Dedicatoria: Para Anasyx, x-fila hasta la muerte y una de las mayores Queens del Huddy RST. Tu Amiga Invisible espera de todo corazón que el regalo esté a la altura, y, aunque llegue tarde para felicitar como obsequio o felicitación para estas fiestas, te insufle de huddyespíritu navideño en años venideros.

Un besote virtual enorme; ha sido una auténtico honor tenerte de amiga "visible" XD

GalaMD

Disclaimer: Vamos, Shore… que es Navidad, y ya que mis duendecillos me comentan que últimamente te deshaces en Huddismo y andas de rebajas con las sorpresillas para nosotros… qué más te da que te los pille prestados un ratito??? Es por una buena causa!!! Yep! Ah vale, ;) que si es para Anasyx, no hay problemo. Mu amable ¬¬ XD

Spoilers: AU Merry Little Christmas. Pero pueden aparecer spoilers de todo lo bailado en la tercera temporada hasta ese capítulo…

Agradecimiento especial (es mi obligación moral XD se lo merece por aguantarme!): a Lau, as always. Por haber colaborado para brindarme una de las mejores navidades en años, y por su comprometida misión de ser mi paciente beta a las tantas de la mañana. Love you loads, Pinks!!!

¡QUÉ BELLO ES VIVIR!

(It's a Wonderful Life)

Ill have a blue christmas without you
Ill be so blue just thinking about you
Decorations of red on a green christmas tree
Won't be the same dear, if you're not here with me

And when those blue snowflakes start falling
That's when those blue memories start calling
You'll be doing all right, with your christmas of white
But Ill have a blue, blue blue blue Christmas

Blue Christmas, Elvis Presley

El ácido le lamía la garganta, bilioso. Contenía la necesidad de vomitar su ego, además de las pastillas. Denigrante. Se había transformado en la criatura patética que detestaba, en la imagen del yonqui que todos le acusaban de ser, en la sombra del hombre que durante meses tras el infarto odió, hizo huir a la mujer que le amaba y vagó como alma en pena hasta sacar cojones para recuperar las riendas de su triste excusa de vida. Fuera nevaba.

El sudor le apelmazaba mechones de pelo contra la frente y el segundo (¿o tercero?) vaso de whisky se le escurrió de entre los dedos y se hizo añicos.

Ni se inmutó, absorto en el recuerdo de la voz cálida y preocupada de su madre aquella noche.

Mamá…

Cerró los ojos fuertemente. No. La sola visión de su lamentable estado le partiría le hubiera partido el corazón.

Quizás fuera mejor… Quizás hubiera sido mejor…

Entreabrió los ojos al sentir como una descarga eléctrica fulminaba sus entrañas, al tiempo que una nueva arcada sacudía su cuerpo y la oxicodona parecía más que lista para hacerle reventar desde dentro. Pequeñaja vengativa…

Aquello no era sino la confirmación definitiva de lo que aquel hombre llamado "Padre" le había espetado desde que tenía uso de razón. Que era un desagradecido, un desgraciado patológico, un perdedor incapaz de hacerse cargo de sus propios fracasos. El Viejo. El Coronel- las-guerras-se-ganan-peleando- Señor, sí, señor- House vería cómo su Dios, su Patria y su puta Justicia le daban la razón una vez más.

La última decepción.

Una punzada de vergüenza, de humillación, le atravesó la nuca. Intentó aferrarse al sillón, al borde de la mesa…a cualquier punto de fijación que no estuviera dando vueltas alrededor de la habitación, pero el pulso le temblaba y los dedos parecían no querer responderle.

Fue una muy mala idea ponerse en pie para buscar otra botella con que ahogar sus penas. Se desplomó automáticamente. Su cuerpo buscaba inconscientemente el refugio de la horizontalidad extendido a todo lo largo de la salita, evitando de puro milagro la esquina de la mesa en el descenso.

Arañó el parqué al recordar el púrpura tatuado en el rostro del internista, y cómo en la esquiva mirada había muerto la admiración, reemplazada por un respeto formal, frío, carente de fe y más próximo al que ostentaba Foreman por puro compromiso cada vez que daba con la resolución de un caso.

Los pequeños cristales de vidrio se le hincaron en la piel y en la carne temblorosa, pálida y fría. Ahogó una exclamación fijando tras sus párpados apretados la imagen de la mirada almibarada de Cameron, su consternada y particular enfermera Nightingale, dispuesta a auxiliarle de sí mismo y de los infortunios que él mismo se creaba. Rescató de su memoria el roce balsámico de las manos de Cameron mientras atendía las heridas autoinfligidas. La desilusión viva en el mohín de sus labios fruncidos, al haberse lanzado al vacío desde el pedestal de oro, el altar sagrado que le tenía reservado. Revivir ese microsegundo fue sentir el escozor del alcohol (y el cristal) y la genuina preocupación (y la hiel en los labios) en sus palabras. A pesar de que disfrazar del candor de antaño y de excusas sus motivaciones para realizarle aquella visita, era incapaz de abandonarle. Se sentía responsable de él, y la despreciaba en parte por plantar en él la semilla de la dependencia. O aprendía deprisa del gran maestro que era él, o Cuddy había sabido aleccionarla en última instancia para que le sonsacara información. Muy convincente… tanto, que incluso había desistido de su propósito de manipular los sentimientos que despertaba en la joven para su beneficio y plantear un "quid pro quo", como había hecho con Foreman.

Se sentía extenuado. Sólo quería que aquella montaña rusa de dolor, de pérdidas, de peligro y tensión constantes, de recelo, parara. Que el maldito tratamiento experimental con ketamina no hubiera funcionado nunca, que nada ni nadie le hubiera dado alas que luego pudieran ser cortadas trágicamente, avivando su talante miserable y, en una concatenación de terribles casualidades, por culpa de su personal encanto y el de aquel gilipollas integral con placa y pistola, le hubieran condenado a cometer el tremendo error de insertar un puto termómetro por el culo a aquel Colombo de pacotilla.

Convulsionó entre flashes de ojos pardos, amables y comprensivos fruncidos en incredulidad y desnudos ante la traición. Los gritos. Las amenazas. El ofuscante y forzoso ultimátum, proferido con angustioso desespero.

Con la misma ansiedad agónica, espinosa, con que la voz ronca de Cuddy resonaba en su cabeza, reproduciendo su súplica de que claudicara. Nunca admitir su derrota, sólo liberarse. Liberarse… El espejismo de los ojos azules, anegados de culpabilidad, se le clavaron en el pecho.

He fallado.

Les he fallado.

Me he fallado.

Supo que había un hijo de puta en toda Jersey que esa noche tendría la cena de Nochebuena más gratificante de su miserable existencia. Gradualmente, su conciencia se perdió entre las guirnaldas densas de un sueño profundo y negro como la Nada. O el carbón.