ANTES DE LEER.
¡Hola! Gracias por pasarte por mi nueva historia ¡Ojalá te guste! ^^ Pero antes de leer el primer capítulo, por favor lee lo siguiente primero:
*Este fanfic es derivado de Fuego y hielo, no obstante, no es una segunda parte, es decir, que no es necesario leer Fuego y hielo si quieres conocer esta historia. Sin embargo, este fic tendrá algunos spoilers de la historia anterior, por lo que si no quieres salir spoileada/o, te recomiendo primero leer el otro fic.
Y eso es todo... Por ahora :'D
La punta del lápiz golpeaba una y otra vez la hoja en blanco que Lysandro tenía sobre la mesa del bar y al suspirar abatido, se dio otra vez por vencido en su intento de que una buena canción saliera como magia de sus dedos, pues meses habían pasado desde la última vez que pudo escribir una buena canción para el nuevo álbum de estudio de Ascending.
Sabía que podía contar con sus amigos para escribir más canciones, pero él no podía evitar ser algo orgulloso y receloso de hacer aquello, ya que el único con el que se sentía cómodo de componer canciones era con Castiel, pero aún así no se comparaba cuando él solo, fuera de noche o de día, a luz del sol o de la luna, escribía las canciones que habían posicionado a su banda como una de las más reconocidas en la actualidad y la más famosa en todo el país.
Miró el lugar dónde se encontraba, un bar con una banda de blues tocando de fondo. Había pocas personas para ser un sábado en la noche, pensaba al notar que alrededor de él sólo había mesas vacías, cosa que lo hizo sentir bien, pues desde que Ascending había despegado y llegado a ser número uno en los charts nacionales apenas podía encontrar soledad y descanso en su vida diaria.
Volvió a la hoja, hastiado de no entender cómo era posible que después de años de componer canciones, de tener el tiempo en sus hombros para terminar el álbum, perdiera la inspiración de repente. Incluso probó con otras canciones, con viajes y, por supuesto, con muchas mujeres para que al menos un simple verso se creara en su mente, pero no logró nada, seguía en blanco y sin imaginar nada, ni sentir nada, puesto que lo que hacía brillar a su banda de rock eran sus famosas canciones subidas de tono y él, que siempre había tenido ese don de acalorar a las personas con sus canciones, estaba frío, vacío, incapaz de ver en aquellas mujeres burdas y simples a las que estuvo frecuentando alguna gota de deseo que plasmar en papel.
Tomó su copa de vino y bebió hasta el fondo, listo para retirarse y llevarse la botella, pero quedó expectante cuando notó que el asiento que estaba a dos mesas de la de él, y que anteriormente estuvo vacío, estaba siendo ocupado por una mujer.
El de pelo plateado no hacía ni un pequeño gesto, tampoco un movimiento que alertara que no era alguna especie de estatua la que miraba con fijeza a la fémina de cabello negro y largo que tenía toda su atención en su móvil de última generación. Sólo estaba ahí, mirándola y olvidando lo que iba hacer antes de que la curvilínea figura de aquella mujer apareciera ante sus ojos.
Se enderezó en su asiento, negando con la cabeza, volviendo a la realidad, pero sin regresar a su estado de tranquilidad.
«¿Qué iba hacer?» Pensó y luego creyó recordar que lo que estaba por hacer era seguir en su intento de escribir una canción, regresando toda su atención a su libreta, pero su concentración en la tarea duró lo que un pie en una brasa, porque de nuevo dirigió sus ojos a la mujer que estaba con su ceño fruncido y sus labios haciendo un pequeño puchero, con su mirada, que no sabía distinguir si era clara u oscura, perdida en la nada.
No vaciló en aprovechar que ella estaba disipada en sus pensamientos para mirarla mejor. Recorrió la oscuridad de su cabello, bajando a su rostro algo juvenil, con ojos grandes y redondos, brillantes podía advertir y definidos por unas pestañas igual de negras que su pelo. Siguió el camino hacia su boca, carnosa y tintada de un rojo muy llamativo y atrayente, en especial para él, que no pudo evitar imaginarla sobre sus labios… ¿Pero qué pensaba? Ella era una completa desconocida y él no debía andar imaginando ese tipo de cosas, sin embargo, era la primera vez en mucho tiempo que pensaba de aquella forma por una mujer.
Más curioso prosiguió en lo que estaba, detallando como el vestido negro marcaba su figura de pechos prominentes, cintura estrecha y caderas anchas, y quedaba a la mitad del camino de sus muslos voluminosos que provocaban querer tentarlos con sus manos.
Bajó la cabeza a la libreta, avergonzado, cuando notó que ella por poco lo atrapaba en su descaro, sintiendo como ella no duraba ni un segundo en apartar su mirada de él al creer que él no la miraba en realidad.
Con más sigilo se dispuso a observarla. Parecía inquieta, con el tacón de su zapato golpeando repetidas veces el suelo y con sus manos sosteniendo otra vez el móvil. Entonces cayó en cuenta de que ella estaba ahí esperando a alguien.
Otra vez fingió que estaba ocupado en sus asuntos cuando nuevamente ella se volvió a mirarlo, esta vez más insistente y con más sospecha, pues duró más tiempo examinando al tipo de gabardina, gorro y lentes oscuros, que usaba a pesar de ser de noche, que estaba a pocas mesas de ella.
El móvil de ella hizo el bajo tono de un mensaje entrante, logrando que él de repente se quedara mirándola leer lo que supuso fue una mala noticia, pues su ceño se frunció más y hasta las comisuras de sus labios se elevaron con desprecio.
—¿¡Es en serio!?—exclamó ella con fastidio en su voz, negando con la cabeza e ignorando que había llamado la atención de los pocos clientes que estaban esa noche. También sin saber que había avivado aún más la curiosidad de Lysandro, quien permaneció con sus ojos bicolores en ella, en esa mujer que en pocos minutos había robado toda su atención.
Ella negaba muy ligero con la cabeza, con los ojos dirigidos hacia ningún lugar en específico, ya harta y nerviosa de sentir como aquel tipo extraño no le quitaba los ojos de encima.
—¿Cuál es su problema?—Lysandro agrandó sus ojos cuando ella se dirigió a él— Ya deje de estar acosándome—refunfuñó mientras se cruzaba de brazos.
—Lo siento—dijo en voz baja pero firme, sintiéndose un verdadero estúpido por dejarse descubrir y por dejarse llevar por aquella tentación de querer mirarla todo el tiempo posible.
Le molestó darse cuenta de que si bien ella era una mujer muy hermosa, eso no significaba que no fuera una grosera.
—No, yo lo siento—quedó aún más sorprendido cuando escuchó de nuevo su voz, pero esta vez se escuchaba distinta, más suave y arrepentida—. No quise hablarle así, es sólo que…—advirtió como ella entrelazaba nerviosa sus manos y su rostro se adivinaba preocupado y arrepentido.
Ella no terminó la frase, sólo suspiró y se echó un poco más sobre la silla.
Ahora sí Lysandro no supo cómo reaccionar, pues aquella fémina logró cambiar su impresión de ella en pocos segundos, avergonzándolo de darse cuenta de que lo mucho que el criticaba, que juzgaran a la primera, lo había hecho con ella a los pocos segundos.
No se volvieron a dirigir la palabra, cada uno volvió a su mundo, él a su libreta y ella a su mente que vaticinaba lo que iba hacer por el resto de la noche. Pero Lysandro no escribía nada en su libreta, sólo miraba la hoja en blanco, sintiendo su rostro un poco caliente por lo sucedido hacía unos segundos.
Nuevamente la miró a ella, arriesgándose a encontrarse con su enojo, sin embargo estaba distraída con el menú en la mano, como si lo que leyera en él fuera la novela más interesante.
Era extraña, pensaba él, y aún así no lograba quitarle los ojos de encima, como si de ella se originara una peculiar energía que de manera irrevocable llamaba su atención.
Los trazos en la hoja empezaron a cobrar sentido, delineando muy a su estilo el rostro de la mujer que estaba aún en su mundo y que gracias a que se movía muy poco, había logrado que Lysandro se arriesgara a plasmarla en su preciada libreta.
Y así siguieron por un buen rato, él tratando de hacer que el dibujo quedara lo más parecido a ella, y ella fingiendo que no se daba cuenta de lo que él hacía, por ello, en el momento en que notó que él ya no pasaba el lápiz por la hoja, se levantó de su asiento.
Lysandro no estaba muy convencido con el resultado, aunque fuera uno de los mejores dibujos que había hecho, pero aún así no era lo suficiente bueno, pues a pesar de todo él era más de letras que de trazos.
Miró hacia la mesa de la mujer, pero palideció por completo cuando no la vio ahí sino frente a él.
—Sabía que me estabas dibujando—dijo con una pequeña sonrisa que deslumbraba hasta sus ojos pardos.
Él tragó en seco, observando a la mujer de piel bronceada sonreírle con simpatía cuando momentos antes lo había confrontado con mal humor.
—¿Puedo sentarme? —él asintió sin siquiera pensarlo, sorprendiéndose a sí mismo—Ahora…—empezó a decir después de que tomó asiento frente a él— ¿Puedo ver el dibujo? Es decir, como me estabas dibujando sería justo que al menos lo viera ¿No? —siguió sonriendo nerviosa, sin entender el porqué aquel tipo la hacía sentir de aquella forma de repente.
—Claro—dijo en voz baja, pasándole su libreta, sin dejar de mirar su rostro algo sonrosado y sin dejar de sentirse abrumado por tenerla tan cerca.
La observaba más atento que antes frente a sus reacciones, las cuales eran nulas hasta que volvió a sonreír por completo, confundiéndolo bastante.
—No está mal—le devolvió el dibujo—, en especial porque tuviste a una modelo tan bella—se echó hacia atrás su cabello lacio en un gesto arrogante que incitó a que Lysandro alzara la ceja de modo despreciativo, pues no le solían agradar las personas soberbias, aunque se vio obligado a relajarse cuando ella empezó a reír con suavidad—. Sólo bromeó—todavía reía como una criatura inocente, pero a Lysandro ya no le quedaba claro que esperarse de ella—. El ambiente está incomodo—dijo perdiendo la sonrisa de repente.
—¿Qué? —fue lo único que pudo pronunciar ante su repentino cambio de humor y de tema.
Definitivamente, era una mujer extraña.
—Quería que no se sintiera tan incomodo al bromear un poco, pero parece que sólo lo empeoré—admitió esta vez con la mirada cabizbaja.
—Ah, no, no fue así—tartamudeaba un poco—. Es que no estaba preparado—le quiso sonreír, aunque su intento de sonrisa se vio forzado.
—¿Crees que hay que estar preparado para un intento de chiste?—ahora parecía enojada ¿En qué diablos se había metido? Se preguntaba ya mareado de tantos cambios de humor en menos de un minuto.
—Depende—le respondió impasible, entendiendo que lo mejor era no dejarse llevar por los cambios de ella.
—¿De qué depende? —inquirió más tranquila, pero sin dejar de mirarlo con fijeza.
Suspiró intranquilo, sin saber cómo responderle sin provocar otro cambio en sus emociones.
—De la persona—ella se mostró confundida—. De la confianza entre esa persona y yo—le explicó y notó que ella asentía comprensiva, gracias al cielo que no fue de otra forma.
—No sueles ser muy abierto, ¿Cierto?—recostó su barbilla sobre su mano abierta.
—No, al menos no con desconocidos—supo que había metido la pata al responderle de aquella forma, sorprendiéndose otra vez a sí mismo por la forma en la que se estaba comportando esa noche. Él no solía ser así, maleducado y descarado, pero esa mujer parecía sacar algo de su interior que ni él mismo comprendía.
—Eso se puede arreglar…—y sonrió con más intensidad—Dejándome saber tu nombre, para empezar—de repente él se tensó, sintiendo su corazón latir más rápido por la sola idea de que ella descubriera quién era él.
—Preferiría saber el tuyo—le respondió sereno, pero rogando que ella no insistiera. No quería ser un grosero, pero menos tener que enfrentarse al fastidio de que ella se comportara distinto sólo porque él era famoso.
—Ya veo—ella no se vio decepcionada, pero su mirada se volvió más inquisidora—. Entonces mejor que quede en misterio—a él le sorprendió esa decisión y sintió una ligera decepción porque no sabría cuál era el nombre de ella— ¿Debería asustarme?
—¿Y eso por qué?—no entendió mucho su pregunta.
—Porque bien podrías ser un artista solitario o un psicópata—esta vez ambos compartieron la misma sonrisa.
Una extraña sensación se filtró en él, una mezcla de satisfacción y curiosidad, esa sensación que muy pocas veces hacía el favor de aparecer en su corazón, y todo gracias a esa curva tan encantadora que adornaba el rostro de aquella mujer tan paradójica.
—Pero creo que eres el primero—él no entendió a qué se refería—. Eres un artista ¿Me equivoco?
—Me gusta considerarme uno—tomó la botella de vino y se sirvió un poco, luego miró a la fémina— ¿Te sirvo? —ella asintió y él llamó a uno de los meseros para que le trajera una copa.
—¿Puedo verlo? —señaló la botella y él no dudó en dejar que la observara.
Aprovechó que ella tenía toda su atención en la botella para centrarse en cada detalle de su rostro. Sus ojos pardos eran grandes y brillantes como los de un niño, sus mejillas sonrosadas un poco abultadas, su nariz respingada y sus labios carnosos, rojos como la sangre y perfectos seductores.
Volvió a mirarla a los ojos, pero ella seguía mirando la etiqueta del vino.
—¿No te gusta ese? —inquirió al notar que ella estaba seria, pero su seriedad se disipó cuando salió de ese estado de ensoñación.
—Claro, es sólo que pensaba algo—y su sonrisa volvió a aparecer, tentando a su acompañante a secundarla.
—¿En qué? —no recordaba cuando fue la última vez que se comportaba tan… Cordial con una persona desconocida, de hecho pensaba que nunca se había comportado de tal manera antes.
—En qué clase de artista te consideras—el mesero apareció con la copa y Lysandro de inmediato le sirvió, claro, sin dejar de mirarla a los ojos, queriendo entender las intenciones de ella—. Por lo que veo dibujas, pero quizá no es tu campo—tomó la copa que él le acababa de pasar y probó un poco.
—¿Cuál crees que sea mi campo?—si bien lo que ella quería saber era algo muy inofensivo, no podía evitar creer que algo tramaba con aquella información.
—No puedo asegurarlo, pero…—lo miró de arriba abajo, divirtiéndose al comportarse de esa forma tan descarada, pues se sentía cual soplo de aire fresco el poder experimentar el ser distinta a como realmente solía ser— Apuesto a que eres de letras…—observó al hombre que no le daba la oportunidad de mirar en sus ojos para así detectar si había acertado— Quizás eres escritor, poeta o compositor—la mención de la música logró volver a tensarlo y ella notó aquello—. Entonces eres músico—intentó no sonreír más de la cuenta, pues tenía planeado sacar toda la información posible de su acompañante y no quería que él se lo impidiera más de lo que ya lo hacía.
Lysandro suspiró abatido y sorprendido de que ella lograra acertar tan fácil.
—¿Cómo lo supiste?—sabía que estaba haciendo muchas preguntas, pero resultaba inevitable cuando ella sólo arrojaba más y más incógnitas.
—No sé, creo que fue intuición—ella notó como él alzaba una ceja y tomó un poco más de su copa.
—¿Intuición? —aquella respuesta no le convencía.
—¿Qué? —ella también alzó una ceja, pero sonriendo ligeramente— ¿No me crees?
—Dudo que esa sea la respuesta—le devolvió la sonrisa.
—Es la verdad—pasó su dedo discretamente sobre la copa.
—¿Eres de las que recurre mucho a la intuición? —le tocaba a él socavar en ella.
Ella notó su intención de inmediato, pero por alguna razón no quería detener aquello.
—Sí—respondió sin una pizca de vergüenza—, me ha servido de mucho—había dicho lo último con la intención de que él intentara seguir indagando sobre ella.
—¿Cómo en qué?—en serio no se estaba reconociendo en esos instantes, incluso estaba tentado a dejar todo allí, obligarse a parar de entrometerse, pero era algo potente que lo atraía a ese caudal de dudas que necesitaban responderse; una fuerza que impedía que él desistiera de conocerla.
Ella quedó en silencio, pensando si había sido una buena idea quedarse ahí con ese hombre extraño, pero que a la vez era tan… Fascinante.
De repente la mujer notó como la banda de blues tocaba una nueva canción y sonrió al extraño con picardía.
—Quizá te responda si bailas conmigo—no era esa clase de chica que daba el primer paso con un desconocido, tampoco solía ser tan fresca como lo estaba siendo en ese momento con él, pero había algo en él que hacía nacer la desfachatez en ella, esas ansias de querer moverse a un ritmo menos soñador y más desvergonzado. Necesitaba aprovecharlo.
Lysandro se contuvo de revelar que él no sabía bailar, y en cambio se levantó, dispuesto a encontrar algo de sentido en esa hermosa mujer que parecía querer jugar con él. Tomó su mano y disfrutó de su calidez y suavidad. Se acercaron a la improvisada y solitaria pista de baile. La miró a los ojos, notando esa combinación inexplicable de ternura y desvergüenza, colocó su mano en su cintura mientras ella colocaba la mano en su hombro. Ambos empezaron a moverse al ritmo suave y seductor de la canción.
—No pensé que serías tan alto—le confesó al notar que a pesar de que ella estaba en unos zapatos bastante altos sólo llegaba hasta el cuello de él.
—Supongo que no lo intuiste—le sonrió con un dejo de arrogancia que claramente fingía.
—También eres bueno para mantener un tema—dijo mientras se acercaba más a él.
—Me interesa tu respuesta—sus mejillas estaban sonrojadas, sin embargo no se detuvo de apretar más la cintura de ella.
—Yo…—se mordió el labio al sentir como el calor empezaba a cubrir su cuerpo, como aquel perfume almizclado que él llevaba se diluía en su respiración, atontándola— Por ejemplo, hoy.
—¿Qué pasó hoy? —sonrió de nuevo al notar que ella le iba a dar la información en bandeja de plata.
—Tenía una cita aquí—sintió como él bajaba su mano con lentitud hasta sus caderas—, se suponía que hoy nos conoceríamos en persona…—él asintió y miró como ella aprovechaba aquella pausa para lamer sus labios y logrando así robar la sensatez de sus pensamientos al imaginar esa lengua lamiendo algo más— Intuía que la pasaría bien si venía.
—Pero él no vino—y recordó como ella había reaccionado al leer un mensaje en su móvil y dedujo que debió ser aquel tipo que le había dicho que no iría a la cita.
—Así es—acercó su mano a su nuca y tocó unos pocos cabellos que escapaban del sombrero, pero sin adivinar su color, sólo su textura lacia.
—Parece que tu intuición falló—la hizo girar como si supiera lo que hacía, aunque sólo era suerte.
—Por lo visto tú nunca has confiado en la tuya—volvió a poner el foco de atención en él, colocando su otro brazo sobre el hombro de él, moviéndolo hasta rodear su cuello con ambos brazos, mientras Lysandro aprovechó aquello y colocó su otra mano en las caderas de ella, esta vez con uno de sus dedos rozando su trasero.
—Muchas veces lo he hecho—admitió sin muchas ganas de profundizar en el tema.
—¿Qué te hizo cambiar de opinión?—su voz denotaba tranquilidad, pero por dentro sentía un mar de nerviosismo acorralándola, todo por sentir la cercanía de él anonadar sus sentidos.
—Una vez pensé…—se detuvo a pensar sí valía la pena decir aquello, pero decidió que no importaba tanto, pues no mencionaría nombres y ella ni siquiera sabía quién era él. Tal vez era demasiado cerrado en esos momentos— Que sabía cómo ayudar a otros—ella le miró con curiosidad—. Mi mejor amigo… Él estaba enamorado de una chica que era bastante diferente a él—¿Realmente valía la pena contar algo como eso a una extraña? La respuesta era no, pero a Lysandro ya no parecía importarle mucho sacar a relucir algo a una persona que seguro no volvería a ver jamás— Lo convencí de que fuera por ella, pues yo intuía que ambos serían muy felices juntos… Pero sólo terminó mal—esperó a que ella diera su opinión, pero empezando arrepentirse de confesar aquello.
—¿Terminó muy mal? —ella recargó su cabeza en el hombro de él.
—Así es—ya estaba convencido de que ese tema no debió de meterlo, aunque ella no parecía incomoda al respecto.
—Quizá tu intuición no falló y sólo fue algo adelantada—él la miró desconcertado—. Quiero decir, yo estaba convencida de que si venía a esta cita iba a pasarla bien…
—Pero él no vino—le recalcó sin intención de ser malévolo.
—Sí, pero ahora la estoy pasando muy bien—ella le sonrió con ternura y él entendió de inmediato que se refería a él—. Así que no falla.
—Eso parece—le sonrió el también, sintiéndose nervioso de nuevo— ¿Qué te dice tu intuición ahora? —le preguntó como forma de sacar otro tema de conversación.
Ella levantó su cabeza del hombro de él y se quedó mirándolo por un par de segundos.
—Dice…—su sonrisa de nuevo pasó de ser tierna a ser descarada— Que si hago algo ahora mismo no me arrepentiré—él no entendió a qué se refería, pero, como un golpe un tanto irónico, intuyó lo que era.
—¿Hacer qué? —quiso saber, sólo para confirmar si no era un malentendido, pero ella dejó de sonreír poco a poco y se acercó con tortuosa lentitud hasta su boca.
Su respiración se entrecortó cuando sintió sus labios pulposos rozar con los suyos, su aliento cálido incitándolo a que él lo saboreara. Ella terminó de acortar la escasa distancia y unió sus labios a los de él.
No hizo ni un movimiento, estaba paralizado, atónito por llegar a probar esa boca que estuvo llamándole la atención toda la noche y que había llenado su interior de un fervor incesante.
Ella se separó de él con la misma paciencia con la que se había acercado en primer lugar.
—¿Lo ves?—susurró a poca distancia de su rostro—. No me arrepiento de haberlo hecho—confesó con sus mejillas rojas, pero estas se encendieron aún más cuando su boca volvió a probar los labios del desconocido, quien había tomado su rostro y atrapado su boca con fogosidad.
La aprisionó más contra él, sintiendo su boca trémula darle permiso de probar su interior cálido, de deslizar su lengua sobre la de ella, logrando percibir un leve suspiro con el sabor del vino tinto.
Ella profirió un pequeño gemido cuando él chupo su labio inferior logrando que su interior se diluyera, que sus piernas temblaran ante tal delicia y apretó los hombros de él al sentir como bajaba a su cuello y lo recorría con su aliento cálido, provocándole escalofríos.
—Disculpen—y entonces cayeron en cuenta de que habían hecho todo eso en la pista de baile.
Ambos se apartaron un poco uno del otro y miraron sonrojados al mesero.
—Este no es el lugar para hacer esas cosas, Señor—Lysandro asintió avergonzado.
—Sólo deme la cuenta—el rubio asintió y los tres se dirigieron hacia la mesa en dónde estaba el vino y ambas copas a medias. Lysandro le pasó su tarjeta de crédito pero sin dejar de mirar a la mujer de rostro enrojecido que tomaba su bolso y se dirigía hacia la salida.
—Espera—dijo, pero ella hizo como si no le escuchara y salió del lugar.
En cuanto le devolvieron la tarjeta, el hombre salió detrás de ella sin dejar de darle vueltas a lo que acababa de pasar entre los dos, con él.
—Espera—la tomó de la mano al verla en la acera esperando un taxi.
Ella se puso tensa de inmediato, sin poder creer lo que había hecho ¿Realmente había besado a un desconocido? Nunca pensó llegar hacer algo parecido, pero él no la conocía y aquello era como un incentivo a que se comportara como una desvergonzada, una perfecta insensata.
Observó el perfil serio de ella, el mismo que tenía cuando la vio por primera vez esa noche y pensaba que no podía dejar que se fuera así como así.
Lo que sintió en la pista de baile fue algo distinto, demasiado placentero y casi irreal, pues nunca pensó experimentar tales sensaciones y más con una completa extraña. Sin embargo no la dejaría, no después de encontrar justo lo que necesitaba esa noche.
—Me tengo que ir—dijo esta vez mirándolo de frente.
—Acompáñame esta noche—no se mostró avergonzado a pedir aquello, pero ella sí lo hizo cuando sus mejillas de nuevo se coloraron. No pudo evitar sonreír al notar que no era tan atrevida como lo intentó parecer dentro del bar.
—¿Qué? —balbuceó al entender las intenciones de él y sintió los latidos de su corazón propagarse hasta la boca de su estómago.
El hombre vestido entero de negro se acercó a la mujer con más confianza, deslizando su mano hasta la estrecha cintura de ella, disipándose en esos ojos que lo miraban con desconcierto.
—Quiero que vengas conmigo—susurró cerca del rostro de la fémina, quien ya estaba pensando en negarse.
—Es que… Yo…—mierda, no se lo ocurría una buena excusa, o lo que era peor, no quería dar excusa alguna porque de verdad el temor de estar cerca de alguien que quizás sí resultara ser un psicópata no era comparable con la curiosidad que el despertaba en ella y también ese deseo de probar nuevamente lo que sintió en la pista de baile— No lo sé, a penas te conozco—bajó la mirada con cierta timidez, algo que sólo logró encender más a Lysandro.
—Pensaba que tu intuición no fallaba—le recordó con cierta maldad a lo que ella volvió a mirarlo confundida—. No me digas que ahora no confías en ella—ella suspiró nerviosa.
—Lo hago, pero ¿Puedo confiar en ti?—inquirió aún sabiendo que él era perfectamente capaz de mentir.
Él se mantuvo en silencio, entendiendo el que ella temiera por que fuera él en realidad alguna clase de loco.
—Puedes confiar que no te arrepentirás—justo en ese momento un taxi se detuvo frente a ellos— ¿Qué dices? —preguntó señalando el vehículo con la cabeza.
Ella sabía que podría negarse sin ningún problema, que estaban en una calle concurrida con muchos testigos de por medio y podría marcharse, sin embargo, asintió, queriendo hacer esa locura de acostarse con un completo desconocido.
No pudieron esperar un par de capítulos ¡¿Eh?! x'D ¿Qué les deparará a estos dos? ¿Y quién rayos es ella? Homero dice que esto terminará con resultados sexuales, pero ¿Ustedes qué creen que ocurrirá en el siguiente capítulo? :3
¡Nos vemos la próxima semana! ^^
