Encanto

Luego de que su esposa finalmente lo dejó (realmente triste que se aventurara con el psiquiatra que le aconsejó luchar por su relación), sólo consiguió a sus hijas dos semanas al mes.
Eriko ha conseguido el novio por el que peleó acaloradamente con su mejor amiga (por lo menos cinco días de los suyos, se pasaron entre pañuelos de papel, música ópera y luces bajas, consolando a una muchacha de quince años que está convencida de tener el mundo en contra), por lo que pasa horas pegada al teléfono (ya no hablando más que con él o mejor dicho, escuchándole hablar sobre su empleo de corredor de bolsas, sonrojada, sonriente y completamente ausente).
Yumi ha acumulado llamados de atención en la escuela, que a su vez devinieron en suspensión, puesto que golpeó a su maestra de danza clásica, porque se negó a convertirse en sapo cuando la señaló con su varita de utilería.
Aizawa mira la larga lista de ingredientes para el pastel de chocolate, en la nota que su mujer ("ex", mejor dicho, pero le es doloroso referirse a ella de ese modo) se encargó de pasarle.
-A pesar de que ahora parece que sí tienes tiempo para aprender a realizar las tareas domésticas.
Ojos casi llorosos. Porque todo habla de Kira y el caso que no resolvió. Directa y abstractamente. Desde las noticias, la radio, internet (no puede abrir su casilla de e mail: siempre se topa con alguna cadena del tipo "cuida tus pasos, Kira es la encarnación de la justicia y se encarga de vigilarlos"), hasta el vestido de hada que Yumi lleva puesto.
-¡Bang!-La niña le señala al pecho con su varita mágica, de rosa plástico. Incluso eso…De ser una pistola, moriría por la delgadez de la tela implementada en su delantal amarillo. El cual, Matsuda le había obsequiado al enterarse de que era padre.
-Siempre tuve buenas calificaciones en Corte y Confección.-Había murmurado, apretando la prenda contra su pecho y luciendo…especialmente femenino.
Ide se había reído de él y Aizawa los había regañado para que volvieran a trabajar en…
-¡Yumi! Ya te he dicho que no molestes a papá, tiene cosas en qué pensar.-Eriko toma por los hombros a la más niña de las dos, usando una toalla húmeda para limpiarle los restos de la barra de chocolate que le robó a su padre de la mesada cuando no estaba mirando. Aizawa ya no puede ni enfadarse. La mira con los ojos conmovidos, al borde del llanto. Va a morderse el puño para no decir algo cursi, de hombre en crisis cuando Yumi le interrumpe:
-Lo convertí,Eriko.
Un juego infantil: callar, expectante.
Su hija mayor le revuelve el cabello a la menor, la abraza,arrodillada, para comenzar a quitarle el disfraz que ha llevado todo el día: primero la corona de hada Reina, luego el traje con machas marrones por el cacao derretido.
-¿En qué?-Pregunta despreocupadamente, con una sonrisa más maternal de la que ostentara su madre, incluso. Yumi sonríe también y lo que más duele es la inocencia con la cual le envenena:
-En hombre.
Ahí sí que rompió a llorar sin más. Y decidió recuperar su empleo.