Rojo...
El teléfono sonaba una y otra vez. El repicar era insistente, Freddie no podía creer que alguien fuera capaz de llamar a esas horas de la madrugada.
-¿Bueno? –susurró con voz ronca a causa del sueño, pero solo un segundo basto para despertarse. –No se preocupe, ya vamos para allá…
Él bajo de la cama de un salto y busco a su madre, su corazón latía a mil por segundo, sentía que en cualquier momento moriría de un paro cardiaco. El camino hacia el patio de remolques fue relativamente corto, solo quedaba a unas cuantas calles de allí. La Sra. Benson detuvo el coche y fijó su mirada en Freddie, pudo observar como sus manos y labios temblaban, era la primera vez que veía su hijo tan nervioso y preocupado por la chica.
En un día normal, su hijo se estaría quejando de la constante pelea y maltrato al cual ella le sometía. Sin embargo, había aprendido que su él no hacía nada para evitarlo y que solo formaba parte de esa extraña amistad.
-Necesito ir… -susurró con voz temblorosa Freddie.
-Yo buscaré a la Srita. Carrigan… -anunció su madre antes de bajar.
Freddie abrió la puerta con lentitud, sentía su cuerpo pesado y sin vida. Nunca imagino que ella, la persona más fuerte, la que solo vivía para molestarlo y mataba por un poco de jamón… ella que era capaz de aparentar todo menos tristeza, estaba sufriendo. Caminó lentamente por el jardín seco y descuidado que había en la entrada del tráiler, pero fue detenido por un policía.
-Lo siento chico, no puedes entrar –dijo el hombre con dureza.
-Vengo por mi amiga, ustedes me llamaron… -informó Freddie con amargura.
-¡Ah! F. Benson, ¿cierto? –Él solo se limitó a asentir. –Debes saber que ella en este momento no es la misma, no puedes preguntarle nada ya que no está capacitada para responder.
Freddie frunció el ceño al no entenderle, ¿Por qué Sam no era capaz? ¿Qué había ocurrido en ese lugar?
-Señor, ¿puede decirme que ocurrió?
-Lo normal en este tipo de lugares, dos muertes y un intento de violación –su garganta se secó y su cuerpo comenzó a temblar más que antes si eso era posible.
Subió los primeros escalones, la puerta estaba abierta y en el interior había muchos agentes fotografiando y tomando notas de lo sucedido. Él recorrió su mirada por todo el lugar, había charcos de sangre en el piso y en las paredes. Su corazón se estrujó al ver la camiseta de su amiga en el piso, estaba rasgada y con rastros de sangre. Se acercó, muy lentamente para su gusto, hasta la habitación de Sam donde entraban y salían a su antojo policías y paramédicos. Lo que vio lo dejo frio y sintió como su corazón se rompía en mil pedazos.
Sam tenía la mirada perdida en un punto fijo de la habitación, todo su cuerpo estaba lleno de sangre y sus ojos desbordaban lágrimas que se confundían con la sangre fresca.
-¿Eres el chico que llamaron, cierto? –el aludido solo se limitó a asentir.
-Ha tenido un día difícil y en estos momentos la joven se encuentra en estado de Shock –la paramédico comenzó a explicarle. –Creemos que vio morir a su madre y a su hermana mientras el segundo atacante intentaba violarla…
-¿Intentaba? –susurró con voz temblorosa.
-Sí, la Sra. Puckett tenía un arma en la mano e imaginamos que ella le disparo antes de consumar la violación –Freddie se estremeció y su pecho comenzó a doler más-, el otro atacante fue capturado por los vecino que dieron el aviso de lo que estaba sucediendo…
El chico dejó de escucharle, sus ojos no se apartaban de su amiga. Freddie deseaba quitarle el dolor que ella estaba sintiendo. Se acercó a ella automáticamente, la chica no parecía notar su presencia.
-Sam… -su voz tembló un poco al decir su nombre. Sin embargo la rubia no reaccionaba. –Sam, soy yo… Freddie…
La rubia lo miró a los ojos y frunció el ceño, trató de decir algo pero no salía nada.
-Yo te cuidaré… -susurró Freddie con dolor.
-Están… muertas… -gimió de dolor cuando Freddie la abrazó. Sam no pudo soportarlo y lloró como nunca lo había hecho.
Definitivamente nunca la había visto tan vulnerable, tan desolada… ella no era su Sam.
Ocho horas atrás…
-Y esto es todo por esta noche… -dijo Carly con una sonrisa en el rostro.
-No se olviden de visitar la página de iCarly y votar… -dijo Sam escribiendo en una computadora invisible.
-Hagan el bien…
-Molesten a la gente…
-Adiós… -dijeron ambas al mismo tiempo.
-Y estamos fuera, excelente show chicas… -felicitó Freddie con una sonrisa en el rostro.
Luego de acomodar todo el desastre que habían hecho bajaron por unos batidos. Carly solo tenía dos horas antes de irse a Yakima de vacaciones así que debían aprovechar y pasar un buen rato junto a sus amigos.
-Te voy a extrañar con locura amiga, ¿Qué haré con Fredraro aquí? –se quejo Sam con una sonrisa en el rostro mientras que Freddie solo arqueaba una ceja.
-No exageres Sam, sabes que no lo pasas tan mal –dijo divertida. –Los llamaré y podemos chatear por las noches…
-Sí, si… chatear y hablar todos los días, pero ¿qué hare cuando él este conmigo? –se quejo de nuevo.
-Nadie te obliga a quedarte conmigo –susurró Freddie molesto.
-Ya… prométanme que no se pelearan, que llevaran la fiesta en paz –dijo Carly con una sonrisa en su rostro.
-Como sea… -respondió la rubia levantándose. –Me tengo que ir, mi mamá quiere que la ayude a depilarse.
Carly y Freddie palidecieron ante lo dicho y ella solo le limitó a gruñir.
-Nos vemos, envíame un mensaje al llegar a Yakima –gritó Sam antes de salir.
Freddie se quedo observando el puesto vacio donde segundos atrás había estado ella, la chica que podía hacerle la vida imposible, pero de quien estaba enamorado desde hace años. Sí, Freddie Benson estaba enamorado de Sam desde los 15 años. Se dio cuenta que le encantaba estar cerca de ella así tenga que soportar cada uno de sus maltratos, pero lo que de verdad lo animaba a seguir acercándose a ella era el repentino cambio en su forma de tratarlo.
Sam siempre fue una chica que disfrutaba de maltratarlo, al principio odio su actitud y le tenía mucho miedo, sobre todo cuando le hacia alguna broma. Sin embargo, poco a poco la fue considerando su amiga, era extraño pero él sentía que ambos tenían una extraña amistad, no como la de Carly y él.
El día que la rubia confiesa en iCarly que él no había besado a nadie se sintió como si un edificio le había caído encima. Durante esa semana decidió no aparecerse en el colegio, ¿para qué? Todos se burlaban de Freddie. Sin embargo, ella se disculpo y confesó que nunca había besado a nadie. Era extraño que Sam Puckett mintiera por él, pero estaba agradecido.
Esa noche compartiría su primer beso con una persona muy especial para él, su amiga… Sam. El beso fue corto y no podía asegurar que a ella le gusto, pero lo que si estaba seguro fue de ese sentimiento que creció de manera alarmante en su pecho. Estaba enamorado de Sam.
-Deberías decirle, tal vez te lleves una sorpresa –la voz de Carly lo saco de sus pensamientos.
-No entiendo…
-Oh, vamos… te encanta Sam, puedo verlo en tus ojos –dijo la chica con picardía. –Has estado el doble de raro desde el día del encierro. Decidieron dejar todo como estaba, solo ser amigos y la tención en ustedes ha aumentado el doble, ¿la amas? Solo tienes que luchar por ella.
-Carly, por favor… ella no me ama, me lo dejó muy claro ese día –susurró Freddie con tristeza-, me dijo que solo lo hizo para callarme.
La morena negó con exasperación la cabeza y se preguntaba cómo sus amigos podían ser tan ciegos. Decidió dejar ese tema por la paz, no seguiría insistiendo, entonces hablaron de todo y nada al mismo tiempo. Una hora más tarde Freddie se despidió de su amiga y le deseo un buen viaje antes de entrar a su apartamento.
Por otro lado, Sam estaba llegando a su casa. Había decidido pasar por unos tacos, no tenía muchos ánimos de ayudar a su madre con la bendita depilación. Abrió la puerta de mala gana y le sorprendió ver su casa a oscuras por lo que se vio obligada a buscar el interruptor. Al hacerlo sintió una mano en su rostro y un brazo apresándola.
Su corazón se acelero a causa del miedo e intento con todas sus fuerzas dañar a su agresor sin éxito alguno. Sam gritaba con todas sus fuerzas con la esperanza que algún vecino le ayudara pero lo único que lograba era que su agresor la lastimara más con su agarre.
-No te conviene preciosa, quédate quieta y vivirás… -susurró el hombre lamiendo el lóbulo de su oreja. –Pero antes, para entrar en calor veremos una función.
La rubia intentó abrir su boca para morder la mano de su atacante, sin embargo, se trataba de un hombre muy fuerte, ella no tenía ventaja alguna. Su corazón se acelero al sentir como la alzaban y la llevaban hasta la sala donde su madre se encontraba toda ensangrentada. Pam, su madre, estaba siendo violada, sus manos estaban amarradas además de ser mutilada por el violador.
Sam abrió muchos sus ojos y comenzó a gemir desesperada, tenía que hacer algo o sino esto terminaría mal, muy mal. Los gritos y sollozos de su madre eran ahogados por una media que habían introducido en su boca, sus ojos estaban rojos por el llanto y su rostro no podía mostrar otra cosa más que dolor. Por más de una hora Sam fue testigo de la violación brutal hacia su madre, mientras más sumisa se volvía a causa del cansancio más la maltrataba. Él gozaba del dolor de su madre, él se excitaba cada vez más cuando ella gritaba de desesperación.
-Ahora el golpe final… -dijo el hombre jadeante. Cortó el cuello de Pam lentamente mientras sus gritos iban en aumento. Sam no gritaba ni lloraba, su mente había quedado en blanco ante tal acto, estaba viendo como la única persona que la apoyaba, que la quería a su modo y que podía comprenderla se estaba muriendo lentamente.
El hombre se giró hacia Sam y sonrió triunfante.
-Gemelas –susurró con excitación.
Un tercer hombre o mujer, ella no podía reconocerlo bajo esa capucha, salió con su hermana Melanie en un estado deplorable. Su rostro moreteado y su boca ensangrentada fue una imagen difícil de dirigir… nada de lo que estaba sucediendo era fácil de digerir.
-Acaba con ella… -susurró el tipo con voz ronca.
-Sam… ayúdame –susurró con lágrimas en los ojos su hermana, su igual.
La rubia intento zafarse nuevamente pero no lo logró, solo se gano un puñetazo en su estomago. Vio a su hermana ser violada una y otra vez, fue testigo de cada golpe y cada grito lastimero de su parte. La sangre de Melanie salpicaba por todos lados mientras los puños de su atacante se estrellaban con furia en su rostro hasta que ella dejo de respirar y sin embargo eso no fue suficiente para él. Tomó el cuchillo y lo introdujo repetidas veces en su tórax.
Esto definitivamente era una pesadilla, pensó Sam con lágrimas en los ojos. Ella se había criado bajo un ambiente disfuncional. Su padre los había abandonado cuando apenas era una bebé, su madre ocultaba su dolor bajo esa mascara fría y sin sentimientos. Todo eso había causado en Sam un comportamiento diferente al de cualquier niño ordinario. Sin embargo, nada de lo que estaba pasando era normal, todo su mundo se había caído en una noche.
Ella sintió varios mordiscos en su cuello que la hicieron gemir de dolor mientras escuchaba el rasgar de su camiseta. "Esto es todo, ahora me toca a mí…" Sam pensaba en muchas cosas en ese momento, toda su vida pasaba ante sus ojos de forma lenta… "Lo siento… lo siento Carly por no cumplir mi promesa y ser tu amiga por siempre…" pensar en su amiga y que ya nunca estaría con ella, pero definitivamente lo que más le dolió fue pensar en él, "Te amo Freddie, siempre lo he hecho…"
Un fuerte dolor la sacó de su letargo, su agresor había realizado varios cortes por sus piernas mientras quitaba con desesperación sus pantalones.
-Vamos a disfrutar querida, ¿Sabes por qué? –susurró cerca de su oído. –Serás mi puta personal por días hasta que me canse y te de muerte.
De la garganta de Sam salió un sollozo lastimero y desesperado, ¿Qué había hecho ella para merecer tal castigo? Ella se contrajo de dolor cuando él introdujo su mano con violencia en su interior, él era brusco, él era un animal.
-Está gozando la muy puta… -gritó su compañero animándolo a hacerlo con más fuerza.
-Claro que lo está gozando… ahora cariño, complace a papá –dijo agarrándola fuertemente de sus rizos y atrayéndola hasta su miembro, pero Sam se resistió, no abrió la boca en ningún momento y gracias a eso recibió varios puñetazos en su rostro.
La rubia solo quería que todo terminara, quería que la mataran de una vez por todas. Ella sintió como el abría sus piernas y se reía con histeria de su dolor, pero nada sucedió. Se escuchó un estruendo y todo el peso de su atacante calló sobre ella.
Sam no se movió, ni siquiera dijo palabra alguna. Ella solo miraba el techo, ¿Qué había hecho para seguir viva? Porque si de algo estaba segura en ese momento era que deseaba morir. Minutos, horas o días, tal vez, habían pasado hasta que alguien llegó y la levantaba con cuidado. Su rostro no mostraba emoción alguna, ni siquiera parecía perturbarle el hecho que varias personas la estaban revisando y ella se encontraba desnuda.
-Señorita, ¿me escucha? –la voz de esa persona se escuchaba lejana, en esos momentos no quería ser perturbada por nadie. –Toma su teléfono y busca en el marcado rápido a sus familiares…
Ella escuchó unos pasos y luego el sonido de las teclas de su teléfono.
-Carly Shay es la número 1, intentemos con ella… -dijo una mujer con tranquilidad, pasaron varios segundos hasta que ella volvió a romper el silencio. –La señorita Shay no responde, veamos el número dos, es F. Benson… -Sam no podía entender nada de lo estaba pasando, su cuerpo dolía al igual que su corazón y su mente, todo en ella dolía. Estaba sola y ya nada podía hacer.
-¿Señor Benson? –habló la mujer con premura. –Habla la doctora Carrigan, la señorita Samantha Puckett ha sufrido un ataque donde su madre y hermana fueron asesinadas. –La doctora espero la respuesta del chico. –Muy bien, lo esperamos.
Todo el cuerpo policial tomaba fotos de la evidencia y de la única sobreviviente al ataque, ella solo se mostraba perdida, había perdido todo rastro de emoción. Minutos más tarde escucho como su amigo la llamó, pero no sentía ánimos de girarse y encararle. Escuchó la voz de Freddie más fuerte, la estaba llamando.
Sam frunció el ceño y lo observó por unos segundos para luego susurrar con voz rota "Están… muertas…" algo dentro de su interior se quebró, ya no tenía fuerzas para ocultar todo su dolor, ya ni siquiera estaba segura de si todo era real.
Después de un tiempo se vio realizando el recorrido hasta el apartamento de los Benson, vio como Lewbert se sorprendía y hasta se horrorizaba de su estado, no le importó, ya nada le importaba. Se vio en una bañera mientras la mamá de Freddie la bañaba, quitándole todo rastro de sangre de su cuerpo, pero de igual forma no importaba.
Ella sabía que en algún momento del baño la señora Benson le habló, pero sentía como se cerraba cada vez a realidad, dolía menos, allí podía soportarlo.
Dos días después…
Freddie tenía la mano de Sam entre las suyas, la apretaba con fuerza mientras gruesas lágrimas caían de sus ojos. Sam no estaba allí, ella ni siquiera era consciente de su entorno, lo había dejado. Y ahora se encontraban con un psiquiatra, específicamente la doctora Carrigan que les explicaba la situación de Sam.
-No tiene que preocuparse, ella solo está en estado de Shock y es importante que logren sacarla lentamente del mismo… -decía la doctora leyendo la historia de Sam. –Deben entender que lo que vivió no es fácil, pero les aseguro que esa situación no será por siempre. Es allí donde tu marcaras la diferencia…
-¿Yo? –preguntó Freddie con voz rota.
-Sí, la ayudaras a salir de ese estado –explicó rápidamente mientras se levantaba, ella necesitaba irse-. Necesita la ayuda de sus seres queridos más cercanos, sus amigos o su novio, busca toda la ayuda posible. Disculpen pero debo retirarme.
Freddie vio a su madre acompañar a Carrigan hasta la puerta y darle las gracias. Él solo se giró y fijó su ojos en los ojos de ella, estaban vacios y sin vida.
-Te ayudaré, te lo prometo… -dijo con temblor en su voz. –Te lo juro…
