mover de ese sitio en ese momento, solo en ese momento me sentí en paz con el mundo gracias a Misty, pero esa paz solo duro un segundo, porque en la distancia sonaron varios tiros, en la misma dirección a donde se fue el auto del Equipo Rocket.

— ¡Mamá!

Fue lo primero que pensé y corrí, detrás de mí, Misty, corría mientras gritaba.

— ¡Ash! Tranquilízate Ash, espérame, no corras.

Corrí como nunca y solo me detuve para esconderme cuando pasó el automóvil negro, Misty hizo lo mismo. Una vez que lo perdí de vista reanudé la carrera y Misty iba detrás de mí. Llegué al laboratorio pero decidí seguir de largo, solo en este momento mi mamá me preocupaba más que Pikachu. Cuando llegué a casa la encontré abierta y silenciosa. Entré.

— ¿¡Mamá!? ¿Dónde estás?

Pero no recibí respuesta, seguí caminando, atravesé la sala, y me llegue a la cocina cuando…

— ¡MAMÁ! ¡NO! ¿Por qué? Maldito, maldito Giovanni.

Mi respuesta fue respondida, esto era lo otro que Giovanni me podía haber quitado. Me tiré al piso para abrazarla, estaba en el suelo, el brazo derecho junto a su cuerpo, el brazo izquierdo cerca de su cabeza, ambas piernas casi rectas, en su rostro había una sonrisa como si estuviera durmiendo y tuviera un lindo sueño, lo que cagaba la imagen eran los dos huecos en el pecho y la sangre saliendo de ellos. Misty también lloraba, se sentó a mi lado y me abrazó. Los dos lloramos por un momento, luego dejé a mi madre en el suelo de nuevo y me levante.

— ¿Para dónde vas?

— Al laboratorio…

— ¡Ah sí! El profesor…

— Oak me importa una mierda, yo quiero ver a Pikachu.

Y salí corriendo, no me importaba lo que dijeran los demás cuando me vieran llorando y manchado de sangre, yo quería ver a Pikachu. Misty iba detrás de mí, ella si trataba de cubrir las manchas de sangre. Llegué al laboratorio y estaba en las mismas circunstancias que mi casa, al puerta entre abierta y un silencio anormal, entré y aunque no quiera admitirlo, verlo así también me dolió, Oak estaba sentado con su torso tirado en su escritorio, tenía tres huecos en su tronco que manaban sangre.

— ¿¡Pikachu!? ¿¡Pikachu!?

Me estaba desesperando, pero de pronto Pikachu se asomó lentamente detrás de un estante (pika, pikaaaa) estaba sano, o casi, un disparo había alcanzado su oreja derecha y botaba sangre. Corrí a atajarlo justo en el momento en que se desplomaba.

— Tranquilo amigo, estarás sano de nuevo, pronto, y juntos nos vengaremos del maldito de Giovanni, te lo prometo.

— ¡Pikachu! Estas vivo, que bien y ¿dónde está Poliwag?

Poliwag no se asomaba. Yo veía para todos lados pero no lo conseguía, de pronto descubrí un charco de sangré que no pertenecía ni a Oak ni a Pikachu.

— ¡Allí!

Le señalé a Misty el charco y ella corrió para quitar los libros y otros objetos que lo cubrían. En efecto allí estaba Poliwag, a él también le alcanzó un balazo que impactó en su cola. Poliwag estaba inconsciente.

Maldito Giovanni, lo diré una y mil veces. Juro que si consigo la forma de llegar hasta él lo mataré, así sea lo último que haga, pero primero debo encargarme de curar a Pikachu para que me ayude en esta travesía.