10 Cosas Que Odio De Ti
By: Vidian y Ary Valentine.
Disclaimer: Los personajes pertenecen a CAPCOM, la trama es de "La fierecilla domada" del gran William Shakespeare y también del director de la película "10 Cosas que odio de ti", Gil Junger, quien adaptó de manera moderna la obra de Shakespeare al cine contemporáneo. No tenemos fines de lucro, sólo entretención.
Notas de Vidian y Ary: Nos inspiramos en la película nombrada anteriormente, el fic lleva el mismo nombre, es una adaptación que quisimos realizar con los personajes de RE, por lo cual, aquí no habrán zombies ni atentados bioterroristas, es un UA (universo alterno) cambiaremos algunas cosas, así como también agregaremos más personajes. Cualquier duda manifestarla en los reviews.
Capítulo I : El primer día
"¡Pi, pi, pi, pi!"
El despertador comenzó a sonar escandalosamente. Ahora sus sueños se habían visto frustrados por ese maldito aparato; pero lamentablemente era el único método para despertarse por las mañanas, a menos claro que quisiera escuchar los escandalosos gritos de Chris desde la sala.
"¡Pi, pi, pi, pi!"
Tenía cubierta la cara con las sabanas, sólo su mano se asomó entre ellas, tanteando toda la mesita de noche hasta hallarlo y de una vez por todas silenciar aquel aparato. El despertador no únicamente se había callado, sino que también había ido a parar al suelo debido a la fuerza que empleó aquella chica de cabellos rojizos. Arrojó las cobijas a un lado y se levantó de la cama de un solo movimiento. Tenía el cabello completamente desordenado, nada que le preocupara realmente.
—Un día más en un colegio mediocre —bostezó.
Comenzar un nuevo ciclo escolar, era como iniciar una nueva vida en el mundo animal. Los chicos de su edad no prestaban atención a las cosas importantes de la vida, lo único que les interesaba al finalizar las clases, era saber a quién se llevarían a la cama esa noche. La razón solía perderse cuando a la mayoría de esos chicos se les ocurría mezclar sus deseos con debilidad, en otras palabras, con sentimientos. ¿Enamorarse? Esa palabra estaba muy bien resguardada en su lista de vocabulario ambiguo desde hace un buen tiempo, y muy probablemente continuaría ahí. Resopló, vaya que le esperaba un largo día en el colegio. Bajó hasta llegar al comedor. Y ahí estaba un ejemplo claro del plástico que hoy en día representaban la mayoría de los adolescentes; la superficialidad y el bajo intelecto ocupaban un lugar en ese comedor de cinco.
—¿Sabes? Hay un invento buenísimo, lo llaman peine, podrías intentar usarlo algún día. —Habló desde su lugar una singular rubia.
—O podrías metértelo por el trasero.
—¡Ya basta! ¿Es que acaso siempre tienen que estar peleando?
La grave voz de Chris Redfield al fin se hizo escuchar. Era un lío detener las discusiones continuas de ese par; parecía que ambas habían nacido con la misión de fastidiar a la otra. Pero eso no podía suceder en presencia del Redfield mayor, ¡no señor!, esas mocosas aprendían a comportarse por las buenas. Era un joven que había adquirido responsabilidades a muy corta edad, como hacerse cargo de Claire a partir de la perdida de sus padres hace un par de años. Pero eso no le había detenido en ningún momento, hoy era un joven trabajador, empleado de la famosa empresa Umbrella Inc. Un chico en plena juventud, apuesto a más no poder, pero con un dolor de cabeza que llevaba por título: Claire vs Sherry. Cuando aceptó tener de huésped a la rubia, jamás imaginó lo mal que se terminaría llevando con su hermana. En algún momento pensó que tener a la hija de su tío William con ellos sería un buen distractor para Claire, pues podrían salir juntas y ser confidentes una de la otra, pero que equivocado estaba.
—Tenemos que irnos, no pienso llegar tarde el primer día. —Exigió la rubia, al tiempo que tomaba su bolso dispuesta a salir.
—Pues ya lárgate —contestó con tranquilidad.
—Por supuesto que me voy, no me haces falta.
Tomó la perilla de la puerta, pero antes de intentar siquiera abrirla, la voz de Chris la detuvo.
—Alto ahí, señorita —carraspeó.— Creo que ambas recuerdan perfectamente las reglas.
Primera regla importante para quienes estaban bajo la tutela de Chris Redfield: "Si Claire no te acompaña, NO SALES"
—Tan sólo voy al colegio, Chris.
—Reglas son reglas —acotó— andando, Claire.
La pelirroja se levantó a regañadientes, el pesado de Chris había puesto bajo su cuidado a la siempre emperifollada Sherry Birkin. A pesar de que las reglas de su hermano la molestaran, esa en especial le hacía sonreír con orgullo, pues Sherry dependía de lo que ella hiciera.
—No pienso irme en tu motocicleta, llevo falda.
—No pensaba llevarte. —Se colocó el casco — y será mejor que te des prisa o perderás el autobús — canturreó, al tiempo que señalaba el transporte escolar el cual ya comenzaba a irse. Arrancó su motocicleta y en seguida emprendió la marcha. Sonrió triunfante, esa era la mejor forma de hacer exasperar a la muñequita rubia.
La observó por el espejo retrovisor, se había quedado completamente indignada y enojada.
—Espero que sepas correr, Sherry.
Una sonrisa más se formó en sus labios. La joven Birkin estaba ahí parada, sólo observando como Claire se perdía al dar la vuelta en la próxima esquina. Esa chica se encargaba de hacerle la vida difícil. Maldita sea la hora en que decidió ir a estudiar al colegio de Raccoon City, pero claro, tenía que ser el mejor bachillerato del que haya tenido noción, y que por supuesto, la mantenía lo suficientemente alejada de sus padres. No tenía más remedio que aguantar a la insoportable y muy amargada hermana de Chris Redfield. No la comprendía ni un poquito, era una chica completamente extraña. Claire Redfield tenía que ser un fenómeno de la sociedad. Jamás había tenido la desgracia de conocer a una persona tan hosca.
—¡Maldición!
Miró su reloj, era tarde. Ya había perdido el autobús, Claire le había abandonado a su suerte, y ahora su único medio de transporte eran sus pies. Pataleó un poco antes de comenzar a caminar. No cabía duda, su estadía en el colegio de Raccoon City sería larga. Suspiró, ya no había nada qué hacer.
Otra vez sucedía lo mismo de todos los años al iniciar una nueva etapa académica, se había levantado cinco minutos antes de que empezaran oficialmente las clases, como era de esperarse; su madre no se había tomado la minima molestia de despertarle temprano sabiendo que nunca tomaba en cuenta el despertador.
Salió con pereza de la cama encaminándose al cuarto de baño, se dio una rápida ducha y a la vez cepilló sus dientes, tomó las primeras prendas de vestir que halló limpias y velozmente descendió las escaleras. Siendo sincero, no tenía ánimos de ir a ningún lado, pero sabía que sin terminar la escuela difícilmente tendría un futuro optimista, desde el divorcio de sus padres asumía por sí solo su responsabilidad de ir a estudiar, su progenitor estaba demasiado ocupado en su nuevo matrimonio y su madre se había dedicado en su totalidad a la exitosa vida laboral que llevaba hoy en día, tanto así, que Leon no recordaba con exactitud cuándo había sido la última ocasión en que se habían sentado juntos a la mesa, ella vivía su vida completamente ajena a lo que sucedía con la de su único hijo, o sea él.
Producto de lo anterior, Leon Scott Kennedy experimentaba una adolescencia un tanto cruda, que salía de lo objetivamente cotidiano… no por querer llamar la atención de sus padres, sino que actuaba así por el simple hecho de hallarle un sentido racional a su extraña rutina. No se relacionaba directamente con los chicos de su salón, le parecían inmaduros e idiotas y constantemente discutía con sus maestros por ignorar de manera monumental sus clases, la sala de retención los días sábados se comenzaba a transformar en su segundo hogar. Sus amistades se ligaban con personas más grandes, por lo general de unos veinticinco años aproximadamente, también solía concurrir con frecuencia a los distintos bares de la ciudad, bebía alcohol desde los quince y fumaba hace un año, por lo que asistir a los bailes estúpidos que realizaban en el bachillerato le resultaba sumamente infantil y aburrido, prefería mil veces estar ocupando su tiempo en jugar una buena partida de pool en compañía de Billy Coen, uno de sus pocos amigos.
A causa de su nula socialización con sus pares, habían surgido una serie de mitos respecto a su persona, el rubio no conocía con exactitud de qué trataban cada uno, sin embargo, deducía que no era nada agradable, considerando que por los pasillos del recinto estudiantil no lo miraban con buena cara, incluso creía que le temían y quizás era mejor así.
Llegó hasta la cocina de su casa comprobando en el camino que todo estaba desordenado, se aproximó al refrigerador y tomó una hoja de papel que yacía afirmada con uno de los imanes decorativos.
"Hijo, estaré dos meses fuera de la ciudad. Dentro de unos días te enviaré dinero."
Ni siquiera dejaba una explicación, ni una muestra de afecto. Leon arrugó el papel y lo arrojó al basurero, ya no le sorprendía en lo absoluto. Abrió la nevera con intenciones de encontrar algún aperitivo digno para desayunar, suspiró al ver el interior completamente vacío, únicamente había una caja de leche, la tomó y comprobó que definitivamente no había nada para comer en lo que supuestamente debería llamar "hogar", contuvo el impulso de quemar su casa, al menos en la escuela comería algo. Agarró su bolso sin revisar si llevaba algún libro, con pasos desganados se dirigió a su camioneta. El autobús era para imbéciles.
Jake Wesker Muller estaba nervioso, a sus cortos dieciséis años de vida afrontarse al drástico cambio de colegio no era algo simple, menos en la actual sociedad y considerando que Raccoon City no era una ciudad de adolescentes fáciles de tratar, pero procuraría tomárselo con calma, después de todo no podía ser tan malo formar parte de un nuevo ambiente, tal vez una innovación era lo que ciertamente requería.
La secretaria de la escuela lo había recibido, era consciente de que probablemente tendría un trato diferente al resto de los chicos nuevos, tomando en consideración que era el hijo de uno de los flamantes accionistas de la empresa Umbrella Inc, su padre Albert Wesker era popularmente conocido por su importante labor y su intachable trayectoria como empresario. En consecuencia , Jake era miembro y heredero de una de las familias más adineradas de Raccoon, pero el ostentoso capital que manejaban no era interés principal en la vida del muchacho, anhelaba largarse por un largo viaje a través de todo el mundo, llevando junto a él su guitarra cargada en el hombro y quizás un par de pesos en el bolsillo, la música y la aventura era la utopia más grande que poseía, lamentablemente para su padre aquel sueño no era más que un pensamiento tonto, carente de madurez, no obstante; Jake procuraría seguir con su objetivo.
—Jake, la orientadora te está esperando, puedes pasar —indicó amablemente la mujer robusta que ejercía labores administrativas, el joven sólo asintió con la cabeza y caminó en dirección al despacho que ella le indicaba.
Svetlana Belikova era la encargada principal de la estabilidad emocional de los alumnos del colegio, sus años de antigüedad como profesora le habían proporcionado la experiencia precisa para tomar en sus manos el cargo de consejera estudiantil, además siempre había deseado trabajar en un despacho para sí sola y en él encontrar la paz que necesitaba para llevar acabo uno de sus sueños juveniles frustrados: escribir una novela, y no una romántica o común, la mujer de rasgos rusos ansiaba publicar y plasmar todo el erotismo que permanecía oculto en sus pensamientos mediante una obra literaria basada en el sexo.
Permanecía sentada al frente de su ordenador, redactando las primeras líneas pasionales que compartían los protagonistas de su historia, pero su narración siempre se veía interrumpida con la llegada de algún estudiante problemático o por el simple motivo de quedarse obsoleta de vocabulario, encontrarle sinónimo a palabras que socialmente no eran bien aceptadas no resultaba ser una tarea fácil. Una escritora emergente necesitaba estar profundamente concentrada, cerró sus ojos buscando la manera correcta de referirse al miembro masculino de su personaje.
El hijo de Albert Wesker entró en la estancia esbozando una sonrisa, Svetlana devolvió el gesto realizando una señal con su mano para que tomara asiento, el muchacho accedió de inmediato sentándose frente a la mujer de cabellera rubia.
—Dame unos segundos, enseguida te atiendo —se justificó, Jake asintió en silencio moviendo desganadamente su cabeza.
Belikova redactó alegremente posicionando los dedos en el teclado.
"Al deslizar las manos sobre sus muslos, ella sintió como su miembro latía de deseo"
Regresó sus orbes azules en dirección al joven pelirrojo y le sonrió cínicamente, miró unos informes que tenía sobre su escritorio y levantó uno de los papeles poniéndose de pie al leerlo.
—¿Jake Wesker Muller, verdad? —Él volvió asentir. — ¿Eres hijo del empresario Albert, no?
—Sí, mi padre es miembro destacado del directorio en Umbrella y…
—Perfecto —habló interrumpiéndole. — No necesitamos saber más, debes estar consciente de que esta escuela no tiene nada extraordinario, acá encontrarás a las mismas bestias bastardas que aprovechan la primera oportunidad para ponerte una patada en el culo — Jake frunció el ceño observándola incrédulo y consternado.
—¿Está segura de que ésta es la recepción de orientación y admisión estudiantil? —musitó aún impactado por las palabras de bienvenida.
El joven de cabellos rubios descendió de la vieja camioneta color gris, tomó su bolso y se dispuso aproximarse a su clase, su estómago rugía tal cual como lo haría un león hambriento, odiaba no haber nacido en una familia normal con una madre preocupada por su hijo, como habitualmente solía ser.
—¿Tienes hambre?
Leon giró el rostro al reconocer a la propietaria de esa particular voz, sonrió al verla, arrugó su nariz y tapó sus ojos con una mano al recibir la potente luz solar sobre su cara, a esa hora de la mañana alumbraba con mayor potencia.
—Como siempre —respondió.
Ada le tendió un paquete de galletas de chocolate que recientemente estaba consumiendo, el chico no titubeó en recibirlo. La muchacha de cabello oscuro y rasgos orientales comenzó a caminar al interior del colegio, él le siguió los pasos.
—Gracias, para ser una ex-novia eres bastante simpática y atenta.
—¿Debería ser de otra manera, Kennedy? —replicó deteniéndose frente a su casillero, lo abrió y comenzó a seleccionar algunos libros.
—Hay chicas que terminan odiando al hombre que rompió su corazón.
Argumentó llevándose una galleta a la boca, la joven de orbes pardos, enarcó una ceja, se giró sobre sus talones quedando cara a cara con Leon.
—¿Y quién te dijo que me habías roto el corazón, guapo? —Cerró la puerta metálica, y presionó los libros sobre su pecho mientras lo miraba fijamente. — ¿No habrá sido al revés?
Sin esperar respuesta empezó alejarse de Leon, quien se había quedado estático en su lugar y completamente abstraído del entorno, por inercia se llevó otra galleta a los labios. Las mujeres siempre serían un tema complejo en su vida, partiendo por su madre hasta todas las novias que había tenido a sus dieciocho años, Ada Wong no había sido la primera, pero quizás sí una de las más importantes e influyentes, a final de cuentas su relación no había funcionado por las constantes dudas que ella le generaba, por lo cual, Leon optó por terminar todo a los seis meses, aun así, era una de las pocas personas en esa escuela que se atrevía a hablarle y en parte lo agradecía.
Una muchacha de cabellera castaña y corta entró corriendo por el pasillo principal del bachillerato, Leon frunció el ceño al verla y al notar que se acercaba jadeante a él.
—¿Te venía persiguiendo Godzilla? —Inquirió divertido, la jovencita lo fulminó con la mirada intentando recuperar el aire.
—¿Billy dejó algún mensaje para mi?
Su compañera Rebecca Chambers, era la novia de su amigo hace más de un año, todavía no comprendía cómo un vagabundo como él había cautivado a la chica genio de su clase.
—Vendrá por ti a la salida ¿Por eso corrías? —suspiró enamorada y sonrió. Leon bufó dirigiéndose a las escaleras.
—Antes de que me olvide, Kennedy… será mejor que vayas donde Svetlana. —El de ojos azules la miró abrumado.
—¿Para qué me quiere ver la vieja? —indagó, Rebecca sólo se encogió de hombros y emprendió camino a su aula de estudio — ¿Qué diablos hice ahora? — susurró caminando hacia el lugar mencionado por su compañera.
La consejera estudiantil seguía bastante entretenida delante de su ordenador. Ninguna idea llegaba a su cabeza, trataba de concentrarse en la siguiente línea de su novela erótica, pero los adolescentes delincuentes no sólo se conformaban con desviar su conducta, sino también sus pensamientos; resultaba casi imposible recibir inspiración cuando los gritos y comportamientos de adolescentes que parecían estar en celo no paraban de sonar por todos lados, y menos aun cuando cada cinco minutos tenía delante de su escritorio a algún alumno problema. Así definitivamente jamás concluiría su novela. Cerró los ojos cuando de repente una idea se coló por su mente, esa necesidad de escribir apareció de nuevo, un nuevo diálogo atravesó por su cabeza. Colocó los dedos sobre el teclado, de inmediato abrió los ojos posicionándolos frente a la pantalla, y comenzó a redactar.
"Rozó con su mano su entrepierna y pudo sentir su enorme…"
Y se paralizó, no tenía una buena palabra para sustituir la que tenía en mente. Buscaba un sinónimo que no causara tanto conflicto a la hora de leer, tan sólo una palabra que fuera entendible pero sin llegar a sonar mal a los oídos de señoras de casa deseosas de sexo.
"Rozó con su mano su entrepierna y pudo sentir su enorme dureza llena de deseo"
—¿Estaba buscándome? —preguntó desde el umbral de la puerta.
Y ahí, parado frente a la puerta, estaba uno de los motivos por el cual su sueño de escribir una novela llena de sexo, seguía frustrado. Los alumnos desviados resultaban un gran problema para poder cumplir con su meta, ellos eran los que se encargaba de joder su inspiración. Cerró su computadora, se levantó de su asiento y se dirigió hasta ese muchachito al que poco le faltaba para obtener una tarjeta de membresía en su oficina.
—Leon Scott Kennedy, se te está haciendo costumbre visitar mi oficina —atacó un tanto sarcástica.
—Lo hago sólo para poder verla ¿Apago las luces? —sugirió fingiendo seducción.
—Muy simpático, Kennedy —le miró antes de avanzar hasta su escritorio y tomar una nota que estaba sobre él—. Aquí dice que exhibió sus…partes íntimas en la cafetería.
—Se trataba de un embutido —se defendió tranquilamente.
Svetlana Belikova se paseaba por su oficina tratando de meditar lo que le acababa de decir aquel joven. ¿Es que acaso esos muchachitos creían que ella era tonta? Se acercó de nueva cuenta hasta quedar delante de él, le miró y sonrió.
—Y aparte de simpático…optimista. —Habló, al tiempo que daba una fugaz mirada a la entrepierna del chico.
—¿Qué…? —expresó desconcertado; su ceja se enarcó y sus labios estaban ligeramente abiertos. Vaya que esa vieja sabía ser sarcástica, y extraña…muy extraña.
—Largo de aquí —contestó con una sonrisa.
El muchacho se salió de la oficina completamente confundido. En cuanto él se marchó, se acercó hasta su escritorio y retomó la labor que se había visto interrumpida por el mayor alumno problema de la historia en el bachillerato de Raccoon City. No todo había sido malo con la visita de Leon Scott Kennedy, al menos le había dejado una idea para continuar con su escrito. Abrió su laptop y deslizó nuevamente los dedos por el teclado.
"Rozó con su mano su entrepierna y pudo sentir su enorme embutido lleno de deseo"
Sonrió ampliamente. Ahora tenía frente a ella, una fantástica línea para su novela erótica.
Jake suspiró por enésima vez en el día, aún no se explicaba qué había sido esa clase de recibimiento de parte de la consejera Belikova, ¿acaso esa escuela sería una especie de circo psicópata?, si los maestros y otras autoridades del recinto educacional actuaban de manera extraña, ya imaginaba el comportamiento en que lo harían los alumnos.
Caminó con la vista perdida por medio del pasillo, no tenía ni la más mínima idea de la ubicación de su respectivo salón. Se quedó parado a medio camino buscando con la vista alguna pista que le indicase a qué lado debía dirigirse, repentinamente se acercó a él un chico de aparentemente su misma edad, era un poco más bajo que él y portaba una vestimenta bastante anticuada respecto a la época, no había que ser un genio ni Sherlock Holmes para deducir o asegurar que aquel tipo era el nerd del bachillerato.
Su camisa azul abotonada hasta el cuello casi al punto de asfixiarlo era una gran señal, cabe decir, que la llevaba metida dentro de su pantalón de tela marrón, y el pulcro lustrado de sus zapatos no podía quedar ausente, ante cualquier obispo serían una especie de joven ejemplar, para Jake y el resto de los jóvenes simplemente era un pobre ridículo, pero no estaba en posición de escoger a sus amistades, no aún. Así que sin más opción estrechó su mano con la de él en un cordial y amable saludo de bienvenida.
—Hola, bienvenido a Raccoon City, soy Piers Nivans, te daré la bienvenida —separaron sus manos dedicándose una sonrisa.
—Hola, ¡Qué alivio! aún no me acostumbro a este maldito lugar —masculló sintiéndose horriblemente incómodo.
Piers le dio una palmada en la espalda en señal de apoyo, Jake alzó una ceja al sentir sobrepasado su espacio personal. el de cabellera castaña lo captó y apartó su brazo lentamente, sacó un pequeño papel de su bolsillo y leyó el nombre de su nuevo compañero.
—¿Jake, verdad? —Preguntó, el aludido asintió y juntos comenzaron a caminar. — Mira, por allá — señaló una dirección con su dedo índice — están los populares, los de rostros bellos y presumidos. Si ellos no te dirigen la palabra, mejor ni siquiera te molestes en intentar entablar una charla.
El de cabellera rapada frunció ambas cejas, liberó un resoplido y a la vez les echó un vistazo.
—¿Son tus reglas o las de ellos?
—Ya verás —fue la simple contestación de Piers. Pasaron por el lado de dos chicos de estatura imponente, atractivos físicamente, no eran más que los clásicos jugadores de rugby, exitosos desde tiempos inmemorables. Con voz tímida y casi al punto del susurro, Nivans les saludó ganándose un insulto de parte de ellos, Jake analizó la escena perplejo —¿Lo ves?— aseguró siendo indiferente a lo ocurrido hace unos segundos.
Salieron del pasillo para adentrarse al patio, que parecía estar más repleto de personas que el anterior escenario.
—A la izquierda están los adictos al café, son algo nerviosos —Jake asentía a cada descripción y simplemente le seguía el andar. — Acá están los confusos, los que no tienen identidad. — Eran un grupo de rastafaris sentados perezosamente sobre unas sillas de plástico color blanco, por sus expresiones no se les hacía extraño que hubiesen estado consumiendo marihuana o alguna sustancia alucinógena que "los liberara", como ellos solían argumentar. Piers continuó. — Se creen Bob Marley y defienden los derechos de las personas de color, prácticamente se consideran uno más de la raza.
—¿Fuman hierba? —indagó Jake interesado, su compañero asintió de inmediato.
Siguiendo la travesía, llegaron hasta una mesa en donde permanecían congregados varios chicos y chicas de aspecto formal, el castaño de orbes color miel arregló su cabello al pasar cerca de ellos.
—Ellos son los futuros empresarios —explicó en un murmullo, en estas instancias el hijo del accionista de Umbrella ya estaba harto y sofocado de recibir tanta información, parecía que nada iba a callar a su actual "guía".— Hola chicos — Piers saludó animoso tocando el hombro de una de las muchachas, esta vez, recibió miradas asesinas en respuesta. Siguieron su marcha bajo un silencio incómodo. — Yo era parte de ellos ¿sabes?
—¿Y qué pasó? —inquirió.
—Corrieron el rumor de que yo compraba mi ropa sólo en ofertas —detalló algo avergonzado.
—¿Y por eso te odian? —farfulló colérico, ladeó el rostro intentado pensar en otras cosas, sus compañeros nuevos no le agradaban en lo absoluto.
Estaba de acuerdo; Piers Nivans era un perdedor de magnitudes colosales, pero no merecía un trato así, no era una mala persona. Al enfocar sus orbes azules grisáceos en otra dirección vio lo que estaba deseando ver desde que había ingresado en esa jodida escuela, algo que lo motivase a levantarse en las mañanas, una chica que fuese la musa inspiradora de sus composiciones musicales. Y en ese preciso instante la estaba admirando.
Sherry Birkin hacía ingreso de manera triunfante, la mayoría de los muchachos volteaban a mirarla, pese a que iba acompañada por otra chica de apariencia similar, ella era el único centro de atención y por su expresión quedaba en claro que le encantaba serlo. Jake la contempló fascinado, netamente anonadado, en toda su vida había visto tanta perfección en un solo cuerpo. La vio pasar lentamente evitando perderse el más pequeño e insignificante de sus detalles.
Tragó saliva y al instante regresó la atención a Piers.
—¿De qué grupo es ella? —investigó entusiasta.
—Del grupo de las imposibles —contestó por modo reflejo, el pesimismo en su voz era notorio— Sherry Birkin.
—Me muero por hablarle —expresó sin despegarle la mirada por un segundo. — Es hermosa.
—Y muy madura… de seguro —musitó Piers con ironía. Se quedaron en silencio y se posaron detrás de la rubia que charlaba con su amiga.
—Ashley, tú opinas igual que yo ¿verdad?, porque amar es diferente a querer, es decir, quiero tener un auto, pero amo mi abrigo.
—Pero yo amo mi auto —replicó la otra jovencita, Birkin frunció el entrecejo.
—Eso es porque no tienes ropa de marca. — Ashley Graham estuvo de acuerdo con ese argumento.
Ambos se quedaron viendo como se alejaban y se perdían entre los demás alumnos. Piers observó con lastima a quien ya consideraba su nuevo mejor amigo.
—Mejor olvídala, es la prima de Chris Redfield, destacado trabajador de Umbrella y fue un alumno muy popular de esta escuela, pero es un tipo difícil de llevar, prácticamente es un tirano sobreprotector. También es el hermano mayor de Claire Redfield, otra chica complicada, es un hecho que ellas no salen con ningún chico.
Sin embargo, aquello no era motivo suficiente para detener a Jake, simplemente liberó un "sí" carente de vida.
Ya era un hecho, estaba parada justo a la mitad de una jungla llena de animales salvajes e irracionales. Esos chicos y chicas, iban y venían por los pasillos con las hormonas alborotadas; la mayoría de las charlas que alcanzó a escuchar, carecían de sentido y razón, el porcentaje más alto se centraba en el baile que cada año organizaba la escuela sin motivo aparente, o al menos ella jamás le había encontrado una finalidad interesante. Las adolescentes sólo tenían cabeza para pensar acerca del vestido que usarían esa insignificante noche, y los chicos pensaban en lo que podrían obtener luego de tomar algunas cervezas.
Como había dicho: una jungla llena de animales salvajes e irracionales. Tampoco se trataba de generalizar a las personas, ¡No!, aunque casi estuvieran a punto de extinguirse, aún existían otros jóvenes de su edad que sabían usar su cerebro a la perfección y que por supuesto, no se la pasaban hablando de cosas meramente banales. Era afortunada al haber hallado a una persona de esa especie en ese bachillerato. Una de las pocas chicas que no se la pasaba hablando sobre los zapatos de moda en verano, el vestido que usó Angelina Jolie, o de su virginidad a punto de perderse, esa era Jill Valentine; ella era lo más cercano a lo que la mayoría de las personas nombra: amiga.
—Tenía la esperanza de que se olvidarían del baile este año —habló la castaña al acercarse a la Redfield menor.
Los carteles para el baile de ese año comenzaban a tapizar las paredes de la escuela. Las chicas emocionadas iban y estampaban esos molestos carteles en cualquier lado, incluso en el baño sus ojos eran salvajemente atacados por esas imágenes. Estaba segura de que ese cartel sería lo único que leerían en ese año gran parte de la población estudiantil, no tenían interés por nada más. Otra chica loca pegó un cartel más en la pared.
La peculiar pelirroja rodó los ojos los ojos al ver a aquella chica, suspiró pesadamente y se acercó hasta ese anuncio. Sin contemplación alguna arrancó el cartel de un sólo tirón. La chica que había colocado el anuncio y todos los que estaban cerca de la escena, le miraron indignados.
—Eres mi héroe. —Proclamó la castaña con una enorme sonrisa.
—Sólo me evito una infección en los ojos —contestó encogiéndose de hombros.
Ambas caminaron hacia el interior de la escuela. Poco les importaba las miradas que habían logrado arrastrar con la pasada acción. Se encaminaron hasta su aula, ya era hora de clase con el profesor más severo de toda la escuela. Jack Krauser, ese era el nombre del profesor más temido de todo el bachillerato, y no sólo por sus exuberantes y preocupantes músculos, sino por esa boca llena de sarcasmo y comentarios sin contemplación.
No había alumno en esa escuela que no se viera afectado por alguna de sus críticas. En la enorme cabeza de Krauser lo cierto era que, toda esa bola de estúpidos y precoces alumnos necesitaba de vez en cuando alguno de esos comentarios para bajarlos de la nube en la que les gustaba mantenerse. Era uno de esos profesores que no temía en ningún sentido llamar "idiota" a todo aquel que se lo mereciera. Quizás la única que no le temía a aquel desquiciado profesor era Claire Redfield, jamás se había amedrentado a la hora de expresar su opinión, aun si esa no era del agrado de sus compañeros o del profesor mismo. Siempre terminaba diciendo todo lo que pensaba, y por supuesto, en la mayoría de ocasiones había terminado en la oficina de consejería estudiantil por sus comentarios considerados a voz del enorme Krauser: "fuera de lugar".
—Muy bien, inútiles, ¿Qué les pareció el soneto "al romper el alba"?
Ahí estaba la tradicional y peculiar forma de Jack Krauser a la hora de referirse a los estudiantes.
—Fue muy romántico, ¡Me encantó! —expresó una chica en el fondo del aula.
—¿Hemingway? ¿Romántico? —preguntó la pelirroja con ironía. — Era un idiota alcohólico y misógino que pasó su vida atosigando a Picasso, sólo carroñando sus desperdicios.
Y como era de esperarse, el comentario de la Redfield no podía faltar en sus clases. Tanto sus compañeros como el profesor venían venirlo, sólo era cuestión de tiempo. Algunas expresiones de molestia por parte de sus compañeros, y los ojos llenos de irritabilidad de Krauser, era la respuesta que estaba acostumbrada a obtener luego de exponer sus ideas.
—Al menos él tenía amigos.
Un par de bancas atrás, un joven pelirrojo y engreído que llevaba por nombre Steve Burnside, se burló. Los chicos cercanos a él, rieron luego de su petulante comentario.
—¡Cierra la boca, tonto! —el profesor Krauser hizo uso de la palabra, y el pelirrojo de inmediato guardó silencio.
Los alumnos estaban acostumbrados a ese trato por parte de él, pero Burnside ya era un cliente preferente de su sarcasmo. El chico se ganaba todas y cada una de las palabras que le decía, pues siempre era el típico chico que intentaba hacer reír a sus compañeros con comentarios tontos. No se trataba de defender a la joven pelirroja, ni siquiera le agradaba, tan sólo trataba de defender su cordura de alumnos estúpidos como él.
—Creo que esta sociedad le dedica mucho tiempo a los hombres cretinos y ridículos —la pelirroja tomó nuevamente la palabra, sólo que esta vez dirigiéndose directamente a Steve.
La puerta del aula se abrió bruscamente dando paso el siempre impuntual Leon Scott Kennedy.
—¿Me perdí de algo? —preguntó el recién llegado, robando la atención de todo el grupo.
—Son malos valores patriarcales en nuestra educación —continuó Claire sin darle mayor importancia al muchacho.
El chico fue ignorado por aquella pelirroja, pero tampoco es como que le importara. Muy pocas veces entraba a tomar clases, pero esas pocas veces le había servido para saber que aquella muchacha causaba controversia con cada cosa que decía, nada realmente novedoso.
—Ah, de nada. — Sonrió y en seguida volvió a salir del aula.
—¡Vuelve aquí, inútil! —gritó el profesor, pero ya era demasiado tarde, aquel joven había salido sin preocupación alguna.
—Profesor, puede decirle a Claire que pase a tomar su medicina antes de venir a la escuela. —Habló nuevamente el pelirrojo.
—Esa chica algún día te va a romper los dientes, ¿Y sabes qué? Yo estaré ahí para grabarlo todo —contestó Krauser, logrando borrar la estúpida sonrisa de su cara. Continuó. — Y, Claire, todos aquí agradecemos tus siempre…interesantes y quejumbrosos comentarios, pero no hacían falta esta vez, te lo aseguro. Ahora, ve a la oficina y pon tus quejas con la consejera.
—¿Qué?... Pero, señor Krauser —intentó abogar.
—¡Largo! —sentenció, y sin pena alguna, continuó con su clase normal.
Esa fue la oportunidad perfecta de Steve Burnside para burlarse de la pelirroja. Se marchó no sin antes empujar a Steve con su bolso. Era algo que sucedía muy a menudo; todos estaban acostumbrados a ver salir a Claire de ahí por indicaciones directas del profesor. Tampoco era algo sorprendente para la Redfield, ya conocía perfectamente el camino hacia la consejería, y por supuesto a la loca consejera.
Terminado el primer bloque de clases, los muchachos se dispusieron a disfrutar del receso, Sherry en compañía de Ashley Graham se desplazaron con plena libertad y seguridad por el poblado patio principal de la escuela, Birkin pasó estratégicamente delante del grupo más popular con claras intenciones de no ser inadvertida por un chico en particular. No era un misterio para nadie, pero a la rubia le fascinaba ser el centro de atención, más aun, cuando el genero involucrado era el masculino.
Ajustó un mechón de cabello detrás de su oreja y sonrió al contactar visualmente con el engreído y proclamado Steve, éste le guiñó un ojo siguiendo el filtreo. Ashley observó a su amiga con cierta envidia.
Cada miembro que lograba ingresar al muy particular y seleccionado grupo debía pertenecer a las familias elite de la actual polis que habitaran. En sus reuniones y fiestas solían tratar sobre temas contemporáneos, por lo general mantenían platicas de acuerdo a las clases sociales inferiores, por supuesto que burlándose de ellos, se contaban chismes y hablaban mal de las familias en crisis financieras, y también trataban tópicos de otra índole, como la moda o lo exitosos que eran como deportistas.
Sherry sabía que entrando en aquel grupo su postura como estudiante crecería, ganaría más popularidad y probablemente saldría con uno de los estudiantes más guapos de todo el bachillerato. Poseía los requisitos mínimos para estar dentro, era físicamente atractiva, tenía buenas calificaciones, pertenecía a una buena familia, exceptuando a la bruja de su prima, también solía vestirse bien y estar a la moda, para finalizar era una excelente deportista, nadie se desempeñaría con tanto éxito como ella en practica del tiro al arco, al menos no en la escuela. Y estaba más que claro que el actual cabecilla y líder del famoso grupo comenzaba a responder a sus constantes coqueteos.
Luis Sera, era un joven español radicado en los Estados unidos, también formaba parte de la renombrada comunidad, y solía ser la sombra de Burnside, acompañándole y felicitando cada una de las estupideces y fechorías que cometía.
—Tu favorita —le comentó en tono cómplice al pelirrojo. Steve sabía que se refería a Sherry.
La custodiada por Chris Redfield y Ashley sonrieron al escuchar la oración mencionada por Luis y continuaron su marcha de manera impecable.
—¡Qué preciosas! —halagó el pelirrojo de orbes verdosos, ambas soltaron una pequeña risita.
—Ya entiende, Steve… ella no está a tu alcance.
—Nadie es mucho para mi —refutó con su habitual tono de voz y expresión engreída, el de cabello oscuro sólo alzó ambas cejas.
—¿Apostamos, Burnside? —lo retó desafiante, los gestos del aludido se hicieron más rígidos.
— No me hace falta —volvió a mirar a la jovencita rubia de ojos azules. — Esto lo haré por placer.
El español liberó una risa irónica en respuesta.
Jake y Piers aún se encontraban parados en medio del pasillo del patio, la única finalidad era seguir viendo a Sherry Birkin. El alumno nuevo no podía parar de halagar su belleza, esto último comenzaba a hartar de sobremanera a Nivans.
—Oye, ¿Quién es ese? —preguntó Jake tras escuchar la manera en que aquel pelirrojo se dirigía a la mujer que probablemente le robaría el sueño.
—Es Steve Burnside, un gran tonto. —Sonrió con la vista en cielo. — Es modelo — le informó rodando los ojos.
—¿Modelo? —inquirió divertido. Soltó una sonora carcajada al imaginarlo.
—Sí, posa en cosas irrelevantes, parece que hizo un comercial de calcetas.
Los dos continuaron riendo, pero nuevamente Jake posó su mirada en ella y detuvo su gesto risueño, todo en Sherry le parecía perfecto.
—Mírala… —susurró enamorado. En ese instante la jovencita saludaba alegremente a Steve y se acercaba a él en compañía de su amiga. — Su sonrisa, su mirada…es una chica pura. — Piers contuvo las ganas de gritarle que no era así, la estaba idealizando. Negó con la cabeza obteniendo una mirada reprobatoria de parte del recién llegado. — ¿No ves lo que hay ahí? Ella…
—No, no Jake —lo interrumpió enfadado. — Lo que hay allí es sólo una tipa siendo princesa, que usa una estratégica falda corta para que hombres como nosotros sepamos que jamás la obtendremos. Sólo tipos como Steve tienen una minima posibilidad de tener una cita, entiendes… Jake, ella es exactamente lo que pasaremos deseando toda nuestra vida sin obtenerlo, métetelo en la cabeza.
—No es así —contraatacó negando repetidas veces— Bueno, quizás parece princesa, pero no es como la describes.
—¿Lo quieres intentar? —Jake lo observó confuso— ¡Vamos, inténtalo!…ella necesita ayuda en francés.
—¡En serio!, eso es perfecto.
—¿Tú sabes francés? —averiguó Piers sorprendido.
—No todavía —respondió con una gran sonrisa.
"La misteriosa mujer pudo ver ante sus ojos aquel erecto y…"
Era realmente frustrante no hallar las palabras adecuadas. Por más que hacia un viaje al interior de su cabeza para lograr crear una precisa descripción, no encontraba nada, todo lo que tenía era palabras ordinarias, y su novela tendría que ser de todo, menos ordinaria. Cerró nuevamente sus ojos, aquella palabra que se resistía a salir no tardaría en llegar.
"La misteriosa mujer pudo ver ante sus ojos aquel erecto y…"
—¡Judith! —llamó a su asistente, al fin se había dado por vencida. Aquella mujer robusta no tardó en estar delante de la consejera, le miró expectante esperando alguna orden por parte de la rubia— ¿Un sinónimo de "grueso"? — preguntó con determinación.
—Permítame un momento —y se alejó en busca de la deseosa palabra. La consejera asintió y trató de descubrir por su cuenta alguna palabra acorde.
—¿Abultado? ¿Inflado? —se preguntó a sí misma.
—¿Corpulento? —sugirió la pelirroja adentrándose a la oficina.
—Excelente. —Sonrió y en seguida guió sus dedos hasta el teclado de su ordenador. Lo que había estado buscando fue resuelto por aquella jovencita que como Kennedy, conocían su oficina como la palma de su mano. Tampoco era raro tener a la hermana menor del muy varonil y sensual Chris Redfield sentada frente a su escritorio, el profesor Krauser siempre se encargaba de que la muchachita la visitara casi a diario. — Escuché que volviste a atacar la clase del profesor Krauser —comentó tranquila mientras concluía con su diálogo novelesco.
—Dar mi opinión no es atacar.
—¿Cómo diste tu opinión a Brad Vickers? —suspiró y cerró su computadora. — Por suerte su testículo pudo ser salvado con cirugía.
—Aún mantengo que él solo se dio el golpe. —Se defendió al tiempo que se encogía de hombros. — Sólo fue Karma.
—El punto es, Claire, que la gente piensa que eres… —comenzó con su reproche, pero parecía que eso de encontrar las palabras adecuadas era realmente un problema grave en su vida cotidiana.
—¿Tempestuosa? —sugirió
—"Perra amargada" es el término que ellos utilizan —declaró, Claire le miró divertida por la reciente descripción, una pequeña risa logró salir de su boca, esa profesora sí que estaba chiflada, ojalá alguien le asegurara que esa mujer realmente tenía un título en pedagogía o algo por el estilo. — Debes trabajar en eso. —Y ese fue todo su asesoramiento.
—Como siempre, gracias por su excelente consejo —dijo con claro sarcasmo, al tiempo que se levantaba del asiento y se disponía a salir de ahí.
—Por cierto, dile a tu hermano que es necesario que venga a hablar conmigo sobre tu comportamiento. — Complementó su "castigo" con algo que a ella le favorecería en altos porcentajes. A Claire siempre le había parecido rara la forma en la que esa mujer de origen ruso se expresaba de su hermano.
—De…acuerdo —titubeó.— La dejó para que continúe con la descripción de ese tenso miembro.
—¿Tenso miembro? me gusta.
Lo escribió antes de que la idea abandonara su cabeza. Con la visita del empresario Chris Redfield a su oficina, muy probablemente su inspiración regresaría de forma abrasadora. Siempre era así, las pocas veces que había tenido la dicha de tenerlo frente a ella, un montón de ideas para la descripción de su personaje masculino, llegaban al instante. Se mordió el labio inferior. Vaya que el Redfield era un buen objeto de excitación. Y pensando en aquel sensual hombre continuó redactando aquellas líneas.
Jill y Claire salían juntas de un agotador primer día de clases, desde luego no había sido un buen inicio considerando que la prioridad de todos en ese lugar era llevar a cabo ese fastidioso y poco útil baile. La pelirroja se había ofrecido a dejar en su motocicleta a su amiga, puesto que el vehículo de Jill estaba en el taller mecánico y no vivía cerca del colegio, cansadas se dirigieron hasta el lugar en donde permanecía estacionada la Harley Davidson. Para desgracia de la Redfield, Steve Burnside también hacía abandono de la jornada estudiantil en ese preciso instante, pasó por el lado de ambas conduciendo su elegante deportivo descapotable color rojo, ese auto era el mayor tesoro del pelirrojo.
—¡Oye! —se dirigió a la chica de cabello rojizo. — La moda desaliñada pasó hace bastante — molestó refiriéndose a su vestimenta y a la vez deteniéndose brevemente cerca de ella. Claire rodó los ojos mientras que la castaña de profundos orbes azules temía por la reacción que fuese adoptar su confidente.
—Sólo lárgate —fue la manera de evadirlo que Claire utilizó, no sin antes dedicarle un gesto despectivo con su mano. Steve se frustró al notar que sus intentos de llamarle la atención eran inútiles, apartó la vista hacia otro lado y continuó conduciendo.
Ashley y Sherry también salían de clases como era habitual en ellas iban charlando sobre temas superficiales.
—A veces puedes ser bien amada y a veces mal amada, pero ¿No puedes ser sólo amada? —la rubia de apellido Graham intentaba darle un sentido metafórico a la charla, sin embargo todo se quedaba en un simple intento, haciendo parecer más estúpida la platica de lo que de por sí, ya era.
—Creo que sólo en Europa —contestó Sherry pensativa.
Steve advirtió la marcha de las dos jovencitas esbeltas y aceleró hasta llegar al punto donde ellas se encontraban. Se detuvo al lado de éstas con la sonrisa ladina plasmada en la cara.
—Hola, chicas —ambas sonrieron sorprendidas— ¿Quieren dar un paseo en este auto? — como era de esperarse, las muñecas no tardaron ni un segundo en acceder a la propuesta. Sherry fue la primera en entrar al lujoso automóvil, se afirmó del respaldó de los asientos delanteros para conseguir posicionarse en la parte de atrás, el entrecejo de Steve se frunció al captar que las chicas no trataban con sutileza su preciado coche. — Tengan cuidado, es piel — aclaró irritado haciendo alusión al material de los asientos.
Claire le tendió el casco a Jill mientras veía con enfado como la poco pensante de su prima se iba con un tipo de la calaña de Burnside.
—Ese vehículo tiene un arranque impresionante —mencionó Valentine, la hermana de Chris negó con la cabeza poniendo en marcha la moto.
—Es asqueroso —espetó sin avisarle nada hizo arrancar la motocicleta, la castaña se aferró asustada a su cintura. Inesperadamente se apareció delante de su camino otro chico en moto, Claire frenó abruptamente evitando un accidente. —Mueve el casco de tus ojos o te caerás, idiota! — rugió aireada, sin más diálogo se marchó, dejando al muchachito amedrentado.
Piers Nivans botó el aire de sus pulmones, había estado muy cerca, un segundo más y hubiese muerto aplastado por aquella desquiciada. Su pequeña moto no se comparaba con la que poseía la de apellido Redfield. Jake captó lo sucedido y al instante se arrimó hasta su compañero.
—¿Estás bien? —preguntó preocupado.
—Sí, sólo fue un encuentro con esa fiera. Es prima de tu novia, por cierto.
—¿Prima de Sherry, esa loca? —exclamó estupefacto.
No podía concebir la idea de aquello que estaba escuchando, esa chica dulce que lo había conquistado no podía tener un parentesco con una mujer tan desagradable y poco afable como era la que acababa de ver.
—Sí, la bruja detestable de la escuela, repugnante y desagradable; es la mismísima Claire Redfield en persona, un demonio. Cuídate, amigo —se despidió dejándolo lleno de dudas. Vaya, que era extraña su nueva escuela.
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