Boku no Hero Academia/My Hero Academia no me pertenece.
Inspirado en la canción homónima de Mogwai. Extraña manera de escribir, hacia atrás. Precuela de Stop coming to my house.
Yo y mis cosas ambiguas. Últimamente Mogwai se ha vuelto mi droga auditiva.
KatsuDeku. Muerte de un personaje.
Kids will be skeletons
.
Los colores se desvanecían, los aromas se esparcían, los sonidos enmudecían. Sentía contra su cuerpo un ligero temblor, los brazos de alguien en su espalda, rodeándolo con fuerza, sujetándolo cálida y desesperadamente.
Si tan sólo pudiera corresponderle y aferrarse a su persona de la misma manera, porque si no lo hacía sería el fin, significaba que no podría ser capaz de estar a su lado, de pararse junto a él, de compartir la vida y entregársela... Pero es que no podía. Los brazos le pesaban a pesar de que se sentía tan ligero. Quería abrazarle tanto, sostener el pequeño sueño que era ese instante y disfrutar hasta el último segundo de ese penoso deseo de su corazón.
Cuánto anheló un momento como ese...
Dijo su nombre quedamente, estaba cansado, sintió a su compañero ceñirse con más fuerza en aquel extraño abrazo y su pecho se llenó de calor a pesar de que sentía frío.
Escuchó su nombre en su voz y se sintió impotente.
Tosió varias veces, escupió algo y salpicó el piso debajo de ellos, rosas rojas y espinas negras crecieron, entonces recordó su situación actual, el tiempo se acababa. Movió pesadamente sus brazos, quería ver su rostro, por más doloroso que sea, por más humillante que fuera.
Logró hacerle entender lo que deseaba pero titubeó sobre ceder, lentamente le alejó de su abrazo, no quería soltarlo, no quería dejarlo, porque eso significaba que lo estaba aceptando y no era así, no podía creerlo, no podía aceptarlo. Le recostó sobre su regazo, le sostuvo entre sus brazos negándose a liberarlo, negándose a separarse de él. Aún percibía el calor de su cuerpo, aún sentía algo y haría lo posible por asirse a ello, por más inútil que fuera.
Vio su rostro colmado en sentimientos, su respiración menguaba pero sus lágrimas no. Fluyeron libremente, sin detenerse. Su voz empezaba a quebrarse y su llanto se volvió mudo.
Era extraño verle así.
¿Por qué lloraba? ¿Lloraba por él?
Cuánto hubiera querido no permitirle verlo así. Nunca quiso herirlo, pero en el fondo esto era exactamente lo que quería. Que le sostuviera en sus brazos, que le mantuviera cerca de él era un gozo para su corazón enamorado. Era cruel, sin embargo quería ser egoísta al menos esa vez.
Morir en sus brazos era un placer.
En un delirio pensó que la sangre manchando su epidermis lucía hermosa. El contraste entre ese color rojo y su tez clara le pareció exquisito. Casi era como marcarlo, clamar al mundo que le pertenecía, que fue suyo por lo menos al final.
En un delirio pensó que resplandecía bello. Las lágrimas lamiendo su piel le dieron un aspecto aperlado, sus pómulos sucios, enrojecidos por las emociones y sus labios partidos, insólitamente vivos, color bermellón.
En un delirio le pidió un beso. Quería saborear la fina y magra piel que tanto ansió en su último aliento y entonces se dejaría subyugar por la obscuridad, que sus labios le cubrieran en un manto negro y que en silencio lo odiara por acceder a sus caprichos.
Fue tal como lo imaginó, quizás mejor. Tal vez fuera un desvarío de su mente ausente pero tocó los cielos en ese ósculo. Y por un segundo palpó su corazón.
Lo miró a los ojos, sus orbes brillantes como piedras preciosas se clavaron en los suyos moribundos. Incapaz de hablar le dijo todo en su mirada, la sangre comenzaba a sofocarlo en la garganta, el dolor en su abdomen le paralizó y sus músculos desgarrados le escocían, sentía que flotaba, que su consciencia se iba, que la fuerza le abandonaba.
Le quiso tanto.
Un último sueño no estaría mal.
(Estaría bien.)
Hubo silencio.
