Un gran giratiempo

Capítulo 1: La llegada de la familia

Harry, Ron y Hermione caminaban por los pasillos de Howgarts conversando sobre sus últimas clases. En ese momento, el pasillo se encontraba lleno de gente que parecía querer lo mismo que ellos, aprovechar el buen tiempo que hacía fuera después de la cena y salir un rato. Ginny los pasó corriendo y de pronto se detuvo y se giró a verlos.

- Hola, ¿habéis visto a Colin?

- No, ¿qué te pasa, Ginny?

- Nada Ron, tengo... que hablar con él.

- Estará fuera, como todo el mundo, ¿por qué no te vienes con nosotros? Seguro que estará allí - Hermione trató de convencer a Ginny.

- Sí, vente. Seguro que está allí. Ven con nosotros. - dijo Harry provocando que Ginny apartara la vista y se sonrojara un poco

- Bueno, de acuerdo. Gracias. - Harry no entendió la última parte, pero comenzó a andar de nuevo.

- Vaya, Harry, que interés ahora en que mi hermana se venga con nosotros. - Hermione no pudo ocultar la risa ante el comentario de Ron. Últimamente, Harry hablaba más con Ginny, pero esta parecía mantenerse igual, si debía hablar con él se ponía roja, y la mayoría de las veces trataba de evitarlo y cada vez que se acercaba ella se iba hacia otro lado. Pero Harry parecía no darse cuenta de esto.

- Sí, - habló Hermione - que interés.

- ¿Eh? ¡Oye, ¿qué maquináis? - Preguntó Harry, mientras notaba a Ginny tensa a su lado.

- Nada, nada. - Hermione miró a Ron ambos sonriendo. - Hacéis muy buena pareja. - Ambos estallaron en risas.

- ¿¡Qué!? - Harry se ponía rojo por momentos, parecía que iba a decir algo, pero notó en ese momento que Ginny se movía de su lado. Cuando miró qué pasaba, se dio cuenta de que Ginny acababa de tropezar, justo tras el comentario de Hermione, e iba directa al suelo. Por suerte, Harry tenía buenos reflejos, para algo era el buscador de Gryffindor, y la cogió por la cintura con su brazo izquierdo, al que ella se agarró con ambos brazos. - ¡Ginny!. ¿Estás bien?

- Siiii.... sí, creo que sí. - Ron y Hermione no podían parar de reír mientras Harry aun sujetaba a Ginny que con cara de susto seguía agarrada a su brazo. Ginny giró la cabeza y se encontró con la cara de Harry mirándola con preocupación. - Gracias - dijo aún más roja.

- De nada - contestó Harry. Mientras la iba soltando, se iba girando a sus amigos, que aún no paraban de reír.

- ¿Y vosotros dos de qué os reís? - En el instante en el que Harry terminaba de decir esto, una extraña luz llenó el pasillo, una luz cuyo centro parecía estar justo delante de ellos.

Igual que vino la luz pareció marcharse. Sin embargo, todo en el pasillo parecían estar mirando lo que esta dejó tras de sí, una chica rubia, de unos treinta años, se encontraba de espaldas a donde ellos se encontraban. Parecía que el viaje no había sido agradable porque aún se tambaleaba un poco.

- ¡Oh! ¡¿Qué ha sido eso?! - La chica rubia acababa de hablar. Se giró rápidamente y se fijaron en que llevaba un niño en los brazos. - ¡JAMES! ¡Kathlenn! ¡¿Estáis bien?! - Todos miraron hacia donde la mujer miraba con preocupación. A los pies de Harry había caído una persona más, de cara al suelo. Trato de incorporarse un poco y dejó ver lo que llevaba entre los brazos, una niña, un poco más grande de la anterior, trataba de zafarse de los brazos que la protegían.

- Estamos bien. - dijo por fin el hombre del suelo volviéndose hacia la mujer, - No te preocupes. - Sacudió la túnica a la niña que se había puesto ya de pie y se levantó él mismo, mientras la mujer se acercaba a la niña y la miraba con preocupación. El hombre se sacudió la túnica y levanto por primera vez la cabeza hacia todos los que los miraban. Harry pudo verle bien en ese momento, era un hombre alto, más que él, con el pelo pelirrojo y rizado, con ojos castaños verdosos muy abiertos en ese momento y gafas. Estaba muy sorprendido, más aún que ellos y parecía querer decir algo. De pronto dijo - ¡¿Papá?! -

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El despacho de la profesora McGonagall parecía en ese momento las Tres Escobas en su momento más lleno. Todo el mundo opinaba y quería hablar. Todos menos una chica rubia con un niño en brazos, un chico pelirrojo y con gafas, otro moreno, con el pelo revuelto, ojos verdes y una cicatriz en forma de rayo, una chica pelirroja que se encontraba a su lado, un chico pelirrojo y alto y una chica castaña con el pelo revuelto que observaba la escena con incredulidad.

La profesora tuvo que gritar para que la dejasen hablar. - ¡POR FAVOR! ¡Dejen ya de gritar! ¡A ver! Quiero saber exactamente que es lo que pasa, y quienes son ustedes dos. - Los dos recien llegados la miraron suplicantes, no parecieran que quisieran hablar en ese momento.

- Minerva, - Albus Dumbledore acababa de aparecer en la puerta - no creo que este sea momento para preguntas. Mejor vayamos a mi despacho y tomemos el té mientras conversamos el problema. Pero no cabremos todos. A ver, digamos que todos los que no tengan que ver directamente con cierta luz y ciertos nuevos visitantes será mejor que aprovechen el tiempo que hay fuera. Ustedes dos - dijo refiriéndose a los recién llegados - acompañen junto con ¡vaya! dos pequeños encantadores, si me permite decirlo.

- Gracias - contestó la mujer.

- Minerva, será mejor que tú vengas también - cuando Dumbledore parecía dispuesto a salir se fijo en Harry y los demás. - Y ustedes, señores, ¿qué tienen que ver en todo esto?

- Eh... creo que es culpa mía, señor - señaló el hombre. Dumbledore lo miró por un momento y después continuó su camino hacia su despacho.

- Esperen cerca, luego hablaremos. - Con esto, todos salieron del despacho y siguieron a Dumbledore al suyo. Harry y los demás se quedaron en la gárgola de entrada.

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- Bueno, creo que esto merece una explicación. - Dijo Dumbledore mientras acercaba unas pastas a sus nuevo invitados.

- Lo sentimos pero nosotros tampoco lo entendemos muy bien. - contestó la mujer. - Estabamos en Howgarts de visita con mi suegra, cuando de repente, empezó a darnos cosas raras y no sé como estabamos viajando y luego en Howgarts de nuevo. Pero con algo raro.

- Bueno, con los datos que nos da y viendo el gran giratiempo que lleva colgado al cuello, creo que todo está dicho, ¿más té?.

- No, gracias. Lo que ni mi mujer ni yo entendemos es porqué estamos aquí.

- Bueno, si llegaron aquí será por algún motivo, no creen.

- Sí, mi madre se empeño mucho en que viniéramos a Howgarts con ella hoy, en que trajéramos a los niños y en que trajéramos según que cosas. Luego nos dio el giratiempo. Y de repente aquí. Pero no entiendo porqué.

- Esto no tiene ningún sentido, Dumbledore. ¿Por qué alguien mandaría a su hijo con toda su familia a otro tiempo? - habló la profesora McGonagall.

- No lo sé. ¿Venís del futuro o del pasado?

- Del futuro. - Dijo el hombre mientras sorbía de nuevo un poco de té. - Por eso he metido la pata.

- Ese es otro tema que tenemos que tratar. Pero primero, - dijo Dumbledore mientras se levantaba - si su madre es quién creo que es, esto estará totalmente pensado. Les habrá dado algo para mí, ¿no es cierto?.

El hombre lo miró suspicaz, pero finalmente se levantó y sacó una carta que llevaba en el bolsillo - Creo que esto es más raro cada vez. Me dio esto antes de ponernos el giratiempo por encima, lo había olvidado, seguramente es para usted. - Dumbledore se alargó y cogió la carta. Hizo una pequeña sonrisa y la abrió.

Pasado un tiempo en el que los únicos ruidos eran los que hacían los dos pequeños jugando por la habitación, Dumbledore terminó de leer la carta. - Lo siento, me temo que no puedo decirles de qué trata. - Se levantó de nuevo y guardo la carta en la estantería detrás suya. - Minerva, esto va a ser un poco... complicado. Por ahora lo mejor sería que habláramos con los chicos que esperan abajo, que aún deben de comprender menos que nosotros.

- Pero, señor - dijo el hombre, mientras dejaba la taza encima de la mesa del despacho de Dumbledore - no creo que sea adecuado contarles todo, o nada.

- No se preocupe. Creo que lo mejor es que les digan todo, pero este no es el momento. Ahora todos estamos muy cansados. Creo que lo mejor será que Minerva los acompañe a sus habitaciones, parece que van a pasar aquí un tiempo, al menos una noche. - El chico y la chica se miraron extrañados. - Minerva, en la torre de Gryffindor, por favor. Haz subir a los chicos que esperan abajo, por favor.

- Claro, - dijo McGonagall no muy convencida. - por favor, siganme, por aquí.

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- Señores, - dijo la profesora McGonagall mientras salía de detrás de la gárgola seguida por los recien llegados - suban ahora, por favor.

Harry y los demás la obedecieron, no sin antes quedarse mirando por un rato a los cinco caminar por el pasillo.

- Ah, ya pensaba que no subían. Creo que tienen varias preguntas, sino me equivoco.

Ninguno de los cuatro parecía dispuesto a hablar, parecían asustados. Pronto Ron se decidió.

- Se... señor

- ¿Sí?, señor Weasley

- ¿Quiénes eran?

- Son, o bueno, serán. Van a pasar unos días con nosotros de todas maneras.

- ¿Se van a quedar? - Preguntó Hermione muy sorprendida - pero señor, eso sería... bueno.

- Sí, señorita Granger, ya sé que no es corriente, pero es una petición especial de una antigua alumna.

- ¿De... de quién? - se oyó la voz de Ginny.

- Saber mucho tampoco es bueno siempre, señorita Weasley. ¿Qué es lo que saben hasta ahora de ellos?

- Que es mi hijo - Harry, que hasta entonces no había hablado, pareció coger valor en ese momento. Dumbledore lo miró con los ojos abiertos.

- ¿Y eso cómo lo sabe?

- Cuando vino se me quedó mirando sorprendido y dijo "¡¿Papá?!".

- Sí, en ese caso no hay que pensar mucho. ¿Esto les afecta en alguna medida? - dijo Dumbledore con tono de preocupación.

- No, - contestó Ron - creo que no. Pero, ¿por qué están aquí?

- Como ya he dicho antes, no es bueno saber mucho. Todo lo sabrán a su tiempo. Ruego que les hagan su estancia lo más agradable posible. Va a ser inútil ocultar todo esto había mucha gente en el pasillo como para ello. Ya debe saberlo todo el colegio, pero les ruego que no ayuden a ampliar los rumores. Lo que tenga que pasar pasará. En cuanto a ellos, bueno, pueden preguntarles lo que quieran, ellos sabrán hasta donde les contarán.

- Pero..., ¡Oh! Esto es una locura. - Harry se pasaba las manos por el pelo nervioso.

- Lo siento, Harry, seguramente serás el más afectado con todo esto. Pero el futuro no está escrito, todo es relativo. No vale la pena obsesionarse.

- A... ayer pensaba que seguramente Voldemort acabaría matándome este año - sus tres amigos le miraron sorprendidos por ese comentario - y hoy de repente me encuentro con mi futuro de bruces, con hijo y con nietos. Esto no es fácil de asimilar.

- Nadie ha dicho que sea fácil.

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Los cuatro amigos se dirigían hacia la sala común ensimismados en sus pensamientos. Ninguno había dicho nada desde que habían salido del despacho. Y ninguno parecía saber qué decir. Pronto se encontraron delante de la entrada de Gryffindor. Dieron la contraseña y pasaron. Allí se encontraron con el hombre y la mujer en cuestión y un corrillo de gente a su alrededor que no paraban de hacerles preguntas. No parecían estar contestando ninguna, pero giraron la cabeza y callaron cuando vieron a los recien llegados. McGonagall bajaba las escaleras en ese momento.

- Ya está dispuesto todo. Se quedarán en las habitaciones de las chicas de cuarto, que son las que menos hay, ellas se desplazarán al dormitorio de las chicas de quinto. Suban cuando deseen.

- Gracias, señora McGonagall. - dijo la chica, cogió la mano de la pequeña que ahora lloraba y subió las escaleras. Su marido la siguió tras mirar de nuevo a Harry y los demás.

- Y los demás ¡venga! ¡Despejen la sala común! Vayan a jugar o algo, no creo que se vayan a quedar todo el rato mirando la escalera, ¿no?. Vamos. - Cuando la sala estuvo más despejada se dirijió hacia ellos - ¿ya hablaron con Dumbledore? ¿qué les ha dicho?

- Que el futuro no está escrito - dijo Harry mientras se sentaba en uno de los sillones.

- Que se van a quedar un tiempo - añadió Ron mientras se sentaba al lado de su amigo.

- Que se lo había pedido una antigua alumna - Hermione siguió a sus amigos y se sentó.

- Que no es bueno saberlo todo - Ginny eligió uno de los sillones un poco más apartados, pero cerca de ellos.

- Buenas noches, chicos. - La profesora McGonagall no parecía querer preguntar más. Salió por el retrato de la sala común.

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Éste es el segundo fanfic que mando aquí. No he terminado el otro, pero con varias ideas en la cabeza no puedo centrarme bien, así que prefiero hacer las cosas según me vienen. Aunque si recibiera algún review más seguro que se me ocurriría algo para seguir con el otro :P.

Bueno, éste va a ser corto, apenas dos capítulos o tres. No creo que tarde mucho en hacerlo.

Para dudas, comentarios, quejas o lo que sea escribir a Jara_a4@hispavista.com Jara_A4

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