¡Aquí está el primer capítulo!

Espero que les guste, y que dejen reviews *cruza los dedos*. Soy nueva en esto de subir fics largos, porque... Bueno, a veces, da miedo de que se burlen de ti por lo que escribes y eso, pero no importa ahora. ¡SUBÍ EL PRIMER CAPÍTULO! Y lo haré cada viernes, no sé la hora exacta porque siempre hay cosas qué hacer. Dejo el parloteo, y espero que les guste lo que leen Ü

Dedicado a: AmericanWidow porque es asdfghjklñ3


Capítulo I

"Gran Carrera Callejera.

Black Widow vs. Iron Man.

LA REVANCHA.

Asiste este viernes a las 11:30 pm en la Av. Rio de Janeiro, calle Mayor.

Apuestas a partir de 100$, diríjase a Hawkeye.

¡Te esperamos!"

Ese viernes~

El inicio de la carrera fue anunciado, duraría casi dos horas, puesto que iniciaría en el centro de la ciudad, correrían todo el borde de esta y terminarían donde empezó. Tony se acomodó el auricular, cuando ya se encontraba dentro del Lamborghini, se despidió de Pepper con una sonrisa y se acercó a la línea de salida, donde una decidida Natasha le esperaba dentro de su hermoso Corvette Stingray negro, escuchando "The Phoenix" de Fall Out Boy. Ésta le lanzó una sonrisa malvada, que hizo que el castaño se congelara al instante.

Tres chicas rubias aparecieron frente a ellos, con poca ropa y banderas en la mano. Los motores rugieron, la adrenalina comenzaba a hervir en la sangre de ambos corredores, los gritos de apoyo se escuchaban como si de un juego de fútbol americano se tratase. ¿Quién diría que esa universidad se convertía en todo aquello de noche? La más prestigiosa universidad de los Estados Unidos se convertía en una pista de carreras callejeras ilegales.

¡En sus marcas!

¿Listos?

¡Fuera!

Las ruedas de los autos chillaron contra el pavimento, los motores rugieron por velocidad y todos los ocupantes vitorearon, silbaron y aplaudieron el inicio de la gran competencia. Las chicas rubias se apartaron, en cuanto los competidores desaparecieron de la vista de todos, dejando solo una nube de humo y un olor a llantas quemadas, que impregnó cada una de las prendas que tenían los presentes.

En una de las paredes de ladrillos del edificio abandonado, apreció el mapa por el que corrían Romanoff y Stark, con el camino que recorrían iluminado, también aparecieron dos puntos que se movían constantemente a poca distancia de separación entre ellos, uno era rojo, Natasha, y otro amarillo, Tony.

Cuando iban más de la mitad del recorrido, el radio le avisó a Natasha que los policías habían notado "irregularidades" en las afueras de Nueva York. Se intentó comunicar con su hermamigo, Clint Barton, pero este parecía estar concentrado en una charla con su novia, Lauren Bennett, sobre lo mucho que se querían, provocándole náuseas a la conductora.

— ¡Clint, maldición! ¡Escucha! —gritó la última de la familia Romanoff por el auricular que éste llevaba.

—No grites, ¿Qué pasa?

—Cierra la calle 86, y abre la 72, parece que hay policías cerca.

—Voy. Ya les digo a los chicos.

—Voy por la 80, más te vale apurarte.

—Ya, ya lo hice. Le informaré a Tony.

—Ya lo sabe —. Puso los ojos en blanco y siguió concentrada en la vía.

—Claro, JARVIS.

Atravesó el callejón que daba acceso directo a la 75, y cruzó a la derecha seguida del Lamborghini. Cambió de velocidad, y tomó la recta en quinta dejando a su contrincante unos cuantos kilómetros atrás. La adrenalina corría por sus venas y vibraba en su cabeza, podía sentir el movimiento del auto sobre el pavimento, el zumbido de la velocidad bajo sus manos, el poder de ser ella misma, de sentirse libre, de ser una sola con el Corvette. Natasha observó en su GPS, tenía un atajo justo al frene, teniendo en cuenta que la única regla era que no habían reglas, cruzó a la izquierda, cayendo en una carretera de tierra un poco húmeda y se internó en un lugar arbolado de unos 500 metros de largo.

Red, parece que tu precioso Corvette pasará a tener otro dueño —le habló en joven Anthony Stark por el auricular.

—Yo no estaría tan seguro, Stark.

La pelirroja aceleró, saliendo del atajo. Escuchaba claramente la música electrónica que estaba sonando en el edificio abandonado, también los gritos de las personas, puesto que el mapa estaba en la pared y todos sabían que ella se estaba acercando a velocidad máxima; vio el retrovisor, apenas lograba ver el borrón rojo que era el auto de Tony, solo veía las luces delanteras. Llegó a la meta; una horda de gritos, aplausos, silbidos –y cualquier tipo de bulla para felicitar a alguien–, opacaron la música y llegaron hasta los oídos del castaño, quien golpeó el volante del auto dejando escapar un poco la frustración de ser derrotado por la mismísima Black Widow, por quinta vez en dos años universitarios.

Natasha se bajó del auto, repentinamente, todo se quedó en silencio; ella levantó los brazos sobre su cabeza y los gritos regresaron con más fuerza.

Es Black Widow, la pelirroja rusa de ojos verdes que domina las calles, los autos, los hombres, y cualquier cosa que se proponga, en general. Y sí, ella no es una damisela en apuros, es una damisela patea traseros.

Muchos le tenían respeto y temor, puesto que su apodo no se lo ganó en la lotería, sino con sus propias manos, literalmente. Llegó a SHIELD University dos años atrás, y a las tres semanas de haberlo hecho, había ascendido del puesto 100 en la lista de corredores, hasta el 4, quedando por vencer a Thor Odinson, Anthony Stark –sus actuales amigos– y a Brock Rumlow, el hombre que tuvo la victoria un año entero y le juró odio eterno a la rusa.

Clint Barton, su hermanastro, amigo y confidente, se encargaba de las pistas, los policías y los lugares donde celebrarían. Él era especial para ella, era su familia, aunque no corriese la misma sangre por sus venas, Clint era el único que la aceptaba, quería y respetaba, como su verdadera familia nunca lo hizo. Él sabía toda la historia de su vida, e incluso, la conocía mejor que ella misma.

—Clint, pasa la mitad a tu cuenta —le informó Nat a su hermano con una sonrisa nostálgica en su rostro.

Él vivía para cuidarla como su hermano mayor, y aunque Nat insistiese en que no debía, la seguía en cada paso que daba.

— ¿Segura? —. Los ojos grises del rubio se iluminaron como dos faros.

—Sí, es lo menos que puedo hacer por ti, te desvelas cada vez que tengo carreras y me cuidas cuando me embriago.

—Sabes que lo hago con ganas, y lo de cuidarte cuando te pones al pedo... Sí, me lo merezco. Eres insoportable cuando lo haces.

Le dio un abrazo de lado, y vieron como la barra de la transferencia bancaria se movía. Un carraspeo los sobresaltó, se giraron y estaba Tony, Pepper, Thor, Jane y Lauren viéndolos.

—Eh... ¿Viudita? —habló Tony un poco nervioso.

La aludida le vio, con una sonrisa en los labios — ¿Si, Tony?

—Con respecto al auto, ¿Quieres llevarte las llaves ahorita o te las llevo a tu casa mañana?

—Mañana. Quiero todo de ese Audi, hasta las copias de las llaves —exigió relajadamente. Los iris cafés de Tony se empañaron, y éste asintió, hasta observar la sonrisa malvada que Natasha tenía estampada.

—Eres una sádica —comentó furioso volviendo los ojos una rendijas.

—Tony... —advirtió Pepper en un susurro.

—Tu eres el masoquista —replicó Natasha.

—Tasha... —. Esta vez fue Clint quien advirtió. Discretamente, le hizo una seña a Lauren para que se pusiera detrás de él. Thor, el apuesto rubio de metro noventa y descendiente de los reyes germanos, captó la situación tensa, y se acercó un poco más.

Ambos contrincantes comenzaron una guerra de miradas. Si él decía algo, ella le partiría la cara y si ella decía algo, él respondería y terminarían igual que siempre, Natasha ahorcando a Tony.

—Bueno, parece que ya conocen sus facciones, pueden alejarse —dijo Pepper, poniendo las manos sobre el pecho de su mejor amigo, Stark, y alejándolo de la situación.

Hubo un suspiro colectivo, hasta Jane suspiró. Era la primera vez que presenciaba una discusión entre ellos, pues era la más nueva del grupo.

—Jane, por favor, disculpa a estos cavernícolas —. Lauren se disculpó por el comportamiento del par de jóvenes, con una sonrisa tensa.

—Tranquila —sonrió tímidamente—. En serio, creí que se matarían.

—No somos cavernícolas. Él empezó —rezongó la pelirroja.

—Bien. Cambiemos de tema —propuso Clint.

Todos estuvieron de acuerdo con el rubio de ojos color plomo y alma de algodón. Comenzaron a hablar de trivialidades, se informaron un poco más sobre la que sería la nueva integrante del grupo y comentaron un poco sobre sus vidas y carreras.

Jane Foster, una castaña de ojos del mismo tono que su cabello, estudiaba segundo año de astrofísica, fue transferida desde la Universidad de Chicago hasta SHIELD University, puesto que a su papá lo habían transferido en el trabajo. Thor Odinson estudiaba tercer año de historia allí por decisión propia, todos le conocían por ser el capitán del equipo de fútbol americano y tratar a las personas de una manera peculiar. Lauren Bennet estudiaba segundo año de diseño de modas, era la mejor en ello y estaba totalmente enamorada de Clint, quien también estudiaba el segundo año de una rama del diseño. Natasha Romanoff, la chica problema, la rusa pelirroja de ojos verdes y cuerpo perfecto, estudiaba arquitectura y, como en todo lo que hacía, era la mejor. Se tomaron la libertad de hablar de Tony, que era el niño rico de mami y papi, un genio en física y estudiaba ingeniería, y la otra pelirroja de ojos azules, Virginia "Pepper" Potts estaba en la escuela de administración.

Jane preguntó cómo se habían conocido, y Clint comenzó a contar la historia resumida, y con mucho Clauren. Natasha aprovechó la situación para escabullirse, sentía que hacía mal quinto, porque era obvio que Jane y Thor estaban saliendo. Comenzó a buscar al chico de las bebidas entre la multitud de personas que pertenecían a diversas universidades, se topó con una par de chicos que estaban borrachos y pertenecían al grupo de amigos de Brock.

—Como siempre, queriendo saber que estoy haciendo —se dijo para sí misma.

Por fin encontró al chico de las bebidas, con Tony tomando directo de una botella de whisky. Ella prefería el vodka, era su bebida favorita. James, el chico que buscaba, le dio una botella de vodka y Natasha salió del edificio que se había vuelto caluroso, gracias a la cantidad de personas que se movían constantemente al ritmo de la música electrónica.

La noche estaba mucho más oscura de lo normal, pues el astro favorito de Natasha no se encontraba; el frío de finales de septiembre le calaba la chaqueta y la sudadera de mangas largas que ocupaba. No era para menos, eran casi las tres de la madrugada y se encontraban en uno de los lugares más altos de la ciudad.

Sacó un cigarrillo, lo encendió, antes de dar la primera la calada, tomó de la bebida que le quemó la garganta y el humo escapó por su nariz. Se sentó sobre un muro de ladrillos que separaba a la población de un acantilado, desde allí podía ver todo Nueva York iluminado, conocía cada calle, y solía ir allí o a la azotea del edificio de arquitectura en la universidad, para contemplar a la ciudad en su mejor momento: la noche. Habían múltiples luces de colores, en su mayoría eran amarillas, rosas, y blancas; cerca del centro, pululaban muchos más colores, era por los avisos del Time Square, incluso podía notar el gran edificio con el apellido Stark en el que Tony había colaborado a su padre, que era tan escandaloso como él, pero con mucha más humildad de la que su hijo poseía.

Sin previo aviso, le atacaron los recuerdos de su estancia en Rusia, su país natal, la tierra por la que solo siente asco; su cerebro volvió a desconectarse del presente, le pasaba a menudo, cuando se encontraba sola. En sus recuerdos, sesenta zapatillas de ballet se movían al ritmo de un piano y un chelo, estaban en punta todas ellas, saltaban de un lado a otro, de manera sincronizada y con gracias, haciendo el mejor espectáculo de sus vidas; pero nunca eran perfectas, siempre había un error. Una mano torcida, un pie desubicado, el mentón muy arriba, el brazo mal arqueado por milímetros.

Estos saltaron a otra parte, treinta niñas vestidas con mallas deportivas, camisetas blancas y un hombre sin compasión frente a ellas, enseñándoles artes marciales. Peleas cuerpo a cuerpo, moretones en todas partes, costillas rotas, puños sangrantes, labios rotos, golpes desorientadores, el sabor metálico de la sangre...

Una batería junto a una guitarra sacaron a Natasha del trance en el que se encontraba, buscó el origen del sonido y provenía de su bolsillo. Era el inicio de "Do I wanna know?" de Artic Monkeys, y eso significaba que alguien la estaba llamando, así que sacó su teléfono, observó el identificador de llamadas que decía: «número desconocido»; frunció el ceño y contestó:

— ¿Sí?

—Romanoff, ¿Qué tal tu fiesta de despedida? —. Una voz ronca y conocida le habló desde el otro lado de la línea. Era imposible confundir esa voz, Brock Rumlow.

— ¿Despedida? Si esto apenas está comenzando —dijo con alegría fingida.

—Está comenzando a caer. Disfruta tu última noche, Romanoff —amenazó.

—La última de esta semana, querrás decir. Lástima que no viniste con tus amiguitos, Rumlow. Te habría invitado un par de tragos —. Su tono de voz de volvió bajo y sensual, ese que usaba para coquetear con algún chico.

Brock bufó de mal humor. Odiaba que ella usase ese tono con él, era dulce como la miel, pero venenoso como el de una víbora.

—Pues, en ese caso, brindaría por tu última noche en el primer lugar de la Red List —. Se escuchó una tintineo, quizá eran los hielos de lo que fuese que Brock estuviese tomando, chocando con el vaso de vidrio—. Disfruta de la noche, viudita.

La llamada terminó. Natasha sintió un escalofrío recorrerle la columna y erizarle los vellos del cuerpo, meditó las palabras de su "enemigo". Algo va a pasar, habló su sexto sentido; sin rechistar, la pelirroja le concedió la razón, se levantó de su sitio para dirigirse al donde se encontraban sus amigos: la fiesta; pero su camino se vio interrumpido por dos chicos, uno rubio de ojos color plomo y otro moreno con ojos oscuros como esa noche. No los reconoció al momento, pero supo después que eran Johann Schmidt y Albert Wesker, los amigos "borrachos" de Rumlow.

—Pero mira a quien tenemos aquí —dijo el rubio, Johann, como si fuera una casualidad verla—. Ya no tenemos que seguir buscándote, viudita.

¿En serio? ¿Nadie sabía otra manera de llamarla? ¡Le podían decir hasta zanahoria! Al menos, ella no sé molestaría tanto como cuando le decían "viudita".

—La zanahoria rusa quiere jugar a los puñitos —. ¡Error! Si se molestaría igual o peor si le decían zanahoria... rusa.

— ¿Puñitos? ¡Puñitos tu puta madre! —. Y cabe destacar, que los puñitos de Natasha, terminaron en el rostro de Albert, y una patadita en la ingle de Johann. Estaba roja de la ira, mucho más roja que su cabello, la cabeza le palpitaba, las manos también y la adrenalina comenzó a correr por su torrente sanguíneo, los iba a dejar inconscientes si alguien no la apartaba pronto, pero nadie estaba cerca y lo suficientemente sobrio como para hacerlo.

Volaron puños, patadas, llaves, sangre ¡Y hasta dientes en esa pelea! Dos hombres bien dotados –pertenecían al equipo de fútbol americano– contra una mujer rusa, molesta y especialista en artes marciales mixtas. Albert perdió uno de sus colmillos cuando este aterrizó sobre el pie de Natasha –¿O es al revés?–; Johann atinó a darle en la mandíbula a la pelirroja, cosa que la desestabilizó y le dio chance para lanzarle una patada en el estómago, dejándole sin aire. El moreno se disponía a vengarse, pero perdió el conocimiento cuando una roca impactó en su frente, ahora no tenía un diente sino que también tenía un autógrafo de primera de la futura arquitecta. Mientras que el rubio alemán, Johann, se incorporó, le sangraba la nariz al igual que a Natasha, pero esta no espero a que él se pusiera en guardia cuando atacó, lanzándole una patada en la mandíbula con la gracia de una bailarina. La rusa era rápida, gracias a las clases de danza clásica europea.

En cuanto se percató que los hombres estaban en el piso, salió corriendo al interior del edificio y comenzó a buscar a Clint, quien estaba en una esquina, con la lengua en la garganta de Lauren.

— ¡Clint, deja de ahogarla con tu lengua y vámonos! —le gritó, tirando de su musculosa violeta.

— ¡Qué! ¿Por qué? —preguntó un tanto desconcertado.

—La policía viene para acá, y a menos que quieras ir cárcel, debemos irnos.

— ¿La policía? Pero si nadie sabía de esto... —comenzó Clint.

— ¡Idiota! Por algo tengo la nariz rota —le dijo Natasha señalando su rostro.

—Rumlow —dijo la pareja al unísono.

—Iré por Thor y ustedes por Stark, ¿Vale?

— ¡Siempre nos dejas el trabajo difícil!

—Cállate y muévete —espetó Lauren enfadada. Su novio era adorable y muy ingenuo, por eso lo adoraba, pero a veces se pasaba de la línea y comenzaba a discutir en los momentos menos esperados.

—Voy.

Clauren fue en busca de Stark que estaba con el DJ de la fiesta, interfiriendo en su trabajo y Natasha encontró a un Thor muy borracho con Jane intentando sacarlo del lugar hasta su auto, un Jeep 4x4 estacionado junto a su Corvette.

—Jane, ¿Puedes con él? —preguntó agitada.

—Sí, falta poco para llegar a su auto —contestó.

—Iré por Pepper, ¿La has visto?

—No, ¿Qué te pasó en la nariz?

—Nada. Apúrate, y lleva a Thor a tu casa por vías alternas. Los polis vienen para acá.

Jane se tensó de pies a cabeza. Había que moverse si era así. Asintió y Natasha comenzó a correr entre la multitud de personas que salían de manera discreta, sin armar un escándalo y entrar en pánico. Identificó a Pepper que estaba siendo acosada por un estudiante del último año, era alto y poco atractivo, seguro estaba en el equipo de lucha, porque eran los únicos –después de los chicos del equipo de fútbol americano– que tenían una contextura gigante, pero eso no era problema para Natasha, así que solo tocó su brazo y dijo con su tono y mirada de Black Widow:

—Si no quieres que te parta la cara y la deje en tu trasero, aléjate de ella.

El hombre de casi dos metros, palideció y parece que la borrachera que cargaba se le pasó. La chica frente a él, le había pateado el trasero al entrenador de lucha, así que él no debía subestimarla, además la sangre seca en su rostro le daba un aspecto más amenazante. Salió corriendo y desapareció.

— ¿Todo bien? —preguntó sin mucho tacto la rusa.

—S–sí, gracias Nat

Esta asintió y le dio una media sonrisa. Salieron de allí, la pelirroja de ojos azules corrió hasta el auto de Thor, donde Jane la esperaba. El Lamborghini de Tony había desaparecido puesto que, lo había rifado como parte del trato que él mismo hizo con sus "fans", así que Clint se encargó de un ebrio Tony y ya había partido. Solo quedaban el Jeep y el Corvette, Pepper se subió a la camioneta y Nat se despidió con una mano.

La policía local junto a bomberos rodeó el edificio en llamas, y comenzaron a buscar evidencias, pero solo encontraron cenizas, vidrios rotos y madera quemada. No había nada que examinar, ni nadie que dijera algo, así que solo se limitaron a apagar las llamas e irse con las manos vacías.