Olimpo
Era otro día de consejo, cómo desde hace millones, con sola diferencia de que ahora, en cada consejo, esta Hades. Desde la batalla contra Cronos, los dioses reconocieron que Hades tenía derecho de estar y tener un trono en el Olimpo. Hasta en el Campamento Mestizo tenía una cabaña para sus hijos.
También todos los dioses estaban reconociendo a todos sus hijos no reconocidos. También los dioses menores tenían sus propias cabañas, dónde reconocían a sus hijos, y los otros campistas los trataban como iguales.
Ya de todo eso, pasó un año, desde que Percy Jackson había salvado el Olimpo y le había pedido eso a los dioses.
Pero sólo había un problema: Zeus, Poseidón y Hades, los Tres Grandes, que se viven peleando casi todos los días, sólo no se pelean cuando falta alguno. Pero siempre Zeus se pelea o con Hades o con Poseidón, cuando él, Poseidón, no esta discutiendo con Atenea. El tema de sus discusiones siempre es el mismo: Percy y Annabeth son novios y ninguno de los dos dioses quieren que salgan juntos.
Por eso, Hera tenía un plan para poder arreglar los problemas.
-Atenea, Poseidón-dijo la diosa del amor, Afrodita.- ¿Cuál es el problemas de que Percy y Annabeth estén juntos?
-¿Problema? Ningún hijo o hija mía nunca estará con uno de Poseidón-declaró por enésima vez Atenea, diosa de la sabiduría.
-¿Por qué?-preguntó aireado Poseidón, dios del mar.- ¿Qué, tenemos algo malo? Yo creo que no. Atenea, me parece que, después de millones de años, no puedas olvidar el incidente por el nombre de Atenas, porque te reté. Para ser la diosa de la sabiduría, guardar rencor no es muy sabio-Poseidón le dijo a Atenea, mirándola con una sonrisita.
-No me provoques, Poseidón-respondió Atenea, con una mirada furiosa y reprimiendo las ganas de fulminarlo-. No toleraré los insultos que me digas.
Justo en ese momento, entra Hades, que se había retrasado por unos problemas en el Inframundo; mejor dicho, con Caronte, por unos trajes italianos que eran mejores y por su escaso sueldo, según Caronte que no se podía comprar los trajes.
-Hades-gruñó Zeus-. Llegas tarde.
-Lo siento, hermano-dijo Hades-. Problemas allá abajo.
Lo único bueno, Atenea y Poseidón pararon de pelear. Lo malo, Zeus le recriminaba a Hades por haber llegado tarde y ahí empezó otra pelea.
Estas acciones le confirmaron a Hera que su plan era perfecto y urgente.
Lo que la diosa no entendía, porque los hijos de ellos, Thalia, Nico, Percy y Annabeth se llevaban bien. Tenían peleas, pero se arreglaban enseguida. ¿Por qué sus padres no eran iguales que sus hijos?, se preguntó Hera.
La diosa se dijo que después del consejo, hablaría con los cuatro semidioses y luego con los dioses.
Campamento Mestizo
Era otro día tranquilo en el campamento, con nuevos campistas que llegaban, con las clases de equitación, tiro al arco, el juego Captura la Bandera, y las demás actividades. Todo estaba tranquilo desde que derrotaron a Cronos y desde que Annabeth reconstruyera el Olimpo.
El campamento estaba lleno. Las cabañas estaban llenas, a excepción de las cabañas de Zeus, Hera, Poseidón, Hades y Artemisa, que tan sólo eran conmemorativas, a no ser que las Cazadoras de Artemisa llegaran al campamento, y las otras sólo había un ocupante.
Aparte de los campistas, estaban las Cazadoras de Artemisa, que la lugarteniente de Artemisa era Thalia Grace, hija de Zeus. De vez en cuando, venían a pasar una temporada y se jugaba un Captura la Bandera por las cazadoras, que siempre ganan cada vez que vienen.
También, hacía ya un año desde que Percy y Annabeth eran novios. Su relación habría estado perfecta, a no ser que Atenea dejara tranquilo a Percy. A pesar de eso, los dos estaban juntos y felices. Ya todo el campamento lo sabía, hasta los nuevos que llegaban, por sobre todo por las miradas que le daba Percy a los otros chicos que miraban a Annabeth, y las miradas de Annabeth que le daba a las chicas que observaban a Percy con interés. Aunque les decían que eran celosos, ellos lo negaban. Pero los que conocían bien a Percy, sabían que era un buen chico, preocupado por su familia, su novia y sus amigos.
Eso sí, sus amigos sabían que si alguien se acercaba a Annabeth con otras intenciones, que no sean practicar con la espada y el arco o para que ella les diera órdenes cuando jugaban al Captura la Bandera, sabían que algo le iba a aparecer en sus literas, sobre todo cosas mojadas del océano y bichos marinos asquerosos. También, Percy contaba con la ayuda de Malcolm, uno de los hermanos de Annabeth. Aunque el era dos años mayor que Annabeth y ella era consejera, él la trataba como su hermanita, por eso también la protegía.
Lo mismo pasaba con Annabeth, pero ella era peor, por eso todas las chicas, menos sus amigas, tenían asegurado algo que, en el momento menos esperado, algo les iba a pasar.
Ese día, estaban en la playa, jugando Nico, Percy, Annabeth y Thalia. Todos se llevaban bien que, para el ego de los dioses, eso los irritaban más. También estaba Grover con su novia Enebro, pero ellos sólo miraban cómo jugaban un partido de vóley.
Por ahora, estaban ganado las chicas. Jugando chicos contra chicas. Pero Percy y Nico tenían que reconocer que Annabeth y Thalia eran muy buenas jugadoras.
Las chicas les ganaban por 10 a 5. No era mucho, pero había que vencer a una cazadora de Artemisa, en sima hija del dios del cielo y una hija de Atenea, que buscaba cada estrategia posible. Los chicos la tenían muy complicado.
Les tocaba sacar a las chicas. Sacaba Annabeth.
Por la mirada que le dio a Percy, ella tenía en mente hacer perder a los chicos. Sacó y la atrapó Percy y él mandó la pelota hacia ellas de nuevo, pero justo cuando Thalia iba a rematar, una luz los segó a todos.
Menos mal que los cuatro semidioses estaban acostumbrados a cualquier peligro, en cualquier hora y lugar, que cada uno agarró sus respectivas armas. Thalia su arco y flechas de cazadora y su escudo mágico; Annabeth con su cuchillo nuevo (el otro ya no lo tenía, larga historia) y su gorra mágica de los Yankees. Nico, su espada de hierro estigio, y Percy su espada Contracorriente y su escudo que le hiso Tyson. Hasta Grover sacó sus flautas para ayudarlos.
Todos se pusieron en posición de defensa y ataque. Cuando pasó la luz, se llevaron una sorpresa de que no era ningún monstruo, si no que era la mismísima diosa del matrimonio, Hera. Cuando Thalia y Annabeth la vieron, pusieron caras entre ofendidas y enojadas. Nico y Percy intentaron guardar su incomodidad, para que la diosa no se diera cuentas. A ninguno de los dos le agradaba Hera.
Los primeros en recuperarse fueron los chicos.
-Hola, señora-saludó Percy
-Buenas tardes, señora Hera-siguió Nico
-Hola chicos, ¿cómo están?-preguntó ignorando, por ahora, a las chicas
El resentimiento entre las dos chicas y la diosa era mutuo.
-Hera-gruñeron Thalia y Annabeth, enfadadas.
-Annabeth, Thalia-les respondió fríamente a ambas
-Emm, señora, ¿qué está haciendo aquí, en el campamento?-preguntó Percy, cuidadosamente, mientras guardaban sus armas-. ¿Pasa algo en el Olimpo?
-No, no querido. Nada de que preocuparse-respondió Hera sonriente-. Sólo problemas familiares.
Al oír esas palabras, se calmaron un poco, pero sólo un poco porque sabían que los problemas "familiares" de los dioses podrían crear una guerra entre sus hijos.
-Me gustaría intercambiar algunas palabras con Quirón- dijo la diosa-. Y también me gustaría que estén-señaló a los cuatro semidioses.
-Pero, ¿por qué?-preguntó Annabeth, desconfiando de lo último que dijo la diosa.
-Querida, eso ya lo averiguarán, sólo si me acompañan.
Por unos instantes, Percy, Annabeth, Nico y Thalia se moraron, preguntándose que hacer. Con sólo sus miradas, y gestos, todos se pusieron de acuerdo.
-De acuerdo, la acompañamos-le dijo Percy a la diosa.
-Me alegro de que todos estén de acuerdo-dijo Hera, con un brillo diferente en los ojos.
Cuando Percy vio ese brillo en los ojos, se arrepintió tremendamente, pensado de que lo que seguía no era nada bueno.
Recogieron sus cosas y empezaron a seguir a la diosa. Sólo en la playa se quedaron Grover y enebro, mirando a los cuatro semidioses preocupados y con miedo por lo que pudiera ocurrir luego.
El camino de la playa hasta la Casa Grande fue incómodo para los cuatro, menos para Hera, que parecía estar a gusto con los que pasaba.
Percy se puso al lado de Annabeth y le agarró la mano de su novia. Ella lo miró y le agradeció con sólo la mirada. En respuesta, él la abrazó por los hombros, pasando un brazo.
La diosa los miró disimuladamente a los dos y nos le dijo nada. Si su plan funcionaba, unos dioses, en particular un dios y una diosa, seguramente les dijeran algo a ese par de enamorados.
En el camino, todos los campistas se detenían a ver quién era la mujer que iba delante de los chicos. Cuando la reconocían, los nuevos campistas se quedaban asombrados por tener en el campamento a la diosa, pero los veteranos, no estaban muy cómodos. Ellos habían escuchado lo que ella le había echo a Annabeth.
Ninguno se paró a saludar; algunos por la impresión, otros, sobre todo la cabaña de Atenea, porque no la toleraban.
Cuando llegaron a la Casa Grande, en la puerta estaba Quirón en su silla de ruedas, que lo hacía pasar por un humano normal, en vez de un centauro.
-Buenos día, Quirón-Hera lo saludó con una sonrisa
-Igualmente, Hera-le respondió, pero él serio-. ¿En qué te puedo ayudar? Porque necesitas algo, para presentarte en el campamento.
-tienes razón. Necesito algo-respondió la diosa del matrimonio-. Hay algunos problemas en el Olimpo. Yo diría familiares. De eso te quería hablar. ¿Podemos hablar en privado?
Quirón tardó unos segundos en contestar.-Bueno. Chicos, gracias por venir, ahora se pueden marchar a sus actividades…
-No- lo interrumpió Hera-. Se tiene que quedar acá afuera, para decirles algo, después de que hablemos.
-Bueno, si no hay otra opción-dijo, derrotado-. Señora, entremos adentro-dijo Quirón.
Dicho eso, los dos entraron y los chicos se quedaron afuera, esperando.
Había pasado más o menos una hora y seguían esperando.
Estaban todos aburridos y cansados de esperar.
Percy estaba sentado en el piso, con Annabeth recostada sobre sus piernas, mirando el cielo. Percy se estaba durmiendo por las caricias que le hacía Annabeth en su mano. Él la adoraba. Le encantaba sus caricias, su rubio cabello, sus ojos grises como tormentas, todo.
Nico también estaba sentado en el piso, jugando con su anillo en forma de calavera. Cada vez que giraba el anillo, aparecía un montón de huesos de animales. Al siguiente giro, ya no estaban.
La única que no estaba sentada era Thalia. Ella se paseaba de una punta a la otra, con una flecha girando en sus manos, preguntándose cuanto más tardarían, porque no aguantaba más la ansiedad y el aburrimiento. Ella se quería preparar para el juego de esa noche.
-Quédate quieta, Thalia-la reprendió Annabeth-. Te vas a cansar y para el juego de esta noche no vas a estar en buena formar por el cansancio.
-Tiene razón-dijo Nico-. Todos nos preguntamos que estará pasando adentro, pero no nos estamos paseando de un lado al otro.
-Es que no tolero que este justo ella aquí-dijo Thalia, mientras que se sentaba al lado de Nico-. No puedo estar cerca de ella y no poder dejar de recordar lo que te hiso, Annabeth y de su estatua aplastándome las piernas.
-No te creas que yo ya lo olvidé-le dijo Annabeth-. Pero no me puedo poner a pelear con ella por todo lo que me hizo pasar. Pero igual no lo entiendo. Todo esto empezó porque no le dije "gracias".
-Bueno, Annabeth- empezó a decir Percy, temeroso de la reacción-. También le dijiste otras cosas las otras veces que te encontrabas con ella.
-Pero… ¿de qué lado estas vos: del mío o del de esa diosa?-preguntó, enojándose con su novio.
-Del tuyo, cielo-respondió rápido, porque la mirada de su novia le dio escalofríos-. Pero yo, en ese momento, pensaba de que era mejor que le dieras las gracias, para no tenerla en tu contra. A mí me basta con tener a varios en mi contray vos tener también, eso no me gusta.
Nico y Thalia se estaban divirtiendo con la escena que ellos dos estaban montando. Estaban aguantando la risa. Justo en ese momento, los miró Annabeth.
-¿De qué se ríen ustedes?-preguntó, enojada.
-De nada-dijo Nico-.sólo le conté un chiste que escuché a Thalia, nada más.
-Si, eso-corroboró Thalia, pero se contradijo mirando las caras de Percy y Annabeth, y no pudo contener más la risa.
A las risas de Thalia, se les unió las de Nico, y a los pocos segundos, estaban los dos tirados en el piso, riéndose a carcajadas.
-¡Basta!-tronó Annabeth, intentado hacer callar a Nico y Thalia-. Si no se callan ya, los perseguiré por TODO el campamento y les haré otras cosas que nos les gustará saber-les informó, con una mirada fiera.
Al escuchar esas palabras, los dos chicos se callaron al instante, temiendo lo que les pudiera ocurrir. Se calmaron t se sentaron contra la pared.
-Mejor-dijo Annabeth, satisfecha.
Justo en ese momento salían Hera y Quirón. La cara de ella era radiante, parecía que había conseguido lo que se propuso; pero la cara de Quirón, eso era otra cosa. Por su cara, parecía que lo que le había dicho la diosa no le gustó. También, por razones que los chicos no sabían aún, estaba preocupado. También, nervioso. Eso era lo que más se le notaba.
Quirón y Hera se acercaron a los chicos.
-Chicos, gracias por esperar. Lo sentimos si los hicimos esperar mucho- dijo Hera. Sus palabras decían eso, pero sus ojos y su actitud decían otra cosa.
-Percy, Nico, Thalia, Annabeth-Quirón los nombró como si se estuviera despidiendo como en un funeral, esa es la sensación que sintió Annabeth-. La señora Hera les va a comunicar algo, que según ella, será bueno, pero para mí no- eso último lo dijo en un murmullo.
-Bueno chicos, ustedes cuatro van a ir a un campamento-declaró.
Esa noticia fue como si un frasco de fuego griego explotara.
