Teresa Lisbon llegó como cada mañana temprano al CBI. Al llegar, lo primero que hizo, según una rutina que ya tenía establecida, fue ir a ver a Jane, que llegaba siempre antes que ella, y al que siempre encontraba tendido en el sofá.
Lisbon entró en la sala, y vio que estaba vacía. El sofá no tenía ninguna arruga, nadie se había tumbado en él desde la noche anterior, cuando lo habían limpiado.
Que raro, pensó, se habrá dormido.
La joven policía se dirigió hacia su despacho, y allí se puso a rellenar una montaña de papeles que tenía pendientes. El tiempo se le pasó volando, y cuando vio llegar a Van Pelt –puntual, como siempre- se dio cuenta de que ya había pasado una hora.
-Buenos días.- exclamó Van Pelt sonriendo, ella siempre alegre…
-¿Has visto a Jane?- contestó Lisbon, sin saludar a su compañera, pues ya comenzaba a estar preocupado por el rubio asesor, que nunca llegaba tan tarde.
-¿No ha llegado?- preguntó ella, también extrañada.
-No… Estoy preocupada por él, ¿y si le ha pasado algo?
-Tranquila, ya llegará. Se habrá dormido, o algo.- dijo Van Pelt, en un intento de calmar a su jefa, pero que no sonó demasiado convincente. Luego abandonó el despacho para ponerse a trabajar en el caso que desde el día anterior les mantenía ocupados.
Pasó el tiempo, y llegaron Rigsby y Cho a la oficina, los dos juntos. Lisbon, que ya estaba que se subía por la paredes se acercó rápidamente a ellos.
-¿Sabéis algo de Jane?- preguntó sin miramientos.
-No.- respondió Rigsby.
Cho le lanzó una mirada extraña, y en seguida dijo:
-Sí.
Lisbon se aferró como una desesperada a la respuesta de Cho.
-¿Qué le ha pasado? ¿Dónde está? ¿Está bien?
-Bueno, pues el otro día nos contó que bueno, que se quedaría hoy en casa, y bueno que…- se trataba de Rigsby, como no.
Lisbon le lanzó una mirada asesina, cosa que hizo que Cho reaccionara y dijera, sin más miramientos:
-Hoy hace 8 años que mataron a su mujer y a su hija.
-Oh…- dijo Lisbon, apenada por el pobre Jane.
-Cho, no sirves para guardar secretos…
-No, no es lo mío. Me gusta la sinceridad, por eso soy poli.
-No discutáis. Y, ¿sabéis si va a venir a trabajar?
-Dijo que se iba a quedar en casa, que quería pasar el día solo.
-Gracias por decírmelo, Cho.- dijo, mientras regresaba de nuevo a su despacho.
-Ésta está un poco rara, ¿no?- preguntó Rigsby.
-Un poco.
Lisbon de nuevo en su despacho, comenzó a pensar. Pobre Jane, en su casa, solo, recordando aquella terrible fecha sin nadie que le ayudara… Tras mucho pensar en la situación del guapo asesor, decidió que lo mejor sería ir a verle, y así lo hizo, pero primero acudió a despedirse del resto de su brigada y a dejar en sus manos la investigación. Una vez hubo abandonado el CBI, y sin saber de la conversación que Rigsby, Van Pelt y Cho compartían en ese momento sobre ella y su extraña actitud, se acercó a la casa de Jane.
Llamó al timbre, pero nadie le abrió. Insistió de nuevo, esta vez más persistentemente.
-Vete, Lisbon.- dijo la voz de Jane, llena de amargura y casi irreconocible.
-Jane, ábreme.
-¡Te he dicho que te vayas!- dijo él, irritado.
-Patrick, no estás bien. Déjame que te ayude, por favor.
No hubo respuesta. Lisbon oyó como alguien en el interior se sonaba los mocos, y momentos después, Jane le abrió la puerta.
-¿Qué quieres?- dijo, esta vez con una voz más normal.
-Lo sé todo, Jane. Yo… lo siento, y quiero ayudarte.
-No puedes hacer nada. ¡Ellas no volverán!- dijo, amargamente.
-Lo sé, Patrick, y sé que duele, pero puedo ayudarte.
-¿Y tú que sabes? No tienes ni idea de nada; del sufrimiento, del dolor, de la culpa…
-¿Recuerdas aquel caso que tuvimos, en el que asesinaron a una chica surfear?
-Sí, Cristine. ¿Pero eso qué importa?
-¿Recuerdas la situación de su familia?
-Sí.
-¿Y me dejas pasar?
-Adelante.- dijo, haciendo de caballero.
Ambos pasaron al salón, y se sentaron en el sofá.
-Pues bien, a mí me pasó lo mismo, ¿sabes? A mi madre la atropelló un coche cuando yo tenía 12 años. ¿Pero sabes lo irónico de la situación? El coche contra el que chocó lo conducía un universitario borracho, que salió completamente indemne, y no pidió perdón ni la ayudó…- los ojos de Lisbon se llenaron un poco de lágrimas, pero ella lucho contra ellas, y no dejó que afloraran.
-Yo… lo siento, no sabía nada.
-Déjame continuar. Después de eso mi padre se volvió alcohólico. ¿Sabes lo que es eso? Andaba todo el día bebiendo, borracho de aquí para allá. Yo tuve que encargarme de la casa, del dinero, de mis hermanos… De todo. Al principio solo decía barbaridades, pero luego comenzaron las agresiones. Nos pegaba, nos daba unas palizas horribles, y cuando estaba sobrio no lo recordaba.
A mi hasta me llegó a romper un brazo.- Lisbon ya no pudo retener más las lágrimas, y hecho a llorar.- Después de unos años, el alcohol se lo llevó también, y lloré. ¿Puedes creerlo? Lloré por la pérdida de aquel hombre, que casi nos mata a mi y a mis hermanos cuando murió, que nos pegaba incansablemente… Pero era la única persona que quedaba viva que me quería…
Lisbon terminó de hablar, y en ese momento, Jane la abrazó.
-Tampoco fue fácil para ti…
-Pasé por algo igual de malo, Jane, puedo ayudarte ahora.- dijo, separándose de él y secándose las lágrimas, pues no quería mostrar su debilidad ante él.
