Advertencia: Éste es la continuación del primer prólogo de mi fic UsMex "La frontera del tiempo"
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El mar rugía con violencia tratando en vano de detener el navío que cortaba las olas. El "Forbidden Fortune" avanzaba hacia el nuevo mundo.
El capitán, un hombre de cabello rubio y cejas pobladas sostenía el timón con fuerza, por fin iba a regresar. Después de lo ocurrido con América Nativa, había regresado a su isla con la frente en alto aunque su corazón estaba hecho pedazos.
En el nuevo mundo había dejado algo, el asentamiento de Jamestown, lo que nunca se imaginó fue que esa pequeña semilla inglesa en territorio Americano podría dar como resultado el nacimiento de una nación.
Tiempo después de marcharse, él había sentido que el mundo perdía una luz, Mar había desaparecido. Esa noche lloró amargamente. Nunca había llovido en Londres hasta ese día. Era tan grande la tristeza que se había alojado en el corazón del británico que pronto se extendió por todo el mundo que Londres era, quizás, el lugar más lluvioso del mundo.
-¿Qué te ha pasado, mon cher?-le preguntó el francés en una de sus muchas visitas-Nunca había llovido aquí- añadió mirando las gotas que chocaban contra la ventana
El británico se había vuelto más taciturno y frío. Bebió té con un rostro imperturbable.
-No sé de qué me estás hablando, wine bastard-respondió sencillamente
-Arthur…-suspiró Francis-No has sido el mismo desde que regresaste del nuevo mundo. ¿Te pasó algo allá?
-¡No me pasó nada!-le espetó fríamente. Nunca hablaría de lo que pasó con América Nativa. Nadie lo sabría-Sólo no pienso volver ahí.
Sabía que si regresaba, su determinación, su firmeza, incluso su cordura, estarían en peligro por la cantidad de recuerdos que lo golpearían.
El francés lo miró tratando de averiguar que le pasaba al menor. Llevaba siglos conociéndolo y nunca lo había visto tan inexpresivo.
-Bueno, si no vas a regresar, mejor para mí, yo he estado haciendo exploraciones ahí-comentó el francés con una sonrisa de felicidad.
Y fue esa frase la que lo obligó a tomar cartas en el asunto, pero esta vez no iba a ir como un tripulante, esta vez él era el capitán, su barco, su tripulación, su destino
Muy pocas tribus habían sobrevivido a la llegada de los ingleses. America Nativa había desaparecido y su pequeño hijo, la semilla de una nueva nación, había quedado al cuidado de la única tribu sobreviviente de la zona cercana al gran mar.
Los integrantes de esa tribu trataban de subsistir, era una tribu tan pequeña que todos siempre estaban ocupados. Había pocos niños y éstos no querían jugar con la futura nación por que era diferente.
-Tus ojos son muy raros-le dijo una niña clavando sus ojos cafés en los ajenos
-Tu piel es muy rara-le comentó otro niño tocando su mejilla- ¿Estás enfermo?
-No estoy… -comenzó Willohomini pero un grito lo interrumpió
-¡Está enfermo! -gritó un niño y todos se apresuraron a alejarse de él- ¡Nos va a contagiar!
-Pero… -murmuró el niño rubio muy triste al verlos correr- no estoy enfermo… no se vayan… no me dejen solo…
Él era diferente a todos, por eso no le prestaban atención y huían de él. El ojiazul sintió como las lágrimas inundaban sus ojos y salió corriendo hacia el bosque. Siempre era así, todos los días terminaba huyendo de la tribu por el día y regresaba hasta la noche a dormir solo en el tipi de su madre.
A lo lejos se escuchaban las olas que golpeaban contra una pared de troncos que bordeaban un pequeño asentamiento. Era el asentamiento inglés de Jamestown.
Había observado desde lejos cuando habían levantado esa extraña pared de troncos ya que siempre que huía, sus pasos siempre lo guiaban ahí. Cuando se encontraba ahí, no se sentía tan solo.
Subió a uno de los árboles cercanos al asentamiento para observar como lo hacía diario cuando de pronto, al mirar el horizonte, vio algo enorme que se movía. ¡Era una montaña flotante!
El barco comenzó a acercarse a territorio americano, Inglaterra buscaría adueñarse de ese territorio, después de todo, el spaniard había encontrado a una pequeña niña al sur del continente a la que había nombrado Nueva España y el wine bastard estaba explorando el norte del continente junto con el holandés. Así que él se quedaría con el centro, no permitiría que alguno de ellos pusiera sus sucias manos en el territorio que había pertenecido a su amada.
Al tocar tierra sintió una tristeza indescriptible pero su rostro no mostró emoción alguna. Entró a asentamiento el cual estaba en ruinas.
-Vaya vaya mon petit…-dijo una voz haciendo que una mueca de desagrado apareciera en el rostro del ojiverde-dijiste que no volverías, ¿qué te hizo cambiar de parecer?
-¡¿Qué te importa?!-le espetó cruzándose de brazos
-Vaya, que encantador lugar-dijo mirando el asentamiento en ruinas- ¿Esto es tuyo?-se burló
-¡¿Qué haces aquí, wine bastard?!-preguntó irritado
-Estoy explorando el terreno, no esperaba encontrarte aquí-dijo con una sonrisa- y menos esperaba encontrar este… ehm… asentamiento primitiv…
Pero no pudo terminar la oración porque el inglés le saltó al cuello tratando de ahorcarlo mientras los insultos y los golpes comenzaron a aparecer.
Todo ese tumulto atrajo la atención de Willohomini. El pequeño rubio bajó del árbol y se acercó al asentamiento. Al asomarse vio a los dos hombres peleando. Cuando el francés lanzó a Arthur contra una de las paredes del asentamiento, el pequeño soltó un gritito de miedo que fue escuchado pro los dos europeos
-¡¿Qué fue eso?!-exclamó el ojiazul mirando a su alrededor
Cuando se dio cuenta de que lo habían descubierto, Willohomini se asustó y trató de esconderse sentándose detrás de una roca tapándose la cara con miedo.
-¡Ahí!-exclamó Arthur señalando un cacho de ropa que se asomaba tras la piedra antes de ver el extraño mechón que también sobresalía- Ese mechón…-su corazón se detuvo al darse cuenta que era igual al de Mar solo que éste era rubio-no es posible…
-¿Mon ami?-preguntó Francia al ver lo pararse y caminar hacia la roca con la mirada ausente- ¿Arthur?
El británico rodeó la piedra para encontrarse con el pequeño niño que se tapaba su carita temblando de miedo. Puso una rodilla en el suelo para quedar a la misma altura que el pequeño y tocó su cabello rubio con la mano temblorosa
El niño sintió la caricia así que abrió los ojos. Verde y azul se unieron y el tiempo se detuvo de nuevo como había pasado hace tantos años antes de que el europeo no pudiera aguantar la impresión y terminara desmayándose.
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