Renuncia: Todo a Gosho Aoyama.
Liebseid
Shinichi Kudo está detenido en el tiempo.
Kaito lo sabe, pues ha explorado todos sus rincones y no es realmente el problema que ahora se encuentre en el cuerpo de un niño (sus ojos y su voz enredada en misterio casi barato siguen siendo los mismos). Pero Kaito tiene manos expertas y sabe hundirse en él y saberlo todo, sí.
«Querido detective, yo lo sé todo, todos los misterios, e incluso sobre ti».
Shinichi trata de ignorarlo y voltear la cabeza pero Kaito Kid es una luna ante su oscuridad motivada. (Le encandila, aunque no lo diga). Y Shinichi siente que realmente lo detesta, que realmente quiere atraparlo de una buena vez (entre sus brazos, entre sus manos, entre sus labios); pero no puede hacer otra cosa que callar y dejarse tocar por esos dedos de invierno pálido, blanco y tibio.
Kaito lo observa con su sonrisa ensanchada y burlona que a Shinichi le pone la piel rojiza, erizada. Y es que Kaito no puede otra cosa que romper en carcajadas crueles cuando lo ve en el cuerpo de un niño («Conan-kun, así que ahora se te ha dado por llamarte así»). Sin embargo Shinichi, mitómano consentido, siente cierta conmoción atorada en la garganta cuando Kaito no lo ve con ojos extraños, pues no son propios de él. Kaito sabe que él sigue siendo y entonces (lo sigue amando) continúa siendo ese invierno blanco que lo sigue a todos lados.
Kaito no sabe pero él es una noche espumosa, y Shinichi, esté detenido en el tiempo o no, desea hundirse completamente en él.
(«bajo tu piel, bajo tus guantes, bajo tu invierno»).
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Kaito Kid es un espectro.
Shinichi lo sabe, pues él también oculta su identidad, casi como otro mitómano. Sin embargo Kaito no necesita vestirse de blanco y ser el dueño de la noche para ser un fantasma helado, blanco. Anda con su sonrisa de bufón de aquí y allá, y es dueño de las mentiras y de la verdad. Shinichi siempre ha sentido sus labios secos y sus manos temblando cuando piensa en aquello, pero nunca lo diría.
«Yo pienso atraparte, algún día, Kid. Te encontraré, te encontraré, te encontraré».
(«te añoro, te añoro, te añoro»).
Pero luego Shinichi Kudo es Conan Edogawa y antes de darse cuenta está frente a la sombra impotente de Kaito, que lo observa, y él casi un poco más y desea acariciarle las manos secas bajo sus guantes.
Entonces al fin y al cabo Shinichi y Kaito son dos miradas bajo otras pieles, de un niño y un espectro de capa pálida, y sin embargo
(se quieren)
se buscan.
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Pues ambos han llegado a la conclusión de que Shinichi quiere abrigarse bajo los rincones fríos de Kaito, y él quiere quitarse los guantes blancos y acariciarle las mentiras con sus manos. Shinichi lo atrapa, siempre, constantemente, pero luego termina siendo encarcelado bajo sus brazos. Y Kaito termina por desnudarle las mentiras y besarle toda la piel con sus labios ácidos, con la piel contra piel, y Shinichi hundiéndose en su boca que es una noche espumosa.
Así que son dos misterios resueltos, mientras se toquetean los huesos y la piel, y a Kaito le encanta estar atrapado entre sus manos y Shinichi ha encontrado cierta adoración por besarle sus ojos.
Y al final de cada noche en que fingen perseguirse es Shinichi Kudo con la piel toda besada y Kaito sonriendo, casi conmovido, susurrando:
«Detective-kun, cuando te toque, quiero tocar tus abismos y tu piel de pólvora».
Y Shinichi acepta, lo deja (que lo destruya, amablemente) y en el eco responde:
«Ah, lo siento, creo que me he hundido en tu noche».
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Les gusta llamarle algo así como «amor».
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