PREFACIO
La luz de la luna llena iluminaba siniestramente la aterradora escena.
Allan no había exagerado, Alyssa había dicho la verdad, sus fuerzas se habían incrementado hasta lo increíble, hasta lo imposible.
Eran muchísimos, 71 si mis cálculos no fallaban, y nunca había deseado tanto que fallaran.
Ya no se movían con la misma turbadora gracia y precisión que recordaba del anterior encuentro.
Habían dejado de lado toda formalidad, toda hipocresía: caminaban rápidamente, pero sin correr, desordenadamente. Iban entremezcladas las diferentes tonalidades de gris.
Eso me gusto, que nos saltáramos el absurdo intercambio de palabras y pasáramos directamente a la matanza.
Pese al repentino desorden, todos tenían algo en común: la misma expresión de odio, rabia e instinto homicida, y en los ojos de intenso color escarlata, tenían escrita la absoluta determinación de asesinarnos a todos, de ser posible a través de un método doloroso.
A mis espaldas, oi el sollozo ahogado de Renesmee.
