No le gustaba en especial ese lugar, si estaba ahí significaba que algo terrible sucede y obviamente era la ocasión que le llevó hasta ese exacto lugar, quizás terrible no era la palabra que él usaría pero era malo de todas formas. El boxeador Vongola estaba durmiendo en una cama del hospital, nada en especial pero el jefe había insistido que debía ir de todas maneras, unas magulladuras y uno que otro corte pero era mejor que se quedara esa noche, el castaño y solo con su mano derecha, bebiendo café algo nervioso se encontraba el peliplata, ya que en el hospital no podía fumar debía tener una forma de relajarse ambos preocupados por lo que venía.
El décimo Vongola miraba todo el tiempo a ver si por algún extremo aparecía la joven que siempre le quitaba el aliento, su novia, la hermana de su guardián del sol, Sasagawa Kyoko. Pero esta vez seguro le iba a regañar de nuevo, así que se encontraba temeroso, a la mujer no le gustaba que su hermano de solo veintiún años arriesgara su vida todos los días, protegiendo una ciudad que no era la suya. La vio llegar con el rostro preocupado y los ojos llorosos, entró a la habitación sin siquiera mirar al décimo Vongola como si él no hubiera estado en el lugar. El jefe se levantó y miro desde el marco de la puerta a la mujer tomando la mano de su hermano, que despertó sonriéndole para que no se preocupara diciéndole que todo está bien, calmando a la joven que estaba temblando pero no servía de mucho
-¡oni-chan no deberías estar aquí!... ¡deberías estar en Japón!
-sabes que es mi trabajo Kyoko... debo quedarme con Sawada
-esto es culpa de Tsu-kun... estas una vez al mes aquí por culpa de la mafia-dijo molesta
-oye... no es culpa de Sawada-le aprieta la mano- ¡estoy al extremo!
Se venía venir de hace mucho tiempo, a la nipona cansada de esa vida, quería volver a Japón pero lo único que le impedía irse al fin a su lugar natal era su relación con el jefe pero estaba cansada de siempre escuchar el último respiro de alguien, del olor a sangre y pólvora, las largas reuniones y a su hermano herido cada misión, una vida así no era de su tipo, no era lo que ella quería para su vida y se lo resentía hace varios meses, pero amaba al décimo Vongola y eso le hacía mantener la calma. El trabajo de un jefe de la mafia solo les distanciaba enormemente, un gran vacío quedaba entre ellos, poco se lograban hablar y ver, rompiendo completamente su relación
-tenemos que hablar-le dijo seria al salir de la habitación
-¿ahora?-pregunto el castaño
-si...
Las típicas palabras de un rompimiento salieron de su boca, no estaba llorando estaba con una expresión seria pero él estaba destrozado con las lágrimas querían desbordar por sus ojos resistiéndose a mostrar que su corazón se había roto en mil pedazos, solo se limitó a asentir. Lo que más le dolió fue un pequeño beso que le dio en la mejilla y luego se fue, su amigo le ofreció ir a comer pero realmente quería estar solo, se quitó la capa y vio la insignia Vongola una a cada lado uniendo la capa, la razón de su rompimiento era esa insignia y lo que representaba, se la entregó a su amigo y le pidió que se quedara un tiempo más con su guardián del sol, a lo cual el acepto mirándole preocupado.
Camino por la húmeda ciudad, amenazaba con llover hace ya varias horas, así que eso había provocado que no muchas personas se pasearan por las calles. Camino sin rumbo, sin mirar realmente la dirección sino más bien el piso, imágenes fugaces se pasearon por su cabeza de los recuerdos más dulces de la mujer que pronto solo se había vuelto en un recuerdo amargo en su boca, no estaba enojado con ella, claro que no… después de todo la amaba, estaba molesto con su posición, con su responsabilidad y con el mismo por haber decidido este camino
Comenzaron a caer las sutiles y heladas gotas, comenzaba a calmarse un poco, la lluvia que limpia todo apareció para ayudarle y calmar borrando algunos pensamientos oscuros. Entró en una pequeña cafetería con algunos mesas y sillas mientras que en la parte de más atrás había unos sofás oscuros de color chocolate, se sentía calor adentro alejando la sensación fría que cubría su piel y su corazón, podía sentirse en cada célula el olor a café y a pastelillos que inundaba el lugar. Se sentó en una silla y miró la enorme pizarra con letras de colores con las cuales estaba escrito los diferentes tipos de bebidas y alimentos que podía comer, pidió un capuccino, su primer sorbo le hizo llenar su pecho olvidando por un segundo aquella sensación amarga en su corazón, lo bebió tan lentamente que ya al último sorbo estaba frio, se quedó sentado ahí pensando hasta que escucho el sonido de un plato chocando con la madera sutilmente. Un poste de forma de circular con un trozo de chocolate encima decorando en forma de estrella
-¿mal día?-le preguntó la mujer que le atendía
-un poco, yo no ordene nada
-lo sé- le da un leve empujoncito al plato para acercarlo- va por la casa
-t-te lo pagaré
-no es necesario, cuando se tiene la cara triste nada mejor que comer un tiramisú para alegrar un corazón desanimado
Jamás observaba chicas pero se dio un segundo para mirarle, una típica chica italiana, de cabello negro atado en un bollo con flequillo, de ojos de color verde claro que podían verse a través de su gafas de marco rojizo, con un delantal café con una cinta rosa rodeando su cuello y su cintura, le sonrió desde la caja provocando un leve sonrojo al jefe Vongola que ocultó al comer el pastel italiano. Quizás solo era la tristeza pero al dar el primer bocado pudo sentir intensamente los sabores que componían aquel postre chocolate, un leve toque de vainilla y café junto con chocolate que bailaban en una perfecta sinfonía en su boca. Al terminar se levantó y se acercó a la caja para encontrarse nuevamente con los ojos de la mujer, era un poco más bajita que él con una sonrisa sincera, la cara un poco redonda con unas mínimas pecas en las mejillas le regalo una sonrisa antes de darle el cambio
-gracias por el... ¿cómo se llamaba?
-tiramisú ¿estás en Italia y no habías comido? un terrible error pero que bueno que te ha agradado ¿ya estas mejor?
-si gracias, me ha ayudado
-se lo pierde entonces-sonríe- ¿era una chica?-ríe levemente- se te ve en el rostro
-¿t-tengo algo en el rostro?-dijo tocándose la cara
-nada nada-dijo con una gotita- gracias por venir, vuelve pronto
Se detuvo en la puerta para mirar la lluvia caer a cántaros, suspiro ¿acaso podía tener más mala suerte ese día? quizás si, volvía a ser el dame-Tsuna sin su dama a su lado, empezando con el hecho que debía mojarse para luego ir al hospital. Abrió la puerta y cuando se disponía a irse la mujer le dio un golpecito con un paraguas, se lo extendió y él le miró curioso algo confundido
-úsalo, yo tengo otro...así sé que vendrás a tomar otro café
Con esa promesa él lo tomó y se despidió con una leve reverencia antes de marcharse cubierto por la sombrilla negra, dando pasos lentos por la lluvia. Se sentía un poco mejor, bueno después de todo no le tomó de improviso sabía que la mujer se iba a aburrir de él tarde o temprano, era una bomba de tiempo que finalmente había explotado ¿cuantas personas soportaría a un jefe de la mafia tan inexperto como él? las posibilidades de que alguien así existiera eran casi nulas. Tenía ganas de llorar de mandar todo a la mierda e irse de aquel lugar siguiendo a la mujer pero era un adulto no podía llorar por cualquier cosa, no podía escapar y dejar a su familia sola, no podía rebelarse mandando todo a la mierda y sobre todo no podía seguirla, debía ser fuerte, por el mismo, por sus amigos, su familia, debía mantener la frente en alto a pesar de lo torpe e inútil que se sintiera.
Al llegar a la habitación del boxeador su guardián de la tormenta yacía dormido en un sofá pequeño junto al guardián del sol, al entrar vio que la mujer no estaba ahí, se sintió un poco aliviado de eso, solo había pasado un par de horas después de todo, no quería verle a pesar de que aun sentía amor por ella
-lamento lo sucedido Sawada
-no te preocupes, oni-san... es mi culpa, tiene razón en todo, es mejor que se mantenga segura en Japón, con I-pin y Hibari-san
-ah... hace tiempo lo había pensado así, estarás bien Sawada-dijo al poner su mano en su hombro
-gracias
-¿décimo?-dijo al incorporarse- ¿está bien?
-sí, no te preocupes Gokudera-kun
-se fue hace casi tres horas ¿pasó algo?
-nada, solo un buen café
